miércoles, 23 de octubre de 2013

La parte administrativa de la vida

Vos que estas escuchando del otro lado del micrófono, tenes una cuenta bancaria? Algún seguro quizá? De repente usas un celular, tenés televisión por cable o internet en tu casa. Pagas algún impuesto? Aportas a algún sistema previsional?
Si contestaste afirmativamente a un par de estas preguntas, dame unos minutos de tu tiempo. Porque vos, como yo, tenes que lidiar con la parte administrativa de la vida. Y esa parte administrativa de la vida es, casi siempre, al menos aburrida, aunque a veces puede resultar tortuosa.
Hace algunas semanas recibí un requerimiento de la Administración Federal de Ingresos Públicos, la Afip, como la conocemos habitualmente. Tuve la sensación de que ese momento era el más cercano a haber estado procesada  en mi vida. Términos duros en un texto que se dividía en tres partes,  un encabezado que resumía los considerandos, algunos párrafos que justificaban  la resolución y solo algunas líneas finales que remataban con la parte resolutiva de la intimación que me heló la sangre desde el primer momento.
Entonces junté 3 biblioratos donde guardaba celosamente toda la información desde el 2005 a la fecha. Segura de haber pagado todos mis impuestos, concurrí a la agencia 6 de la Afip. En el camino y mientras esperaba el turno para ser atendida, dialogaba internamente acerca de la injusticia de haber sido convocada mediante una intimación de esa naturaleza, cuando yo había pagado  mis impuestos o, al menos, lo que yo creía que me correspondía pagar.
La primera persona que me atendió me alertó acerca de que el problema era más serio de lo que yo creía.  Aparentemente, aunque había pagado los impuestos, lo había hecho mal. Problemas de imputación, de sistemas, de reimputación y otras palabras que me llenaron de desasosiego. Escuché cosas como intereses resarcitorios, multas, punitorios que me hacían pensar que tendría que pagar todo nuevamente y esperar algunos meses o años para que el sistema reimputara correctamente los pagos.
Me imaginé recorriendo bancos y oficinas de pago para reclamar un ticket mal imputado del año 2007, por ejemplo. ¿Existiría el banco? ¿Me escucharía alguien? Y por último, ¿me corregirían el ticket?. Con seguridad que no.
Volví a la AFIP al día siguiente,  luego de una noche larga e insomne. Ese día, me desperté con un malestar indefinido, no era dolor de cabeza, ninguna contractura en particular. Me dolía la AFIP.
Me atendió otra persona ante quien desplegué toda la información, desde el 2007 a la fecha. Temí que ella también me diría otra vez que necesitaba un contador para arreglar el caos de pagos mal imputados. Pero en algún momento, también sentí que esa persona sentaba del lado del poder, me dejó de ver como contribuyente y me vió como persona. Como una persona abrumada por problemas administrativos. Le pregunté su nombre, me dijo Patricia.
Porque si vos tenes un celular, sos un cliente. Si pagás impuestos, sos un contribuyente. Si percibis una jubilación sos un beneficiario. Si tenes internet o TV por cable sos un abonado. Pero detrás de todas esas etiquetas, sos una persona.
Sos vos como persona la que te levantas a la mañana para ir a trabajar o estudiar. Y que en el camino haces las compras, dejas los chicos en el colegio y acompañas a tus padres al médico. Y además destinas una cantidad enorme de tiempo a resolver esa parte administrativa de la vida con la que cargamos los que en mayor o menos medida, nos subimos a la furia consumista que nos propone la sociedad moderna.
Hacemos colas en los bancos, trámites en la obra social, reclamos en las compañías de servicios. La mayor parte de las veces interactuamos con máquinas que nos ofrecen diferentes opciones que supuestamente agilizan dichas gestiones. Pero a veces las máquinas no alcanzan. Porque no todos los problemas de la vida administrativa pueden sistematizarse en un contestador automático o en una pantalla o monitor táctil.
Algunas veces, es necesaria una persona del otro lado del escritorio. Que escuche, que entienda, que tenga una verdadera disposición para solucionar los problemas. Alguien que en definitiva, sepa que del otro lado también hay una persona.
A todas ellas queremos agradecerles. A todas las Patricias de todas las agencias de todos los organismos públicos o privados  que hacen que la parte administrativa de la vida sea menos difícil, menos antipática.

Si conoces alguien así, compartí ese dato con nosotros. Porque hay muchos canales para quejarse, hoy destinamos este espacio para felicitar y agradecer a aquellas personas que subsanan con paciencia, humor y simpatía las dificultades del sistema.
Natalia Peroni

domingo, 20 de octubre de 2013

Cuando me amé de verdad

Los invito a disfrutar conmigo estos párrafos que a continuación les voy a leer escritos por Carlitos Chaplin.
Charles Spencer Chaplin, nació en Londres, 16 de abril de 1889 y murió en Suiza, en la navidad de 1977. Fue un actor cómico, compositor, productor, director y escritor británico. Adquirió popularidad gracias a su personaje Charlot en múltiples películas del período mudo. A partir de entonces, es considerado un símbolo del humorismo y el cine mudo. Para el final de la Primera Guerra Mundial, era uno de los hombres más reconocidos de la cinematografía mundial.
Dejó además de una enorme trayectoria en el cine, estas palabras:
“Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es...autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos. Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.”
Chaplin era un actor comprometido con sus ideales. La primera película hablada de Chaplin, El gran dictador, significó un acto de desafío contra el nazismo. Con motivo de su estreno en 1940, Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Adolf Hitler, comentó: «Chaplin es un pequeño judío despreciable». Fue acusado por el Comité de Actividades Antiestadounidenses por supuestas actividades «antiamericanas». Finalmente, en 1952 fue expulsado de los Estados Unidos luego de reiteradas persecuciones realizadas por la comisión mccarthysta.

Dime quienes te critican y te diré quién eres. ¿Habrá un refrán así?. Creo que no, pero en el caso de Chaplin quizá valdría la pena que lo hubiera.
Natalia Peroni

martes, 15 de octubre de 2013

Pensar el año que naciste

Hoy te propongo un ejercicio que seguramente te va a disparar alguna reflexión interesante. Pensar el mundo del año que naciste. Que será un mundo de hace x cantidad de años y que, aunque aquella reflexión gardeliana según la cual “veinte años no es nada” sea discutible, te permitirá pensar si 30, 40 o sesenta y pico de años son algo. En principio son toda una vida, la tuya.
Yo pensé e investigué sobre qué pasaba en 1965, hace 48 años. Por ese entonces se daba por seguro que el mundo entraría irremediablemente en una tercera guerra mundial. Eran los momentos de la llamada guerra fría, aquella confrontación silenciosa con la que EEUU y la Unión Soviética disputaba sus intereses contrapuestos usando como escenario todo el planeta.
Los norteamericanos iniciaron la escalada en Vietman, que tuvo en el ´65 uno de los años pico en materia de envíos militares. El muro de Berlín, en Europa, era usado reservadamente para que la CIA y la KGB intercambiaran espías.
Al margen de la síntesis en la escalada de violencia mundial que representa este año, en otro orden de cosas el mundo ofrecía estrellas adoradas e idolatradas, como el rey Pelé con su legendario equipo, el Santos y aquellos jovencitos pelilargos de Liverpool que cambiaron el rumbo de la música joven, Los Beatles.
En Argentina, el campeonato de football era ganado por Boca Juniors. Eran los días en que los chicos y las chicas se deleitaban con “El club del clan”, un programa televisivo que proyectó a la fama a Palito Ortega y a Violeta Rivas, entre otros. Curtían una onda conocida como la de “la nueva ola”, mientras que entre los adultos comenzaba un fuerte acercamiento al folklore de la mano de dos conjuntos que dividían las preferencias de la gente, los Fronterizos y los Chalchaleros.
El cine nacional tenía un maestro indiscutido, Leopoldo Torre Nilson. Los hombres usaban trajes grises de tiro corto y solapas angostas. Las mujeres, inquietaban con vestidos ceñidos al cuerpo y con polleras ajustadas que ya se animaban a mostrar las rodillas en un anticipo de la revolucionaria minifalda, que aparecería tiempo después.
Ellos todavía usaban el cabello corto y entre ellas comenzaba a cobrar fuerza el peinado comúnmente conocido como “la permanente”.
En materia televisiva, el ´65 es uno de los años más fecundos en lo que respecta a la producción de series televisivas norteamericanas de gran éxito en todo el mundo como “El agente de Cipol”, “El túnel del tiempo”, “El fugitivo”. De esta ultima te cuento que el capítulo final se emitió en el ´68 y Buenos Aries quedo paralizada para verlo.
Pero en el 65, en Argentina, la televisión todavía no era un objeto de consumo masivo. Muchos sectores de la clase media aún no habían podido llegar a ella. Tal vez por eso la gente leía un poco más que ahora. Dos eran los autores que monopolizaban las preferencias del público, Julio Cortázar y Ernesto Sábato.
En nuestro país, gobernaba el radical Arturo Illia, electo en 1963 y los militares mantenías proscripto al peronismo. En diversas partes del mundo fueron surgiendo movimientos juveniles contestatarios de variadas tendencias y formas de expresión como el “hipismo”, movimientos de izquierda de los universitarios franceses y el “guevarismo” latinoamericano. Fue precisamente en aquel año cuando el Che Guevara abandonó su cargo público en el gobierno comunista cubano y pasó a la clandestinidad.
Allá por el ´65 aparecen también las primeras biromes, inventadas por el señor Biro, un húngaro que se había radicado en la Argentina y que de esa manera hizo que su creación fuera vinculada en el mundo con nuestro país.
Y tantas cosas más habrán pasado en 1965. Que no hacen al mundo ni mejor ni peor, solo diferente. Solo que a veces, las cosas malas de la actualidad tienen más prensa. Y tendemos a creer que todo tiempo pasado fue mejor. En este sentido, me parece un buen ejercicio pensar en las luces y sombras de otras épocas solo para permitirnos disfrutar plenamente nuestro presente.
Nos encantaría saber tus comentarios sobre el año de tu nacimiento!
Natalia Peroni

