Muchas de las cosas que voy a compartir con ustedes se
las he escuchado decir a la doctora Paola Delbosco, filósofa, escritora y
entrañable amiga de quien siempre aprendo con solo tomar un café con ella y
conversar sobre la vida.
Hoy les propongo que hablemos un poco sobre la
responsabilidad.
La responsabilidad se define, desde la etimología, como
la habilidad para responder.
En este sentido, todos los seres humanos nacemos con
esa capacidad, y si tenemos la suerte de contar con un entorno que estimule y
promueva el desarrollo pleno de nuestra personalidad, iremos adquiriendo
conocimientos y experiencias que nos llevarán a ensayar un amplio espectro de
respuestas frente a los desafíos que nos plantea la vida.
Pero la responsabilidad no se limita a ser una
habilidad, así sin más. Al concepto de responsabilidad se le suma un factor
moral cuando decimos que la persona responsable, es decir, la persona capaz de
responder, es aquella que, entre todas las respuestas posibles, elige la mejor
y lo hace habitualmente.
Entonces,
podemos llamar responsable a la persona que ha adquirido el hábito de responder
de la mejor manera posible.
Ser responsable implica hacerse cargo de las
consecuencias de los propios actos. Por eso llamamos irresponsable a la gente
que va por la vida ocasionando daños de cualquier índole -físicos, psicológicos,
emocionales, cívicos, entre otros- y actúa algunas veces sin reconocer esos
daños como propios y otras reconociéndolos como propios pero sin ninguna
disposición a recoger los pedazos ni a reparar lo dañado.
Ahora bien: también podemos definir la responsabilidad
como la capacidad de responder en primera persona a la pregunta: “¿Quién hizo
esto?”. Si puedo contestar: “Yo. Yo hice esto” me estoy reconociendo como
autor. Y si soy autor de cada suceso de mi vida, puedo empezar a configurarme
como protagonista de mi vida, que es la mejor meta a la que puede aspirar y el
mejor logro que puede alcanzar un ser humano.
“Yo lo hice” puede querer decir: Yo pinté ese cuadro,
escribí ese poema, parí ese hijo, compuse esa canción.
Yo libré esa batalla, conseguí ese resultado, amé a esa
persona, perdoné ese agravio.
Y así podríamos seguir enumerando infinidad de hechos
de los que somos autores y protagonistas. O
responsables, que es lo mismo.
Cuando vemos la responsabilidad desde esta mirada, el
panorama se ilumina. Las consecuencias de nuestros actos ya no nos pesan sino
que, por el contrario, nos alivianan el corazón y nos alegran, porque nos damos
cuenta de que ser autores y protagonistas de nuestra vida es una vivencia
absolutamente singular e intransferible, como nuestras huellas dactilares o
nuestro ADN.
Soy autor de mi vida y como tal tengo derecho a
convocar a quienes yo quiera para que me inspiren, me ayuden y me acompañen a
escribir el guión, pero no puedo ni debo cederles el lugar central que ocupo en
el escenario de mi vida.
Muchas veces tendré que enfrentarme a la tentación de
la desesperación, que me susurra al
oído que no se puede o que por lo menos
yo no puedo, y contra la tentación de la desesperanza, que intentará convencerme de que no vale la pena intentarlo.
Pero nuestra naturaleza humana es sabia y en el fondo
del alma todos sabemos que sí se puede y que vale la pena invertir nuestros
mejores esfuerzos en retomar el timón de nuestra vida si otra persona lo
estuviera manejando, recuperar el protagonismo si lo hubiéramos perdido y
transformarnos en autores; ignotos o célebres, lo mismo da; pero auténticos
autores.
Esta, claro está, es una excelente noticia. Una
extraordinaria noticia que vale la pena compartir con todo el mundo. Por eso
hoy nosotros, desde este espacio, la compartimos con ustedes.
Siempre nos encanta escuchar lo que tengan para
decirnos, así que si quieren comunicarse con nosotros, escríbannos a debuenasaprimeras@fmmilenium.com.ar o búsquennos en Facebook y Twitter.
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