Hace un par
de meses comentamos el libro AgilMente, de Estanislao Bachrach que es un joven
biólogo molecular que explica en un lenguaje claro y sencillo el funcionamiento
del cerebro.
Es muy
ilustrativa la forma que él explica cómo nace las ideas nuevas. Quizá vos, del
otro lado del micrófono, sabes mucho de esto porque sos un publicista y empezas
tus días de trabajo con un desayuno creativo junto a tus compañeros de la
agencia que, con la ayuda de un coach, exprimen sus cerebros con un brain
storming que salpica de ideas un enorme pizarrón blanco que domina la cabecera
de una larga mesa de reuniones.
O de
repente trabajas en una empresa de desarrollo de software, preferiblemente
multinacional, que dispone de espacios ad hoc para incentivar la creatividad de
sus empleados. Mesas de pool, bancos al aire libro, parrilla, catering de
comida molecular servido en vajilla minimalista y maquinas de cafe.
Pero la
buena noticia que trae Bachrach es para todos. Mejor dicho, para todos los que
tengan ganas de ser creativos. Sin límite de edad, porque contrario sensu,
Bacrach asegura que hasta el último día de tu vida podes desarrollar tu cerebro
y estimular tu capacidad creativa.
El misterio
detrás de la generación de una idea aparentemente está en la asociación de
miles y millones de experiencias acumuladas en tu mente. Desde el momento en
que nacés hasta ahora que estas escuchando la radio, todo lo que pasó en tu
vida, lo que leíste, lo que viste, lo que escuchaste, todo queda guardado en tu
memoria.
“Es la
combinación de cosas que vos ya tenías de manera azarosa, que se convierte en
algo nuevo. Cuando Bill Gates inventó Microsoft no lo hizo de cero: sabía
escribir en chips, manejar una computadora, vio que existía una PC (que no la
inventó él). La técnica número uno para ser más creativo es la asociación de
cosas que aparentemente no tienen ninguna relación. Si tengo que resolver un
problema en la computadora, pienso en grúas o en animales, lo que sea, y ahí
uno empieza a asociar libremente. La dificultad es que la gente se autocensura:
Esto no va a funcionar, esto es muy caro, mi jefe no va a querer. Cuando vas a
expresar una idea primero aparece un filtro que es el de la cultura, la
experiencia y la certeza. Si vos sentís por tu experiencia que esto no va a
andar porque es caro, porque se te van a reír, porque genera mucha
incertidumbre, porque la cultura del país o de la organización no va con eso,
te callás y ése es el gran problema: no hay que callarse.”
“Uno de los
grandes conceptos de la neurociencia sobre el cambio real de los humanos es que
tu cerebro cambia si vos te das cuenta solo de las cosas, es lo que se llama el
inside o revelación. Clic, revelación, inside, flash, es todo lo mismo. Cuanto
más focalizás y te metés en el problema no vas a tener clics. Debés soltar el
problema, irte a caminar o lo que tengas ganas, y si realmente estás interesado
en resolverlo te van a aparecer soluciones.”
“Cuando una
persona es creativa y desarrolló la habilidad de la creatividad ya no se cansa
porque convierte la cantidad en un hábito. Un oficinista puede estar más
cansado que una persona que maneja un camión 10 horas, porque él va por una
ruta conocida, no usa la electricidad de la conciencia, va en piloto
automático. Si no sos muy creativo y querés serlo más, hay ejercicios. Al
principio te vas a cansar, físicamente.”
Barchrach
nos propone ejercicios sencillos para entrenar nuestro cerebro. Con ustedes,
quería compartir estos tramos de su libro que contagia optimismo sobre la
posibilidad de generar ideas nuevas que mejoren nuestra vida. Todos podemos ser
creativos!
Natalia Peroni
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