jueves, 18 de julio de 2013

La no-violencia

Hoy les propongo reflexionar acerca de la no-violencia que veremos hacia el final del micro que no es la negación de la violencia.
Podríamos pensar  la no-violencia es tanto el punto de partida y de llegada de la actividad filosófica. La violencia es la posibilidad humana irreductible al discurso; es su amenaza constante. La violencia es la interrupción del discurso por la fuerza bruta, por el uso del silencio o por el lenguaje no coherente. Por eso, la a filosofía es una disciplina temida, porque ella enseña a la gente a pensar, reflexionar y discernir.
Para Camus, el problema fundamental de la filosofía o la pregunta filosófica por excelencia era si el hombre debía o no suicidarse. Era una pregunta que indagaba sobre la existencia de los seres humanos. Podríamos extrapolar esta pregunta no ya hacia uno mismo si no hacia los demás diciendo ¿hay o no hay que matar?. Pensar que si hay algo que justifique suprimir la vida de otro ser humano  podría será la pregunta fundamental de la filosofía.
Pero quizá no todos los días nos veamos en la disyuntiva de matar o no matar.  Aunque es probable que sí debamos discernir sobre el uso de la violencia en nuestro diario vivir. Veamos como aborda el tema de la no-violencia Jean-Marie Muller, filósofo y escritor francés contemporáneo.
Dice el autor “Nos encontramos continuamente en situaciones de conflictos potenciales. Mi primera relación con respecto al otro es frecuentemente una situación de enfrentamiento, de confrontación, de oposición y, por lo tanto, de conflicto. Mi encuentro con el otro, a quien no conozco, con un extranjero, es en primer lugar un encuentro incierto, imprevisible, difícil. Tengo miedo que quien se acerca a mí venga, en cierta medida, a apropiarse del espacio vital del que yo, en su momento, me he apropiado. El otro es, frecuentemente, aquel cuyos derechos vienen a usurpar mis propios derechos, cuyos deseos vienen a contrariar los míos, cuya libertad arriesga amenazar mi libertad. En pocas palabras, frecuentemente, percibo al otro como un adversario cuya existencia constituye una amenaza para mi existencia. Y surgen los conflictos.
La violencia no ofrece ninguna solución al conflicto. La violencia aparece no como un arreglo del conflicto sino como un desarreglo del mismo. Pero hay que desacreditar la violencia y rehabilitar el conflicto. Existe una confusión inicial que es necesario aclarar: la no-violencia no presupone un mundo sin conflictos, no propone huir de los conflictos. La no-violencia no tiene sus raíces en el sueño de un mundo donde todos serían bellos, donde todos serían amables, donde todos serían buenos. Ella tiene sus raíces, al contrario, en la toma de conciencia de nuestra realidad del mundo que es no solamente un mundo de conflictos, sino un mundo de violencias.
Debemos aceptar los conflictos, puesto que el conflicto tiene una función positiva y constructiva. El conflicto puede ser un medio para crear con el otro una relación de justicia y de respeto mutuo, de confianza recíproca y aún de benevolencia recíproca.  Debemos, por lo tanto, vivir el conflicto, transformarlo de tal manera que podamos construir una relación de justicia con los otros.
La violencia sólo interviene en un conflicto a partir del momento en que uno de los protagonistas hace pesar sobre el otro una amenaza de exclusión, de eliminación, en últimas una amenaza de muerte. El conflicto ya no tiene por función el establecimiento con el otro de relaciones de justicia, tiene, en adelante, la finalidad de dominar al otro, de hacerlo a un lado, de callarlo y posiblemente de matarlo. El objetivo último de la violencia es siempre la muerte, aún si, como sucede frecuentemente, el proceso de dar muerte no llega a su término.
Es esencial dar una definición de la violencia de manera que no se pueda decir que puede existir una violencia buena. A partir de esta mirada sobre la violencia, somos conducidos a rechazar cualquier justificación de la misma. La violencia no puede justificarse nunca porque ella jamás es justa.
Decir no a la violencia no es negar la violencia. Se trata de asumir toda la medida de la violencia, de evaluar en toda su dimensión su peso en nuestra propia existencia y en nuestra historia colectiva. Decir no a la violencia optando por la no-violencia es decir no a todas las justificaciones y a todas las legitimaciones que hacen de la violencia un derecho del hombre. Lo que caracteriza la cultura de la violencia no es tanto ella misma como su justificación. En otros términos, justificar la violencia es cultivarla y cultivarla es recolectar sus frutos envenenados.”
Adhiero completamente con la posición de Muller. Y Uds. qué piensan? 
Natalia Peroni

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