lunes, 14 de octubre de 2013

Dinosaurios y hombres

Quería compartir con ustedes algunas reflexiones que me surgieron a partir de la visita que hice la semana pasada a Tecnópolis. Si tienen la excusa, como yo, de sacar a pasear a algún hijo, sobrino o nieto les recomiendo el paseo que es no solo instructivo, sino gratuito.
Entré con entusiasmo al stand Tierra de dinos, donde se pueden aprender muchas cosas sobre los dinosaurios, animales que siempre me causaron muchísima curiosidad. Me parecen la prueba cabal de que lo grande, lo inmenso, no siempre es lo más fuerte.
Supe entonces que los dinosaurios son un grupo de reptiles que se originaron hace 240 millones de años, a mediados del periodo Triásico. Su nombre deriva del griego deynos (terrible) y sauros (reptil). Dominaron el medio terrestre de nuestro planeta por unos 170 millones de años. En este punto los invito a pensar que su extinción ocurrió hace 65 millones de años y hace solo 5 millones de años aparecen los primeros seres humanos.
Claro que la tierra, por esa época, no era la misma, los continentes se unieron y se separaron, algunos emergieron del agua y otros se hundieron. El clima, la vegetación tampoco eran los mismos,  quizá tengamos que usar un poco la imaginación para imaginar el hábitat de estos animales que llegaron a tener en algunas de sus variantes 36 metros de largo.
Pero que aún así, aún teniendo el ese tamaño, no pudieron sobrevivir a los cambios. La extinción de los dinosaurios fue una de las cinco grandes extinciones que marcaron la historia de nuestro planeta. Hay varias hipótesis para tremenda tragedia. Algunas tienen que ver con cambios climáticos, la aparición de virus, envenenamiento del aire y la caída de un asteroide.
Y entonces me puse pensar en el hombre, como otra especie de las tantas que habitan nuestro planeta. Una más pero diferente, ya que hasta donde sabemos, en la tierra al menos, seríamos los únicos ejemplares provistos de razón.
Y en tal sentido, podemos prever algunas cosas. Podríamos contar con información que nos ayude a paliar o evitar las causas de un desastre natural que provocara nuestra extinción.
Adelantos científicos mediante deberíamos ser capaces de mejorar nuestro hábitat, de hacerlo más habitable para todos. Pero, ¿lo estamos haciendo? ¿Estamos siendo responsables en el uso que hacemos de los recursos naturales? ¿Pensamos con inteligencia y bondad la tierra que le estamos dejando a nuestros hijos, nietos y generaciones venideras?
A veces creemos que pensar en un futuro lejano, 100 años por ejemplo, es muchísimo. Hagámoslo entonces para los próximos 10 o 20 años, para el disfrute de aquellos a quienes amamos y deseamos que vivan bien. Y enseñémosle a ellos a pensar en los próximos 20 años y así sucesivamente.
Porque me puse a pensar que si seguimos abusando de las riquezas naturales, si utilizamos la ciencia para destruir y no para construir, quizá dentro de algunos miles o millones de años resulta que nos extinguimos. Y me imagino a nuestros sucesores estudiando nuestras huellas e imaginando nuestro hábitat y nuestras costumbres de acuerdo con los restos fósiles que de nosotros encuentren. Y me pregunto, los paleontólogos de hoy que se dedican a los dinosaurios, ¿serán parecidos a los colegas del futuro que estudien al hombre? ¿Qué pensaran de nosotros?

Mientras tanto, si ves un gorrión o una paloma en este Buenos Aires que deja ver poco cielo y pocos pájaros, sabe que las aves son dinosaurios que sobrevivieron a la extinción. Es difícil de creer, no es cierto?
Natalia Peroni

lunes, 7 de octubre de 2013

Los Simpsons y la filosofía

Si Uds. tenían alguna duda que la reflexión filosófica se puede dar a partir de muchos y muy variados disparadores, verán que esto es efectivamente así luego de escuchar que una “veintena de filósofos y estudiosos estadounidenses, coordinados por el profesor William Irvwin del Kings College, destripan las conexiones filosóficas de la familia que más ha hecho por difundir el modo de vida estadounidense y sus disfunciones.”
Me gustaría compartir hoy con Uds. algunas reflexiones del ensayo La importancia de Maggie: el sonido del silencio. Oriente y occidente, de Eric Bronson publicado en el libro Los Simpsons y la filosofía.
El texto comienza analizando el episodio que se desata a partir de que el Sr. Burns (“el malvado fundador de la planta de energía nuclear”) pone en práctica su plan para impedir que el sol brille en Springfield. La población arde en deseos de matarlo cuando, de repente, despiertan con la noticia de que el Sr. Burns está internado en el hospital y en estado crítico. Alguien le disparó, ¿quién fue? Fue Maggie Simpson y casi lo mata. ¿Fue un accidente? ¿Cuáles fueron las verdaderas intenciones de Maggie? El episodio concluye mostrando la boca de la pequeña bloqueada por un chupete. Intenta hablar y no puede y, en consecuencia, no surge ninguna explicación.
La situación es tomada por el autor como disparador para cuestionarse sobre la importancia y la función de la palabra en Occidente y en Oriente.
Así, plantea que la palabra hablada parece producir, en Occidente, una especial fascinación y poder que, con frecuencia, incita a la acción.
Cuando las palabras pasan al ámbito de lo público, dejan de pertenecernos y comienzan a tomar nuevas significaciones. A partir de Sócrates la capacidad para argumentar, la retórica, se transforma en una vía para alcanzar la verdad. El filósofo griego compara la filosofía con la música, porque ambas, palabras y notas, utilizadas de manera adecuada seducen y transforman el alma de los oyentes. Pero, el dilema es que Maggie no habla, aunque evidentemente es capaz de pensar.
Sartre, en su obra autobiográfica llamada Las palabras, plantea que lo que caracteriza al hombre es su posibilidad de interactuar con los otros y hacerlo principalmente a través del lenguaje. Necesito de las palabras para poder integrarme en la sociedad. La voz y las palabras de la madre y luego de los otros son cruciales para el desarrollo del psiquismo del niño.
Maggie parece no haber recibido ese estímulo afectuoso. Marge Simpson parece amar a su hija, sin embargo, al observar algunas escenas lo que surge es un amor “práctico”: es una madre que la alimenta, viste, baña, se preocupa en abrigarla, pero no mucho más. Esto queda claramente ejemplificado en las imágenes que forman parte de la presentación de la serie: en el supermercado el cajero saca a Maggie del carro con las compras y la pasa por el lector de precios como un producto más. En algún momento Marge descubre la ausencia de su hija, pero cuando la descubre dentro de una de las bolsas de compra se tranquiliza y todo sigue igual. Ya pueden volver a su casa.
En contraposición, en Oriente se resalta la importancia y función del silencio. En China, Confucio decía: “Escucha pero mantente en silencio”. Las palabras refieren al misterio de la vida que permanece en silencio. Para la mayoría de los orientales el mundo se origina en el silencio. En los textos sagrados hinduistas, el creador del mundo está rodeado y protegido por el silencio y el misticismo. No se lo puede ver ni aprehender intelectualmente: “Es un milagro que alguien lo vea, igualmente es un milagro que alguien lo diga, y es un milagro que alguien lo oiga; incluso si se ha oído decir, nadie lo conoce”.
Los orientales consideran que las palabras destruyen la paz interior y que el hombre es infeliz por el exceso de pensamiento y de palabras.
Eric Bronson considera que el gran problema de la sociedad contemporánea (tanto occidental como oriental) es el exceso de información, porque nos abruma y corremos el riesgo de que nuestras voces se ahoguen. Apela a la necesidad de ser tolerantes para permitir que todas las voces sean escuchadas y así, evitar que, como Maggie Simpson, cada vez más personas se sientan marginadas y esto los impulse a elegir métodos destructivos de comunicación.
Valoramos especialmente tu palabra.
Natalia Peroni

