jueves, 22 de agosto de 2013

Tengo una idea

Hace un par de meses comentamos el libro AgilMente, de Estanislao Bachrach que es un joven biólogo molecular que explica en un lenguaje claro y sencillo el funcionamiento del cerebro.
Es muy ilustrativa la forma que él explica cómo nace las ideas nuevas. Quizá vos, del otro lado del micrófono, sabes mucho de esto porque sos un publicista y empezas tus días de trabajo con un desayuno creativo junto a tus compañeros de la agencia que, con la ayuda de un coach, exprimen sus cerebros con un brain storming que salpica de ideas un enorme pizarrón blanco que domina la cabecera de una larga mesa de reuniones.
O de repente trabajas en una empresa de desarrollo de software, preferiblemente multinacional, que dispone de espacios ad hoc para incentivar la creatividad de sus empleados. Mesas de pool, bancos al aire libro, parrilla, catering de comida molecular servido en vajilla minimalista y maquinas de cafe.
Pero la buena noticia que trae Bachrach es para todos. Mejor dicho, para todos los que tengan ganas de ser creativos. Sin límite de edad, porque contrario sensu, Bacrach asegura que hasta el último día de tu vida podes desarrollar tu cerebro y estimular tu capacidad creativa.
El misterio detrás de la generación de una idea aparentemente está en la asociación de miles y millones de experiencias acumuladas en tu mente. Desde el momento en que nacés hasta ahora que estas escuchando la radio, todo lo que pasó en tu vida, lo que leíste, lo que viste, lo que escuchaste, todo queda guardado en tu memoria.
“Es la combinación de cosas que vos ya tenías de manera azarosa, que se convierte en algo nuevo. Cuando Bill Gates inventó Microsoft no lo hizo de cero: sabía escribir en chips, manejar una computadora, vio que existía una PC (que no la inventó él). La técnica número uno para ser más creativo es la asociación de cosas que aparentemente no tienen ninguna relación. Si tengo que resolver un problema en la computadora, pienso en grúas o en animales, lo que sea, y ahí uno empieza a asociar libremente. La dificultad es que la gente se autocensura: Esto no va a funcionar, esto es muy caro, mi jefe no va a querer. Cuando vas a expresar una idea primero aparece un filtro que es el de la cultura, la experiencia y la certeza. Si vos sentís por tu experiencia que esto no va a andar porque es caro, porque se te van a reír, porque genera mucha incertidumbre, porque la cultura del país o de la organización no va con eso, te callás y ése es el gran problema: no hay que callarse.”
“Uno de los grandes conceptos de la neurociencia sobre el cambio real de los humanos es que tu cerebro cambia si vos te das cuenta solo de las cosas, es lo que se llama el inside o revelación. Clic, revelación, inside, flash, es todo lo mismo. Cuanto más focalizás y te metés en el problema no vas a tener clics. Debés soltar el problema, irte a caminar o lo que tengas ganas, y si realmente estás interesado en resolverlo te van a aparecer soluciones.”
“Cuando una persona es creativa y desarrolló la habilidad de la creatividad ya no se cansa porque convierte la cantidad en un hábito. Un oficinista puede estar más cansado que una persona que maneja un camión 10 horas, porque él va por una ruta conocida, no usa la electricidad de la conciencia, va en piloto automático. Si no sos muy creativo y querés serlo más, hay ejercicios. Al principio te vas a cansar, físicamente.”

Barchrach nos propone ejercicios sencillos para entrenar nuestro cerebro. Con ustedes, quería compartir estos tramos de su libro que contagia optimismo sobre la posibilidad de generar ideas nuevas que mejoren nuestra vida. Todos podemos ser creativos!
Natalia Peroni

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