viernes, 21 de junio de 2013

Los asesinos de la lengua

Si vos, del otro lado del micrófono, entendes lo que estoy diciendo ahora, es que hablas español. O castellano, como yo y como otros 440 millones de personas que con menor o mayor concentración entre los 5 continentes, hacen de esta su lengua nativa o adquirida.
Pero quizá no sabías que el español, como las otras lenguas romances, es una continuación moderna del latín hablado (denominado latín vulgar), desde el siglo III, que tras el desmembramiento del Imperio romano fue modificándose en otras variantes del latín.  Su propagación en América hizo que esta lengua romance en particular, cobrara mucha difusión hasta el punto de llegar a ser la segunda más hablada del mundo. Debido a su expansión por América, el español es la lengua romance que ha logrado mayor difusión.
Pensemos que el alemán y el francés se incluirían en el grupo de las lenguas que tienen entre 50 y 100 millones de hablantes. Y los estudios de prospectiva están de acuerdo en que el inglés, el español y el chino serán las tres lenguas de comunicación internacional durante el siglo XXI.
La Academia Real Española es una institución que se fundó en 1713 con el objetivo de “fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”. Su diccionario revela el significado de aproximadamente 88.000 palabras.
¿No es maravilloso pensar que las 27 letras del alfabeto latino que se emplean para el idioma español prohíjen tal cantidad de palabras? Si lo pensamos en fonemas son apenas 22, cinco de los cuales corresponden a vocales y 17 a consonantes que producen un universo de sentidos comparable con el menos modesto de los sistemas solares.
Sin embargo, alguien está matando a las palabras. Algo está sucediendo con ellas. Día a día dejamos de usarlas, caen en el olvido, suenan ridículas a nuestro oídos. Yo encontré el asesino. Y lo vengo a denunciar.
Tiene forma de círculo y en su origen era amarillo. Solo tenía dos ojos y una sonrisa dibujada. Y se hizo universalmente popular. No son muchos los casos de asesinos seriales disfrazados de esta manera que supieron ganar tanto cariño entre la gente. Estoy hablando del smile.
Pero hubiéramos podido controlarlo, estoy segura, si solamente hubiera quedado en ese estadio. Solo hubiera matado aquellas palabras que podríamos haber pronunciado para comunicar alegría. Y aunque grave, esto no hubiera supuesto tan grande tragedia.
Per se multiplicó. Como una peste. Y la carita amarilla guiño un ojo, para comunicar complicidad. Ensanchó la sonrisa mostrando los dientes, para expresar el humor, agregó dos manitos para mandar un abrazo, se puso un bonete para invitar a una fiesta, sacó la lengua para burlarse, se dibujo pestañas para seducir o corazones en los ojos para demostrar cariño. Se pintó los labios de rojo para mandar un beso, frunció la boca para expresar decepción. Enarcó una ceja para expresar desconcierto, frunció el ceño para ser sarcástico, se volvió verde si estaba enfermo o rojo si quería trasmitir enojo y muchas, muchas otras variantes más.
Cambió su fisonomía por completo y se transformó en flor, en mano, en reloj, corazón o torta con velitas. Y confunde, seduce. Porque la celeridad con la que solemos escribir los mensajes electrónicos hace que sea más fácil poner una carita que decir te extraño. Porque nos da miedo la cursilería, quizá, y la disfrazamos de pelota amarilla.

Pero de vos depende. Que no sigan muriendo las palabras, que lo hacen de a miles todos los días. Usalas. No abuses de los emoticons.
Natalia Peroni

No hay comentarios:

Publicar un comentario