¿Te
preguntaste alguna vez cuál es el origen de la expresión “media naranja” que
usamos para referirnos a la persona amada? Tendremos que remitirnos a la Grecia
clásica, como tantas veces hemos hecho para buscar explicaciones de los más variados
temas.
Platón
escribió su obra en forma de diálogos. Uno de sus últimas obras se llamo “El
banquete” data del año 380 AC y su tema es el amor. Junto con otro diálogo
llamado “Fedro” conforman la idea de amor platónico.
Uno
de los personajes de “El banquete”, el poeta Aristófanes, relata el siguiente
mito: “…en un principio, la raza humana era casi perfecta. Los seres eran
esféricos como naranjas; tenían dos caras opuestas sobre una misma cabeza,
cuatro brazos y cuatro piernas que utilizaban para desplazarse rodando. Estos
seres podían ser de tres clases: uno, compuesto de hombre + hombre, otro de
mujer + mujer y un tercero (el 'andrógino'), de hombre + mujer.
Su
vanidad les llevó a enfrentarse a los dioses creyéndose semejantes a ellos.
Zeus los castigó partiéndolos por la mitad con el rayo; y mandó a Hermes que a
cada uno le atara la carne sobrante en torno al ombligo. Ya repuestos, los
seres andaban tristes buscando siempre a su otra mitad, y si alguna vez
llegaban a encontrarse con ella, se enlazaban con sus brazos hasta dejarse
morir de inanición.
Zeus,
compadecido por la estirpe humana, ordenó a Hermes que les girase la cara hacia
el mismo lado donde tenían el sexo: de este modo, cada vez que uno de estos
seres encontrara a su otra mitad, de esa unión pudiera obtener placer y si
además se trataba de un ser andrógino pudieran tener descendencia.
Desde
entonces los seres humanos nos vemos condenados a buscar entre nuestros
semejantes a nuestra media naranja con la que unirnos en abrazos que nos hagan
más "completos". Sin embargo, Zeus amenazó con cortarnos de nuevo en
dos mitades -para que, así, caminemos dando saltos sobre una sola pierna-, en
caso de que la raza humana no aprenda a respetar sus propios límites y a
superar su peligrosa arrogancia.”[1]
Encontrar
nuestra media naranja no siempre es tarea fácil. Vamos muchas veces boyando por
la vida tratando de abrazar a aquella persona que nos haga sentir completas. A
veces creemos encontrarla y nos equivocamos. Y nos toca empezar de vuelta la
búsqueda. O la espera. O la resignación.
Pero
si la encontramos, ay si tenemos la suerte de encontrar nuestra “media
naranja”, vamos sonriendo por la vida. Parecemos ligeramente idiotizados pero
créanme que el cerebro, y no el corazón, es el órgano encargado de producir en
nosotros aquellos cambios que experimentamos cuando nos sentimos enamorados.
Porque
investigaciones científicas han llegado a la conclusión de que tanto el amor
como el deseo sexual activan áreas del núcleo estriado y de la ínsula
localizadas en el cerebro. En esos casos, las neuronas que se estimulan son
ligeramente distintas. La región activada por el deseo sexual es la misma que
se pone en marcha ante estímulos que causan placer inmediato como el sexo y la
comida. Sin embargo, el área vinculada al amor está implica en procesos de
condicionamiento mediante los cuales a aquellas cosas que nos generan una
recompensa se les atribuye un valor, convirtiendo el deseo en amor.
En
ustedes está elegir si la explicación de Platón en boca de Aristófanes los
convence más que el estudio de la actividad neuronal de algunas tantas personas
enamoradas para explicar por qué la mayoría de nosotros buscamos o recibimos de
buen grado el enamoramiento.
¡Desde acá celebramos las
consecuencias!