Hoy
les propongo reflexionar juntos sobre el hecho de hacer balances. Pero veamos
primero si entendemos lo mismo sobre esta herramienta que, en principio,
calificaríamos como del área contable.
Un
balance es una foto que informa sobre la situación económica de una empresa. En
una explicación muy simple, podríamos decir que se trata de un cuadro con dos
columnas, el debe y el haber. En el debe, se coloca todo aquello que la empresa
tiene o le deben. En el haber, todo lo que adeuda. La diferencia entre ambas
columnas es el Patrimonio Neto, que vendría hacer aquellos bienes con los
cuales la empresa verdaderamente cuenta. Las empresas tienen en sus estatutos
una fecha de realización de balance que deben presentar anualmente ante los
organismos de control pertinentes.
Pensemos
en esta misma herramienta utilizada para evaluar nuestra vida hasta una
determinada fecha. Generalmente nos lo proponemos a fin de año pero muchas
otras veces lo hacemos cuando cumplimos años o ante cualquier situación que nos
convoque a reflexionar sobre lo vivido hasta un determinado momento de nuestra
vida.
Haciendo
un paralelismo entre bienes y vivencias, podríamos decir que del lado del debe
anotaríamos todos los logros acumulados a lo largo de nuestra existencia. Haber
criado hijos, estudiado una carrera, lograr un buen trabajo, comprar nuestra
vivienda y muchos otros de este tipo. Del lado del haber, deberíamos hacer lo
mismo con nuestras pérdidas, económicas y sentimentales. Y con la misma lógica,
calculamos nuestro patrimonio.
El
balance, encarado de esta forma, puede darnos un resultado positivo o negativo.
Pero a diferencia del concepto económico que resulta de tomar el balance como
una herramienta contable, que no admite dudas sobre la salud patrimonial de una
empresa, el balance en términos de vivencias es una herramienta subjetiva cuyo
resultado puede variar de una persona a otra.
Pero
hoy te propongo pensar otra forma de hacer tu balance. Que tiene que ver con
poner en el debe todas tus vivencias. Sin pensar en las buenas solamente,
relegando las malas a la columna del haber.
Si
te compraste algo que te gusta, un reloj por ejemplo, pondrías en el debe la
satisfacción que ese objeto te produjo. Pero si lo perdiste, también. Porque
quizá esa pérdida te enseñó a valorar que un reloj no es necesario para obtener
la felicidad.
Si
tus hijos te visitan y/o te llaman por teléfono sin ninguna necesidad, solo
para saber cómo estás, con seguridad recibirás una alegría que pondrás del lado
del debe. Pero si no te llaman, será porque están bien y no necesitan nada, y
eso también es digno de mención.
Y
así con todas tus vivencias. Porque si son buenas, no hay lugar para la duda.
Seguramente arrojarían un saldo positivo en cualquier concepción de balance.
Pero si no lo son, no dejan de ser vivencias que son aquellas experiencias que
transitamos por el hecho de estar vivos.
Seguramente
a esta altura te estarás preguntando que anotaríamos del lado del haber, porque
si estamos hablando de balance es seguro que tiene ambas columnas. No anotamos
nada. Porque de ese lado corresponderían las no vivencias. Y las no vivencias
son propias de aquellos que no están vivos. Y si no estamos vivos, no podemos
anotar nada.
De
esta forma, el balance siempre da positivo. Porque la vida se trata de eso, de
los buenos y malos momentos, de vivencias que nos gratifican y nos hacen
felices y de aquellas que nos angustian y nos producen dolor. Pero como los
rosales, vienen juntas. La flor y las espinas.
Así
que si todavía pensas en hacer un balance, no dudes en pensar una gran columna
para el debe. Pero ojo, no dejes de dibujar lo mismo para el lado del haber. Es
bueno no olvidar que es segura la posibilidad de que algo o alguien, algún día,
va a escribir algo en esa columna.
Natalia Peroni