viernes, 27 de julio de 2012

La resiliencia


“No se trata de los que ustedes creen. No hay desgracias maravillosas. Pero cuando sobreviene la adversidad, ¿hay que someterse? Y si combatimos, ¿con qué armas contamos?”
Con este cuestionamiento comienza el libro de Boris Cyrulnik llamado “La maravilla del dolor, el sentido de la resiliencia”, que hoy queremos recomendarles.
Comencemos entonces por definir la resiliencia. En Física, es la capacidad de un cuerpo de resistir un choque.  Las Ciencias Sociales, basándose en esta idea, definen a la resiliencia como “la capacidad para triunfar, para vivir y desarrollarse positivamente, de manera aceptable, a pesar de la fatiga o de la adversidad, que suelen implicar riesgo grave de desenlace negativo”.
Cuando en la vida de una persona todo está mal, cuando ocurre una tragedia o se produce un trauma; por ejemplo cuando un niño sufre un abuso o se queda huérfano o  vive en la calle, la expectativa general suele augurarle un futuro poco prometedor.
En tales circunstancias resultan pertinentes  las preguntas que propone Cyrulnik: “¿Hay que someterse?” “¿Y si combatimos?” “¿Cómo volverse humano a pesar de los golpes del destino?”
La Segunda Guerra Mundial generó una verdadera revolución cultural en el campo de la resiliencia. Tanto Anna Freud como Francoise Doltó describen a pacientes con infancias muy complejas que se convirtieron en adultos equilibrados.
¡Cuántas veces hemos escuchado historias de vida con aristas desgarradoras y tremendamente dolorosas por parte de adultos que sin embargo, a pesar de sus terribles desgracias, han podido sobreponerse y se han convertido en genios o en personas exitosas!
“Se sueñan cosas bellas cuando la realidad es desoladora y se imaginan para ello refugios maravillosos”, afirma Boris Cyrulnik.
El humor es un condimento que juega un papel fundamental en este proceso, puesto que logra transformar una situación dramática y oscura en algo abierto a la esperanza.
Con la risa se aliviana el peso dramático de la carga que se lleva y el alma puede así ir soltándola. Se levan las anclas y el barco vuelve a navegar en calma. El humor transforma, de un solo trazo, una pesada tragedia en ligera euforia. 
La película “La vida es bella”, de Roberto Benigni, representa esta idea de manera simple y lírica. No se trata de tomar en broma o de faltarle el respeto a la memoria de Auschwitz “sino por el contrario, de una escenificación de la función protectora del humor”, según sostiene Cyrulnik.
El humor sana y desparrama tragicomedia para salvarnos de ser aplastados por el dolor. El humor afloja las situaciones más tensas. Cuando hay sólo horror, los testimonios no pueden ni siquiera ser escuchados. La vida sin humor corre el riesgo de tornarse insostenible. 
“Cuando el dolor es demasiado fuerte, nos vemos sometidos a su percepción. Sufrimos. Pero apenas logramos tomar un poco de distancia, apenas podemos convertirlo en representación teatral, la desdicha se hace soportable…”, nos dice el autor.
Los traumas son siempre desiguales y sobrevienen en momentos específicos que nunca son idénticos a los vividos por otros.
Ocurren en diversas circunstancias y sobre todo son experimentados por personas diferentes.  Pero lo que transmite el concepto de resiliencia es que nuestra historia no es un destino. Es, por supuesto, un hecho innegable pero eso no la convierte en un condicionante inexorable.
Una carencia afectiva, un trauma, crean una vulnerabilidad momentánea, que las experiencias afectivas y sociales podrán reparar o agravar. Lo que somos en un momento se entremezcla y se entreteje con medios ecológicos, afectivos y verbales.
Y como dice Cyrulnik, basta con que uno sólo de esos medios falle para que todo se hunda. Así como también basta con que haya un solo punto de apoyo para que la edificación pueda sostenerse.
Once niños seleccionados por la Ayuda Social norteamericana fueron estudiados durante cincuenta años. Al comienzo estaban bastante perturbados.
Cuando llegaron a la adolescencia todavía quedaban en ellos algunos factores de riesgo importantes, pero en la mayoría ya se notaban rasgos de resiliencia. No fracasaron las tres personas que habían sufrido mayores agresiones sino aquellas que por estar demasiado aisladas, contaron con menos apoyo.
Está claro que es más difícil salir adelante cuando se ha tenido una infancia resquebrajada; cuando se ha vivido una situación límite o trágica, pero sabemos y tenemos que confiar en que aún así, no todo está perdido. Se puede combatir y resurgir de entre los escombros.
Somos nosotros los que categorizamos el mundo. En la realidad todo está entremezclado y no es tan claro ni tan estricto.
“Ser ambulante no es ser errante. Incluso cuando sabemos de dónde venimos,  o aún cuando la genética nos limita, podemos inventar nuestro futuro como queramos”, afirma Cyrulnik.  
Casi todos los niños resilientes se han hecho dos preguntas. La primera es: “¿Por qué tengo que sufrir tanto?” y la segunda, que esconde la clave fundamental de la resiliencia, es: “¿Cómo voy a hacer para ser feliz de todos modos?”
Y ustedes, queridos oyentes: ¿cómo hacen para ser felices de todos modos? ¿Qué recursos ponen en práctica para “resistir” y quizás transformar la tragedia en un tesoro? ¿Qué rituales los ayudan a liberarse de las garras del destino? 
Vicky Detry

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