martes, 14 de mayo de 2013

El humor de Macedonio Fernández


Hoy les propongo recordar a un excelente escritor argentino, Macedonio Fernández. Vio cambiar el siglo en una Buenos Aires en la cual se gestaba una generación literaria prolífera. Junto a ellas, participó activamente en la redacción de revistas de la vanguardia artística como Martín Fierro, en la cual colaboraba un Borges recién llegado de Europa.
Escribió novelas, cuentos, poemas, artículos periodísticos, ensayos filosóficos y textos de naturaleza inclasificable. Ha ejercido una gran influencia sobre la literatura argentina posterior. Recurría con frecuencia al humor en sus escritos. De hecho, se publican en 1944 sus notas sobre un trabajo titulado “Para una teoría de la humorística”.
Cuando en 1920 muere su esposa, sus hijos quedan al cuidado de abuelos y tías. Abandona la profesión de abogado. Y dice así; “De la Abogacía me he mudado; estoy recién entrado a la Literatura y como ninguno de la clientela mía judicial se vino conmigo, no tengo el primer lector todavía”.
Jorge Luis Borges, muy joven, redescubre a Macedonio con quien comienza una prolongada amistad. Cuatro décadas más tarde prologa una antología de las obras de Macedonio con estas palabras “En el decurso de una vida ya larga he conversado con personas famosas: ninguna me impresionó como él, o siquiera de un modo análogo”.
Macedonio vivía desinteresado de las críticas ajenas, de confirmaciones o refutaciones exteriores. Decía de sí: “Soy flaco y más bien feo. En cuanto a mi salud, ni un boticario hijo de médico y casado con partera la tiene peor. Tengo un lote de enfermedades, pero creo que con una me bastará al fin. No las combato porque no sé cuál es la que necesitaré mi último día”.
Vivió gran parte de su vida con muy pocos recursos, entre la ciudad y el campo. Con mucho humor escribía sobre su precaria situación económica “… empleo no consigo ninguno, aunque desde muchos años lo solicito; y seguiré hasta que sean 25 años. Entonces me jubilaré de pedirlo”.
Yo creo que existe una similitud en el uso del humor entre Macedonio Fernández y Borges. A propósito de este último, hay una anécdota bastante conocida, relatada en un artículo de 1999 del diario La Nación sobre “Borges y el humor” de Isidoro Blaisten. EL escritor se “encuentra dictando una clase en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires cuando un muchacho irrumpe en el aula y le dice que debe irse porque una asamblea estudiantil ha decidido que, desde ese momento, se suspendan todas las clases. Después de un agitado cambio de opiniones, el estudiantes amenaza “-Vamos a cortar la luz” y la respuesta de Borges “-Yo he tomado la precaución de ser ciego”.
Ambos autores disfrutaron de una muy buena amistad. Me gusta imaginar que el humor era un rasgo que compartían, esa costumbre que tenían ambos de apelar al absurdo y presentarlo en tono serio.
Termino con una carta de Macedonio Fernández para Borges: ”Querido Jorge Luis: Tienes que disculparme no haber ido anoche. Soy tan distraído que iba para allá y en el camino me acuerdo de que me había quedado en casa. Estas distracciones frecuentes son una vergüenza y me olvido de avergonzarme también… Muchas de mis cartas no llegan, porque omito el sobre o las señas o el texto. Esto me trae tan fastidiado que rogaría que se viniera a leer mi correspondencia en casa”
Macedonio Fernández fue un escritor que sin hacer absolutamente nada, era capaz de permanecer solo por horas. Pensar -no escribir- era su más preciada tarea. Aunque también solía, en la soledad de su pieza, o en la turbulencia de un café, abarrotar hojas con letra prolija y minuciosa. Que luego no publicada porque no le asignaba valor a la palabra escrita. Celebremos que otros hayan recuperado sus papeles. 
Natalia Peroni

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