miércoles, 7 de noviembre de 2012

El cielo por asalto


Hace poco me enteré de que “el cielo por asalto”, una de las frases más lindas que conozco, se le atribuye a Carlos Marx en una carta que le escribió a un amigo desde Londres en el año 1871.
Más allá de la significación política que subyacía en el escrito del pensador alemán, que tenía que ver con la actitud de parte de la sociedad parisina, tomar el cielo por asalto me suena a volar alto, tan alto como para que el cielo sea nuestra conquista.
Porque el cielo hay que conquistarlo, creo yo. Ese cielo donde reinan los ideales se nos presenta cada vez más lejano; hay algo que nos tira para abajo y nos aleja, nos achata. Y el camino de ascenso resulta a veces demasiado arduo para intentarlo.
No es el camino del confort el que nos acerca. No. El auto puede ser cada día más rápido, la casa más inteligente, la tecnología más amigable y sin embargo, no salimos de lo pedestre.
Podemos mirarnos mucho más el ombligo y descubrir hasta los pliegues más sutiles de nuestra fisonomía; la felicidad casi ya viene en pastillas y las recetas de autoayuda están prácticamente al alcance de todos nosotros.
Algunos nos convocan a ese ascenso. Otros nos lideran o sencillamente compramos sin protestar promesas de armonía y equilibrio. Soñamos con bailar o cantar por la televisión pero como no podemos, nos pasamos las horas viendo cómo los otros bailan o cantan. O simplemente cómo habitan una casa ficticia con la intimidad desnudada.
Y cuanto menos queremos, menos tenemos. Cuanto menos cielo anhelamos, más lejos nos queda.
Pero se puede querer más. Se puede creer en los ideales de ese cielo que nos estamos perdiendo. Podemos seguir soñando con una sociedad más justa, más inclusiva. Podemos recuperar esos sueños que alguna vez encendieron nuestro corazón de esperanza. Podemos enamorarnos sin reservas y pensar en la amistad como el encuentro más valioso entre dos personas.
Podemos soñar para nuestros hijos un mundo mejor. Y eso supone luchar por nuestras convicciones. Luchar para que nos unan los hilos de la solidaridad y no nos separen diferencias que no tienen fundamentos más sólidos que aquellos que enfrentan a los simpatizantes de dos equipos de fútbol.
Por eso, tomar el cielo por asalto me suena a volar alto. A “tirar para arriba”, como decía Miguel Mateos en los 90. A preferir lo que nos gusta a lo que nos conforma. A animarnos a descubrir nuestro deseo y no satisfacer el de los hacedores del rating.
Tomar el cielo por asalto me suena a burlar a la vulgaridad que lo custodia. Porque es difícil manejar a aquellos que vuelan alto. Se dispersan, se embriagan con la libertad que les brinda ese cielo inmenso. Es más fácil manejarlos desde abajo, desde atrás de una pantalla de televisión, por ejemplo, fabricando escándalos que despiertan nuestro costado más mórbido.
A ese cielo apuntamos; ese cielo queremos conquistar. ¿Les gustaría  acompañarnos?
Natalia Peroni

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