miércoles, 31 de octubre de 2012

Felicidad vs. dolor


Hoy les propongo que hablemos de la felicidad y el dolor. Leí hace poco una entrevista a Boris Cyrulnik en Familiae, Centro de terapia familiar español. Él es neuropsiquiatra y etólogo y autor de varios libros. En su presentación había una frase donde él definía su credo y decía: “La reivindicación sana del dolor y de la felicidad.” El autor defiende a ultranza el valor de la desdicha y de la desgracia.

Estas son algunos de los pensamientos que quiero compartir con ustedes:
“El cerebro es un fenómeno continuo. Se construye, también, como resultado de las relaciones, del contexto cultural y, ante todo, de las experiencias afectivas de nuestra vida. Todas ellas influyen en la anatomía misma del cerebro.”
“La realidad es que el cerebro humano tiene la capacidad de recuperar su desarrollo. Muchos niños con problemas se han repuesto de sus heridas precisamente porque el cerebro ha podido remodelarse en un nuevo contexto afectivo propicio. Al contrario, muchos niños súper protegidos, han caído en la depresión y se han convertido en débiles.”
“Es necesario que el niño conozca el miedo para que pueda superarlo. Privarlo de él es una manera de convertirlo en vulnerable. Marcuse decía que había que cumplir con todos los deseos de los niños para preservarlos de la neurosis. Estamos seguros ahora de que es un error. Los niños protegidos viven en una prisión y son incapaces de afrontar las cosas por sí mismos. Sufren tantos daños como los abandonados.”
“La infelicidad y la desgracia son la condición humana misma. Los políticos prometen suprimirlas, pero es una estupidez.”
“Nos desarrollamos en función de la superación de los miedos y los sufrimientos. La felicidad no es escapar de ellos, sino afrontarlos y superarlos. Igual que apreciamos el agua cuando tenemos sed, percibimos la felicidad cuando hemos experimentado con anterioridad la tristeza. Es un fenómeno de alternancia, como la respiración. Uno tiene que sufrir para ser feliz.”
“La felicidad no es lo opuesto al dolor.”
Es nuestra percepción del mundo la que concede sentido a los términos felicidad e infelicidad. Depende de cómo se haya configurado mi sistema de representación en la infancia y de cómo haya influido el contexto cultural y el entorno. Le cuento una pequeña fábula de tres picapedreros que trabajan en la misma cantera. Uno se lamenta porque se cansa y hace un trabajo mecánico. Otro más apacible agradece que ésa sea la manera de ganarse la vida. Y el tercero trabaja feliz, eufórico porque piensa que está construyendo una catedral. El gesto es el mismo en los tres casos. El significado del gesto les diferencia tal como sucede en su manera de metamorfosear la realidad.”

“El efecto psicoafectivo de la creencia y de las religiones puede comprobarse científicamente. Las emociones de la fe atenúan el dolor. Los creyentes sufren menos que los no creyentes. Incluidos los problemas cardiacos, los cánceres. Rezar, científicamente, produce más ondas alfa, es decir, que los índices biológicos del estrés desaparecen. Se trata de una aproximación a la religión en clave ligera, desprovista de dogmas y de fundamentalismo. Dios funciona en ese caso como una representación benefactora.”
“Se nos ha hecho creer que la felicidad proviene de consumir: ropa, chocolate, coches. Y existe el placer al consumir, pero no la felicidad.”
“No es lo mismo bienestar momentáneo que felicidad. El primero es la sensación de una necesidad física cubierta. La segunda es el resultado de un proyecto de existencia, dentro del cual es importante desarrollar la empatía en su justa medida.”
 “La música es un camino de felicidad, de trascendencia.”
“Viajar propone a nuestras inteligencias y a nuestras existencias la posibilidad de comparar. Siempre me ha parecido sano poner entre interrogaciones muchas de nuestras certezas.”
Hasta aquí los sabios pensamientos de Boris Cyrulnik. Y ustedes queridos oyentes ¿cómo perciben el mundo hoy? ¿Con felicidad o infelicidad?
Vicky Detry

La guerra y la paz


Hoy quiero proponerles reflexionar sobre la guerra. Quizá, como a mí, les resulta difícil entender la lógica de la guerra, si es que en definitiva tiene una. Creo que la agresividad que tenemos todos los hombres no alcanza para decir que el ser humano esté hecho para la guerra.
Durante los últimos años, muchos estudios han comprobado la existencia en el hombre, como en muchas otras especies, de una carga importante de agresividad intraespecífica, es decir, aquella que se ejerce entre los miembros de la misma especie. Pero a su vez, los hombres han logrado vivir a lo largo de la historia en términos de civilidad, y en este sentido se alinean las normas de urbanidad y cortesía, la sujeción a la autoridad del Estado, diversos sistemas de premios y castigos, entre otros.
Pero no alcanzan. Cada tanto, cada dónde, surgen problemas, conflictos que desatan una guerra. Y nunca, como entonces, valorizamos el enorme peso de la paz.
El arte en todas sus expresiones, se ocupó de la guerra y la paz. Hay libros maravillosos sobre este tema y cómo no recordar quizá al más grande de todos, La guerra y la paz de León Tolstoi. 1900 páginas y 4 tomos que según Irina Petrovitskaya, profesora de literatura en la Universidad Estatal de Moscú,  sigue cautivando a todos por la vigencia que tienen las preguntas sobre el bien y el mal.
"Tolstoi nos está diciendo en 'Guerra y Paz' que hay dos niveles de existencia, dos niveles de comprensión de la vida: la guerra y la paz, entendida ésta no solo como ausencia de guerra, si no como entendimiento entre las personas. O bien estamos enfrentados con nosotros mismos, con la gente y con el mundo o estamos reconciliados con él; y en este caso el hombre se siente feliz. A mí me parece que eso debe cautivar a cualquier lector, de cualquier país", dice la experta en la obra de Tolstoi.
Del otro lado del mundo, Hemingway se preguntaba por quién doblan las campanas.  El título del libro y luego la película, procede de la "Meditación XVII" del poeta metafísico John Donne, que en el año 1624 escribía: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.”[i].
Si la muerte de un hombre me disminuye, ¿qué pasa con la muerte de los cientos o miles que mueren en cada batalla? ¿Cómo entender un proceso creativo que hace que las guerras sean cada día más sofisticadas puesto al servicio de la muerte?
Seguramente mi pregunta peca de algo de ingenuidad, pero prefiero conservar el asombro. O la esperanza que la paz sea mucho más que un espacio entre dos guerras.
Muchos otros autores a lo largo de la historia escribieron sobre la guerra. Más cerca nuestro, Gardel y Lepera pusieron letra y música a un tango sobre este tema.  Se llama Silencio y es de 1932. Comienza con una estrofa sobre la paz que dice: “Silencio en la noche./ Ya todo está en calma./El músculo duerme./ La ambición descansa”. Y habla de una madre que acuna sus hijos, que son 5 y representan la esperanza. Pero se desata la guerra y el poeta la describe así:  “Silencio en la noche./ Ya todo está en calma./El músculo duerme./ La ambición trabaja.”. La madre pierde sus hijos y gana 5 medallas por haber brindado 5 héroes a la patria.
A veces nos referimos a los seres humanos como cuerpo y alma, como materia y espíritu. Siempre me llamó la atención esta forma de describir al hombre como músculo y ambición. Pero sobre todo, considero que resulta impresionante cuando lo que excede nuestra constitución física o material se describe en un término como la ambición, que a veces deviene peligrosa si la ponemos a trabajar.
Paz y bien. Dos deseos, dos ambiciones de las sanas. Dos palabras con las cuales una persona de la cual aprendí mucho cerraba todos sus mails.  Y si todos los hiciéramos? Si esa fuera de ahora en más la frase que sustituyera a los millones y millones de “suerte”, “cuidate”, “nos vemos” con que nos despedimos cuando mandamos un mail?
Quizá, como una suerte de boomerang,  se impusieran para instalar estos conceptos en las agendas de todos los políticos, militares, gobernantes y gente que se haga eco de un deseo que tenemos todos. Solo paz y bien.
Natalia Peroni


