Hoy
les propongo reflexionar acerca de la no-violencia que veremos hacia el final
del micro que no es la negación de la violencia.
Podríamos
pensar la no-violencia es tanto el punto
de partida y de llegada de la actividad filosófica. La violencia es la
posibilidad humana irreductible al discurso; es su amenaza constante. La
violencia es la interrupción del discurso por la fuerza bruta, por el uso del
silencio o por el lenguaje no coherente. Por eso, la a filosofía es una
disciplina temida, porque ella enseña a la gente a pensar, reflexionar y discernir.
Para Camus,
el problema fundamental de la filosofía o la pregunta filosófica por excelencia
era si el hombre debía o no suicidarse. Era una pregunta que indagaba sobre la
existencia de los seres humanos. Podríamos extrapolar esta pregunta no ya hacia
uno mismo si no hacia los demás diciendo ¿hay o no hay que matar?. Pensar que si
hay algo que justifique suprimir la vida de otro ser humano podría será la pregunta fundamental de la
filosofía.
Pero quizá
no todos los días nos veamos en la disyuntiva de matar o no matar. Aunque es probable que sí debamos discernir
sobre el uso de la violencia en nuestro diario vivir. Veamos como aborda el
tema de la no-violencia Jean-Marie
Muller, filósofo y escritor francés contemporáneo.
Dice el autor “Nos encontramos
continuamente en situaciones de conflictos potenciales. Mi primera relación con
respecto al otro es frecuentemente una situación de enfrentamiento, de
confrontación, de oposición y, por lo tanto, de conflicto. Mi encuentro con el
otro, a quien no conozco, con un extranjero, es en primer lugar un encuentro
incierto, imprevisible, difícil. Tengo miedo que quien se acerca a mí venga, en
cierta medida, a apropiarse del espacio vital del que yo, en su momento, me he
apropiado. El otro es, frecuentemente, aquel cuyos derechos vienen a usurpar
mis propios derechos, cuyos deseos vienen a contrariar los míos, cuya libertad
arriesga amenazar mi libertad. En pocas palabras, frecuentemente, percibo al
otro como un adversario cuya existencia constituye una amenaza para mi
existencia. Y surgen los conflictos.
La violencia no ofrece ninguna solución al
conflicto. La violencia aparece no como un arreglo del conflicto sino como un
desarreglo del mismo. Pero hay que desacreditar la violencia y rehabilitar el
conflicto. Existe una confusión inicial que es necesario aclarar: la
no-violencia no presupone un mundo sin conflictos, no propone huir de los
conflictos. La no-violencia no tiene sus raíces en el sueño de un mundo donde
todos serían bellos, donde todos serían amables, donde todos serían buenos.
Ella tiene sus raíces, al contrario, en la toma de conciencia de nuestra
realidad del mundo que es no solamente un mundo de conflictos, sino un mundo de
violencias.
Debemos aceptar los conflictos, puesto que el
conflicto tiene una función positiva y constructiva. El conflicto puede ser un
medio para crear con el otro una relación de justicia y de respeto mutuo, de
confianza recíproca y aún de benevolencia recíproca. Debemos, por lo tanto, vivir el conflicto,
transformarlo de tal manera que podamos construir una relación de justicia con
los otros.
La violencia sólo interviene en un conflicto a
partir del momento en que uno de los protagonistas hace pesar sobre el otro una
amenaza de exclusión, de eliminación, en últimas una amenaza de muerte. El
conflicto ya no tiene por función el establecimiento con el otro de relaciones
de justicia, tiene, en adelante, la finalidad de dominar al otro, de hacerlo a
un lado, de callarlo y posiblemente de matarlo. El objetivo último de la
violencia es siempre la muerte, aún si, como sucede frecuentemente, el proceso
de dar muerte no llega a su término.
Es esencial dar una definición de la violencia de
manera que no se pueda decir que puede existir una violencia buena. A partir de
esta mirada sobre la violencia, somos conducidos a rechazar cualquier
justificación de la misma. La violencia no puede justificarse nunca porque ella
jamás es justa.
Decir no a la violencia no es negar la violencia.
Se trata de asumir toda la medida de la violencia, de evaluar en toda su
dimensión su peso en nuestra propia existencia y en nuestra historia colectiva.
Decir no a la violencia optando por la no-violencia es decir no a todas las
justificaciones y a todas las legitimaciones que hacen de la violencia un
derecho del hombre. Lo que caracteriza la cultura de la violencia no es tanto
ella misma como su justificación. En otros términos, justificar la violencia es
cultivarla y cultivarla es recolectar sus frutos envenenados.”
Adhiero completamente con la posición de Muller. Y Uds. qué piensan? Natalia Peroni
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