miércoles, 2 de octubre de 2013

Cuántas palabras usamos

Si no es la primera vez que nos escuchan en este espacio, sabrán que las palabras han sido un tema asiduo en nuestra reflexión diaria.
No es casual, obviamente, que un medio de comunicación, en este caso la radio, pongamos nuestra mirada en la herramienta que nos es más propia, en este caso la palabra.
Habíamos  mencionado a raíz del uso de los emoticones la cantidad de palabras que define el diccionario de la Real Academia Española, son alrededor de 88.500.
Pero a raíz de una entrevista que escuche en la radio a propósito del bulling, me enteré que muchos adolescentes hoy utilizan para su comunicación menos de 200 palabras. Son pocas, ¿no les parece? Piensen que más o menos unas cien palabras alcanzarían sólo para cubrir situaciones como las que aparecen en un libro de frase, esos que sirven para pasar un fin de semana en un país extranjero. Supuestamente, luego de memorizar estas pocas palabras reunidas en frases cortas,  podríamos sortear obstáculos tales como reservar una habitación en un hotel o  pedir un plato en un restaurante
Pero con seguridad, no nos permitiría tener una conversación fluida con ningún nativo. Y entonces me pregunto, entre otras cosas, si solo unas pocas palabras más serían usadas por los adolescentes, ¿es de verdad fluida la comunicación que ellos entablan?
Les cuento otros datos que recogí en mi investigación sobre este tema. Una persona culta e informada usa unas 500 palabras. Un escritor o periodista puede usar unas 3.000.
Cervantes usó 8.000 palabras diferentes en su obra y Jane Austen en la versión inglesa de “Orgullo y Prejuicio” utilizó alrededor de 6.000 palabras diferentes que  cualquier lector medio puede leer sin problemas.
Porque en este proceso de entender una obra, entra en juego lo que se da en llamar el vocabulario pasivo de una persona normal, que puede perfectamente superar las 10.000 palabras. Vocabulario pasivo significa palabras que conocemos pero que no usamos necesariamente en nuestra vida cotidiana. El vocabulario activo, no obstante, apenas es de unos centenares de palabras, aunque algunos especialistas creen que para comunicarse en un nivel un poco más avanzado, hacen falta por lo menos unas 1.500 palabras.
Aprendi otras muchas cosas pero llenaría de números y estadísticas un espacio reducido que prefiero privilegiar para abrir algunas preguntas. Si como escuché en la entrevista de la radio, un adolescente utiliza menos de 200 palabras en su lenguaje cotidiano, con seguridad no conoce o utiliza algunas palabras bastante comunes, pongamos como ejemplo la palabra descifrar, o pródigo.
Pero si nuestro vocabulario activo supera las 1000 palabras, que aparentemente es una cifra considerable, igualmente quedarían afuera miles de ellas que por algún capricho del destino, quedan sin utilizar. Cuántas veces usamos la palabra exiguo, por ejemplo? O escible, retruécano, bedel o solsticio?
Y lo que es más triste, qué podemos comunicar con un léxico tan pobre? Por más que día a día los canales de comunicación se vuelvan más y más sofisticados, nos comunicamos mejor reduciendo el uso de las palabras?

Contanos tu opinión sobre este tema. Sin economías de ningún tipo, nos encanta escuchar la mayor variedad de palabras posibles.
Natalia Peroni

martes, 24 de septiembre de 2013

Balance

Hoy les propongo reflexionar juntos sobre el hecho de hacer balances. Pero veamos primero si entendemos lo mismo sobre esta herramienta que, en principio, calificaríamos como del área contable.
Un balance es una foto que informa sobre la situación económica de una empresa. En una explicación muy simple, podríamos decir que se trata de un cuadro con dos columnas, el debe y el haber. En el debe, se coloca todo aquello que la empresa tiene o le deben. En el haber, todo lo que adeuda. La diferencia entre ambas columnas es el Patrimonio Neto, que vendría hacer aquellos bienes con los cuales la empresa verdaderamente cuenta. Las empresas tienen en sus estatutos una fecha de realización de balance que deben presentar anualmente ante los organismos de control pertinentes.
Pensemos en esta misma herramienta utilizada para evaluar nuestra vida hasta una determinada fecha. Generalmente nos lo proponemos a fin de año pero muchas otras veces lo hacemos cuando cumplimos años o ante cualquier situación que nos convoque a reflexionar sobre lo vivido hasta un determinado momento de nuestra vida.
Haciendo un paralelismo entre bienes y vivencias, podríamos decir que del lado del debe anotaríamos todos los logros acumulados a lo largo de nuestra existencia. Haber criado hijos, estudiado una carrera, lograr un buen trabajo, comprar nuestra vivienda y muchos otros de este tipo. Del lado del haber, deberíamos hacer lo mismo con nuestras pérdidas, económicas y sentimentales. Y con la misma lógica, calculamos nuestro patrimonio.
El balance, encarado de esta forma, puede darnos un resultado positivo o negativo. Pero a diferencia del concepto económico que resulta de tomar el balance como una herramienta contable, que no admite dudas sobre la salud patrimonial de una empresa, el balance en términos de vivencias es una herramienta subjetiva cuyo resultado puede variar de una persona a otra.
Pero hoy te propongo pensar otra forma de hacer tu balance. Que tiene que ver con poner en el debe todas tus vivencias. Sin pensar en las buenas solamente, relegando las malas a la columna del haber.
Si te compraste algo que te gusta, un reloj por ejemplo, pondrías en el debe la satisfacción que ese objeto te produjo. Pero si lo perdiste, también. Porque quizá esa pérdida te enseñó a valorar que un reloj no es necesario para obtener la felicidad.
Si tus hijos te visitan y/o te llaman por teléfono sin ninguna necesidad, solo para saber cómo estás, con seguridad recibirás una alegría que pondrás del lado del debe. Pero si no te llaman, será porque están bien y no necesitan nada, y eso también es digno de mención.
Y así con todas tus vivencias. Porque si son buenas, no hay lugar para la duda. Seguramente arrojarían un saldo positivo en cualquier concepción de balance. Pero si no lo son, no dejan de ser vivencias que son aquellas experiencias que transitamos por el hecho de estar vivos.
Seguramente a esta altura te estarás preguntando que anotaríamos del lado del haber, porque si estamos hablando de balance es seguro que tiene ambas columnas. No anotamos nada. Porque de ese lado corresponderían las no vivencias. Y las no vivencias son propias de aquellos que no están vivos. Y si no estamos vivos, no podemos anotar nada.
De esta forma, el balance siempre da positivo. Porque la vida se trata de eso, de los buenos y malos momentos, de vivencias que nos gratifican y nos hacen felices y de aquellas que nos angustian y nos producen dolor. Pero como los rosales, vienen juntas. La flor y las espinas.

Así que si todavía pensas en hacer un balance, no dudes en pensar una gran columna para el debe. Pero ojo, no dejes de dibujar lo mismo para el lado del haber. Es bueno no olvidar que es segura la posibilidad de que algo o alguien, algún día, va a escribir algo en esa columna.
Natalia Peroni

¿Cuántas posibles formas de vida hay?