[i] John Donne, Devotions Upon Emergent Occasions

lunes, 29 de octubre de 2012

La vida agradecida


Hemos hablado ya sobre la gratitud en este espacio, hace un tiempo. Pues bien, es hora –siempre es hora- de retomarla y volver a ubicarla donde merece habitar: en el centro de nuestro corazón y de nuestra vida.
Sergio Sinay, autor de un libro llamado “La vida plena”, que también hemos citado alguna vez, le dedica a la gratitud un capítulo al que titula “La vida agradecida”.
Y nos dice lo siguiente:
“Nos hemos ido acostumbrando a la idea de que aquello que tenemos, tanto en lo material como en lo emocional o lo afectivo, es lo que debemos tener, y que eso que nos falta es lo que se nos debe.”
“De esta manera, sin prisa y sin pausa, silenciosa e incesantemente acabamos por conformar una sociedad de acreedores. Y no de acreedores exitosos, sino de fiadores frustrados. Es que cuando se parte de la base de que aquello que tenemos es lo menos que nos corresponde, dejamos de valorarlo y, en cambio, se agiganta la dimensión de lo que falta.”
Y sigue:
“Si de veras se cree que lo que se tiene es lo mínimo merecido y se vive permanentemente en estado de frustrado acreedor, se acaba por olvidar un valor esencial para la convivencia humana. La gratitud.”
“La palabra gracias” –explica el autor- “viene del latín gratia, como se denominaba al reconocimiento u honra que se hace a otro por un favor recibido.”
“Son incontables los favores que recibimos en un día de nuestra vida” -sostiene-. “Una puerta que se nos abre, un paso que se nos cede (como peatones o automovilistas), una sonrisa que se nos brinda, un saludo, una pregunta que nos permite expresar una necesidad, algo que se nos sirve, un recordatorio que se nos hace, un lugar que se nos deja, una invitación que se nos extiende, los minutos que se nos espera ante una impuntualidad, el modo en que alguien nos atiende, la pregunta por nuestra salud o nuestro estado de ánimo, una caricia que se nos hace, una palmada en nuestra espalda o nuestro hombro, una llamada telefónica que nos sorprende agradablemente o que esperábamos y llega, una presencia prometida que se cumple, la recomendación de un libro, de una película, de un lugar, de una comida, de una lectura. Basta con estar despierto mientras se vive para agregar ejemplos de la propia experiencia a esta lista siempre abierta.”
“Ante cada uno de esos actos –comenta Sergio Sinay- cabe como respuesta la palabra gracias. No como una mera formalidad, sino efectivamente como respuesta, como una sólida y significativa devolución, como honra, reconocimiento o alabanza hacia quien, al hacer hacia nosotros eso que hizo, reconoció y confirmó nuestra existencia.”
Y agrega:
“Una de las facetas maravillosas de la gratitud es que, así como a través de ella celebramos el haber sido reconocidos, que se nos haya dado por existentes, también reconocemos la existencia del otro al corresponderle con nuestra acción.”
“Este círculo virtuoso” –afirma el autor- “requiere, para completarse, que la expectativa de una retribución quede afuera. El agradecimiento es la fase final, el cierre de una interacción. No se puede ir más allá de él. No podemos agradecer para que se nos agradezca. Quedar bien, que se nos recuerde, habilitar nuevos favores, serían motivos que convertirían a la gratitud en un medio. Y la gratitud es un fin. Es la señal de acogida emitida por un corazón receptivo y por una conciencia despierta.”
“Bastaría con mirar al otro” –finaliza Sinay- “con recordar su existencia, con salir del ciego aislamiento del egoísmo, del ensordecimiento de una vida sostenida sobre lo inmediato, sobre lo fácil, sobre lo urgente, sobre lo fatuo, para que la gratitud se convierta en parte natural y cotidiana de nuestro existir. Más allá de lo que, bajo nuestra responsabilidad, hagamos con ella, el solo hecho de que se nos haya dado la vida hace necesaria la gratitud y la convoca.”
Así termina el capítulo “La vida agradecida” del libro “La vida plena”, de Sergio Sinay, que les recomendamos efusivamente.
Hoy les proponemos pensar en aquellas personas con quienes tenemos una deuda de gratitud, y dar el paso necesario para saldarla: hacer ese llamado, enviar ese mail, concretar esa visita, esa palabra o ese abrazo que tenemos pendientes con alguien que nos ha hecho un bien.
Desde nuestro espacio radial, queremos aprovechar esta ocasión para volver a agradecerles a ustedes, nuestros oyentes, por sus comentarios, sus reflexiones y su compañía cotidiana.
Clarina Pertiné

viernes, 26 de octubre de 2012

El lenguaje del cuerpo cambia cómo nos vemos a nosotros mismos


Hoy les propongo que hablemos del lenguaje del cuerpo pero con una concepción distinta a la que estamos acostumbrados. Generalmente cuando hablamos de este tema nos referimos a cómo las demás personas nos  perciben, pensamos en interacción y en comunicación. Pero la Psicóloga Social Amy Cuddy, profesora de la Universidad de Harvard y altamente reconocida por sus estudios de la relación entre los  estereotipos y la conducta nos cuenta algo totalmente novedoso:
Nos olvidamos de otra persona que se ve influenciada por nuestro lenguaje no verbal. Esa persona  es: nosotros mismos.
La Dra. Cuddy estudió especialmente las expresiones no verbales de poder y de dominio. Estas son por ejemplo a cuando expandimos nuestro cuerpo, cuando levantamos nuestros brazos en señal de victoria, cuando básicamente nos abrimos corporalmente. Pero ¿qué hacemos cuando nos sentimos impotentes o sin poder? Exactamente lo opuesto: nos encogemos, nos metemos para adentro, nos hacemos chiquitos. La doctora se planteó una hipótesis ¿se puede fingir el poder hasta que uno lo obtiene? Y ¿puede esto cambiar no sólo cómo nos ven los demás sino cómo pensamos y sentimos sobre nosotros mismos?
La conclusión a la que llegó es que hay una cierta cantidad de evidencia de  que sí, se puede. Pero entonces la segunda pregunta que se planteó fue ¿puede nuestro cuerpo cambiar nuestros pensamientos y sentimientos? Y para investigar esto se centró en estudiar el comportamiento de las hormonas: la testosterona, que es la hormona de la dominancia y el cortisol que es la hormona del stress. Lo que encontró es que las personas poderosas tienen alta la testosterona y bajo el cortisol. Y en situaciones donde debe ostentar ese poder la testosterona sube más y baja su cortisol. Entonces realizó un experimento: hicieron que algunas personas fueran a su laboratorio y que durante 2 minutos se pararan, algunos con poses dominantes y otros con poses no dominantes sin decirles de qué se trataba. Luego les preguntaron: ¿Cuán poderoso te sentís? Y al responder les ofrecían a todos la posibilidad de jugar a un juego de azar. En todas las situaciones les tomaron un análisis de saliva antes y después del experimento. La testosterona de las personas con poses dominantes subió un 20% y las de poses no dominantes bajó un 10%.
Pero ¿puede una pose que adoptamos por unos minutos cambiar nuestra vida de manera significativa? Esa fue su siguiente pregunta.  Entonces los probaron en personas que iban a tener una entrevista de trabajo. Pero no se trataba de posar durante la entrevista sino antes porque volvemos al concepto de que el lenguaje corporal nos puede modificar a nosotros mismos. Y los resultados demostraron que las que habían hechos las poses de dominancia fueron elegidas para el trabajo.
Pero el tema siguiente que se planteó fue ¿se puede fingir poder o seguridad si uno no lo tiene? ¿Eso va a funcionar? Y sintetizando, la respuesta que nos da la Dra. Cuddy es que si. Ella dice: “Hay que fingirlo un día tras otro día y otro día hasta que uno se convierta en eso que fingió, se convierta en poderoso, en seguro. Háganlo una y otra vez hasta que lo internalicen y se conviertan y entonces no tendrán que fingirlo más.” Y continúa diciendo: “pequeños tweaks pueden llevar a grandes cambios” La palabra tweak no tiene traducción al castellano pero se refiere a cualquier pequeña modificación tendiente a mejorar un sistema. Y termina su exposición diciendo: “2 minutos, 2 minutos, 2 minutos. Hagan esto antes de cualquier situación de evaluación. Hagan que suba su testosterona y que baje su cortisol. Configuren su cerebro para dar lo mejor en esa situación.”
Interesante investigación queridos oyentes ¿no?
Vicky Detry 

