¿Si yo les dijera ahora que
dentro del reino animal, son considerados inofensivos el tigre, el león y la
pantera y que, en cambio, la gallina, el ganso y el pato son altamente
peligrosos, estarían de acuerdo conmigo?
Seguramente que no. Por más
que intente imaginar una gallina hambrienta, un ganso acorralado o un pato
enojado, estoy segura que podría defenderme sin mayores consecuencias de su
ataque.
Pero si en vez de hablarles
detrás de un micrófono yo, como persona, estuvieran escuchando lo que le dice
una lombriz a sus hijos, seguramente estaríamos de acuerdo con ella en que la
gallina es mucho más peligrosa que el más temible de los leones.
El hombre es la medida de
todas las cosas, decía Protágoras, sofista griego. Y aunque muchos autores
ofrecieron interpretaciones diversas para esta famosa frase, todas ellas giran
alrededor del relativismo. No hay verdades absolutas, querría decir en última
instancia el hábil retórico fuertemente criticado por Platón.
Pero hasta aquí la cuestión
es relativamente sencilla. Estamos evaluando la peligrosidad de un potencial
enemigo desde la visión o creencias de un ser humano y una lombriz. Es más que
obvio que las mismas sean diferentes.
Pero veamos otro ejemplo. A
dos personas que nunca hayan visto un elefante se les venda los ojos y se los
invita a acercarse al animal. Uno lo agarra por una de sus patas y dice que es
como un árbol, otro se acerca a la trompa y afirma que es como una serpiente.
¿Quién tendría razón?
Pero tampoco sería un
ejemplo claro, ya que ambos estarían privados de la vista, uno de los sentidos
por el cual acumulamos mayor información los seres humanos.
Si te dijera en cambio que dos
amigos se están despidiendo en una estación. El que se queda le dice al que se
aleja: "Te estás alejando con el tren". A lo que el viajero responde:
"No es cierto, eres tú el que se aleja con el andén. Yo estoy quieto aquí
en el vagón del tren". Los dos están en lo cierto, tienen fundamento en
sus afirmaciones. Seguramente tampoco es un ejemplo válido porque difieren las
circunstancias espaciales de ambos amigos.
Por último, te propongo pensar
en dos personas (una optimista y otra pesimista) que se encuentran frente a una
botella cuyo contenido está justo a la mitad de su capacidad. ¿Dirán que está
medio llena o medio vacía? El optimista dirá que está medio llena y el
pesimista dirá que está medio vacía.
Las cosas pueden ser
percibidas, interpretadas y sistematizadas, dependiendo de las circunstancias.
La pregunta que se abre es si hay posibilidades de encontrar acuerdos. No ya
sobre la peligrosidad de la gallina o la fisonomía del elefante, sino en la
enorme implicancia que deviene de pensar desde un relativismo radical.
Si todo depende de cada
quien, si todo es relativo al juicio de cada uno, es difícil que podamos
consensuar acerca de lo verdadero. O encontrar puntos de consenso sobre lo que
está bien o mal.
Y si de todos modos rechazamos algunas
verdades, pensemos que el hecho de que el hombre sea la medida de todas las
cosas… no vale para todos los hombres.
Natalia Peroni
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