La escucha es uno de los mejores dones y recursos con
que contamos las personas para vincularnos con los demás.
A través de la escucha podemos conocer el mundo interno
del otro y acompañarlo en todo lo que quiera compartir con nosotros.
Pero para poder hacerlo bien, es importante que
conozcamos algunas características de la escucha atenta y activa.
**Por ejemplo: es fundamental la empatía, que es la capacidad de ponernos en el lugar del otro
durante el tiempo en que esa persona nos habla.
La empatía implica que podamos abandonar por un rato
todo nuestro mundo interno: nuestras opiniones, estructuras, nuestros
pensamientos, sentimientos y sobre todo nuestros juicios de valor.
No somos jueces sino receptores activos cuando
escuchamos a alguien. Nuestra manera de acompañar, si es abierta y está
centrada en el otro, le facilitará el desahogo o le permitirá simplemente decir
en voz alta algo muy personal e íntimo frente a nosotros, sin tener miedo a que
lo que nos cuenta sea catalogado como malo.
**Cuando decimos que para escuchar es importante ser
capaces de abandonar nuestro mundo interno, nos referimos a un abandono momentáneo.
Muchas veces nos cuesta escuchar al otro porque tenemos
miedo de quedar definitivamente atrapados en su punto de vista o en su estado
de ánimo. Pero en realidad todos somos capaces, si nos animamos a poner en
práctica la escucha activa, de salirnos de nosotros mismos para acompañar al
otro a recorrer su propia experiencia.
Después de la escucha podremos recuperar nuestros
sentimientos y nuestras opiniones. También es probable que algunos de ellos
cambien, porque la escucha tiene el poder de transformarnos y eso es sumamente
enriquecedor.
Lo mejor que nos puede suceder es estar abiertos a que la
experiencia del otro cambie algo en nuestra percepción de las cosas, de las
personas y también en nuestra vida.
***Hacer silencio mientras el otro habla es
fundamental: no queremos interrumpirlo con nuestra curiosidad o nuestra
ansiedad por saber más. Escuchamos lo que nos está diciendo, y si intervenimos
será para ayudarlo a conectarse cada vez más profundamente con lo que nos dice.
***Muchas veces nos pasa que sentimos la necesidad de resolverle el problema y hasta la vida
a la persona que nos habla.
Queremos darle un consejo, decirle ya mismo lo que
nosotros haríamos en su lugar, o lo que nos parece que le conviene. Inclusive
lo primero que nos sale cuando la persona llora, es abrazarla, consolarla:
necesitamos aliviar su sufrimiento.
Consolar está muy bien. Pero es importante que nos
preguntemos si tal vez nos estamos apurando a hacerlo porque somos nosotros los
que tenemos dificultad para presenciar y acompañar el llanto de esa persona.
***Hay miles de malentendidos
que podrían evitarse si nos animáramos a escuchar con atención. Tenemos que oír
lo que el otro nos dice sin agregarle
nuestra interpretación, porque proviene de nuestra experiencia, no de la
del otro.
***También mejorarían muchísimo nuestros vínculos,
porque la mayoría de los problemas que se generan entre las personas son
consecuencia de no saber escucharnos unos a otros.
Escuchar
no
significa estar de acuerdo con todo
lo que dice el otro, pero sí implica que recibamos con respeto y con gratitud
el hecho de que nos haya elegido para compartir algo propio.
**La escucha atenta, activa y amorosa es como un bálsamo
que sin prisa pero sin pausa va sanando nuestras heridas abiertas y también
aquellas que han cicatrizado mal o a destiempo.
**Es probable que ustedes hayan tenido alguna vez la
experiencia de haber sido escuchados con atención y cariño. Que hayan podido
experimentar la libertad interior que se siente frente a alguien que está
dispuesto a comprender en lugar de juzgar.
**Si es así, ya están listos para empezar a practicar
una escucha activa y atenta. Y si no lo es, les proponemos que sean ustedes
quienes, con atención plena, inicien este increíble círculo virtuoso entre
escuchadores y escuchados.
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