martes, 14 de mayo de 2013

Belleza y alienación


Ideal de belleza y alienación
Ustedes se pusieron a pensar alguna vez en los cánones estéticos que imperan actualmente en la sociedad? Hoy les propongo repensarlos a partir de la evaluación y  autoevaluación que hacemos de las personas a partir de la apariencia física.
Para Castoriadis, psicoanalista y filósofo griego contemporáneo,  la institución es “una red simbólica, socialmente sancionada, en la que se combinan, en proporción y relación variable, un componente funcional y un componente imaginario”. Aquí aparecen tres elementos importantes que deberíamos dilucidar: lo simbólico, lo funcional y lo imaginario. Lo simbólico es la dimensión lingüística, tiene que ver con el lenguaje.
Lo funcional se relaciona con la dimensión instrumental de las instituciones, con su para qué. Por último, lo imaginario se relaciona estrechamente con lo simbólico pero no se identifica con él.
Lo importante es que lo imaginario, a diferencia de lo simbólico que implica un componente real/racional, se separa de lo real. Por ende, en el plano de las instituciones, y en este caso nos estamos refiriendo a la institución “belleza”, Castoriadis opone lo imaginario a lo funcional, como aquello que no responde a necesidades reales de los seres humanos sino que parece escaparse a toda racionalidad de medios y fines.
Este predominio de lo imaginario por lo simbólico es lo que para Castoriadis supone la alienación del individuo.  Esto es, el olvido del acto que dio origen a lo imaginario instituido, de modo que cobra realidad propia e independiente de toda funcionalidad, lo que significa que lo imaginario, que tiene sus raíces en prácticas sociales, se naturaliza y se vuelve incuestionable.
Y bajo este análisis quizá podamos comprender mejor algunas consecuencias que surgen en aras de la búsqueda de ciertos modelos de belleza, como la flagelación del propio cuerpo, a partir de una imagen degradada del mismo, o la discriminación de otra persona por su aspecto físico.
Lo que queremos destacar con estas observaciones es que la apariencia física es un criterio de valoración, tanto de la propia persona como de otras. Ahora bien, este criterio supone partir de ciertos parámetros para determinar lo que es una buena o una mala apariencia. Existen en estas valoraciones un conocimiento implícito de lo que es bello y de lo que no lo es. Pero lo más importante es que muchas veces los juicios estéticos parecerían tener carácter apodíctico en tanto hay personas de las cuales no se podría discutir su belleza o fealdad. Pensemos en ciertos actores o actrices que atraen la atención de las revistas y programas llamados “de chimento”, aquellos pueden gustar más o menos a cada persona, pero no se dudaría de su belleza. Esto parecería dar cuenta de un cierto ideal de belleza, absoluto y por ende incuestionable, que regula las acciones y juicios de las personas. Habría ciertas características que conformarían el tipo de la persona bella, de modo que alguien es más o menos bello de acuerdo a su proximidad con ese tipo o ideal.
La pregunta que esto plantea es: ¿quién establece este ideal de belleza a partir del cual se establecen los juicios estéticos?. Los cánones estéticos de una sociedad conforman una institución estética que los regula  la cual en distintas épocas se manifiesta y reproduce de distintas maneras.
Revistas, desfiles de moda, programas de televisión: son todos ámbitos en donde se definen el ideal de belleza humano. La asociación entre belleza y felicidad induce a las personas a valorarse a si mismas a partir de los ideales impuestos por la institución estética y a buscar acercarse a el. Los medios de lograr este acercamiento están disponibles en el mercado, listos para el que tenga dinero suficiente para adquirirlos. Lo trágico del asunto es que si, por ejemplo, consideramos a la ropa como uno de estos medios, vemos lo efímero que pueden llegar a ser, ya que lo que esta de moda cambia rápidamente, de modo que “estar a la moda” implica una carrera interminable de adquisición de productos distintos cada cierta cantidad de meses.
Lo que queremos decir con todo esto es que, en tanto las personas asumen como evidentes y naturales los parámetros de belleza que se les impone desde el mercado y regulan sus acciones y juicios a partir de los mismos, estamos ante una alienación de los individuos en la institución estética. .
Por suerte, como dice Castoriadis, siempre hay lugar para la libertad humana a partir de la cual es posible substraerse a la determinación, a veces tiránica, de ciertas instituciones.
Natalia Peroni

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