Hoy les
propongo que hablemos sobre hacer el ridículo. Dice el diccionario Word
reference: “Ridículo, adjetivo; que por
su rareza o extravagancia produce risa; situación humillante que sufre una
persona y provoca la risa y la burla de los demás.”
La
escritora Fátima Ramirez de la Universidad de Cadiz dice que lo ridículo cómico
se define en el siglo XIX como un defecto que causa vergüenza y comenta que los
preceptistas se detienen en explicar el objeto de lo ridículo en la comedia.
Vendría a
ser algo así como que nos causan risa algunos defectos corporales, las
aberraciones de la moda y del gusto. La autora dice que por medio del ridículo
se hace una crítica a las costumbres de la sociedad. Pero pareciera que lo
ridículo no escapa a los desvaríos que produce el tiempo y las épocas en los
gustos, en los usos y las costumbres. Gómez Hermosilla, escritor español, dice
“el poeta cómico, cuyo oficio es corregir a los hombres de sus faltas y
ridiculeces, debe presentar en la escena las dominantes de su siglo y en su
nación” y continúa “satirizar los vicios reinantes en su tiempo.” De otra forma
no parecen ridículos.
Por otra parte el autor
Mata y Araujo dice “La ridiculización es entendida como un arma útil para la
comedia, capaz de corregir las costumbres” y advierte la necesidad de guardar
el decoro. Pareciera que lo ridículo en su misma concepción se da de patadas
con todo aquello que es considerado de buen gusto en una época determinada. Con
apartarse de los cánones de las buenas costumbres, con lo habitual y común.
Esto es lo que explica la literatura y la sociología.
En lo cotidiano yo
agregaría que también tiene que ver con mostrar el error. Esto se traduce en
acciones simples que nos producen vergüenza y donde uno siente miedo de hacer
el ridículo: caerse en la calle, tener un papel pegado en las partes traseras
sin darnos cuenta, que se nos vea un pedazo de lechuga entre los dientes,
llegar a una fiesta disfrazado cuando la fiesta no era de disfraces.
Hay quienes sienten casi
pavor de hacer el ridículo y obsesivamente estudian todos sus movimientos, sus
acciones y su vestuario para no desentonar. Muchas veces uno restringe su vida
en pos de no hacer el ridículo. Recuerdo una anécdota de mi padre en una
situación en el sur en un campo al cual lo habían invitado y donde se practicaba
el deporte de pesca con mosca. Era una tradición en ese lugar y todos los del
campo tenían el equipo perfecto para realizarlo. Todos en tonos de verde oscuro
y beige. Mi padre no practicaba ese deporte así que él se puso lo que tenía a
mano y que le pareció que podía servir para realizarlo. Su vestuario se
componía de un traje de baño corto de color turquesa, remera amarilla, chaleco
de campera azul metalizado, botitas de neoprene para hacer windsurf en color
negro y como si esto fuera poco, antiparras para esquiar en la nieve en color
amarillo. Así salió y se presentó en el lago del sur ante un grupo que no
paraba de reírse de su atuendo por demás estrafalario para realizar ese deporte
tan tradicional. Pero, lo más importante es que él también se reía de sí mismo
pero también se reía de los demás, de los que se reían de él. Su lema en la
vida era no perderse de ningún programa, de ninguna experiencia y hacer el
ridículo no era una razón suficientemente importante para evitar que él
disfrutara de la vida a más no poder.
Entonces amigos oyentes
ustedes qué opinan, ¿quién es más ridículo? ¿El que muestra el error o el que
lo tapa? ¿El que hace el ridículo pero no se pierde nada o el que no hace nunca
el ridículo pero se pierde de todo?
Vicky Detry
No hay comentarios:
Publicar un comentario