martes, 23 de julio de 2013

¡Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son!

¿Si yo les dijera ahora que dentro del reino animal, son considerados inofensivos el tigre, el león y la pantera y que, en cambio, la gallina, el ganso y el pato son altamente peligrosos, estarían de acuerdo conmigo?
Seguramente que no. Por más que intente imaginar una gallina hambrienta, un ganso acorralado o un pato enojado, estoy segura que podría defenderme sin mayores consecuencias de su ataque.
Pero si en vez de hablarles detrás de un micrófono yo, como persona, estuvieran escuchando lo que le dice una lombriz a sus hijos, seguramente estaríamos de acuerdo con ella en que la gallina es mucho más peligrosa que el más temible de los leones.
El hombre es la medida de todas las cosas, decía Protágoras, sofista griego. Y aunque muchos autores ofrecieron interpretaciones diversas para esta famosa frase, todas ellas giran alrededor del relativismo. No hay verdades absolutas, querría decir en última instancia el hábil retórico fuertemente criticado por Platón.
Pero hasta aquí la cuestión es relativamente sencilla. Estamos evaluando la peligrosidad de un potencial enemigo desde la visión o creencias de un ser humano y una lombriz. Es más que obvio que las mismas sean diferentes.
Pero veamos otro ejemplo. A dos personas que nunca hayan visto un elefante se les venda los ojos y se los invita a acercarse al animal. Uno lo agarra por una de sus patas y dice que es como un árbol, otro se acerca a la trompa y afirma que es como una serpiente. ¿Quién tendría razón?
Pero tampoco sería un ejemplo claro, ya que ambos estarían privados de la vista, uno de los sentidos por el cual acumulamos mayor información los seres humanos.
Si te dijera en cambio que dos amigos se están despidiendo en una estación. El que se queda le dice al que se aleja: "Te estás alejando con el tren". A lo que el viajero responde: "No es cierto, eres tú el que se aleja con el andén. Yo estoy quieto aquí en el vagón del tren". Los dos están en lo cierto, tienen fundamento en sus afirmaciones. Seguramente tampoco es un ejemplo válido porque difieren las circunstancias espaciales de ambos amigos.
Por último, te propongo pensar en dos personas (una optimista y otra pesimista) que se encuentran frente a una botella cuyo contenido está justo a la mitad de su capacidad. ¿Dirán que está medio llena o medio vacía? El optimista dirá que está medio llena y el pesimista dirá que está medio vacía.
Las cosas pueden ser percibidas, interpretadas y sistematizadas, dependiendo de las circunstancias. La pregunta que se abre es si hay posibilidades de encontrar acuerdos. No ya sobre la peligrosidad de la gallina o la fisonomía del elefante, sino en la enorme implicancia que deviene de pensar desde un relativismo radical.
Si todo depende de cada quien, si todo es relativo al juicio de cada uno, es difícil que podamos consensuar acerca de lo verdadero. O encontrar puntos de consenso sobre lo que está bien o mal.

Y si de todos modos rechazamos algunas verdades, pensemos que el hecho de que el hombre sea la medida de todas las cosas… no vale para todos los hombres.
Natalia Peroni

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