Hoy quiero acercarles una pregunta amigos oyentes: ¿cuántas posibles formas de vida creen que hay? Estuve pensando en esta cuestión esta semana a raíz de enterarme de la historia de una familia. Generalmente pienso de mi misma que soy una persona abierta a aceptar las diferencias. Esta es, creo yo, una característica de mi personalidad. Pero, como habitualmente me pasa, la vida me enseña cosas y muchas veces me hace sentir que no sé nada! Y lo digo con alegría!!
Estuve leyendo acerca de una familia inglesa llamados Los Schinas o mejor dicho, los tripulantes del Mollymawk: Nick y Jill son los padres y viven en un barco con sus 3 hijos desde siempre, de hecho los niños nacieron en alguna isla o en el barco mismo. Sus hijos se llaman Ceaser, Xoe and Roxanne y tienen un perro que se llama Poppy. Ellos se describen a sí mismos como una típica familia de clase media, que viene de un pueblo también de clase media en Inglaterra. O en sus palabras, “2 de nosotros venimos de ese frío, gris y sobrepoblado país, el resto viene del mar y de las tierras del sol y la felicidad.”  Jill que es la madre y escritora del grupo dice, “no tenemos una casa pero tampoco queremos tener una casa.” Comenta que la sola idea de permanecer en un mismo lugar les parece tenebrosa. Navegan con sus hijos y su perro adonde quieren ir y se quedan en los lugares que visitan el tiempo que desean o el que se los permite las oficinas de inmigración de los lugares a los que llegan.
Jill dice que las cosas preferidas de la familia son los atardeceres, las islas, las grandes ballenas,  hacer nuevos amigos, el vino tinto, los idiomas extranjeros. Y las cosas que más les dan miedo son las olas enormes, los vientos de tormenta, los oficiales de inmigración y pensar en quedarse sin agua potable. Cuenta que el dinero es siempre un problema pero que la van llevando. Dice “trabajamos cuando debemos o cuando aparece alguna oportunidad.” Igualmente expresan que no tratan de vivir como se vivía en el siglo pasado, tienen computadora y gps, aunque prefieren navegar guiados por el sol y las estrellas.
Sus hijos se educan con el sistema de escuela en la casa. Pero dice que es erróneo pensar que son los únicos que viven así, dicen que hay miles de personas como ellos de todas las nacionalidades. También comenta que hay mucha gente que sueña con vivir como ellos pero les da miedo el tema del clima pero Jill comenta que pensar en eso es como pensar en que podes tener un accidente de auto, no pasa todos los días. En cambio expresa que una pesadilla para la gente de mar no es despertarse en la noche pensando que se puede caer el mástil del barco o que se soltó el ancla, por lo menos no es lo que habitualmente piensan. El horror para ellos es hacer colas en los cajeros automáticos, andar en micro, escuchar a los autos andando por el pavimento o mirar hacia arriba y ver un techo en vez del cielo. Ella comenta “el patio de la casa de unos es la jungla para otros”.
Igualmente, a pesar de ir navegando por donde les gusta el Mollymawk tiene una misión: llegar a Tierra del Fuego y a los canales chilenos. Pero cuenta que para ellos navegar no es sólo un medio para llegar algún lugar o una placentera manera de vivir. Para ellos la navegación es uno de los mejores inventos que se han hecho. Pregunta, qué otro invento se ve tan hermoso y al mismo tiempo funciona tan bien. Pero va más allá, en qué otra cosa el hombre encaja con los elementos de una manera tan perfecta que navegando.

Y para ustedes queridos oyentes ¿cuál es su manera de navegar la vida?
Vicky Detry

sábado, 21 de septiembre de 2013

Pensar la muerte

Hoy me gustaría reflexionar con ustedes sobre la posición del hombre en diversos períodos de la historia con relación a la muerte.
Es parte de la esencia del hombre no sólo su instinto de autoconservación, sino también su posición ante la muerte. La muerte es un hecho tan esencial y básico que es parte del fundamento de la noción de hombre. Los griegos, en la tragedia, intentan expresar la visión trágica del mundo que se manifiesta en la idea de fugacidad, es decir, en el hecho radical de la muerte. Así, la muerte surge como soporte ontológico de la tragedia y a la vez la tragedia, como arte, funciona como una catarsis frente a esa visión trágica. El héroe trágico, es el que toma clara conciencia de que la muerte es el límite vital de la condición humana, pero a la vez es el que puede enfrentarse a esta realidad afirmando el deseo por la vida. Para los griegos, especialmente aquellos que sostenían la religión olímpica homérica, la muerte implicaba el paso al Hades, lugar de los muertos, en el que sólo quedaba una sombra del cuerpo (psique). No existía para ellos, a diferencia de los cristianos, una vida más allá de la muerte, una salvación trascendente.
En la Edad Media cristiana aparece el concepto de muerte mística. El héroe cristiano, si bien comparte algunas de los rasgos del héroe griego, tiene como principal característica la búsqueda de su salvación. Es en este sentido que aparece el tema de la muerte mística. Así, la vida presente se vuelve una especie de muerte, ya que la verdadera vida, la real era la que venía después de la muerte del cuerpo. Era una operación espiritual mediante la cual el hombre lo que hacía era adelantar su propia muerte o anticipar la verdadera vida durante la experiencia mística. Esta muerte mística podía incluso llegar a tener una dimensión sensorial Podemos observar un ejemplo en los poemas de San Juan de la Cruz (1).
Vivo sin vivir en mí
Y de tal manera espero,
Que muero porque no muero.
………………………………………………..
Esta vida que yo vivo
Es privación de vivir;
Y así, en continuo morir
Hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo:
Que esta vida no la quiero,
Me muero porque no muero.

El mito de la vida eterna es un tema siempre presente en las diferentes culturas. El deseo de inmortalidad se ha desarrollado a través de las religiones, de ritos fúnebres, en la modernidad de manera secular a través de la idea del paraíso social o del paraíso proporcionado por el progreso (finales del siglo XIX) y también a través del arte. A partir del siglo XX va a surgir la utopía biológica con sus dos vertientes: por una parte, el mito de la eterna juventud, logrado a partir de la cirugía estética a la que se suman diferentes terapias alternativas y por otra, la inmortalidad o eternidad que detiene la frontera radical de la muerte (autotrasplantes, células embrionarias, trasplante de órganos).
En la Grecia Antigua tanto como en la Edad Media el hombre encontraba a través de manifestaciones artísticas y culturales una manera de aproximarse a la comprensión de la muerte. En la actualidad la utopía biológica crea un mundo que todo el tiempo intenta ocultar, disfrazar la muerte. En una sociedad donde lo valorado es  producir y consumir, el que muere, y en consecuencia sale de la cadena producción/consumo, genera poco o nada de interés a la comunidad.
Hablamos de una negación de la muerte, ya que se considera que la muerte se convirtió en un tabú dentro de la sociedad occidental. Ese espacio antes ocupado por la muerte ahora es ocupado por la publicidad y la propaganda. Rafael Argullol llama a este efecto el vértigo inmóvil: “La muerte requeriría de una lentitud y de una pausa, una capacidad de detenerse que produciría terror”. Es necesario un permanente bombardeo de estímulos para ocupar ese espacio vacío y así evitar la reflexión. La necesidad de un movimiento continuo supone o deja en evidencia la imposibilidad de detenerse para así permitirse pensar.

Acercarse a la idea de la muerte no significa proponerse pensar en ella, sino dejar espacios vacíos, hacer lugar para que puedan surgir espontáneamente nuestros pensamientos.
Natalia Peroni

