miércoles, 31 de octubre de 2012

La guerra y la paz


Hoy quiero proponerles reflexionar sobre la guerra. Quizá, como a mí, les resulta difícil entender la lógica de la guerra, si es que en definitiva tiene una. Creo que la agresividad que tenemos todos los hombres no alcanza para decir que el ser humano esté hecho para la guerra.
Durante los últimos años, muchos estudios han comprobado la existencia en el hombre, como en muchas otras especies, de una carga importante de agresividad intraespecífica, es decir, aquella que se ejerce entre los miembros de la misma especie. Pero a su vez, los hombres han logrado vivir a lo largo de la historia en términos de civilidad, y en este sentido se alinean las normas de urbanidad y cortesía, la sujeción a la autoridad del Estado, diversos sistemas de premios y castigos, entre otros.
Pero no alcanzan. Cada tanto, cada dónde, surgen problemas, conflictos que desatan una guerra. Y nunca, como entonces, valorizamos el enorme peso de la paz.
El arte en todas sus expresiones, se ocupó de la guerra y la paz. Hay libros maravillosos sobre este tema y cómo no recordar quizá al más grande de todos, La guerra y la paz de León Tolstoi. 1900 páginas y 4 tomos que según Irina Petrovitskaya, profesora de literatura en la Universidad Estatal de Moscú,  sigue cautivando a todos por la vigencia que tienen las preguntas sobre el bien y el mal.
"Tolstoi nos está diciendo en 'Guerra y Paz' que hay dos niveles de existencia, dos niveles de comprensión de la vida: la guerra y la paz, entendida ésta no solo como ausencia de guerra, si no como entendimiento entre las personas. O bien estamos enfrentados con nosotros mismos, con la gente y con el mundo o estamos reconciliados con él; y en este caso el hombre se siente feliz. A mí me parece que eso debe cautivar a cualquier lector, de cualquier país", dice la experta en la obra de Tolstoi.
Del otro lado del mundo, Hemingway se preguntaba por quién doblan las campanas.  El título del libro y luego la película, procede de la "Meditación XVII" del poeta metafísico John Donne, que en el año 1624 escribía: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.”[i].
Si la muerte de un hombre me disminuye, ¿qué pasa con la muerte de los cientos o miles que mueren en cada batalla? ¿Cómo entender un proceso creativo que hace que las guerras sean cada día más sofisticadas puesto al servicio de la muerte?
Seguramente mi pregunta peca de algo de ingenuidad, pero prefiero conservar el asombro. O la esperanza que la paz sea mucho más que un espacio entre dos guerras.
Muchos otros autores a lo largo de la historia escribieron sobre la guerra. Más cerca nuestro, Gardel y Lepera pusieron letra y música a un tango sobre este tema.  Se llama Silencio y es de 1932. Comienza con una estrofa sobre la paz que dice: “Silencio en la noche./ Ya todo está en calma./El músculo duerme./ La ambición descansa”. Y habla de una madre que acuna sus hijos, que son 5 y representan la esperanza. Pero se desata la guerra y el poeta la describe así:  “Silencio en la noche./ Ya todo está en calma./El músculo duerme./ La ambición trabaja.”. La madre pierde sus hijos y gana 5 medallas por haber brindado 5 héroes a la patria.
A veces nos referimos a los seres humanos como cuerpo y alma, como materia y espíritu. Siempre me llamó la atención esta forma de describir al hombre como músculo y ambición. Pero sobre todo, considero que resulta impresionante cuando lo que excede nuestra constitución física o material se describe en un término como la ambición, que a veces deviene peligrosa si la ponemos a trabajar.
Paz y bien. Dos deseos, dos ambiciones de las sanas. Dos palabras con las cuales una persona de la cual aprendí mucho cerraba todos sus mails.  Y si todos los hiciéramos? Si esa fuera de ahora en más la frase que sustituyera a los millones y millones de “suerte”, “cuidate”, “nos vemos” con que nos despedimos cuando mandamos un mail?
Quizá, como una suerte de boomerang,  se impusieran para instalar estos conceptos en las agendas de todos los políticos, militares, gobernantes y gente que se haga eco de un deseo que tenemos todos. Solo paz y bien.
Natalia Peroni


[i] John Donne, Devotions Upon Emergent Occasions

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