martes, 24 de julio de 2012

Cielo azul


Hoy quiero hacerles una pregunta. El cielo es azul? Como me gustaría poder escuchar ahora que piensan sobre esto. Habría muchos “obvio” como respuesta, algunos silencios ya que cuando las preguntas parecen tontas a veces preferimos no contestar hasta descubrir la trampa. Quizá algunos escépticos por allá dirían que no podemos saberlo y a muchos, con seguridad, no les motivaría en lo más mínimo ponerse a pensar en este dilema.
Dilema que no es tal, salvo que escuchemos la última estrofa del soneto del poeta español  BARTOLOMÉ JUAN LEONARDO DE ARGENSOLA que se llama A UNA MUJER QUE SE AFEITABA Y ESTABA HERMOSA
“….Porque ese cielo azul que todos vemos 

ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande 

que no sea verdad tanta belleza!”
Argensola está hablando de una mujer que luce hermosa pero gracias a algunos artilugios propios de las mujeres que ocultan su fealdad. Pero como en definitiva la naturaleza nos engaña, dice el poeta,  que más da que él ande engañado por una belleza artificial que no puede competir con cualquier rostro bello por naturaleza. Como ejemplo de ese engaño nos confiesa que el cielo no es azul.
Borges, 3 siglos después, dice en uno de sus escritos recopilados en Textos Recobrados que “el cielo azul, es cielo y es azul, contrariamente a lo que vacilaba Argensola”.
A esta altura se habrán dado cuenta que el meollo de la cuestión no es el color ni la naturaleza del cielo. Es de otra cosa de la que están hablando estos dos grandes de la literatura castellana y me gustaría analizarlas con Uds. basándome en la lectura de uno de los más destacados intelectuales argentinos, Oscar Terán, en su libro “Historia de las Ideas en la Argentina”.
Terán narra que entre fines del siglo XIX y principios del XX surgen en Europa nuevas ideas que traen, entre otras novedades, una nueva visión antropológica, una nueva concepción del hombre en el cosmos. Y ese hombre, la conciencia del hombre que percibe y siente el mundo que lo rodea es el nuevo protagonista de estos tiempos.
Contra aquellos que afirmaban que el hombre es un ser enteramente natural o material (como por ejemplo podríamos pensar que lo son los animales) se oponían los que creían que el ser humano tiene algo que lo diferencia de los animales. Y eso que los diferencia, como no es material, tiene una naturaleza que podemos llamar “espiritual”. Es también nombrada como razón, alma o espíritu.
Pensemos las implicancias de estos dos razonamientos. Para los primeros, por ejemplo, el hombre resulta ser un animal mas entre todos los demás. De esta manera, podemos afirmar que entre los monos superiores y el hombre hay una diferencia que es de grado, no de esencia. Esto ya había sido formulado por Darwin y consiste, según Freud, en una “herida narcisistica”, una herida al orgullo, a la autoestima del yo humano que pierde un lugar de privilegio en el cosmos.
Los segundos, en cambio, comparten la idea de que la conciencia es una realidad diferente de la realidad natural y por esta razón, no basta una sumatoria de datos para producir conocimiento.
Borges en el texto mencionado más arriba, señala que “no podemos salir de nuestra conciencia, que todo acontece en ella como en un teatro único, que hasta hoy nada hemos experimentado fuera de sus confines”
El cielo azul que nosotros percibimos es el que existe, no hay otro cielo que el que nosotros percibimos. Porque es necesario el objeto, ese cielo azul y la conciencia del hombre que lo percibe para formular un fenómeno, ambas partes son imprescindibles.
En cambio, el cielo que describía Argensola existía independientemente del hombre que, incluso, puede ser engañado en su percepción.
Hasta aquí una explicación algo simplificada de un debate que desde Europa viajo a nuestro país, un país joven que apenas había celebrado su primer centenario y cuyos intelectuales, entre los que se contaba Borges, formaban parte de la vanguardia de las ideas tan bien explicada y comentada por Oscar Terán.
Durante el transcurso del siglo XX, muchos otros intelectuales brindaron sobre la realidad y la conciencia y muchísimas otros temas,  argumentos diferentes a los que se discutían en esos tiempos.
Quizá mi pregunta inicial tenga más sentido para ustedes ahora, luego de escuchar estos párrafos. O quizá compartan conmigo la extrañeza de mirar el cielo y preguntarse cómo será en realidad.  
Natalia Peroni

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