miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Adónde van los libros?

Hoy les propongo que hablemos, en singular, sobre el destino de nuestros libros. Digo, en singular, porque es un tema muy íntimo que requiere por lo tanto de una charla persona a persona. Ustedes, los todos, van a saber disculparme. Así que hoy te voy a hablar a vos. Vos pensarás que voy a hacer una reflexión sobre qué va a pasar con los libros en papel versus los libros digitales. Pero no. Yo quiero hablarte de algo que me preocupa sobremanera y es lo siguiente: “dónde se van los libros que leímos, que un día compramos, que en algún momento teníamos en nuestras bibliotecas y ya no están más!!” El otro día miraba mi biblioteca horrorizada porque no están ninguno de los libros que leí y que me encantaron. Esos libros que me marcaron. Los que morí cuando los leí, esos que no tenían que terminar, por supuesto que no. Los que no quería que terminaran y que, al hacerlo, sentí una mezcla de tristeza inmensa, de vacío inconmensurable con, ese placer indescriptible que sentís de “haberlo leído”.
Esos libros que yo, por lo menos, no puedo leer de noche porque no logro cerrarlos para irme a dormir. Cada página que se termina digo “bueh la última” y sigo. Hasta que, lógica y conscientemente, me pongo un freno y lo cierro como quien decide parar de comer chocolate porque hace mal comer tanto. Esos libros que hicieron que soñara despierta o que hicieron que deseara vivir en otro siglo.
O aquellos, seguro que te acordás, los  que te hicieron compañía simplemente o que te ayudaron a palear el insomnio en algún momento. O los otros, los que lograron que no pudieras dormir después del pánico que te causaron o de la impresión. También los que te abrieron un mundo, sabes de qué te hablo, los que venías tranquila leyendo sin encontrar mucho sentido y una frase, una simple frase te catapultara a otra galaxia con la fuerza de un viento blanco que no te avisa o las frases que te revuelcan en tu mundo, como la ola que te agarra de espaldas, totalmente desprevenida. Y ya no volvés. Esas particulares frases de un libro que hoy en día seguramente se llamarían, las frasesnohayvueltaatras.com. Dejás de ser la que eras, pasas a ser otra. No se vuelve de lugares como Borges o Marguerite Duras o Cortazar o Vargas Llosas o miles de otros.  Son lugares, dejan de ser personas, son tiempo, son un universo. Entrar en sus libros, que te dejen recorrer sus casas tomadas, mirarte en sus espejos circulares o sus golems y vivir a través de el amante, tomar el té, sencillamente, en camisón, con las visitadoras de Pantaleón no es moco de pavo. Se te retuerce todo. Esos libros dónde se van.
Tengo una confesión que hacer: miro mi biblioteca y casi no me reconozco. Hay un libro de Danielle Steel!!! Con el perdón de esa autora, no tengo nada personal contra ella pero, qué hace un libro de Danielle Steel en mi biblioteca???? El cual nunca leí!! ¿Cómo llegó allí? y lo que es más grave y peor aún, ¿cómo desplazó a Liliana Heker que no habita más en mis estantes???? ¿Dónde, en el nombre de Dios, está Crimen y Castigo???  Que fue fiel testigo de mis noches insomnes en la cocina comiendo galletitas. ¿Qué pasó con “El nombre de la rosa”? ¿Y con “Verde Oscuridad”? ¿Dónde se fue? Y ¿los “Diarios de Anais Nin”?
Por suerte no todo está perdido porque “El amor en los tiempos del Cólera” sigue estando. Convive con algunos otros nuevos aun no leídos y con aquellos que no reconozco. Y espero que nunca dejé de estar por ahí porque en ese caso ya no se qué haría.
El otro día le decía a mi amiga Clarina, “Amiga querida te pido que si me muero, antes de dejar que entre alguien en mi casa cambies mi biblioteca, que no dejes que la gente la vea así como está, haceme ese favor,  porque temo que todos van a decir “Pero, ¿qué leía esta chica?” Ella, como es buena amiga lo juro sobre mi futura tumba. Ahí me dormí tranquila.

Y ahora te dejo oyente amigo, querido, sabiendo que vas a entender esta intimidad que me tomé el atrevimiento de imponer ya que el tema lo ameritaba. 
Vicky Detry

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