jueves, 25 de julio de 2013

Hacer el ridículo

Hoy les propongo que hablemos sobre hacer el ridículo. Dice el diccionario Word reference: “Ridículo, adjetivo; que por su rareza o extravagancia produce risa; situación humillante que sufre una persona y provoca la risa y la burla de los demás.
La escritora Fátima Ramirez de la Universidad de Cadiz dice que lo ridículo cómico se define en el siglo XIX como un defecto que causa vergüenza y comenta que los preceptistas se detienen en explicar el objeto de lo ridículo en la comedia.
Vendría a ser algo así como que nos causan risa algunos defectos corporales, las aberraciones de la moda y del gusto. La autora dice que por medio del ridículo se hace una crítica a las costumbres de la sociedad. Pero pareciera que lo ridículo no escapa a los desvaríos que produce el tiempo y las épocas en los gustos, en los usos y las costumbres. Gómez Hermosilla, escritor español, dice “el poeta cómico, cuyo oficio es corregir a los hombres de sus faltas y ridiculeces, debe presentar en la escena las dominantes de su siglo y en su nación” y continúa “satirizar los vicios reinantes en su tiempo.” De otra forma no parecen ridículos.
Por otra parte el autor Mata y Araujo dice “La ridiculización es entendida como un arma útil para la comedia, capaz de corregir las costumbres” y advierte la necesidad de guardar el decoro. Pareciera que lo ridículo en su misma concepción se da de patadas con todo aquello que es considerado de buen gusto en una época determinada. Con apartarse de los cánones de las buenas costumbres, con lo habitual y común. Esto es lo que explica la literatura y la sociología.
En lo cotidiano yo agregaría que también tiene que ver con mostrar el error. Esto se traduce en acciones simples que nos producen vergüenza y donde uno siente miedo de hacer el ridículo: caerse en la calle, tener un papel pegado en las partes traseras sin darnos cuenta, que se nos vea un pedazo de lechuga entre los dientes, llegar a una fiesta disfrazado cuando la fiesta no era de disfraces.
Hay quienes sienten casi pavor de hacer el ridículo y obsesivamente estudian todos sus movimientos, sus acciones y su vestuario para no desentonar. Muchas veces uno restringe su vida en pos de no hacer el ridículo. Recuerdo una anécdota de mi padre en una situación en el sur en un campo al cual lo habían invitado y donde se practicaba el deporte de pesca con mosca. Era una tradición en ese lugar y todos los del campo tenían el equipo perfecto para realizarlo. Todos en tonos de verde oscuro y beige. Mi padre no practicaba ese deporte así que él se puso lo que tenía a mano y que le pareció que podía servir para realizarlo. Su vestuario se componía de un traje de baño corto de color turquesa, remera amarilla, chaleco de campera azul metalizado, botitas de neoprene para hacer windsurf en color negro y como si esto fuera poco, antiparras para esquiar en la nieve en color amarillo. Así salió y se presentó en el lago del sur ante un grupo que no paraba de reírse de su atuendo por demás estrafalario para realizar ese deporte tan tradicional. Pero, lo más importante es que él también se reía de sí mismo pero también se reía de los demás, de los que se reían de él. Su lema en la vida era no perderse de ningún programa, de ninguna experiencia y hacer el ridículo no era una razón suficientemente importante para evitar que él disfrutara de la vida a más no poder.

Entonces amigos oyentes ustedes qué opinan, ¿quién es más ridículo? ¿El que muestra el error o el que lo tapa? ¿El que hace el ridículo pero no se pierde nada o el que no hace nunca el ridículo pero se pierde de todo?
Vicky Detry

No hay comentarios:

Publicar un comentario