Mafalda


Se acuerdan de Mafalda? Me imagino que si, pero quizá algún oyente muy muy joven, no sabe que es el personaje de un genial humorista gráfico y pensador argentino, Quino, nacido en Mendoza en 1932.
Los protagonistas de esta tira son la familia y los amigos de Mafalda, que nace en el mundo del comic en el año 1964. Son gente normal haciendo su vida de todos los días, vidas por otra parte de lo más comunes. Vidas de oficinista, de ama de casa, de hijo de un almacenero inmigrante y de una profesora de idiomas. Todos transitan las penurias de la clase media, o “mediaestúpida” como la llama Mafalda.
Mafalda tiene 6 años durante los 9 que dura la tira. Siempre se la ve preocupada excesivamente por todo lo que acontece en el mundo escuchando día a día las malas noticias de la radio o de la televisión. Sin embargo, no pierde la esperanza de que algún día todo se arregle y se consiga la paz mundial. Como todo niño odia la sopa lo que provocará ciertas discusiones con su madre.
Sus amigos son Felipe, Miguelito, Susanita y Libertad. Su familia está compuesta por sus padres y un hermano menor, Guille.
Felipe es uno de los personajes más carismáticos y se lleva bien con todo el grupo. Su apellido como el de Mafalda, es desconocido. Felipe esta locamente enamorado de una vecinita muy linda de su barrio, pero su timidez no lo deja ni siquiera hablar con su amor platónico. Es un angustiado de la vida y casi siempre estará pensando en las tareas que no hizo o en la posibilidad de que su escuela sea demolida.
Susanita es la mejor amiga de Mafalda. Es el personaje más egocéntrico de todos ya que odia compartir protagonismo. Su gran obsesión en la vida es casarse y tener muchos hijitos. Esta obsesión además la va proclamando por ahí lo que provoca continuas disputas para que se calle.
Miguelito es el más pequeño del grupo. Quino lo caracterizó por su ingenuidad y la sorpresa que deviene por el descubrimiento del mundo. Mafalda lo conoció en la playa estando de vacaciones y luego lo unió a todo su grupo.
Libertad fue el último personaje de la tira. Es como Mafalda, pero en versión más radical, más contestataria. Según Quino, representa la libertad. Es la más chiquita del grupo y le revienta la gente alta. Le gusta la gente simple, cosa que contradice complicando su lenguaje cuando habla.
La madre se llama Raquel. Es un ama de casa que no terminó los estudios por casarse, cosa que Mafalda siempre le recriminó. El padre es un agente de seguros que siempre estará pendiente de que a su familia nunca le falte el dinero. A Guille, el hermano menor de Mafalda, le gusta la sopa lo cual no hará más que provocar enfados con su hermana mayor. El número de tiras editadas sobre Guille son pocas pero  todas de una altísima calidad.
Hay muchísimas frases geniales que Quino pone en boca de los protagonistas de la tira Mafalda, como por ejemplo:“¿no será acaso que esta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida?”. “el mundo está malo, le duele el Asia”. ¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?”. "Hoy entré al mundo por la puerta trasera." “¿Por dónde hay que empujar este país para llevarlo adelante?”
Tras abandonar la tira de Mafalda el 25 de junio de 1973, según él mismo por agotársele las ideas, Quino se trasladó a Milán, desde donde continuó realizando las páginas de humor que nunca ha dejado de hacer.
En el año 2008, la ciudad de Buenos Aires lo inmortaliza. Por iniciativa del Museo del Dibujo y la Ilustración, la empresa Subterráneos de Buenos Aires, realiza dos murales de su personaje Mafalda, en la estación Perú, o sea bajo la histórica Plaza de Mayo. De esta forma se asegura el conocimiento de su obra por las futuras generaciones.
Es una tira sin súper héroes, sin villanos, sin suspenso. Sólo habla de lo que nos pasa a todos, de las cosas de la vida. Y en el mes de las madres, les propongo buscar esa tira que comienza con Guille avisándole a Mafalda que hay un tipo en la puerta. En el siguiente cuadro, el hombre que resulta ser un vendedor, le pregunta a Mafalda si está su mamá. Ella le pregunta ¿cuál de ellas?. El hombre casi enojado, le pregunta si tiene más de una mamá. Y Mafalda le contesta “una a la que adoro con toda mi alma… otra que me persigue con su sopa…otra que me protege… otra que me pega cada grito… otra que es feliz en su hogar…otra que vive esclava de la casa… otra que….” Y el hombre se va. Entonces la madre le pregunta a Mafalda quién era y ella le dice “un vendedor al que le vendieron eso de que madre hay una sola”.
Natalia Peroni

