Nuestro país se rige, en materia de adopción, por la
ley 24.779, que data del año 1997. Pero ahora un proyecto de reforma trae aires
de cambios que han sido pensados teniendo como norte el interés superior de los
niños.
Seguramente todos estaremos de acuerdo en que
históricamente, en muchas oportunidades han sido ellos, los niños, quienes
pagaron el precio de demoras burocráticas inadmisibles que los dejaron institucionalizados
durante años cuando en realidad podrían haber crecido dentro del marco de
contención y amor de una familia adoptiva.
Familia a la que por otra parte tienen derecho una vez
que se ha comprobado que no existe ninguna posibilidad de encontrar una red de sostén
dentro de su ámbito de origen.
Es para celebrar el hecho de que finalmente se modifique
y se actualice la ley de adopción con la idea de garantizar a los niños su
derecho a tener una familia y vivir con ella.
También es sumamente esperanzador comprobar que cada
vez son más las personas y familias que se están animando a adoptar niños más
grandes –no solamente recién nacidos- y también grupos de hermanos.
Si bien la mayoría de las mujeres empiezan a transitar
el camino de la adopción con la expectativa de recibir un niño recién nacido –y
hay múltiples razones, todas válidas y comprensibles para que así sea- hoy en
día comienza a notarse cada vez más el trabajo paciente y amoroso de las
organizaciones que ayudan, acompañan y apoyan a las familias que tienen la intención
de adoptar.
Estas organizaciones convocan e invitan a las familias adoptivas
a charlas, seminarios y encuentros que tienen entre sus objetivos acercarles
las vivencias positivas y siempre conmovedoras de quienes ya se animaron a dar
un paso más abriendo y ampliando el corazón para cobijar en su seno a chicos
que llevan varios años esperando una familia.
Los testimonios tienen un denominador común que es la
alegría. Estos padres y madres adoptivos han confirmado a través de su
experiencia que adoptar niños más grandes les cambió la vida para mejor, la
enriqueció con el vínculo que pudieron generar con sus hijos.
Los niños, a su vez, pudieron, de a poco, contarles su
historia previa a la adopción, entablar con ellos un diálogo que fue sanando
heridas profundas, compartir con ellos su infancia, sus juegos, sus
aprendizajes y sus sueños.
En cuanto a las familias que han adoptado grupos de
hermanos, coinciden en que la diversidad les enseñó a disfrutar de las
diferentes personalidades y que la felicidad de haberse encontrado mutuamente
se multiplicó con la llegada de cada uno de los hermanos.
Por supuesto que hay incertidumbres, temores y
dificultades durante el proceso de adopción y también cuando llega el momento
de adaptarse a la nueva convivencia.
Pero siempre están las redes familiares y de amigos que
sostienen, alientan, dan una mano, así como también está el trabajo que antes
mencionábamos, el que realizan las fundaciones dedicadas a acompañar a estas
nuevas familias.
Allí, un grupo interdisciplinario de profesionales les
brindan toda su calidez y sus conocimientos a los padres adoptivos para que puedan
sentirse cada vez más seguros y reafirmen su confianza en ellos mismos, en sus
hijos y en las familias que han formado.
Así que si algunos de ustedes están pensando en la
posibilidad de adoptar uno o más niños, les recomendamos que se acerquen a
conocer a la gente de Adoptare y de Reanudar, para que puedan comenzar su
camino en compañía de personas que estarán a su lado en cada paso que tengan
que dar. Les paso sus datos:
Adoptare: www.adoptare.com.ar
Reanudar
es el nombre del equipo de adopción de una fundación que se llama “Campos del Psicoanálisis”, por eso su
página es:
www.psicoanalisis.org.ar
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