Hoy les
propongo que reflexionemos sobre la capacidad de nuestra mente de representar
la realidad. Según Roger-Pol Droit en su libro “101 experiencias de filosofía
cotidiana”, “nos creemos capaces de representarnos la realidad cotidiana con
una exactitud considerable”.
Esto
significa que si por ejemplo, yo los invitara ahora mismo a describir la
entrada del edificio o la casa donde viven, o el almuerzo que acaban de
disfrutar, o la ropa que llevaban puesta el día de ayer, es muy probable que
ustedes se sintieran capaces de hacerlo. Como si pudiésemos encender la
“pantalla de nuestra conciencia” para que sobre ella se desplieguen todas esas
imágenes que suponemos bien conocidas.
Pero vale
la pena que pensemos sobre esto. Quizás la pretensión de representar la
realidad en nuestra mente con exactitud sea, en parte, sólo una ilusión.
Roger-Pol
Droit propone un ejercicio que implica imaginar que pelamos una manzana. Parece
fácil, pero les aseguro que no lo es tanto. Tenemos que tratar de que la imagen
sea lo más real posible, así que empecemos primero por imaginar la fruta. ¿Qué
tipo de manzana tenemos en mente? ¿Es roja o verde? ¿Grande o chica? ¿Su forma
es más bien redonda o alargada hacia los extremos? ¿Tiene cabo? ¿La piel está
intacta o tiene manchas? ¿El color es uniforme o presenta estrías?
Luego
debemos imaginar el cuchillo con que vamos a pelar esta manzana. ¿Es de metal o
de plástico? ¿Tiene mango de madera? ¿El filo es liso o tipo serrucho? ¿Es un
cuchillo grande o de postre?
Una vez que
tenemos la fruta y el cuchillo visualizados, vayamos por el procedimiento de
pelar esta manzana. ¿Lo haremos de una sola vez, tratando de que la cáscara no
se rompa? ¿O mejor por tramos, depositando los restos de cáscara en un plato? ¿La
cortaremos en mitades o cuartos antes de pelarla?
El autor insiste
en que debemos representarnos los movimientos con una exactitud fotográfica. El
objetivo de este ejercicio es que el procedimiento de pelar una manzana se
desarrolle en nuestra mente “plano por plano, imagen por imagen, segundo por
segundo. Sin paradas, sin fallos, sin errores. Ninguna vaguedad, ninguna
vacilación. Y sobre todo, ningún blanco, ninguna repetición. No tienen derecho
a un empalme entre dos secuencias”, dice Roger-Pol Droit.
Y concluye
afirmando que no lo lograremos, a menos que contemos con un gran entrenamiento
o una maestría excepcional. En algún punto, la manzana cambiará de color, las
imágenes se entrecortarán en nuestra mente, la piel que se desprende de la
fruta no será la adecuada o la posición del cuchillo en nuestra mano cambiará
sin ninguna razón.
De hecho,
yo no lo logré. Pensé que la razón era que suelo comer las manzanas con
cáscara; casi no recuerdo la última vez que pelé una. Entonces me concentré en
otras cosas que me parecieron más fáciles. La entrada de mi casa, por ejemplo.
Tampoco
pude. Tiene rejas negras pero en algún punto se corta la trama de su
regularidad porque hay un buzón, aunque no sé exactamente a qué altura. El
color del frente es un beige, pero no
podría describir el tono de las muchas variantes de beige que existen. Tampoco logré recordar dónde está el número que la
identifica, ni el timbre. Y el tambor de la puerta ¿es color bronce o plateado?
Por si esto
fuera poco, la vista es un sentido privilegiado para este tipo de ejercicio. Se
complica mucho más con el olfato, por ejemplo. ¿Cuál era el aroma del almuerzo
de hace un par de horas? Aunque recordáramos exactamente en qué consistía, es
muy difícil representarnos un olor. O el gusto.
Y por
último, están las sensaciones táctiles, que no le escapan a esta dificultad. Si
no me creen, los invito a representarse mentalmente cómo se siente la impresión
de un beso sobre sus labios, o el calor en las manos cuando cruzan la calle con
un niño, o la sensación de una caricia en los hombros.
Se
preguntarán cuál es el objetivo de este ejercicio. Tal vez solamente comprender
que nuestra mente es poco fiel a la realidad, que no es tan capaz de reproducirla correctamente como solemos
creer. Y quizás también, por qué no, invitarlos a que nos replanteemos juntos
el enorme protagonismo que muchas veces le otorgamos a esta mente engañosa.
Natalia Peroni
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