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Perderse para encontrarse

Hoy les propongo que hablemos sobre perderse para encontrarse. Este fue el caso de Cheryl Strayed, una mujer que a los 22 años pensó que lo había perdido todo: su madre había muerto, su familia estaba totalmente desintegrada y su matrimonio destruido.
4 años después, sin nada más que perder tomó la decisión más impulsiva de su vida. Sin ningún tipo de entrenamiento o experiencia decidió cruzar más de 1000 millas a pie desde el Desierto de Mojave a través de California y Oregon hasta Wahington. Y decidió hacerlo en solitario. Ella dice que este viaje tuvo 3 comienzos: el primero, al pensar en hacerlo. El segundo al tomar la decisión consciente de hacerlo y el tercero las semanas de preparación, comprando lo necesario y empacando todo, incluidos renunciar a su trabajo, finalizar su divorcio, vender todo lo que tenía, despedirse de sus amigos y visitar la tumba de su madre una última vez. Y luego, mucho después de realizar el viaje se dio cuenta que ninguno de esos tres comienzos había sido el real.
El viaje había comenzado aun antes de que ella se imaginara o tomara la decisión de hacerlo. Comenzó 4 años antes en el minuto que se enteró, parada en el cuarto de una clínica, que su madre de 45 años se iba a morir. El viaje era reencontrase con la mujer que su madre había criado, encontrar su propia manera de ser y hacer el duelo que necesitaba por su muerte. Le llevó 4 años, 7 meses y 3 días hacerlo. Y no supo adónde iba a ir hasta que llegó. El día previo a comenzar, el conserje del hotel le preguntó su dirección y no supo cuál dar porque no sabía a qué lugar iba a volver al terminar.
Como no tenía ninguna experiencia en viajes de mochilera cargó cosas que no tenían sentido y durante los primeros 3 días de caminata le sangraba el cuerpo en los lugares donde su mochila estaba apoyada, sus hombros, su cintura. Sus pies le dolían terriblemente. Le dolía el  peso de lo que cargaba y esto no tenía que ver sólo con el peso físico. Cuando paraba de pensar en esas situaciones y dolores precisos, lo que ella dice que en realidad estaba pasando es que estaba empezando a aceptar y a lidiar con su vida y con lo que sentía. Pudo empezar a enojarse por la muerte de su madre y a llorar. Su vida había tocado fondo. Ella dice que se sentía perdida. Y comenta que luego se dio cuenta de que era lo que necesitaba para poder llegar hasta el otro lado, para atravesar su duelo. Cheryl Strayed comenta “no es que uno termina ese viaje, ese duelo, esa transición y sale en la otra orilla limpia por decirlo de alguna manera. Pero sí sale del otro lado de algo y desde allí se puede continuar.” Cheryl cuenta que hay un puente que ella sabía que existía que se llama El Puente de los Dioses y hacía allí se dirigió. Cuando llegó se sintió, no transformada de una manera nítida y clara como ansiamos que sea, algo tan claro que sea imposible no ver cuando emprendemos un viaje tan importante como el que ella realizó. Pero lo que sí sintió es que nunca más se iba a sentir tocar fondo como había sentido, que nunca más iba a volver al lugar o a la sensación con la cual había comenzado el viaje.
Chery tiene ahora cuarenta y tres años y dice que todo lo que es ahora nació de todo lo que pudo reunir y recolectar de sí misma en ese viaje. Realizó un viaje a través del desierto y de sí misma. Realizó un viaje que todos le decían que no hiciera, contra todos los pronósticos y contra viento y marea. Salió fortalecida y se sanó a sí misma en el proceso.

Y ustedes queridos oyentes ¿adónde se pierden para encontrarse?
Vicky Detry

lunes, 16 de septiembre de 2013

Para transportar un bebé

Hoy quería compartir con ustedes una reflexión sobre el contraste que presentan a veces distintas situaciones con las cuales convivimos cotidianamente.
Hace algunas semanas vi como una madre boliviana se preparaba para salir con su hijo de 8 meses. Con un brazo sostenía un varón de aproximadamente 6 o 7 kg. Con la mano libre buscó un trozo de tela de colores vivos con forma de cuadrado, de aproximadamente 1,5 mts de lado. Esa tela se llama hawayo y aunque estimo que en este caso era de corte industrial, es una artesanía  tejida desde hace muchísimas generaciones en muchas poblaciones del norte de nuestro país y de países limítrofes, como Bolivia.
La madre extendió el hawayo en el piso de tierra formado una figura de rombo. Acomodó el bebe en el centro sin sacarle la manta que lo tenía envuelto.
Dobló el extremo inferior del hawayo hacia arriba, tapando los pies del bebe. Agarró los dos extremos de los costados, uno con cada mano y fue subiendo la manta de colores vivos muy despacito. Pasó las dos puntas laterales a la mano izquierda y con la derecha acomodó el extremo superior de la manta hacia afuera. El bebe había empezado a llorar pero la madre continuo haciendo todo con mucha tranquilidad porque  sabía que se dormiría nuevamente en unos minutos.
Volvió a tomar una punta con la mano derecha y con cuidado se calzó el hawayo en la espalda. El extremo izquierdo lo pasó por debajo de su axila y el derecho por encima del hombro contrario y ató las dos puntas con un nudo doble a la altura del pecho. El bebe se acomodó sobre la espalda de su madre y mágicamente, dejo de llorar.
La otra cara del contraste  del que había comenzado a hablarles, se encuentra ejemplificada con los diversos modelos de cochecitos que podemos adquirir en el mercado. Los hay de todos modelos y tamaños. Por ejemplo, coche cuna mecedor 5 en 1, coche cuna travel system más butaca con base, coche cuna rebatible más butaca. Puede tener desde 4 hasta 8 ruedas, sombrilla, cierre, huevito desmontable, asiento rebatible y otros elementos más para el transporte confortable para los bebes.
Me pregunto cuál será la forma más confortable para el bebé. Estoy segura que ambas deben tener sus pro y sus contras. Por un lado, el cuerpo de la madre tan cercano a la piel de bebe, su olor, su respiración que acompaña el bamboleo de su cuerpo moviéndose. Por otro, el diseño ergonómico de un cochecito moderno, pensado para satisfacer todas las comodidades de un bebe que queremos llevar de un lado a otro cuando no lo hacemos a upa.
Una misma situación que es resuelta de dos formas diferentes y que me hicieron pensar en los contrastes que presentan a veces la convivencia de dos culturas.
Pensar en la seguridad de que los adelantos tecnológicos resuelven muchas cosas de nuestra vida cotidiana. Y descubrir que hubo y hay otras formas de resolverlas.

Y ratificar la creencia de que sólo el respeto por las costumbres puede asegurarnos una convivencia pacífica y enriquecedora entre todos nosotros.
Natalia Peroni

viernes, 13 de septiembre de 2013

Los perros son capaces de sentir el dolor de los humanos

Hoy nuevamente les propongo que hablemos de perros. Un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Goldsmiths en Londres reveló que después de varios experimentos comprobaron que los perros sienten el dolor o tristeza humana.
Cualquiera que haya tenido un perro ha sentido más de una vez que este lo comprende y que reacciona de manera diferentes dependiendo del estado de ánimo de su perro. Pero hoy se puede afirmar científicamente que los perros sienten el dolor de las personas y que también buscan aliviarlo.
En el experimento, 18 perros fueron expuestos a diferentes personas, entre los que se encontraban los mismos dueños y otros extraños, quienes debieron realizar varias expresiones como hablar, susurrar o tararear, pero no fue hasta que alguno fingió llorar cuando los perros adoptaron una actitud sumisa buscando de de inmediato el contacto físico como una forma de aliviar. Según este estudio todos los perros fueron capaces de distinguir cuando las personas se mostraron tristes, manifestando una actitud alerta que no se daba en las otras expresiones.
Por otro lado, expertos en el tema también explican que muchos pueden dudar de la capacidad intelectual o emocional de los canes, debido a que estos reaccionaron frente a situaciones fingidas. Sin embargo, es muy importante aclarar que no es un “problema” de los perros el no diferenciar cuando un sentimiento es real o no. Nuestro mismo cerebro no distingue si un sentimiento está siendo fingido o no, por lo que eso no altera los resultados del experimento.
Otros estudios realizados también han demostrado que la capacidad empática de los perros por ejemplo un estudio que explica que lo perros son capaces de contagiarse  con el bostezo humano. A diferencia del anterior estudio, donde no se producía diferencia cuando era su dueño o un extraño, esta vez la probabilidad de que el perro bostece aumentó cinco veces si es que era su dueño el que lo estaba haciendo.

Y ustedes queridos oyentes ¿qué opinan de este estudio? ¿Son cosas de perros? 
Vicky Detry

