sábado, 1 de junio de 2013

Tratar de no pensar

Quiero compartir con ustedes un capítulo del libro “101 experiencias de filosofía cotidiana”, de Roger-Pol Droit. Esta vez, la propuesta es tratar de no pensar.
Dice el autor “Es un experiencia fronteriza. No pensar en lo más mínimo, en cuanto uno está despierto y en posesión de sus facultades, no es fácil de hacer o es posible por muy poco tempo. Por lo tanto, sólo puede haber tentativas. Pero que tienen una mayor o menor duración. Se acercan más o menos a lo imposible. Unas lo rozan, otras no hacen sino vislumbrarlo en el horizonte.
“¿Por qué es imposible no pensar? Una experiencia semejante nos llevaría fuera de lo humano, nos haría escapar al hormigueo incesante del lenguaje. Caeríamos del lado del entorpecimiento, de la vida pura, instantánea, animal. O bien, lo que finalmente equivaldría a lo mismo, del lado de lo divino, sin fuera una fondo, abismal. Podría ser que el pensamiento… (algo) ni totalmente divino ni solamente embrutecido. Cierta manera de remar entre la eternidad y el instante. O bien entre el silencia y las palabras, la presencia y la ausencia, el ser y la nada, etcétera.
En todo caso, el pensamiento no se detiene definitivamente. Sólo puede hablarse de interrupciones pasajeras, circunscriptas. Son posibles, y vale la pena que se las experimente.
Para aventurarse en ellas, hay que operar poco a poco. Por tajadas, por etapas. La primera condición es no ponerse nervioso, abandonarse. Aquí, la voluntad sólo puede actuar sesgada, de manera indirecta. No se trata de realizar un proyecto y, como lo sospechamos, no es deseable pensar que no estamos pensando. Más vale saber que fracasaremos. Siempre, en uno u otro momento, seremos atrapados por un pensamiento. El fracaso es seguro. Por lo tanto, todo progreso, tiene un valor en sí.
El entrenamiento más eficaz consiste en dejar pasar los pensamientos. No impedirlos (es imposible), sino no aferrarse a ellos (es posible). Considerar su pasaje como el de las nubes, inevitable y lejano. Practicar la indiferencia del cielo. Volverse claro, obstinadamente, sin prestar atención a lo que desfila. Permanecer en el borde, fuera del cuadro, con los ojos abiertos sobre lo que está adelante. Y eso es todo. Seguir teniendo sensaciones (colores, luz, aliento, piel, músculos, ruidos alrededor), pero no integrarlos en una conciencia,… en una idea o un discurso. Y finalmente, algunas veces, de a poquito, lograr avanzar hasta el cielo claro, la luz vacía, sin agitación, sin forma.
Estos pequeños logros pueden tener grandes consecuencias. Sus repercusiones van mucho más allá de los momentos en que se realizan. Aunque sean únicos, permanecen”
Quiero confesarles que lo intenté algunas veces y no pude. Solo con en algunas ocasiones, al final de una clase de yoga, pude lograr permanecer unos segundos sin pensar. Y sin dormirme, ya que este ejercicio bien puede ser una variante de contar ovejas para combatir el insomnio.

Pero los invito a intentarlo. Vale la pena y como dice el autor, Roger-Paul Droit, el fracaso es casi seguro. Cualquier pequeño logro, puede ser muy gratificante.
Natalia Peroni

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