miércoles, 5 de junio de 2013

150 amigos

Si ustedes como yo, escuchan radio en el auto mientras manejan, sabrán disculpar  que no haya podido retener el sitio web donde podría haber chequeado estos datos que hoy quiero compartir en este nuevo encuentro de De buenas a primeras.
Aparentemente, según una encuesta bastante representativa, uno podría encontrarse en la calle y reconocer el nombre de 150 personas que a su vez reconocerían el nuestro. Estas 150 personas, que la encuesta denominada amigos, no tenían a veces relación con aquellos amigos virtuales ni seguidores de redes sociales. Solamente determinaba la cantidad media de personas que reconoceríamos por su nombre y por quienes seríamos reconocidos.
Este número, por otra parte, no parece caprichoso, o casual. Es una cantidad razonable de personas con las cuales uno puede relacionarse socialmente de manera más o menos cercana. De hecho, algunas tribus amish dividían la comunidad cuando sus miembros alcanzaban este número para que pudieran seguir creciendo dos comunidades separadas en forma más saludable. Hasta 200, por otro lado, era el número recomendado para las compañías de guerra en algunos ejércitos.
Me puse entonces a pensar cuál era la cantidad de personas a quien yo reconocería en la calle por su nombre y por quienes a su vez, sería nombrada. Mi familia, que es numerosa, por supuesto. Conté unas 45 personas. Amigos que veo asiduamente suman alrededor de 30 personas más. Del colegio, creo que no reconocería a más de 6 o 7 habida cuenta la cantidad de años que  pasaron desde que terminé esa etapa. Repasé otros lugares de estudio por los cuales transité durante mi juventud y adultez, sumé otras 30.
Lugares de trabajo, clientes cercanos y compañeros de ruta en diversas actividades profesionales sumaron otras 30 personas. Gimnasia y otras actividades recreativas agregaron 8 personas a la lista.
Poco más de 150 sin contar vecinos, amigos de mi hija, el sodero que concurre puntualmente a mi casa los lunes y que seguramente me colocarían dentro de la media de las personas en cuanto a su forma de relacionarse socialmente. No es difícil estar en la media, pensé, por algo camino cómoda en la vida sintiéndome a gusto con la mayoría de la gente.
Hay, por supuesto, gente que reconozco en la calle aún sin saber su nombre. Conozco los porteros de la cuadra, la cajera del supermercado, los chicos de la estación de servicio y hasta algunos policías cuando permanecen en el barrio por un tiempo.
Pero esas 150 personas con las cuales hipotéticamente me encontraría en la calle y sabría sus nombres y ellos el mío, esas 150 personas son una red de contención que hace la diferencia entre vivir en Buenos Aires o en el exilio.
Más o menos cercanas a mi estarían disponibles 150 pares de ojos que me mirarían con más atención que a un desconocido, 150 pares de brazos que podrían sostenerme con más o menos firmeza, 150 pares de orejas que me escucharían con más o menos paciencia y 150 bocas que me darían una palabra de aliento.
150 amigos, más o menos cercanos, con quien podría sentarme a tomar un café. Porque definitivamente creo que de quien recuerdo su nombre y por quien a su vez me siento reconocida, de esa persona recibo una cuota de afecto que bien vale la pena compartir con un café.

Les propongo pensar en su red de contención; quizá, como yo, les provoque una sonrisa pensar en la suerte de contar con un promedio de 150 personas para saludar en la calle.
Natalia Peroni

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