Hoy les propongo un viaje
imaginario al siglo IV AC para conocer a Epicuro, filósofo griego que nació en la Isla de Samos.
Su doctrina se basa en el hedonismo
racional. Se llama hedonismo a la tendencia consistente en considerar que el
placer es un bien.
El análisis del pensador sobre el
placer resulta increíblemente actualizado. Si cerramos los ojos y nos olvidamos
por un momento quien es el autor del que estamos hablando, podríamos conjeturar
que mucho del contenido de su obra fue escrito por alguien contemporáneo.
En el año 306 a.C. crea en Atenas
la Escuela del Jardín. Escribió múltiples obras de las que sólo se conservan
fragmentos.
Epicuro nos propone una filosofía
que está al alcance de todos y que debe funcionar como una terapia. Considera
que hay una sociedad enferma porque valora el dinero, el lujo y el poder por
encima de la salud del alma. ¿Por qué sucede esto? Porque esta sociedad ignora
lo que los motiva. Desconocen que son víctimas de una falsa publicidad social
(falsas creencias) centrada especialmente en el miedo a la muerte.
Los seres humanos son criaturas
vulnerables y expuestas a muchos sufrimientos y enfermedades. Pero el dolor
corporal no es lo peor como fuente de la infelicidad. Epicuro afirma que el
dolor intenso es breve y el dolor prolongado puede mitigarse y hacerse
soportable con la filosofía. En cambio, la turbación del alma es peor porque
nos sacude como una “tempestad violenta”.
Esta turbación tiene como causas las falsas creencias sobre el mundo y
el valor de las cosas.
La filosofía es necesaria para la
buena vida, por lo tanto es para todas las personas cualquiera sea su edad o
condición social. Su misión es la curación de las almas. Debe ser un
tratamiento en el que cada argumento
actúe como causa del buen vivir y, por lo tanto de la felicidad.
Con este fin Epicuro crea su
escuela del Jardín donde el fin principal es alcanzar la felicidad a través de
4 objetivos:
-
La ataraxia, que se refiere a un proceso para obtener la
felicidad. Implica ausencia de inquietud y tranquilidad de ánimo
-
La ausencia de pena
-
La ausencia de temor
-
La ausencia de pasiones
Suprimir estos 4 obstáculos vuelve
a los hombres sabios y los hace poseedores de la libertad.
En el Jardín, Epicuro, no enseñaba
a grandes grupos de discípulos ni en público. Los aspirantes podían ser tanto
hombres como mujeres y pertenecientes a cualquier clase social. Era una
comunidad cerrada a la que se debía aportar una dote en el momento del ingreso
para que luego la comunidad se hiciera cargo de su manutención. El candidato
debía estar dispuesto a colaborar en las tareas domésticas y en la
administración de lo que se consideraba su nuevo hogar. Ingresaban a una nueva
familia que reconocía como cabeza a Epicuro. Era una comunidad terapéutica cerrada,
alejada de la ciudad para favorecer el contacto con la naturaleza (que era
quien dictaba las normas) y económicamente autosuficiente. Se estimulaba el
cultivo de la amistad, se favorecía el ejerció de la conversación y se requería
estar dispuesto a aceptar la “crítica franca”.
¿Cuáles eran sus consejos?
1º Separar los buenos de los malos deseos
2º Diagnosticar el origen de esos malos deseos
3º Iniciar el tratamiento que implica la modificación de
las falsas creencias para librarnos de ellas.
Los deseos sanos y no vanos son
los propios de nuestra naturaleza. El niño y el animal, criaturas no corrompidas
por la enseñanza social y el discurso testimonian esto cuando buscan el
verdadero fin de la vida humana: el placer. Huyen del dolor, persiguen el
placer y no son esclavos del mundo de la opinión.
No coinciden conmigo en que
las enseñanzas de Epicuro, aún después de tantos siglos, resultan útiles y
actualizadas?Natalia Peroni
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