domingo, 1 de julio de 2012

La escucha


La escucha es uno de los mejores dones y recursos con que contamos las personas para vincularnos con los demás.

A través de la escucha podemos conocer el mundo interno del otro y acompañarlo en todo lo que quiera compartir con nosotros.

Pero para poder hacerlo bien, es importante que conozcamos algunas características de la escucha atenta y activa.

**Por ejemplo: es fundamental la empatía, que es la capacidad de ponernos en el lugar del otro durante el tiempo en que esa persona nos habla.

La empatía implica que podamos abandonar por un rato todo nuestro mundo interno: nuestras opiniones, estructuras, nuestros pensamientos, sentimientos y sobre todo nuestros juicios de valor.

No somos jueces sino receptores activos cuando escuchamos a alguien. Nuestra manera de acompañar, si es abierta y está centrada en el otro, le facilitará el desahogo o le permitirá simplemente decir en voz alta algo muy personal e íntimo frente a nosotros, sin tener miedo a que lo que nos cuenta sea catalogado como malo.

**Cuando decimos que para escuchar es importante ser capaces de abandonar nuestro mundo interno, nos referimos a un abandono momentáneo.

Muchas veces nos cuesta escuchar al otro porque tenemos miedo de quedar definitivamente atrapados en su punto de vista o en su estado de ánimo. Pero en realidad todos somos capaces, si nos animamos a poner en práctica la escucha activa, de salirnos de nosotros mismos para acompañar al otro a recorrer su propia experiencia.

Después de la escucha podremos recuperar nuestros sentimientos y nuestras opiniones. También es probable que algunos de ellos cambien, porque la escucha tiene el poder de transformarnos y eso es sumamente enriquecedor. 

Lo mejor que nos puede suceder es estar abiertos a que la experiencia del otro cambie algo en nuestra percepción de las cosas, de las personas y también en nuestra vida.

***Hacer silencio mientras el otro habla es fundamental: no queremos interrumpirlo con nuestra curiosidad o nuestra ansiedad por saber más. Escuchamos lo que nos está diciendo, y si intervenimos será para ayudarlo a conectarse cada vez más profundamente con lo que nos dice.

***Muchas veces nos pasa que sentimos la necesidad de resolverle el problema y hasta la vida a la persona que nos habla.

Queremos darle un consejo, decirle ya mismo lo que nosotros haríamos en su lugar, o lo que nos parece que le conviene. Inclusive lo primero que nos sale cuando la persona llora, es abrazarla, consolarla: necesitamos aliviar su sufrimiento.

Consolar está muy bien. Pero es importante que nos preguntemos si tal vez nos estamos apurando a hacerlo porque somos nosotros los que tenemos dificultad para presenciar y acompañar el llanto de esa persona.

***Hay miles de malentendidos que podrían evitarse si nos animáramos a escuchar con atención. Tenemos que oír lo que el otro nos dice sin agregarle nuestra interpretación, porque proviene de nuestra experiencia, no de la del otro.

***También mejorarían muchísimo nuestros vínculos, porque la mayoría de los problemas que se generan entre las personas son consecuencia de no saber escucharnos unos a otros.

Escuchar no significa estar de acuerdo con todo lo que dice el otro, pero sí implica que recibamos con respeto y con gratitud el hecho de que nos haya elegido para compartir algo propio.

**La escucha atenta, activa y amorosa es como un bálsamo que sin prisa pero sin pausa va sanando nuestras heridas abiertas y también aquellas que han cicatrizado mal o a destiempo.

**Es probable que ustedes hayan tenido alguna vez la experiencia de haber sido escuchados con atención y cariño. Que hayan podido experimentar la libertad interior que se siente frente a alguien que está dispuesto a comprender en lugar de juzgar.

**Si es así, ya están listos para empezar a practicar una escucha activa y atenta. Y si no lo es, les proponemos que sean ustedes quienes, con atención plena, inicien este increíble círculo virtuoso entre escuchadores y escuchados.

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