domingo, 1 de julio de 2012

Una mirada sobre el amor platónico


En este día les proponemos detenernos a pensar y a conversar nada más ni nada menos que sobre el amor.

Pero ¿a qué llamamos amor? ¿Es el amor el deseo sexual? ¿Es algo más? ¿Es lo mismo amar a los padres, a los hijos, a los amigos, a nuestra pareja, a la patria o a Dios?

El tema es mucho más complejo de lo que nos sugiere la primera impresión.
Platón, allá por el 380 A.C, escribió sobre el amor en un diálogo conocido como “El Banquete”, que junto al “Fedro” conforman la idea de este genial filósofo sobre el amor.  

Platón nos sitúa en un típico banquete griego, en el que los invitados de Agatón, poeta que había triunfado en el último certamen literario, pronuncian un elogio del amor.

Luego de varios discursos, habla Agatón, el anfitrión. Y se refiere al amor como el más grande de todos los dioses, el más joven, delicado y valiente, entre otras exaltaciones de su naturaleza. Cuando Agatón concluye su discurso, se produce un coro cerrado de demostraciones de admiración hacia el poeta.

Entonces interviene Sócrates, personaje asiduo de los diálogos platónicos y, desde su discurso, Platón explica que uno desea lo que no tiene.

Decía Agatón que el amor es bello y bueno y que anhela, desea, tiende a lo bello y lo bueno; pero Platón le demuestra que si el amor aspira a lo bello, no puede ser él mismo bello, sino necesitado de belleza. Y por lo tanto no es un dios, pues no es posible un dios sin belleza.

De esta forma, Sócrates le hace reconocer a Agatón que sus palabras  escondían contradicciones.

Ahora bien: si el amor no es bello ni bueno, ¿será feo y malo? Ciertamente no. El no ser bello ni bueno no implica necesariamente ser feo y malo, así como el no ser sabio no implica necesariamente ser ignorante.

Entre belleza y fealdad, entre bondad y maldad, como entre sabiduría e ignorancia, hay términos medios, y este es el caso del amor.

Entonces el amor aparece como un camino, como el nexo de unión entre nosotros, los seres humanos, con aquello que llamamos perfecto, divino, hermoso.

El amor sirve de enlace y comunicación, llenando el vacío que existe entre lo visible y lo invisible. Por amor somos capaces de hacer y vivir aquello que el cuerpo biológico no puede concebir. Es lo heroico.

Y lo heroico acontece, por ejemplo, cuando por amor uno deja su tranquilidad y comodidad y entrega su vida al servicio de los demás, ya sea curando a los enfermos o enseñando a los niños.

La actitud de servicio puede empezar por barrer un suelo, saber escuchar, resolver un problema ecológico o social, o aportar un poco de belleza física, de cortesía. Todos estos son dictados de la conciencia, del corazón, que no vienen del materialismo egoísta sino del amor.

Según el relato de la sacerdotisa Diótima a Sócrates, Eros, el amor, hereda de su madre Penia -que es la personificación de la pobreza- el andar siempre en apuros; y en contra de lo que piensa la mayoría, su apariencia no es delicada y bella: por el contrario, está siempre famélico, descalzo, durmiendo en el suelo, en los caminos o en los umbrales de las puertas.

No lo encontraremos en los palacios, ni en los bancos, ni en las cajas fuertes; no necesita dinero, es humilde.

De su padre, Poros -que representa la abundancia- tiene, en cambio, el estar siempre en la búsqueda de lo bello y de lo bueno que no posee.

Es valiente, perseverante y apasionado de la inteligencia, y rico en recursos. ¿Acaso no reconocemos en estas cualidades la fuerza que el amor despierta en nosotros?

Por amor platónico se entiende hasta hoy el amor espiritual, el amor que nos trasciende, y hasta el amor imposible.

Pero podemos pensar en el amor platónico como aquel que hace posible lo imposible; aquel que nos conecta con lo mejor de nosotros, que tiene que ver con el anhelo de belleza y perfección, con una mirada que va más allá de los límites mundanos y nos pone en contacto con el deseo de trascendencia, de perfección, de ascenso a lo bello y bueno que hay en nosotros y en los demás.
Sabemos que no existe una única definición del amor sino tantas como amores sentimos.

Aún así, creemos que vale este retorno a los mitos para detenernos a pensar en el amor, que nos brinda muchos de los mejores momentos de nuestra vida.

¿Y ustedes qué piensan y sienten acerca del amor? ¿Cuáles fueron las vivencias de amor o de desamor que los marcaron? ¿Qué lugar ocupa el amor en sus vidas?

Nos encantaría escucharlos y saber cómo experimentan el amor. 

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