miércoles, 22 de agosto de 2012

Hay alguien que te ama


En algún lugar de Tennessee, Estados Unidos, nueve mujeres o “las 9 nanas” como prefieren que las llamen, se reúnen en la oscuridad de la noche. Se levantan a las cuatro de la mañana y comienzan un ritual que nadie, ni una sola persona, ni siquiera sus maridos, sabrá por 30 años. Tienen una misión: crear felicidad.
Una empieza tamizando la harina, la otra lavando los huevos; otra se asegura de que las tortas y los panes se cocinen correctamente.
Durante tres horas diarias se van intercambiando las tareas, dependiendo del humor o las ganas que tengan de hacer una u otra cosa. Todo parte de un gran esquema de trabajo para ayudar a aquellos que más lo necesitan. Y después, antes de que nadie las vea, vuelven a su vida cotidiana. La única pista que queda podría ser el aroma a vainilla, limón y lima flotando en el aire.
Esta es una historia maravillosa que leí en el blog de Marlo Thomas y que hoy les acerco para que disfruten.
Este plan comenzó una tarde, en pleno juego de cartas, hace 35 años. Eran nueve amigas charlando sobre cómo hay gente que ayuda en una comunidad. Entonces empezaron a pensar de qué manera podrían ellas ayudar a otros. “¿Qué haríamos si tuviéramos un millón de dólares?” se preguntaban. Pero no los tenían.
Entonces organizaron un torbellino de ideas y a una de ellas se le ocurrió ahorrar lavando la ropa en casa en vez de mandarla a lavar afuera, y de esa manera cada una se comprometió a donar para esta sociedad secreta un monto determinado de ese ahorro, sin que sus esposos sospecharan nada.
Lo siguiente fue comenzar a escuchar para ver quién necesitaba ayuda. La peluquería fue uno de los lugares indicados para saberlo. Cuando se enteraban de que, por ejemplo, una mujer viuda estaba atravesando dificultades económicas, se movilizaban en secreto y le pagaban la luz o el gas o le compraban ropa para los chicos, de manera anónima.
“Queríamos ayudar sin quitarles a nuestras familias, así que nos convertimos en expertas en descuentos” dice una de ellas. Lo que hacían era averiguar quién necesitaba una ayudita y le mandaban un paquete con una nota que decía simplemente: “Hay alguien que te ama”.
Y además se aseguraban de agregar en el paquete una torta o un pan de los que ellas cocinaban.
Lo que ocurrió fue que quisieron ir ayudando cada vez a más gente.
Recorrían con el auto los barrios más pobres y se fijaban en las casas que no tenían luz durante la noche o que no tenían vidrios en las ventanas. Entonces volvían, antes del amanecer, sin que nadie las viera, y dejaban un paquete en la puerta de la casa.
Continuaron con esta actividad secreta por casi cuatro décadas, sin ganar un centavo, sin claudicar en su esfuerzo y con las mismas ganas de siempre de darles una mano a otras personas.
Hasta que un día, por casualidad, hace unos cinco años, el marido de una de ellas descubrió que el auto que usaban en común tenía muchos más kilómetros de los que ellos supuestamente habían recorrido.
Comenzó a investigar y entonces la mujer llamó a “las 9 nanas”, reunieron a sus maridos en una casa y les contaron lo que habían hecho en secreto durante esos 30 años.
Y acá es donde la historia se pone mejor, si es que esto es posible. Sus maridos escucharon la historia y se ofrecieron a ayudar. Estaban azorados de no haberse dado cuenta y felices de poner manos a la obra para participar de esta sociedad tan amorosa y mágica.
Después les contaron a sus hijos, y, como bien dicen ellas, “la felicidad se agrandó mucho más”, porque las estimularon a vender por Internet las tortas y los panes que hacían, para recaudar más dinero y poder ayudar más.
¡En muy poco tiempo comenzaron a recibir más de 100 pedidos por día! Estaban tan felices que saltaban y corrían por todos lados.  Y aunque ustedes no lo crean, contrataron lo que ellas llaman “un coordinador de felicidad”, cuyo nombre es, por supuesto, secreto.
Recientemente “las 9 nanas” llegaron a donar 5000 dólares en sábanas, almohadas  y productos para el arreglo personal para un albergue de mujeres sobrevivientes de la violencia doméstica.
Y este mes de agosto van a celebrar su segundo y consecutivo mes de: “La felicidad es posible”, mandándole un obsequio a una persona en cada estado de los Estados Unidos que haya marcado una diferencia ayudando en su comunidad.
Ese millón de dólares que soñaban tener algún día para ayudar, es casi el monto que ya han donado. 900.000 dólares de felicidad es lo que estas mujeres le han dado en 35 años a su comunidad.
Ahí afuera, amigos oyentes, no importa dónde, en la quietud de la noche, en el vértigo de la ciudad o en algún lugar lejano y recóndito, “hay alguien que te ama.”
Vicky Detry

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