Mudanza sentimental

Si está entre tus planes mudarte, no dejes de prestar atención a estos consejos. Algunos son de índole práctico,  otros,  no tan prácticos pero con seguridad te serán útiles a la hora de encarar tamaño desafío.
Una vez que lograste comprar o alquilar la propiedad que será tu hogar en un futuro cercano, tenes que elegir la empresa de mudanza. No olvides comparar precios y servicios ofrecidos por los distintos candidatos, averiguar si los empleados cuentan con seguros y modos de facturación. Pero también preguntales si manipularán con cuidado algunos objetos que son muy caros a tus afectos porque el palo de agua que creció sin ningún pudor en el balcón, ese palo de agua te lo regaló tu madre el día que te fuiste a vivir sola.
Deberás decidir si vas a desprenderte de algunas cosas que hace años están en la baulera. Te caben dos opciones, hacer una feria americana o donarlos a una institución de caridad. El tema es que no hay forma de ponerle precio a los cuadernos de tus hijos de primero a séptimo grado, o la cunita que no usas hace más de 10 años y que claramente representa un peligro para cualquier bebé de mas de 3 kg de peso. Comprá una buena cantidad de bolsas de consorcio y encara la difícil tarea de seleccionar las etapas de tu vida que terminaran compactadas en un basural.
Notifica la fecha de tu mudanza en tu lugar de trabajo, seguramente dispondrás de algún día de licencia previsto por la ley. Si esto no fuera así, podes hablar con la gente de Recursos Humanos que es muy probable que no tengan mucho tiempo de escuchar las consecuencias del enorme stress emocional a que estás expuesto o expuesta, con lo cual seguramente te darán una licencia de algún tipo.
Notificar el cambio de domicilio a bancos, empresas de seguro, pases de autopista, compañía de celulares, consejos profesionales y tarjetas de crédito. Podes olvidarte por un tiempo de este trámite y vivir unas semanas en el limbo maravilloso de no tener que pagar tanto dinero por estos servicios. Quizá, quién te dice, descubrís que no necesitas tantos abonos en tu vida.
Mientras tanto, día a día, vas empacando tus cosas. Hacelo con prolijidad, tratando de rotular correctamente las cajas al estilo de “utensillos de cocina”, “vajilla de diario”, “ropa de los chicos”, etc. No dejes de prever varias cajas para las muchas cosas de tu casa que se resisten a ser rotuladas, como ser, anteojos que ya no sirven, cables que no sabemos que conectan, agendas de otros años y un fax que no te animas a tirar aún cuando sabes que hace varios años que no le compras el rollo de papel.
A esta altura, debo hacerte una recomendación muy especial. ¡Ojo con las fotos!. Vas a encontrarlas por doquier porque si vos tenés más de 30 años, sos de la época que todavía revelábamos las fotos en papel. Y no vas a resistir la tentación de mirarlas, una por una, hasta que la película de tu vida pase por delante de tus ojos dejando pocos baches sin haber sido fotografiados.
Unos dos o tres días antes, rega por última vez las plantas. El día anterior de la mudanza, descongelá el freezer y la heladera y trata de encontrar alguien que te desconecte los demás electrodomésticos de la casa. Y a la tardecita sentate a mirar por tu ventana por última vez. Trata de recordar la silueta de los edificios que tantas veces viste sin mirar, el color de los árboles de tu vereda, decodificá el ruido al que ya te acostumbraste y ole los jazmines que con tanto esfuerzo lograste hacer crecer en una maceta. Es probable que no sobrevivan el destierro.
Ese día seguramente te levantarás muy temprano, amanecerás por última vez mirando un determinado punto del universo. Tu casa  se llenará de gente que entra y sale a ritmo frenético, te harán millones de preguntas e irás quedando arrinconada en cada vez menos ambientes con algún mueble donde apoyar tu cansada humanidad. Serás la última en cerrar la puerta de una casa vacía, que hace eco, con las paredes que presentan las marcas donde hubieron cuadros y te darás cuenta que lo que fue un hogar es solamente eso, algunas paredes desnudas.

Si está entre tus planes mudarte, no dejes de pensar que esto, como todo, también pasa. Y que pronto te espera una nueva casa para convertir en tu hogar.
Natalia Peroni

sábado, 7 de septiembre de 2013

Equivocados en la felicidad

Hoy les propongo que hablemos sobre el escollo de la felicidad. El psicólogo Americano Dan Gilbert cree que en nuestra ardiente búsqueda de la felicidad la mayoría de nosotros tenemos el mapa equivocado. De la misma manera que las ilusiones ópticas engañan a nuestros ojos, Gilbert asegura que nuestros cerebros sistemáticamente juzgan erróneamente qué es lo que nos haría felices. Por lo tanto como simples humanos que somos, esta peculiaridad de nuestra cognición hace que no podamos predecir correctamente cómo ser felices, conseguir la dicha.

Esta premisa presentada en su más reciente investigación está respaldada por investigaciones clínicas derivadas de la psicología y la neurociencia.
Dice que si uno le presenta a cualquier persona 2 grupos, por un lado personas que hubieran ganado la lotería y por el otro lado personas que se quedaron parapléjicas. Ante la pregunta ¿quién te parece que es más feliz al cabo de un año? Las personas comunes responden en su gran mayoría lo que seguramente ustedes y yo pensamos: los que ganaron la lotería. La realidad es que se estudió a estos 2 grupos durante un año y se demostró que  ambos grupos eran igualmente felices.

Gilbert dice que cuestiones tales como tener una decepción amorosa, ganar o perder una elección, pasar un examen, etc tienen mucho menos impacto y menos duración en nuestra felicidad que lo que la gente espera que tenga.

El autor comenta que los seres humanos sintetizamos la felicidad pero pensamos que la felicidad es algo que se encuentra. Personas que han experimentado situaciones adversas en su vida se sienten felices. Da una serie de ejemplos: un hombre que estuvo 37 años en prisión siendo inocente y que dijo que no cambiaría un minuto de su vida o un hombre que podría haber sido el baterista de Los Beatles y que no fue y que dijo “Estoy más felíz de lo que hubiese sido con Los Beatles.” La realidad es que desconfiamos de esta gente pensando que están locos o que nos mienten. Pero Gilbert dice que la felicidad natural es lo que obtenemos cuando logramos lo que deseamos y la felicidad sintética es lo que hacemos cuando no obtenemos lo que deseamos. En nuestra sociedad actual creemos que este tipo de felicidad es de una calidad inferior que la otra. Pero Gilbert sostiene que la felicidad sintética es tan buena y real como la que se logra cuando obtenemos justo aquello que veníamos deseando. Dice que todos tenemos la capacidad de sintetizar la felicidad pero algunos lo hacen mejor que otros. El dice que nuestros anhelos y preocupaciones son hasta cierto punto pretenciosos porque dentro nuestro tenemos la capacidad de hacer la materia misma que estamos constantemente buscando cuando escogemos una experiencia. Por supuesto que algunas situaciones son efectivamente mejores que otras. Tenemos que tener preferencias que nos lleven a un futuro en lugar del otro. Pero cuando estas preferencias nos arrastran demasiado fuerte y demasiado rápido porque sobrevaluamos las diferencias entre esos futuros, estamos en riesgo. Cuando creemos que la única posibilidad de ser felices es obteniendo eso que deseamos tanto, ahí estamos en problemas.


Y ustedes queridos oyentes ¿cómo creen que es la felicidad? ¿Se consigue o se crea? 
Natalia Peroni

jueves, 5 de septiembre de 2013

Sobre el relativismo cultural

¿Se preguntaron alguna vez si es posible  dejar de lado la subjetividad a la hora de analizar la adquisición de la verdad?
Antes de abordar la oposición relativismo-objetivismo,  debiéramos aclarar que no hay que confundir dos teorías muy próximas pero distintas, el relativismo y el escepticismo: el escéptico afirma que no cabe conocimiento alguno, el relativista considera que sí es posible el conocimiento pero que éste es relativo a las personas y que por lo tanto pueden existir muchas verdades respecto de las mismas cosas.
Podríamos decir que es posible ser relativista en relación a ciertos géneros de realidades y objetivista respecto de otras. Por ejemplo, muchas personas parecen aceptar puntos de vista relativistas respecto de los valores morales, pero no respecto del conocimiento del mundo físico. El relativismo más radical es el relativismo individual y referido a la totalidad de los conocimientos humanos.
Tanto Sócrates como Platón, filósofos griegos a quienes hemos nombrado asiduamente en este espacio, consideraban inadmisible el punto de vista relativista, tanto por sus consecuencias en el plano moral y político como porque, según ellos, es una teoría absurda que hace imposible el conocimiento.
Hoy, inmersos en la lógica de un mundo globalizado, se plantea el problema del relativismo cultural, cuando afirmamos que la diversidad de ideas y valores entre las distintas sociedades es irreducible; no se puede juzgar un elemento cultural desde otra sociedad, lo único importante es que tenga sentido dentro de esa cultura.
El relativismo cultural  interpela seriamente al concepto de la moral como usos y costumbres. Desde este punto de vista,  no hay una verdad absoluta y ésta depende de cada individuo en un espacio o tiempo concreto o intereses. Por lo tanto, cada afirmación moral depende de ciertas convenciones de las personas de esa cultura, y, en tal sentido, la misma no puede ser cuestionada.
Sus defensores afirman que el relativismo salvaguarda la subjetividad y promueve el respeto hacia opiniones diversas y culturas distintas.
Sus detractores afirman la necesidad de asumir la existencia de verdades reales, objetivas, válidas para toda cultura. Se afirma asimismo que la verdad está ligada a la práctica, y que la acción concreta exige valorar el acierto o el error como algo real, no relativo. Una salida dura al relativismo es el positivismo como metodología de la objetividad para teorías verificables, para evitar la relativización del acceso a la verdad.
Pensar en el relativismo vs Objetivismo nos enfrenta con la paradoja tolerancia - pluralidad contra uniformidad. Si como el relativismo cultural afirma, no existen valores morales universales sino solo reductibles a la cultura donde están inmersos, cabe apelar a la tolerancia de la diferencias dentro de la pluralidad de modos de concebir la moral. Si, en cambio, los valores morales son universales, podemos aspirar a concebir una idea de Bien en cualquier contexto socio-cultural.
También podemos pensar que es posible hallar una contradicción lógica interna en el concepto de relativismo: resulta imposible establecer como ley o verdad universal que todo es relativo, dado que entonces ese mismo postulado tendría el carácter de relativo, invalidándose a sí mismo.
Asimismo, el relativismo en materia moral se presenta en nuestros días como modelo superador en contraste con la idea de un grupo de normas de conducta de validez universal, y se le atribuye como virtud el promover la pacífica convivencia entre diferentes culturas promoviendo la tolerancia. A esta afirmación, la crítica opone la idea de que tolerar no significa un intercambio de ideas provechoso y enriquecedor que fomente la paz social, sino simplemente admitir sin discusión la coexistencia de numerosos, diferentes y frecuentemente opuestos sistemas de normas morales, lo cual dificulta la concordia y atenta contra el logro del bien común de la sociedad.

