domingo, 1 de julio de 2012

La amistad


Nuestro tema del día es la amistad.

De la amistad se ha hablado mucho. Desde tiempos inmemoriales encontramos huellas de pensadores que han escrito sobre ella: poetas, escritores, dramaturgos… y filósofos. 

Aristóteles, hace más de 2.500 años, decía con mucha razón que la amistad “es cosa muy seria para la vida, pues sin amigos nadie desearía vivir”[i]


¿Estaría hablando de lo mismo que nosotros hoy cuando pensaba en la amistad uno de los más brillantes filósofos de la Grecia clásica?

Es importante tener en cuenta, en principio, que la concepción del hombre en esa época era un tanto diferente.

El hombre era para Aristóteles un “zoon politikon”, un animal político cuyo desarrollo pleno se producía en la polis. Se presuponía su inclusión  en contextos mayores que su esfera o su mundo individual; era natural que se proyectara y participara en planos como el de la sociedad, la política y la naturaleza.

La realización del hombre se daba en esas esferas. La amistad significaba un vínculo que se perfeccionaba en tanto el hombre se relacionaba con sus pares en estos diferentes niveles.

No existía, como hoy, una división tan profunda entre los ámbitos público y privado, y la amistad formaba parte de todo tipo de asociaciones, siendo la asociación suprema la polis.

No hubiera sonado creíble allá por el 400 AC decir, por ejemplo, que uno trataba bien a sus amigos y mal a sus empleados, a sus socios o al ambiente que lo rodeaba. Uno debía ser en lo privado igual que en lo público.

Nosotros estamos acostumbrados a pensar la amistad como una relación afectiva más bien íntima, y en la esfera pública la relación con los otros es de tipo contractual.

Ojo, tampoco tenemos que caer en el error de creer que en esas épocas todos eran amigos entre sí: solo los hombres virtuosos establecían vínculos verdaderos de amistad. La amistad por interés y motivada por lo placentero no era considerada una amistad verdadera.

Claro que Aristóteles no tuvo la oportunidad de convivir en una polis cuyos miembros interactuaran, como nos sucede hoy en día a nosotros, a través de las redes sociales.

Quizá de haber sido así, habría reescrito la “Ética a Nicómaco”,  o quizá no.

Pero bien vale la pena preguntarnos hoy cómo definimos nosotros la amistad y a quiénes consideramos amigos. ¿Son aquellos que figuran en nuestra lista de contactos? ¿Aquellos de quienes nos llegan invitaciones de amistad virtual que llenan nuestra casilla de correo? ¿O son, al decir de Aristóteles, aquellos a quienes queremos por lo que son, desinteresadamente, a quienes deseamos el bien y sabemos de su reciprocidad en el afecto?

Nos despedimos planteándonos estas preguntas y abriendo horizontes para que surjan muchas más. Sabemos que en las preguntas residen la clave y el secreto para recorrer el camino hacia la sabiduría.


[i] Aristoteles, Etica a Nicómaco (1155 a)

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