Las redes sociales ocupan un papel protagónico en
la vida actual, y los adultos nos enfrentamos a un desafío a la vez difícil y
apasionante: acompañar a los chicos en su camino de aprendizaje para que puedan
contar con pautas de comportamiento frente a ellas.
La idea es que los chicos vayan siendo cada vez más
capaces de generar recursos para sentirse cómodos comunicando a sus padres y
educadores cualquier duda, situación o sensación inusual que les pueda surgir
frente a la amplitud de opciones que el mundo virtual les presenta.
Sabemos que en las redes sociales, como en el resto
de la sociedad en general, hay personas
lógicas y razonables, y también existe gente malintencionada, que busca
defraudar y ocasionar daño.
Por eso es de vital importancia que les enseñemos a
los chicos a identificar y reconocer amenazas que solo se diferencian de las
que se pueden encontrar fuera de la red por el tipo de soporte empleado.
Todos estamos al tanto de los riesgos que corren
los niños y los jóvenes cuando son objeto de engaños que los llevan
directamente a convertirse en víctimas de la pedofilia y la trata de personas,
entre tantas otras aberraciones.
Para lidiar con los riesgos es necesaria la
precaución. Esa es la idea principal que queremos transmitirles en la columna
de hoy, ya que, como decíamos al principio, nos corresponde a los adultos
buscar las maneras de brindarles a los chicos la información necesaria para que
estén alertas y sean conscientes de esos riesgos, y puedan así utilizar las
tecnologías a su alcance con responsabilidad y un criterio formado.
No sirve llenarlos de pánico como tampoco sirve
dejarlos solos frente a un caudal de información y de imágenes que no siempre
–es decir, no a cualquier edad- están preparados para incorporar y procesar
emocionalmente, más allá de su desarrollo y de su capacidad intelectual.
En las redes sociales existe también el acoso o bullying, y por supuesto, hay contenidos no
recomendables para determinadas edades.
Nuestra tarea como educadores consiste
esencialmente en orientar a los chicos, guiarlos, abrir el diálogo con ellos,
preguntarles su opinión, darles cabida a sus pensamientos y sentimientos y
además ser capaces de poner límites claros en su acceso a la información, explicándoles
el porqué, en la medida de lo posible, y sosteniendo esos límites aún frente a
la lógica rebeldía que seguramente ocasionarán.
Las redes sociales son y serán parte de la vida de
los chicos, seguramente cada vez con una mayor presencia. Por eso tenemos que
ayudarlos a saber con quiénes deben relacionarse y con quiénes no, cuáles son
los datos que pueden suministrar y cuáles no, qué tipo de cosas pueden poner
por escrito y cuáles es mejor evitar.
Los adultos podemos no estar tan cerca del desarrollo
tecnológico de las redes sociales como los chicos, que nacieron con ellas y
forman parte de su entorno natural. Pero es imprescindible que no permanezcamos
cómodamente instalados en esa ignorancia ni la utilicemos como excusa para
estar ausentes en momentos y lugares que requieren de nuestra presencia
protectora y a la vez firme al lado de los chicos.
Para empezar a hacer algo al respecto, acá van
algunas pautas que podrían servirles:
**Ser administradores de las pcs o notebooks que usan los chicos de la casa. Aunque lo
mejor es que los eduquemos para hacerse auto-responsables, conviene
acompañarlos hasta que tengamos confianza en que puedan administrar su
computadora sin exponerse a demasiados riesgos.
**Utilizar herramientas para filtrar contenidos a los cuales no deseamos
que ellos accedan, tales como violencia, sexo explícito o prácticas perniciosas
para su salud.
**Alentarlos a usar buscadores específicos para sus intereses, y si
utilizan aquellos buscadores más generales como Google o Bing, podemos
configurar los parámetros para que no muestren cierto tipo de resultados. Hay
páginas diseñadas especialmente para chicos que manejan un lenguaje muy
conocido para ellos.
**Acompañarlos en la creación de su perfil en las redes sociales, y sobre todo, aconsejarlos sobre qué datos compartir y con quiénes. La lista de amigos suele ser impresionantemente extensa en los chicos que usan las redes sociales, por eso es fundamental que tengan claro que no todos los datos o el contenido de su página tienen que ser accesibles a toda su lista de contactos.
**Animarlos a crear grupos de amigos con acceso a sus datos y grupos con
menor acceso, para que vayan aprendiendo a diferenciar a aquellos que
pertenecen a su círculo más íntimo de los que, por ejemplo, son solamente
compañeros de clase, o de deportes, o de los que son amigos de sus amigos y
sobre todo de algunos otros que muchas veces ellos mismos no tienen ni idea de
quiénes son.
Entonces: probablemente ustedes coincidirán con nosotros en que hoy en
día los chicos utilizan diferentes dispositivos tecnológicos y lo hacen con
total habitualidad.
De hecho, muchos de ellos les sirven para realizar y resolver las tareas
escolares, ya sea buscando contenidos en la web o armando presentaciones para
las cuales nosotros usábamos cartulina y papel glacé.
El desafío del que hablábamos al comenzar esta columna tiene que ver con
perder el miedo a lo que aún desconocemos de la tecnología que nuestros chicos
manejan a la perfección, y también, de paso, perder el miedo a ser padres y
educadores.
Podemos –y es lo deseable- acercarnos a los chicos desde el cariño y la
comprensión sin por eso dejar de lado la autoridad que nos corresponde y de la
cual es imperioso que nos hagamos cargo si nos proponemos educar.
También es muy positivo que los adultos nos dispongamos a experimentar
el aprendizaje junto a los chicos, codo a codo con ellos, y logremos
presentárselo como un camino que puede entusiasmarnos y llenarnos de asombro,
de ganas de ir por más, de ampliar horizontes, de hacernos preguntas y seguir
buscando las respuestas, en un contexto de libertad que incluya nuestro
acompañamiento y nuestra presencia real.
Nos encantaría que ustedes nos contaran cómo viven y resuelven la
incursión de sus hijos o alumnos en las redes sociales. ¿Les cuesta
acompañarlos? ¿Les gustaría estar más presentes? ¿Cuáles son sus dificultades a
la hora de poner límites?
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