miércoles, 24 de octubre de 2012

Estimular los talentos


Hoy quisiera compartir con ustedes algo que pienso desde hace muchos años, y que como Profesora en Ciencias de la Educación me invita siempre a seguir reflexionando y trabajando desde diversos ámbitos para poder revertirlo.
Creo que al sistema educativo argentino le falta, entre otras cosas, poner su foco en los talentos y los dones de los alumnos en vez de hacer tanto hincapié en lo que está mal.
En la escuela se corrige con color rojo y se subraya que tal texto está mal redactado, que tal información está incompleta, que el resultado de tal cuenta está mal.
Por supuesto que es importantísimo corregir los errores. Es una forma de aprender. Pero no es la única, y es ahí donde podemos empezar a pensar creativamente.
Hoy en día todo el mundo conoce la importancia fundamental de una sólida autoestima para lograr el equilibrio emocional y poder entablar vínculos profundos y significativos. Pero ¿trabajamos en nuestras familias y en nuestros colegios a favor de una imagen personal positiva, que genere en nuestros hijos y alumnos la seguridad que necesitan para encarar los desafíos de la vida con una mirada optimista?
Es verdad que en casi todos los programas escolares e institucionales, el desarrollo de los talentos de las personas figura como uno de los objetivos a alcanzar. Pero muchas veces nuestras prácticas educativas van en contra de lo que nos proponemos en la teoría.
Quiero ser justa con muchos maestros que se toman el trabajo de reconocer los logros de sus alumnos, pero tenemos que admitir que aún nos falta recorrer un largo trecho en el camino que conduce a la detección y la estimulación de los talentos personales de nuestros niños y jóvenes.
Sabemos que existen innumerables problemas que afectan a nuestro sistema educativo, y no es la idea analizarlos hoy acá.
Simplemente les propongo que pensemos juntos nuevas formas de hacerles saber a nuestros alumnos que son personas valiosas, más allá de su desempeño académico.
Conozco el caso de un niño de seis años, con una imaginación sumamente rica y un vocabulario extraordinario para su edad, a quien cuando le pidieron en clase que escribiera un sinónimo del verbo “ver”, puso “observar”, y la maestra le tachó esa palabra, reemplazándola por “mirar”.
Quizás a ustedes les parezca increíble, pero esto sucede hoy en día y me parece importante que estemos atentos. No para criticar a los maestros sino para abrir el diálogo y sumar nuestras ideas.
Es probable que este niño a quien no se le dan con facilidad los números, sepa en cambio cocinar; o que aquella niña con dificultades para la escritura cante bellamente; o que el más retraído tenga una capacidad de observación que podría, como todos los dones de los seres humanos, valorarse y estimularse para que esas personas logren crecer con confianza en sí mismas y en sus capacidades.
Lo mismo podemos intentar en nuestras familias. No hablemos siempre de lo que falta y de lo que no se hizo bien y en cambio comencemos a ensayar el elogio y el reconocimiento de los valores y las actitudes positivas de aquellos con quienes convivimos.
Es algo simple de hacer y que suele generar resultados casi milagrosos. Lo primero que tenemos que hacer es cambiar nuestra mirada descalificadora –que a veces es el resultado del cansancio o el agobio- por una mirada abierta al asombro y confiada en que no existe una sola persona en el mundo que no tenga algo positivo para desarrollar y eventualmente brindar a los demás.
Y finalmente, intentemos que nuestros comentarios y nuestras propuestas surjan y se concreten desde las ganas de construir, de aportar nuevos pensamientos, de mejorar lo que existe en lugar de destruirlo. Esa es la mejor manera de crear un clima donde los dones y talentos –propios y ajenos- puedan florecer en plenitud.
Clarina Pertiné

martes, 23 de octubre de 2012

Imaginar la realidad


Hoy les propongo que reflexionemos sobre la capacidad de nuestra mente de representar la realidad. Según Roger-Pol Droit en su libro “101 experiencias de filosofía cotidiana”, “nos creemos capaces de representarnos la realidad cotidiana con una exactitud considerable”.
Esto significa que si por ejemplo, yo los invitara ahora mismo a describir la entrada del edificio o la casa donde viven, o el almuerzo que acaban de disfrutar, o la ropa que llevaban puesta el día de ayer, es muy probable que ustedes se sintieran capaces de hacerlo. Como si pudiésemos encender la “pantalla de nuestra conciencia” para que sobre ella se desplieguen todas esas imágenes que suponemos bien conocidas.
Pero vale la pena que pensemos sobre esto. Quizás la pretensión de representar la realidad en nuestra mente con exactitud sea, en parte, sólo una ilusión.
Roger-Pol Droit propone un ejercicio que implica imaginar que pelamos una manzana. Parece fácil, pero les aseguro que no lo es tanto. Tenemos que tratar de que la imagen sea lo más real posible, así que empecemos primero por imaginar la fruta. ¿Qué tipo de manzana tenemos en mente? ¿Es roja o verde? ¿Grande o chica? ¿Su forma es más bien redonda o alargada hacia los extremos? ¿Tiene cabo? ¿La piel está intacta o tiene manchas? ¿El color es uniforme o presenta estrías?
Luego debemos imaginar el cuchillo con que vamos a pelar esta manzana. ¿Es de metal o de plástico? ¿Tiene mango de madera? ¿El filo es liso o tipo serrucho? ¿Es un cuchillo grande o de postre?
Una vez que tenemos la fruta y el cuchillo visualizados, vayamos por el procedimiento de pelar esta manzana. ¿Lo haremos de una sola vez, tratando de que la cáscara no se rompa? ¿O mejor por tramos, depositando los restos de cáscara en un plato? ¿La cortaremos en mitades o cuartos antes de pelarla?
El autor insiste en que debemos representarnos los movimientos con una exactitud fotográfica. El objetivo de este ejercicio es que el procedimiento de pelar una manzana se desarrolle en nuestra mente “plano por plano, imagen por imagen, segundo por segundo. Sin paradas, sin fallos, sin errores. Ninguna vaguedad, ninguna vacilación. Y sobre todo, ningún blanco, ninguna repetición. No tienen derecho a un empalme entre dos secuencias”, dice Roger-Pol Droit.
Y concluye afirmando que no lo lograremos, a menos que contemos con un gran entrenamiento o una maestría excepcional. En algún punto, la manzana cambiará de color, las imágenes se entrecortarán en nuestra mente, la piel que se desprende de la fruta no será la adecuada o la posición del cuchillo en nuestra mano cambiará sin ninguna razón.
De hecho, yo no lo logré. Pensé que la razón era que suelo comer las manzanas con cáscara; casi no recuerdo la última vez que pelé una. Entonces me concentré en otras cosas que me parecieron más fáciles. La entrada de mi casa, por ejemplo.
Tampoco pude. Tiene rejas negras pero en algún punto se corta la trama de su regularidad porque hay un buzón, aunque no sé exactamente a qué altura. El color del frente es un beige, pero no podría describir el tono de las muchas variantes de beige que existen. Tampoco logré recordar dónde está el número que la identifica, ni el timbre. Y el tambor de la puerta ¿es color bronce o plateado?
Por si esto fuera poco, la vista es un sentido privilegiado para este tipo de ejercicio. Se complica mucho más con el olfato, por ejemplo. ¿Cuál era el aroma del almuerzo de hace un par de horas? Aunque recordáramos exactamente en qué consistía, es muy difícil representarnos un olor. O el gusto.
Y por último, están las sensaciones táctiles, que no le escapan a esta dificultad. Si no me creen, los invito a representarse mentalmente cómo se siente la impresión de un beso sobre sus labios, o el calor en las manos cuando cruzan la calle con un niño, o la sensación de una caricia en los hombros. 
Se preguntarán cuál es el objetivo de este ejercicio. Tal vez solamente comprender que nuestra mente es poco fiel a la realidad, que no es tan capaz  de reproducirla correctamente como solemos creer. Y quizás también, por qué no, invitarlos a que nos replanteemos juntos el enorme protagonismo que muchas veces le otorgamos a esta mente engañosa.
Natalia Peroni