Como siempre, desde De buenas a primeras creemos que vale la pena tomarse unos minutos para reflexionar sobre este y otros temas que nos interpelan a la hora de pensar una convivencia más sana entre todos nosotros.
Natalia Peroni

lunes, 2 de septiembre de 2013

Por qué los perros viven menos

Hoy les propongo que hablemos de por qué los perros viven menos. En realidad es una historia que me llegó por facebook y que no he logrado descifrar quién escribió. Igualmente la quiero compartir con ustedes algunos fragmentos porque creo que vale la pena y se la quiero dedicar a mi perra Pimienta.  La historia comienza con una pregunta:
“¿Se han preguntado por qué los perros viven menos que las personas?
Siendo un Veterinario, fui llamado para examinar a un perro Irlandés de 13 años de edad llamado Belker el cual se estaba muriendo. El perro tenía familia: padre, madre y 2 hijos los cuales estaban muy apegados a Belker, y esperaban un milagro que hiciera que su perro no se muriera.

Le dije a su familia que no podíamos hacer ya nada por Belker, y me ofrecí para llevar cabo el procedimiento de eutanasia en su casa. Al día siguiente, sentí la familiar sensación en mi garganta cuando Belker fue rodeado por la familia. Shane se veía tranquilo, acariciaba al perro por última vez, y yo me preguntaba si él comprendía lo que estaba pasando. En unos cuantos minutos Belker se quedó dormido pacíficamente para ya no despertar”.

La historia continúa diciendo: “El pequeño niño pareció aceptar la transición de Belker sin ninguna dificultad. Nos sentamos todos por un momento preguntándonos el porqué del lamentable hecho de que la vida de los perros sea más corta que la de los humanos. Tom, uno de los niños, que había estado escuchando atentamente, dijo: ''yo sé porqué. Lo que dijo a continuación me maravilló, nunca he escuchado una explicación más reconfortante que ésta. Este momento cambio mi forma de ver la vida.
El dijo: ''la gente viene al mundo para poder aprender cómo vivir una buena vida, como amar a los demás todo el tiempo y ser buenas personas, verdad?'' ''Bueno, como los perros ya saben cómo hacer todo eso, pues no tienen que quedarse por tanto tiempo como nosotros.''

La moraleja es:

Si un perro fuera tu maestro, aprenderías cosas como:

Cuando tus seres queridos llegan a casa, siempre corre a saludarlos.

Nunca dejes pasar una oportunidad para ir a pasear.

Deja que la experiencia del aire fresco y del viento en tu cara sea de puro Éxtasis.

Toma siestas.

Estírate antes de levantarte.

Corre, brinca y juega a diario.

Mejora tu atención y deja que la gente te toque.

Evita morder cuando un simple gruñido sería suficiente.

En días cálidos, recuéstate sobre tu espalda en el pasto, patas abiertas.

Cuando haga mucho calor, toma mucha agua y recuéstate bajo la sombra de un árbol.

Cuando estés feliz, baila alrededor, y mueve todo tu cuerpo.

Deléitate en la alegría simple de una larga caminata.

Sé leal.

Nunca pretendas ser algo que no eres.

Si lo que quieres está enterrado...escarba hasta que lo encuentres.
Por último, cuando alguien tenga un mal día, quédate en silencio, siéntate cerca y suavemente hazles sentir que estás ahí...” Hasta aquí la historia.
Por suerte amigos, yo puedo dar fe de que hay personas a las cuales les quedaría perfecta esta descripción perruna.

Y ustedes queridos oyentes, ¿tienen algún querido amigo perro en sus vidas?
Vicky Detry

viernes, 30 de agosto de 2013

Lista cerrada de amigos

Tengo un amigo que tiene cerrada su lista de amigos. Sí, señores, exactamente como lo están escuchando. Gustavo, mi amigo, tiene una posición tomada respecto de la amistad, y no hay argumento que lo haga cambiar de opinión.
Yo lo he intentado varias veces, porque no puedo creer que haga una afirmación tan categórica siendo él una persona tan cálida y sociable, pero no hay caso: lo dice muy en serio, más allá de que en muchas oportunidades me haya hecho reír la vehemencia con que defiende su postura.
El desarrollo de su idea sería más o menos así: Los verdaderos amigos son los de la infancia y la adolescencia. Con ellos entablamos un vínculo en el que compartimos experiencias sumamente intensas e inolvidables que nos dejan una huella imborrable en el alma. Un recuerdo, una marca profunda hecha del afecto más hondo y sazonada por los colores de etapas irrepetibles y, según él, también irreemplazables.
Por lo tanto, continúa Gustavo, toda la gente que llega a nuestra vida una vez terminadas esas etapas, serán personas a las que podremos apreciar, respetar, valorar, incluso admirar, pero de ninguna manera les será posible acceder a la categoría de amigos. Punto final.
¿No importa lo que hagan?, le pregunto, insistente. ¿No importa si te demuestran que te quieren, que te apoyan, que están presentes en tu vida adulta para ayudarte, para escucharte, para consolarte o animarte cuando lo necesites?
No importa, responde sin el más mínimo atisbo de duda. Porque no se trata de lo que hagan o dejen de hacer.
De hecho, admite, puede ser que pongan en juego todas las acciones propias de un excelente amigo, pero no llegarán a serlo porque las raíces de la amistad -tal como él la concibe- tienen que ver con un tiempo (la infancia y la adolescencia) en el que el corazón está abierto de un modo incomparable, natural, espontáneo, carente de barreras de cualquier tipo y dispuesto a compartirlo todo sin hacer cálculos que la madurez posterior casi siempre nos fuerza a hacer.
El corazón infantil y juvenil, dice Gustavo, concibe y siente la amistad como un valor supremo, pero no desde la mente sino desde un misterioso y mágico espacio emocional que inexorablemente cierra sus puertas una vez que llegamos a la edad adulta.
¿Y esas puertas no se pueden abrir nunca más?, vuelvo a la carga aunque con menos ínfulas, ya que Gustavo irradia una convicción irreductible.
Nunca jamás, responde él risueño para dar por terminada la conversación que hemos sostenido infinidad de veces a lo largo de los años.
Permítanme contarles, queridos oyentes, que tengo la suerte de haber conocido a Gustavo a los 20 años, y parece que llegué justo antes de que cerrara su lista de amigos, según me asegura. Me considero privilegiada por eso y doy fe de su amistad, que tanto bien me ha hecho a lo largo de los veintipico de años que llevamos siendo amigos…
Así que, aunque no comparto en absoluto su punto de vista porque mi experiencia de vida está llena de encuentros espectaculares -en plena adultez- con personas a las que considero verdaderas y excelentes amigas, tanto o más que a aquellas a quienes adoraba en mi infancia o adolescencia, debo decir que puedo comprender el sentimiento que da origen a la teoría de Gustavo.
Porque coincido con él en que la impronta de los años de juventud es imborrable y que al corazón abierto de par en par no hay quien le gane. Pero, a diferencia de mi gran amigo, no creo que las puertas del corazón se cierren después de ninguna etapa de la vida.
De hecho, mi lista de amigos está abierta y seguirá así hasta el día en que exhale mi último suspiro. Y aún entonces, quién sabe, podría suceder que apareciera alguien nuevo, cuya misión fuera solo sostener mi mano durante unos minutos. A esa persona, hoy y siempre, yo no dudaría en llamarla amiga.

