Hay
lugares de Buenos Aires donde el café es una excusa para la charla con amigos,
un juego de cartas o billar entre sus habitúes, la lectura del diario o
simplemente pasar un rato como los porteños gustan de hacer: tomando un
cafecito.
Hace
algunos años el pocillo de cerámica y el pequeño vaso de vidrio vieron asomar
al escenario extraños envases descartables, algunos de un tamaño impensado.
Por
otro lado, el café solo, cortado o lágrima dejaron de ser los protagonistas y
comenzaron a compartir cartel con el café americano, el machiato, el frapuchino,
los batidos de diferentes tipos y sabores y las versiones frías del té o el
café. Pero a pesar de la feroz
competencia, algunos cafés tradicionales siguen vigentes con sus menús de
siempre. Les propongo recordar algunos.
El
Tortoni, por ejemplo, es el
paradigma del café porteño. Más de 150 años atrás fue inaugurado por un
inmigrante francés, para ser vendido luego a otro francés que le mantuvo su
nombre. Era un lugar muy frecuentado por artistas, de quienes el dueño se
quejaba porque consumían poco, pero le daban un aire bohemio sumamente
atractivo.
Unas
cuadras más hacia el centro nos espera otro símbolo de Buenos Aires, con 115
años historia y un aire muy porteño: Los
36 Billares. Muy influenciado en su diseño y frecuentado además por
miembros de la colectividad hispana, es un lugar de tango en el cual, por las
noches, desfilan muy buenos artistas. En el subsuelo se juega al billar, al
pool, a las cartas, a los dados y al dominó.
La Avenida Corrientes alberga otros muchos y tradicionales cafés
porteños. En la esquina de Corrientes y
Montevideo todavía se discute de política en La Paz, que fue un lugar
emblemático durante los años 60, cuando
los hippies concurrían a sus citas obligadas vestidos de flores. En sus mesas
se reunían grandes pensadores como David Viñas, Ricardo Piglia y Rodolfo Walsh,
entre otros.
El café Domínguez, ubicado en Corrientes y Paraná, fue el primer café de Buenos
Aires abierto las 24 horas y en su mostrador se instaló la primera máquina de café express. Celedonio Flores[i] y Enrique Cadícamo[ii], dos increíbles
poetas del tango, le dedicaron una estrofa.
Bar Domínguez
de la vieja calle Corrientes que ya no queda...
de la vieja calle Corrientes que ya no queda...
De cuando era angosta y la gente
se mandaba el saludo
de vereda a vereda...
se mandaba el saludo
de vereda a vereda...
La Richmond, en cambio,
ubicada en Florida y
Corrientes, supo ser desde siempre un café literario.
La Fragata también estuvo en la intersección de las
calles Corrientes y San Martín. Irreemplazable café para el encuentro de personajes
de la “city porteña", que discutían allí sobre las cotizaciones de la Bolsa.
Sigue siendo un enorme placer tomar un café con
leche por la mañana, un vermú por la
tarde o un cafecito a cualquiera hora en muchos de estos lugares que conservan
la boiserie clásica, los banderines de fútbol o las fotos de artistas y
deportistas colgadas en las paredes. Paredes que se resisten a la escenografía
moderna y donde la mejor forma de pasar el tiempo es disfrutar la vida en
pequeños pocillos.
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