lunes, 22 de octubre de 2012

La espera


Hoy les propongo que hablemos de la espera. El autor Eckart Tolle es consejero y maestro espiritual y autor de varios libros. Uno de ellos se llama “El poder del ahora. Un camino hacia la realización espiritual.” En él habla de la espera y nos acerca una concepción diferente de la que estamos habituados. Él habla del significado esotérico de la espera.
Nos dice que el estado de presencia, en un sentido podría compararse con esperar. Dice que no es el tipo de espera habitual aburrido o inquieto que es una negación del presente. No es esperar poniendo la atención en algún punto del futuro y donde el presente es percibido como un obstáculo indeseable que le impide tener a uno lo que uno quiere. Como si esperar fuera una “actividad” entre comillas sin acción, un tiempo vacío de pérdida y fútil.
Al contrario él dice que hay un tipo de espera cualitativamente diferente que requiere alerta total. Dice que hay algunas situaciones en  donde si uno no está completamente despierto pero totalmente quieto se lo perderá. En ese estado toda la atención está en el Ahora. No hay tensión sino presencia alerta.
“Sean como un sirviente que espera el regreso del amo” dice Jesús. Alertas, serenos, quieto, sin perdernos su llegada. En otra parábola Jesus habla de las cinco mujeres descuidadas (inconscientes) que no tienen suficiente aceite (conciencia) para mantener sus lámparas encendidas, para mantenerse presentes y por ello se pierden la llegada del novio (el ahora) y no llegan a la fiesta de bodas.
Continúa diciendo que los maestros Zen utilizan la palabra satori para describir un relámpago de comprensión, un momento de no-mente, y de presencia total. Para ser consciente de las cosas dice que uno tiene que dejar su equipaje personal de problemas, de pasado y de futuro. Para ser consciente de las cosas la mente debe estar quieta.
Mientras estamos en un estado de intensa presencia estamos libres de pensamiento. Estamos quietos pero totalmente alertas. Cuando el pensamiento reaparece la quietud se pierde.
Dice que para estar presente en la vida diaria ayuda mucho estar firmemente arraigados en nuestro interior sino de otro modo la mente , que tiene una inercia increíble, nos arrastrará como un río salvaje.
 Y nos da un pequeño ejercicio: Cierre los ojos y dígase a si mismo: “me pregunto cuál va a ser mi próximo pensamiento?” Luego póngase alerta y espere por el próximo pensamiento. Comportese como un gato observando la guarida de un ratón. ¿Qué pensamiento va a salir de la guarida del ratón? Intentenlo.
Y ¿esperaron al ratón amigos?
Vicky Detry

domingo, 21 de octubre de 2012

Gente necesaria


Hoy me gustaría compartir con ustedes una poesía titulada “Gente necesaria”, escrita por Hamlet Lima Quintana, que a mí me parece bellísima.

Antes de leerles la poesía, les cuento brevemente algunos datos sobre este autor.

Lima Quintana nació en 1923 en Morón, provincia de Buenos Aires, y falleció en 2002. Tanto su padre como su madre alimentaron su amor por las letras y la música, ya que ambos escribían poesía y tocaban el piano y la guitarra.

Entre 1940 y 1960, Lima Quintana fue músico y cantor en la compañía de Ariel Ramírez. Compuso canciones que interpretaron artistas de la talla de Mercedes Sosa y Horacio Guarany.

También grabó discos con el recitado de sus poemas, entre los que se destacan “Juanito Laguna remonta un barrilete” y “La Pampa Verde”.

Publicó además numerosos libros y fue galardonado con varios premios.

Su poesía “Gente necesaria” dice así:


Hay gente que con solo decir una palabra 
enciende la ilusión y los rosales; 
que con solo sonreír entre los ojos, 
nos invita a viajar por otros mundos 
y permite florecer todas las magias. 

Hay gente que con solo dar la mano, 
rompe la soledad, pone la mesa, 
sirve el puchero, coloca las guirnaldas; 
que con solo empuñar una guitarra 
te regala una sinfonía de entrecasa. 

Hay gente que con solo abrir la boca, 
llega hasta los límites del alma, 
alimenta una flor, inventa sueños, 
hace cantar el vino en las tinajas. 
Y se queda después como si nada. 

Y uno se va de novio con la vida, 
desterrando una muerte solitaria, 
pues sabe que a la vuelta de la esquina, 
hay gente que es así, tan necesaria. 

Acá termina este poema y yo me quedo, como cada vez que lo leo, abismada en un torbellino de emociones que a veces me dejan sin palabras y me sumen en una reflexión silenciosa, y otras veces me invitan a enviarle esta poesía a alguien a quien considero, justamente, “Gente necesaria”.

Me encanta la idea de brindarles este regalo a las personas que quiero y sobre todo, me importa hacerles saber por qué las considero así.

Seguramente todos tenemos a nuestro alrededor a una persona o dos o varias que a uno lo ponen de novio con la vida y lo hacen desterrar una muerte solitaria.

O quizás -¿por qué no?- nosotros mismos seamos gente necesaria para otros. Gente capaz de hacer cantar el vino en las tinajas.

Por eso, queridos oyentes, hoy los invito a pensar en su “Gente necesaria” y enviarles a esas personas esta poesía, que es un canto de gratitud por el amor recibido.

Estoy segura de que ese reconocimiento generará en sus destinatarios más amor y más alegría, que volverán a ustedes multiplicados, iniciando así uno de los tantos círculos virtuosos que necesitamos para vivir la vida cada vez con mayor plenitud.
Clarina Pertiné

miércoles, 17 de octubre de 2012

Los cuatro acuerdos


Hoy les propongo que hablemos de “Los 4 acuerdos” que es un libro escrito por el Dr. Miguel Ruíz. Él es médico cirujano, nacido en una familia de sanadores y criado en el México rural por una madre curandera y un abuelo nagual. En este libro comparte con nosotros las profundas enseñanzas de los toltecas.
Él dice que en la vida uno ha establecido millares de acuerdos con uno mismo, con otras personas, con Dios, con la sociedad. En esos acuerdos dice “te has dicho quién eres, qué sientes, qué crees y cómo debes comportarte”.
Continúa diciendo “Si quieres vivir con alegría y satisfacción debes hallar la valentía necesaria para romper esos acuerdos que se basan en el miedo y reclamar tu poder personal.”
Si no te gusta tu vida tenés que romper esos acuerdos. Y cuando estemos dispuestos a hacerlo  habrá 4 acuerdos muy poderosos que nos ayudarán a romper con aquellos que no nos hacen bien. Estos son:
1.   Sé impecable con tus palabras. Lo que sueñas, lo que sientes y lo que realmente eres, lo muestras con las palabras. No sólo son sonidos, son una fuerza; constituyen el poder para expresar y comunicar. Son el instrumento de la magia. Ser impecable es no ir contra ti mismo, sin juzgarte ni culparte. También te proporcionará inmunidad frente a cualquier persona que te lance un hechizo. Solamente recibirás una idea negativa si tu mente es un campo fértil para ella.
2.   No te tomes nada personalmente. Te lo tomas personalmente porque estás de acuerdo con cualquier cosa que se diga. Entonces el veneno te recorre y te encuentras atrapado en el sueño del infierno. Consideramos que todo gira a nuestro alrededor y no es así. Creemos que somos responsables de todo. Pero, nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos. Si  comprendes esto y mantienes este acuerdo viajarás por el mundo con el corazón abierto y nadie te herirá.
3.   No hagas suposiciones. El problema al hacerlo es que creemos que es cierto. Juraríamos que es real y acabamos haciendo un drama de nada. Siempre es mejor preguntar que hacer una suposición, porque las suposiciones crean sufrimiento. Asegúrate de que las cosas te queden claras y sino ten el valor de preguntar hasta clarificarlo lo más posible, incluso entonces no creas que lo sabes todo sobre esa situación en particular.
4.   Haz siempre lo máximo que puedas. Independientemente del resultado, sigue haciendo siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos. Si haces de más gastarás más energía de la necesaria y al final tu rendimiento no será suficiente y te será difícil alcanzar tus objetivos. Lo máximo que puedes cambia de un momento a otro de acuerdo a tu salud, al tiempo y a los estados de ánimo. Si haces lo máximo que puedas no te culparás ni te castigarás.

Hay una historia que cuenta el Dr. Ruíz que dice así: había una vez un hombre que se acercó a un maestro y le preguntó, si meditara 4 horas por día cuánto tiempo tardaría en alcanzar la iluminación. El maestro le respondió que tardaría 10 años. El hombre entonces le dijo que si meditaba 8 horas por día cuanto tardaría y el maestro le respondió que si  meditaba 8 horas por día entonces tardaría el doble porque no estamos  aquí para sacrificar nuestra alegría ni nuestra vida. Estamos aquí para vivir, para ser felices y para amar.