¿Y ustedes, queridos oyentes? ¿Tienen abierta o cerrada su lista de amigos? ¿Cuáles son sus razones para una u otra decisión?
Clarina Pertiné

jueves, 29 de agosto de 2013

Por qué leer a los clásicos

¿Conocen Uds. un escritor llamado Italo Calvino? Siempre creí que era italiano, ya que esa es la lengua en la cual escribió un libro maravilloso titulado Si una noche de invierno un viajero, entre muchas obras más, entre novelas, cuentos y poesías. Pero lo cierto es que Italo Giovanni Calvino Mameli nació en Cuba en el año 1923, quizá en forma casual, ya que sus padres se encontraban trabajando en la isla antes de regresar a Italia.
Y como la pluma para algunos es ligera, lo fue también para este notable escritor que  también publicó artículos para diversos periódicos y algunos ensayos. Hoy quería compartir con Uds. sus reflexiones sobre “Por qué leer a los clásicos”.
Empieza diciendo que los clásicos son “esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo...» y nunca «Estoy leyendo...». Y con respecto a la palabra releer considera que “El prefijo iterativo delante del verbo «leer» puede ser una pequeña  hipocresía de todos los que se avergüenzan de admitir que no han leído un libro famoso. Para tranquilizarlos bastará señalar que por vastas que puedan ser las lecturas «de formación» de un individuo, siempre queda un número enorme de obras fundamentales que uno no ha leído.”
Comparto la vergüenza que me produce admitir, en algunos círculos, no haber leído obras que muchos consideran fundamentales para nuestra formación cultural. Me consuelan entonces, las palabras de Calvino cuando dicen que “…leer  por primera vez un gran libro en la edad madura es un placer extraordinario: diferente (pero no se puede decir que sea mayor o menor) que el de haberlo leído en la juventud. La juventud comunica a la lectura, como a cualquier otra experiencia, un sabor particular y una particular importancia, mientras que en la madurez se aprecian (deberían apreciarse) muchos detalles, niveles y significados más.
Es como enamorarse en la adolescencia o pasados los cuarenta. Son dos experiencias diferentes pero enriquecedoras por distintos y diversos motivos que otro día podemos analizar en este espacio. Y entonces  Calvino ensaya otra definición de los clásicos diciendo “Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha  leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para  saborearlos”.
¡Cuánta promesa encierra esta frase! “En realidad, -dice el autor-, las lecturas de juventud pueden ser poco provechosas por impaciencia, distracción, inexperiencia en cuanto a las instrucciones de uso, inexperiencia de la vida. Pueden ser (tal vez al mismo tiempo) formativas en el sentido de que dan una forma a la experiencia futura, proporcionando modelos, contenidos, términos de comparación, esquemas de clasificación, escalas de valores, paradigmas de belleza: cosas todas ellas que siguen actuando, aunque del libro leído en la juventud poco o nada se recuerde. Al releerlo en la edad madura, sucede que vuelven a encontrarse esas constantes que ahora forman parte de nuestros mecanismos internos y cuyo origen habíamos olvidado. “
El ensayo es más largo y los invito a buscarlo en la red. Quisiera terminar con su tercera definición de los clásicos que dice así: “Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual. Por eso en la vida adulta debería haber un tiempo dedicado a repetir las lecturas más importantes de la juventud. Si los libros siguen siendo los mismos (aunque también ellos cambian a la luz de una perspectiva histórica que se ha transformado), sin duda nosotros hemos cambiado y el encuentro es un acontecimiento totalmente nuevo”.
Por todo lo dicho hasta ahor, quizá puedo contarles sin ningún pudor que la lectura de Los miserables funciono como una bisagra en mi vida, hecho que ocurrió hace menos de un año y luego de 35 de lectura postergada de una obra de tanta belleza. Y en tren de confesiones, soy culpable de haber terminado Ana Karenina de Tolstoi hace sólo un par de meses.

Pero como dice Calvino, en materia de clásicos, “que se use el verbo «leer» o el verbo «releer» no tiene mucha importancia”. Si disfrutan la lectura y les llego la hora, les recomiendo matizar los best seller del momento con algunos clásicos que sobreviven, entre otras cosas, por mucho de las recomendaciones de Clavino que nos alienta a leerlos.
Natalia Peroni

A propósito de la ansiedad

Hoy quiero compartir con ustedes una risueña reflexión que inicié hace unos días, cuando me puse a releer uno de los libros de la genial escritora y dibujante argentina Maitena Burundarena.
El libro en cuestión se llama “Curvas peligrosas” y refleja magistralmente las múltiples facetas del mundo femenino. Más allá de mi expresa admiración por esta artista, cuya impronta reúne la profundidad de sus observaciones con un humor agudo y sutil, creo sinceramente que no debe existir una sola mujer que no se sienta identificada con algunas de las situaciones que describe Maitena.
Una de las páginas se titula “Cuando la ansiedad te tiene en sus brazos”, y muestra, a lo largo de nueve ilustraciones –cada una con el comentario correspondiente de la autora- ciertas escenas en las que tanto mujeres como hombres se vuelven presas inevitables de una mortal ansiedad.
Les cuento los ejemplos que pone Maitena:
1)   Tirar del papel de la impresora antes de que termine de salir.
2)   Arrancar antes de que el semáforo cambie.
3)   Abrir el microondas antes de que suene.
4)   Seguir cliqueando el mouse mientras espera el relojito.
5)   Pararse en el pasillo antes de que el avión se detenga.
6)   Espiar el final del libro antes de terminarlo.
7)   Seguir llamando al ascensor cuando ya marcó que viene.
8)   Tirar del botón del inodoro antes de terminar con lo que fuimos a hacer al baño.
9)   Verificar que el teléfono funciona cuando te dijo: “Te llamo”.
Les juro que cada vez que estoy con el ánimo bajo por algún motivo, abro cualquier libro de Maitena en cualquier página y empiezo a reírme a carcajadas.
¡No me digan ustedes que no pertenecen a alguna de las categorías de ansiosos que mencioné recién! Yo debo confesarles que estoy en casi todas, y podría agregar varios ejemplos a la lista de Maitena.
Lo paradójico, cuando pienso en mis diversas ansiedades, es que soy, por otro lado, muy pero muy paciente, sobre todo con los demás. Tiendo indefectiblemente a justificar, comprender y disculpar los yerros ajenos, en una medida algo excesiva, según he descubierto y aprendido hace no mucho tiempo, después de algunas sesiones de terapia sumamente reveladoras.
Pero quizás no haya tal paradoja, y se pueda ser a la vez ansioso, paciente y feliz. ¿Por qué no?
Les cuento algunas situaciones que me generan ansiedad:
·        Fijar los ojos en los botones del ascensor mientras subo a un piso alto. ¡Se me hace eterno el trayecto! Pero aunque intente distraerme mirándome en el espejo o espiando de reojo a mis eventuales compañeros de encierro, vuelvo irremediablemente a los botones, y tengo la sensación de que el ascensor va cada vez más lento. ¡Una tortura!

·        Esperar a que se llene la bañadera cuando me preparo un baño de inmersión. Se me figura que la bañadera es una pileta olímpica, y lo peor es que no puedo recurrir al truco de hacer otras cosas mientras se llena, porque ya he inundado varias veces mi baño al olvidar alegremente las canillas abiertas, en mi denodado esfuerzo por aplacar mi ansiedad. Huelga aclarar que además de ansiosa soy distraída. Combinación fatal a la hora de prevenir accidentes domésticos.

·        Aguardar la devolución de mi tarjeta por parte del cajero automático. Siempre temo que mi pobre tarjeta sea devorada por ese frío artefacto, que emite una serie de sonidos algo escalofriantes antes de decidirse a entregarme lo que es mío. Como si me estuviera advirtiendo, en su robótico idioma, que la próxima vez no será tan benévolo y la fagocitará. Suelo salir casi corriendo de los cajeros automáticos. Pensándolo bien, más que ansiedad me dan miedo.
Y a ustedes, queridos oyentes, ¿en qué situaciones los tiene en sus brazos la ansiedad? ¿Qué suelen hacer al respecto? ¿Cómo viven el hecho de ser personas ansiosas?

¡No sigo con las preguntas para no aumentar la ansiedad que tengo de escuchar sus respuestas! 
Clarina Pertiné