sábado, 18 de mayo de 2013

Los líderes


Hoy les propongo una reflexión sobre la inspiración como cualidad fundamental de los líderes. Para ello voy a compartir con ustedes fragmentos de un discurso que pronunció el Presidente Theodore Roosevelt  en la Sorbona de París en 1910, cuyo nombre es “El hombre en la arena.”

“Conforme el país crece, su gente, que ha tenido éxito en tantas áreas, vuelve hacia atrás para tratar de recuperar las posesiones de la mente y el espíritu, que sus padres forzosamente hicieron a un lado con el fin de librar de mejor manera las primeras batallas duras por el continente que sus hijos heredarían. Los líderes de pensamiento y de acción buscaron a tientas su camino hacia adelante hacia una nueva vida, entendiendo, a veces poco, a veces con una clara visión, que la vida de ganancias materiales, ya sea para una nación o para un individuo, tiene valor solo como una base o fundamento, solo si es añadida a la elevación espiritual que viene de la devoción a ideales más elevados.

Hoy, les voy a hablar sobre el tema de la ciudadanía individual, un tema de vital importancia para ustedes, mis oyentes, y para mí y mis compatriotas, porque ustedes y yo somos grandes ciudadanos de grandes repúblicas democráticas. Una república democrática como la nuestra – un esfuerzo para realizar un gobierno de sentido pleno por, de y para el pueblo– representa el más gigantesco de todos los experimentos sociales posibles, aquel lleno con grandes responsabilidades tanto para el bien como para el mal. El éxito de repúblicas como la suya y la nuestra significa la gloria, junto con nuestra incapacidad para desesperarnos, de la humanidad; y para ustedes y para nosotros la cuestión de la calidad del ciudadano individual es fundamental.
 Bajo otras formas de gobierno, bajo el gobierno de un hombre o de unos pocos hombres, la calidad de los líderes tiene toda la importancia. Si, bajo tales gobiernos, la calidad de los gobernantes es suficientemente alta, entonces las naciones llevarán una brillante carrera por generaciones, y contribuirá sustancialmente a la suma de logros del mundo, sin importar cuán baja sea la calidad del ciudadano promedio; ya que este es.

Pero con ustedes y nosotros el caso es diferente. Con ustedes aquí, y con nosotros en nuestra propia casa, a largo plazo, el éxito o el fracaso estará condicionado en la forma en que el hombre promedio y la mujer promedio, cumplan con su deber, primero en los asuntos ordinarios de todos los días, y después en aquellas grandes circunstancias ocasionales que exigen virtudes heroicas. El ciudadano promedio debe ser un buen ciudadano si nuestras repúblicas van a tener éxito. La corriente no se elevará permanentemente más arriba que la fuente principal; y la fuente principal de poder y grandeza nacional se encuentra en el ciudadano promedio de la nación. Por lo tanto nos corresponde hacer lo mejor para ver que el estándar del ciudadano promedio es mantenido en alto; y el promedio no puede ser mantenido en alto a menos que el estándar de los líderes sea mucho más alto.


Dejen al hombre de entendimiento, el hombre de ocio letrado, tengan cuidado ante esa tentación rara y barata de posar ante sí mismo y ante los demás como un cínico, como el hombre que ha superado las emociones y las creencias, el hombre para quien el bien y el mal son uno. La manera más pobre de enfrentar la vida es con burla. Existen muchos hombres que sienten un tipo de orgullo torcido en el cinismo; existen mucho que se limitan a criticar la manera en que otros hacen lo que ellos mismos no se atreven a intentar.

No es el crítico quien cuenta, ni el que señala con el dedo al hombre fuerte cuando tropieza o el que indica en qué cuestiones quien hace las cosas podría haberlas hecho mejor.
El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en la arena, aquel cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre, el que lucha con valentía, el que se equivoca y falla el golpe una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin error y sin limitaciones.

El que cuenta es el que de hecho lucha por llevar a cabo las acciones, el que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones, el que agota sus fuerzas en defensa de una causa noble, el que, si tiene suerte, saborea el triunfo de los grandes logros y si no la tiene y falla, fracasa al menos atreviéndose al mayor riesgo, de modo que nunca ocupará el lugar reservado a esas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la derrota.”

Hasta aquí el discurso. Y lanzo un suspiro queridos oyentes y quedo en silencio. Los dejo reflexionando y les pregunto: Y a ustedes ¿qué líderes los inspiran?
 Vicky Detry

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