Y ¿ustedes que opinan? ¿Están de acuerdo?
Vicky Detry

lunes, 15 de octubre de 2012

¿Atiéndame ya?


Quería compartir con ustedes, a modo de confidencia y con carácter de desahogo, una situación que me genera sentimientos encontrados. Ya verán por qué.
Resulta que hace un tiempo llamé a una amiga mía por teléfono a su celular, y me atendió un contestador en el que con mucha amabilidad me invitaba a no dejar un mensaje de voz, y en cambio escribirle un mensaje de texto o mandarle un mail, cuya dirección hacía constar claramente.
Como si me hubiera iluminado un destello divino, pronuncié un “¡Eureka!” interior y me sentí feliz, porque sin saberlo, mi amiga acababa de darme la solución a un problema que yo tenía instalado en el inconsciente pero que hacía rato pugnaba por salir.
Podía darme cuenta, por ejemplo, de que percibía un malestar difuso e inexplicable cada vez que debía escuchar los mensajes de voz que la gente dejaba en mi celular. Ojo que estoy hablando de personas a las que amo, otras a las que aprecio y algunas más que por lo menos merecen mi respeto.
Sin embargo, escuchar mensajes en el teléfono me producía cierta desazón. Un psiquiatra se haría un banquete analizando el porqué de tan curiosa sensación, sobre todo porque mi malhumor era más parecido a la impaciencia y la ansiedad que al enojo, para el cual ciertamente no encontraría motivos razonables.
Podría decir que oír un mensaje grabado provoca en mí una especie de caos neuronal. Me inquieta escuchar la voz de alguien diciéndome algo que en el preciso instante en que lo escucho ya es pasado, ya no existe, ya se esfumó de mi presente.
Es algo así como una angustia existencial encarnada en el hecho de verme obligada a prestarle atención –y preocuparme, o en todo caso tener que ocuparme- de algo que ya fue, ya aconteció y parece volver a mí desde un lugar que se me figura  fantasmagórico y algo melancólico también.
Ni les cuento mi taquicardia cuando el mensaje denotaba cierta urgencia. No me refiero a nada grave, sino a frases como la siguiente: “¿Dónde estás? Te llamé a tu casa y me atendió el contestador; ahora intenté con el celular pero no te encuentro. ¿Me llamás, por favor?” Y a ese “por favor” yo ya lo oía como admonitorio, como el reto de un adulto a un niño desobediente.
Es probable que se tratara de una distorsión auditiva mía, porque mis ansias de ser cada vez más libre en todo me hacen sentir asfixiada ante el menor atisbo de lo que pudiera parecerse a un reclamo.
Y aquí me gustaría aclararles que no tengo ningún problema con los reclamos afectivos y afectuosos; por el contrario, siempre pienso que nutren y enriquecen a quien los hace y a quien los recibe. Pero por teléfono, y grabados, a mí –para qué negarlo- me sacan de quicio.
Así que tomé el ejemplo de mi amiga y grabé en mi celular un mensaje con el tono más agradable y simpático que encontré, haciendo a mis “llamadores” la misma solicitud de no dejar un mensaje grabado e invitándolos con mucha alegría a encontrarme en otros espacios virtuales.
Porque el mail y el mensaje de texto me brindan en muchas ocasiones la distancia temporal y espacial que necesito para responder lo que quiero, sin atolondrarme ni forzarme a seguir ritmos que no son los míos.
Una persona de mi familia, muy cercana y muy querida, me reprochó esta decisión, preguntándome qué sucedería si ella tuviera una urgencia y necesitara encontrarme.
Le expliqué dos cosas. Primero: que aunque efectivamente hubiera una urgencia, si yo no atendiera el teléfono al instante, su mensaje me llegaría de todas maneras después de acontecida la urgencia. Y segundo, que como tengo identificador de llamadas, si yo veo que es ella quien me llama y por algún motivo no puedo o no quiero atender el teléfono en ese momento, le devolveré la llamada en cuanto me sea posible.
Un médico que conozco suele decir a viva voz: ¡”Reivindico mi derecho a estar inaccesible por un rato!” y yo hoy me sumo apasionadamente a esa reivindicación. Siempre me agobió el “Llame ya”; lo último que quiero para mi vida es la consigna “Atiéndame ya”.
Queridos oyentes, me encantaría saber qué les pasa a ustedes con los mensajes en el contestador, si es que les pasa algo. ¿Escuchan todos los mensajes de sus contestadores? ¿Les gusta, les es indiferente o les pesa escucharlos?
Clarina Pertiné

viernes, 12 de octubre de 2012

Ubi sunt


¿Ubi Sunt? es un recurso literario mediante el cual el poeta o escritor se pregunta por el paradero de aquellos que han muerto o las cosas que han desaparecido. Es una pregunta que no espera respuesta, podríamos decir una pregunta retórica. Éste recurso ya fue utilizado en la literatura clásica romana y transmitido tanto a las literaturas romances como a la literatura occidental.
Como muchos otros tópicos literarios, se hizo conocido en su formulación latina. ¿Ubi sunt? significa literalmente "¿Dónde están?" y hace referencia a la fugacidad de las glorias mundanas, de los elementos del mundo terrenal y sensorial. Se usa para preguntar por personalidades y bienes ya desaparecidos.
Aun no siendo escritora ni poeta, tengo mis propios ubi sunt. Que a veces tiñen de nostalgia mis pensamientos, aunque algunos de ellos son particularmente ridículos.
Como cuando me quedo sin luz o sin batería en la computadora o toco alguna tecla incorrecta en la mitad de un largo mail y me pregunto a mi misma ¿donde están?. ¿Dónde están las palabras que eran eco de mis sentimientos de hace apenas algunos minutos y ahora vagan sin descanso en el éter virtual?
¿Ubi sunt mis recuerdos más lejanos que no logro recuperar en mi memoria? Los primeros años de mi infancia, el primer día de la escuela primaria, la imagen del color de mi pelo sin tintura, la cara de mis padres sin arrugas. ¿Ubi sunt?
Estoy segura de que tiene que haber un destino para este tipo de realidades. Las virtuales, las imaginarias, las que están formadas por los sueños y los recuerdos. Porque la realidad no siempre es sinónimo de materialidad o de algo concreto, si no, que levante la mano el que fue operado alguna vez del yo. O el que vio el número 2, o sencillamente el que puede afirmar sobre la existencia de Dios.
De repente existe un lugar donde convivan todas estas realidades. Y hasta quizá podamos arriesgar, solo como un juego de la imaginación, que éstas tengan vida propia.
Y entonces nuestros sueños toman el té con las más intrincadas de nuestras elucubraciones. Y nuestros recuerdos se codean con las cartas o los mensajes perdidos. Y el número 2 corre una carrera con el más grande de los millares que podamos siquiera enumerar, total en ese espacio ocupan el mismo lugar. Porque tendría que ser un espacio sin espacialidad, en un tiempo sin temporalidad.
A aquellos que nos gusta el tango, estamos acostumbrados a este decir nostálgico de sus letras. Porque algunos poetas de los tangos más melancólicos hicieron un uso prolifero de este recurso literario.
Inevitablemente recuerdo, por ejemplo, a Cadícamo, que se pregunta en “Barrio de tango” con enorme belleza “Dónde estarán los puntos del boliche aquél,/ en el que yo cantaba mi primer canción”. Y Cátulo Castillo en “Tinta roja” dice ¿Dónde estará mi arrabal?/ ¿Quién se robó mi niñez?/. Y por supuesto Aníbal Troilo en la introducción de su pieza “Nocturno a mi barrio” recita con su voz tan particular: “Mi barrio era así,/así, así/Es decir… qué se yo/si era así./Pero yo lo recuerdo así..”
Es que los recuerdos son a veces, caprichosos, por así decirlo. Permanecen aquellos que desearíamos desechar y olvidamos algunos que queremos recordar.
Y si nos referimos a los recuerdos que olvidamos como ejemplo de los ubi sunt, les cuento que hace poco contraté un servicio de archivo virtual. Es que parece que en algún lugar del mundo hay personas que diseñaron un software qué automáticamente se mete en tu computadora cada x cantidad de tiempo y graba todos los archivos como un back up automático.
Y otra vez abusando de la imaginación –recurso que podemos usar ilimitadamente porque no se agota-, me imaginé algo o alguien que hiciera un back up de todos aquellos recuerdos que poco a poco vamos perdiendo.
Y cuando nos preguntemos otra vez ¿ubi sunt?, podamos sencillamente brindar una clave para que podamos recuperarlos. En nuestra mente, para volver a ver esa cara desdibujada y en nuestro corazón para volver a sentir esa emoción olvidada.
Natalia Peroni

