Quizá
ustedes, como yo, leyeron una nota titulada “Vejez informática” en un conocido
diario de la semana pasada. Se trata sobre una nueva definición de vejez,
aquella que tiene que ver con el uso de la tecnología. Me resultó paradojal el
hecho de que la ciencia, por un lado, haga tantos esfuerzos por alargar la juventud
y por otro, nos condene a una temprana
categorización de senectud en cuanto a las costumbres tecnológicas de aquellos
que hemos vivido más de 36 abriles.
La
nota realizada por la consultora GFK recoge los resultados de un “estudio, realizado a nivel nacional en
enero, (que) indagó el conocimiento y
los hábitos de uso de servicios como mensajería instantánea, geolocalización,
redes sociales y banca móvil, desde el celular. Y encontró que existe una
fuerte diferenciación en el uso de los distintos servicios según la edad de los
usuarios. Los adolescentes (hasta los 21 años) utilizan más los servicios de
valor agregado en comparación con el resto, especialmente redes sociales y
juegos. El e-mail desde el celular tiene mayor uso en edades intermedias (31 a
35 años) y las descargas de música e imágenes y los servicios de
geolocalización son más utilizados por quienes tienen de 26 a 35. Mientras que
a partir de los 36 años el conocimiento y el uso de los servicios móviles
relacionados con Internet, disminuye.”
En
1977 se hizo muy popular Apple II, la computadora que un año antes Steve Jobs
junto con un amigo de la adolescencia y socio llamado Steve Wozniak, habían desarrollado en el
garaje de su casa. El camino recorrido por quien llegó a ser uno de los hombres
más influyentes de los últimos años desde ese garaje hasta el momento de
figurar entre los empresarios más ricos de todo el mundo, fue enorme. Pero si
lo medimos en tiempo, fue muy corto, ya que en la década de los ochenta Jobs ya
era millonario.
Los
que hoy tenemos más de 36 años nacimos antes de 1977. No crecimos con
computadoras, conocimos los celulares a nuestros veintipico, de la
geolocalización sólo sabíamos a través de un atlas o mapas de rutas, las redes
sociales tenían más que ver con los clubes o los bares y la banca móvil hubiera
sonado risible cuando ni siquiera había cajeros automáticos.
El
progreso tecnológico resulta tan veloz para
los que nacimos antes de 1977 que, no habiendo mamado sus códigos,
apenas los aprendemos nos los cambian. Y surgen nuevas aplicaciones,
plataformas o soportes. Pero por favor no me pidan ahora una definición sobre
qué significa exactamente cada una de estas palabras que les acabo de
mencionar.
Pero
sobre todo, estimados oyentes, los que nacimos antes de 1977 generalmente
usamos anteojos. Escribir mails desde el celular, revisar el twiter, actualizar
el facebook, buscar una dirección o consultar un número en la lista de
contactos requiere el sencillo acto de buscar los anteojos para leer en una
pantalla de dimensiones reducidas.
A
mí personalmente me parece que ese es el principal obstáculo para que mi
teléfono deje de ser solo un teléfono. Tiene una pantalla que cuando se prende
despliega un montón de iconos que prometen solucionarme la vida. Pero no los
veo bien y si estoy en la calle no me resulta cómodo usarlo.
Pero
sentada en mi escritorio, elijo abrir la libreta de direcciones que todavía uso
con un índice que tiene solapitas plastificadas con las letras del abecedario.
Y busco un nombre, que quizá tenga tachados algunos teléfonos viejos, incluso
cuando no llevaban el 4 adelante del número.
Si
vos que me estas escuchando sabes de lo que te hablo, naciste probablemente
antes del 77. Y quizá padeces de vejez informática, como yo. O quizá, usas
lentes de contacto, o tenes la suerte de que no te haya alcanzado la presbicia
y superaste uno de los principales obstáculos para usar tu celular como
corresponde.
Natalia Peroni
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