¿Ustedes
se preguntaron alguna vez que convierte algo en una obra de arte? ¿Cuáles son
los artistas que han creado el mejor arte del mundo? Me estoy refiriendo a las
diferentes expresiones artísticas que componen el enorme abanico de lo que hoy
podríamos llamar “arte”.
La
estética es la reflexión filosófica sobre la actividad artística, sobre sus
productos (las obras de arte) y sobre el valor que se relaciona con ellas: la
belleza.
Y
se abren como en cualquier actividad filosófica, algunas preguntas. ¿El arte
brinda algún tipo de conocimiento? ¿Tienen valor de verdad los juicios
estéticos? ¿El artista debe tener algún compromiso ético? ¿El arte requiere más
imaginación que la ciencia? ¿La obra de arte necesariamente debe trascender el
momento histórico en que surge? ¿La inspiración proviene del mundo interior del
artista o, por el contrario, es un don divino? ¿Captamos la belleza por medio
de los sentidos, de la inteligencia y/o de las emociones?
Decir,
por ejemplo, que Queen es mejor que
Mozart provoca reacciones que van más allá de que los gustos entre las
diferentes personas difieren. Sentimos o afirmamos que la otra persona está
equivocada.
Pero
no son solo e este tipo las contradicciones que se presentan en cuanto a la
producción artística. Me quiero referir ahora a una de las preguntas que
planteamos al comienzo que tiene que ver con si el artista debe tener algún
tipo de compromiso moral.
El
parnasianismo, por ejemplo, fue un
movimiento literario francés de la segunda mitad del siglo XIX creado como
reacción contra el romanticismo de Víctor Hugo, el subjetivismo y el socialismo
artístico.
La
palabra es de origen griego y hace referencia a la cima del monte Parnaso donde
estaban las musas inspiradoras de los artistas, que eran diosas menores.
El
parnasianismo surge como una antítesis del romanticismo y esta oposición tiene
como causa lo que los parnasianos consideraban sus «excesos»; exceso de
subjetivismo, hipertrofia del yo —crecimiento excesivo y anormal—, exceso de
sentimiento. De allí que los parnasianos preconizaran una poesía
despersonalizada, alejada de los propios sentimientos y con temas que tuvieran
que ver con el arte, temas de por si sugerentes, bellos, exóticos, con una
marcada preferencia por la antigüedad clásica, especialmente la griega, y por
el lejano Oriente.
El
prólogo de los miserables, de Víctor Hugo, refleja la posición contraria a esta
tendencia. La última frase de dicho
prólogo dice “mientras haya sobre la tierra ignorancia y miseria, los libros de
la naturaleza del presente podrán no ser inútiles”. La realidad imaginada por
Victor Hugo y excelentemente representada en la película que hoy podemos ver en
el cine, incluye temas como el progreso, la ley, el alma, Dios, la Revolución
Francesa, Waterloo, el idilio, la epopeya, la prisión, el contrato social, las
barricadas de 1832, el crimen, las cloacas de París…
Muestra,
según Víctor Hugo, «esa doble degradación material y moral que caracteriza en
sus dos acepciones la palabra miserable»
Porque
el autor distingue entre los miserables hijos de la degradación material,
aquellos que nada tienen salvo su honestidad; y
los miserables producto de la degradación moral, a los que ya nada les
queda, pues han perdido incluso aquello que les hace hombres: su humanidad. Son
dos tipos de miseria, la de los unos luchando salir a la luz, la de los otros
sumergiéndose sigilosamente hacia las tinieblas.
¿Pudieron
ver ustedes la película? Si es así, ¿creen que el arte puede ser un vehículo
para transmitir un mensaje en contra de la pobreza, como era la pretensión del
autor de Los Miserables?
Natalia Peroni
No hay comentarios:
Publicar un comentario