Encuentros No Urgentes


Hoy quiero contarles, con muchísima alegría, la experiencia que Vicky, Natalia y yo vivimos durante nuestros “Encuentros No Urgentes”, que tuvieron lugar todos los miércoles de septiembre y al que invitamos a todos ustedes, nuestros oyentes, un tiempo antes de que comenzaran.
Tuvimos el enorme privilegio de contar, entre los participantes, con Laura, su marido Cristián y también con Javier, fieles seguidores de este espacio que se llama “De buenas a primeras”, donde nuestra propuesta es repensar juntos la vida desde una mirada positiva y esperanzadora, aún en las situaciones más difíciles, que con diversos matices, a todos nos atraviesan.
Los temas que abordamos en los talleres fueron el perdón, la gratitud y los límites sanadores, cada uno basado en el pensamiento de un autor.
Tratamos el perdón desde la propuesta de Clarissa Pinkola Estés, autora del libro “Mujeres que corren con los lobos”; la gratitud desde la perspectiva del filósofo francés Andrè de Compte-Sponville, autor de un libro extraordinario llamado “Pequeño tratado de las grandes virtudes” y los límites sanadores según la visión de Anselm Grün, un sabio monje benedictino contemporáneo, que escribió innumerables libros, entre ellos, precisamente “Límites sanadores”.
Los tres temas ya los habíamos compartido con ustedes en la radio en distintas oportunidades, y fue justamente el entusiasmo que despertaron en nuestra audiencia lo que nos motivó a organizar los “Encuentros No Urgentes”, para poder profundizar cuestiones tan vitales como convocantes.
Nos reunimos en la oficina de Natalia, en pleno corazón de Palermo, un lugar luminoso y acogedor que cada miércoles transformábamos -con un entusiasmo enorme- en un amplio living para recibir a nuestros invitados.
A medida que iban llegando los participantes, comenzábamos a descorchar el excelente vino que con gran generosidad nos donaron los dueños de Villa Mansa, un hotel boutique soñado al que les recomiendo ir cuando visiten Mendoza. En la mitad de cada taller hacíamos un alto para disfrutar de la picada, otro exquisito regalo de Villa Mansa.
A medida que les digo esto tengo la impresión de que van a pensar que lo único que hicimos en los talleres fue comer y tomar vino, pero les juro que no, y están nuestros participantes como testigos.
Cada una de nosotras -Natalia, Vicky y yo- desarrolló un tema. Yo empecé el primer miércoles con el perdón, siguió Natalia con la gratitud y terminó Vicky con los límites sanadores. Hubo un rato de exposición teórica con participación de nuestros invitados, que enriquecieron cada encuentro con sus preguntas, sus opiniones, sus vivencias.
Se armaron espontáneamente debates sumamente interesantes donde por momentos se entrecruzaban las voces, como suele suceder en las reuniones de amigos, donde la calidez del clima emocional invita a sostener diálogos simultáneos que habilitan un caos a la vez amable y organizado.
Siempre comenzábamos los talleres con cada participante contando su buena noticia del día, y fue emocionante escuchar todos los testimonios. Entre nuestros invitados había cuatro chicas de 18 años y también una señora que anunció orgullosa sus jovencísimos 88 años.
Así que imagínense nuestra felicidad y nuestra gratitud al haber podido reunir a gente tan diversa, que sin embargo se vinculó con el resto desde el principio con ese lazo invisible pero invencible que se teje al calor de la empatía y de la escucha abierta y atenta.
En el último encuentro nos despedimos con dinámicas de grupo, música, fotos, sorteos de vouchers para Pizza Cero –que junto con Villa Mansa auspició los talleres- y la promesa de seguir en contacto, porque tanto a nuestros participantes como a nosotras nos emocionó el impacto que se produce cuando oyentes y conductoras, que nos encontramos cada día en el aire de la radio, logramos por fin vernos las caras, unir las voces con las miradas y los gestos, reconocernos como compañeros de ruta en este intento de mejorar el mundo desde el optimismo, en lo que nos toque y en lo que podamos.
Por eso, hoy, en mi nombre y en el de Natalia y Vicky, que hacemos “De buenas a primeras”, quiero agradecerles infinitamente a todos nuestros participantes: Laura, Cristián, Javier, Toia, Victoria, Delfina, Inés, Gabriela, Zarife, Susana, Rosario, Fátima, Federico y Haydée. Gracias por haber venido y sobre todo gracias por haberse animado a compartir experiencias que quedarán grabadas a fuego en nuestra memoria y nuestro corazón.
Es muy probable que repitamos estos encuentros en noviembre, esta vez en Martínez, así que los que vivan por allá, o los que vivan lejos pero tengan ganas de venir igual, pueden ir agendándolos. Quedan invitados y son bienvenidos. Más adelante les daremos la dirección, los teléfonos y los mails de contacto.
Gracias también a ustedes, nuestros oyentes de cada día, que nos dejan mensajes lindísimos en nuestro Facebook y nuestro blog. Mensajes de aliento para seguir adelante, para continuar y seguir ampliando este espacio donde, como dice nuestro locutor Marcelo con voz incomparable, queremos compartir con ustedes hechos positivos y palabras memorables.
Clarina Pertiné

martes, 9 de octubre de 2012

Dioses como hombres: Prometeo


Los dioses de la mitología griega tenían características humanas. Su apariencia física era similar a la de los hombres y sus sentimientos también. En el Olimpo, lugar donde habían elegido su residencia, se libraban verdaderos conflictos de los que hoy podríamos llamar palaciegos. Aunque a veces solo se trataba de rencillas cotidianas. Les propongo que reflexionemos juntos sobre el mito de Prometeo.
Prometeo pertenecía a la raza de los Titanes y sabía que en el suelo de la tierra se amasaba la simiente de los cielos, por eso tomó un poco de arcilla, la mojó con sus lagrimas y la amasó, formando con ella varias imágenes semejantes a los dioses, los Señores del Mundo. “Los Hombres”.
Atenea, diosa de la sabiduría, era amiga de Prometeo. Sentía una gran admiración por  la obra de su amigo e insufló en las imágenes de los hombres de arcilla el espíritu o soplo divino.
Fue así que surgieron, según la leyenda, los primeros seres humanos que poblaron la tierra. Aunque por mucho tiempo ellos no supieron hacer uso de ese don divino que habían recibido de Atenea, ya no tenían ni siquiera conocimiento de cómo trabajar con los materiales de la naturaleza que estaban a su disposición por todas partes.
Prometeo entonces se aproximó a sus criaturas y les enseño a controlar el fuego, a domesticar a los animales y usarlos como auxiliares en el trabajo; les mostró como construir barcos y velas para la navegación, les enseño a observar las estrellas a dominar el arte de contar y escribir, a que descubriesen los metales debajo de la tierra y hasta cómo preparar los alimentos nutritivos, ungüentos para los dolores y remedios para curar las dolencias.
En cierta ocasión, Prometeo urde un plan para ayudar a los hombres a engañar a los dioses brindándoles las peores partes de un animal como ofrenda.
Zeus cayó en la trampa y enojado exclamó: "Que coman la carne cruda". Entonces les quitó el fuego a los hombres. Prometeo entró a escondidas en el Olimpo, robó el fuego sagrado y se lo entregó a sus protegidos.
Cuando en toda la tierra se encendieron las fogatas, Zeus se dio cuenta del robo de Prometeo, pero ya era tarde. Puesto que ya no podía confiscar el fuego a los hombres, decidió castigarlos inventando la forma más rápida de destruir el paraíso de los hombres: la mujer.
Zeus llama a Hefestos, el habilidoso dios artesano, y le pide confeccione una imagen de bronce. Deberá parecerse al hombre, pero, en alguna cosa deberá diferenciarse, de forma que lo encante y lo conmueva, atrasándole el trabajo y trastornándolo.
Atenea, que ya no era más amiga de Prometeo porque éste había desafiado a sus compañeros divinos, entregó a la mujer recién creada un hermoso vestido bordado, la adorno con flores y joyas. Afrodita, diosa del amor y la belleza,  le ofreció la belleza infinita y los encantos que luego serían fatales para los indefensos hombres. Sucesivamente los otros dioses le fueron otorgando a la mujer diferentes dones, y finalmente Hermes introdujo en ella la semilla de la maldad.
La mujer fue llamada Pandora (la que tiene todos los dones). Antes de enviarla, Zeus le dio un cofre y le dijo que contenía muchos bienes y presentes para Prometeo, pero le advirtió que no la abriera (ya que verdaderamente el cofre contenía males y pestes).
Prometeo,  astuto y precavido, la rechazó. Zeus, enfurecido al ver como sus planes fracasaban, castigó a Prometeo, que fue encadenado a unas rocas en el Cáucaso, donde un águila iba y le comía el hígado todos los días, pero al ser inmortal, se regeneraba y se repetía la tortura cada día.
El hermano de Prometeo se enamoró de Pandora y aceptó la caja como dote. Pandora no pudo contener su curiosidad y la abrió. Salieron todos los males y dolores que hoy asechan a la humanidad. Pandora trato de cerrarla, pero no pudo, y al salir todos los males, miró dentro y solo quedaba lo único positivo de la caja, la Esperanza.
Por eso siempre nos queda la Esperanza. Aún cuando creamos que todos los males del mundo nos rodean, cuando parezca que no hay salida, aún podemos tener esperanza.
Porque esos dioses de barro que poblaban el Monte Olímpo no le podían soltar del todo la mano a los hombres. Quizá nos la hicieron más difícil, pero siempre podemos esperar algo bueno de la vida.
Natalia Peroni

Desapegarse sin anestesia


Ya hemos mencionado en otra ocasión a Walter Riso, psicólogo especialista en Terapia Cognitiva y en Bioética, y autor de varios libros, entre los cuales hoy me gustaría recomendarles uno que se titula “Desapegarse sin anestesia”.
Lo que a mí me gusta especialmente de este escritor es su estilo llano, concreto, directo y lleno de sentido del humor, lo cual me ayuda, como lectora, a abordar las cuestiones que propone –que son ciertamente profundas- con la mente y el corazón abiertos y dispuestos al aprendizaje.
Hay una parte del libro en la que Walter Riso habla sobre la importancia de desactivar los rótulos que llevamos a cuestas.
Y dice lo siguiente: “Eres el producto de unos genes que interactuaron con una educación determinada: genética y aprendizaje entreverados y creando vida humana. ¿Cuánto aporta el ambiente? Mucho o lo suficiente para sacarte a flote o demoler tu “yo”.
Has estado sometido a un bombardeo de reglas y modelos de todo tipo: colegio, familia, héroes de la patria y mil cosas más. Es un milagro que aún te queden vestigios de independencia. De toda esa mezcolanza de información y desinformación se configuró en ti una manera de ser, una forma de concebir el mundo y mirarte a ti mismo, de quererte u odiarte.
Si aceptaste pasiva y resignadamente los rótulos que te colgaron, serás como te dijeron que debías ser, quizás una gallina en vez de un águila o un cordero en vez de un tigre. Tú decides si tomas la opción del cambio o te enquistas en una personalidad prestada, si te rebelas a los calificativos socialmente impuestos o asumes la falsa identidad que te entregaron.
No le creas ciegamente a tu aprendizaje –continúa el autor-. Míralo con detenimiento y hallarás tantas contradicciones que querrás cambiarlo. ¿Pero acaso puede modificarse el pasado? El pasado vive en tu memoria, por lo que si modificas tus creencias actuales, modificarás los resabios del pasado y construirás un nuevo futuro.
Intenta observarte con ojos nuevos. ¿Te dijeron que eras un imbécil? Rebátelo. ¿Te aseguraron que el éxito es sinónimo de felicidad? Destapa la mentira. ¿Te hicieron creer que la gente vale por lo que tiene o aparenta? Vístete con harapos, critícalo. ¿No te enseñaron a tener control sobre tu conducta? Adquiérelo. ¿No te amaron lo suficiente? Aprende a quererte a ti mismo.
¡Protesta contra los que te mintieron o compadécete de los que fueron ignorantes! ¡Pero haz algo! No se trata de vengarse ni lamentarse toda la vida por lo que te hubiera gustado ser y no te dejaron. Simplemente cambia el chip y sé tú a partir de ahora. El camino no es color de rosa, pero se deja transitar. No les creas a los rótulos, sigue tu corazón, él sabe quién eres en realidad.”
Y continúa afirmando: “El apego intentará definirte o engatusarte; te entregará un disfraz que no te pertenece con la esperanza de que te lo pongas. Por eso debes estar atento a que ningún deseo desvirtúe tu singularidad y defender lo que en verdad eres. La proclama que te propongo consta de cinco puntos.
1)   No dejaré que nada ni nadie desvirtúe mi verdadera naturaleza. Prefiero mil veces sufrir la pérdida de un apego a dejar de ser yo mismo.
2)   La espontaneidad será mi amiga e intentaré a través de ella tener acceso a lo que soy, sin evasivas ni autoengaños.
3)   Revisaré cada valor que me inculcaron, cada deber que me impusieron y cada culpa que padecí. Dejaré que lo bueno permanezca en mí y echaré fuera lo que me lastima o no me conviene.
4)   No imitaré a nadie. Serán mi opinión y mi parecer los que guíen mi conducta.
5)   Intentaré ser auténtico y honesto en cada acto de mi vida, tratando de alinear lo que pienso, siento y hago.
Hasta acá, Walter Riso en su libro “Desapegarse sin anestesia”, que vuelvo a recomendarles.
Ahora nos toca -a nosotros y a ustedes- preguntarnos si estamos en el camino de desactivar los rótulos que llevamos a cuestas. ¿Somos auténticos o estamos viviendo la vida según las expectativas de otros? ¿Sentimos un deseo profundo de liberarnos de esas expectativas? ¿Qué estamos dispuestos a hacer para lograrlo?
Clarina Pertiné