jueves, 15 de noviembre de 2012

Escándalos de la razón


La palabra escándalo genera una suerte de atención mediática instantánea. Los escándalos venden. Muchas veces se fabrican y otras simplemente suceden. De ambos por igual, se nutren muchas de las publicaciones graficas, los noticieros televisivos y los programas periodísticos que poco se resisten a este fenómeno.
Etimológicamente, el origen de la palabra escándalo se remite a skándalon, que significa trampa u obstáculo donde alguien tropieza. Por eso hoy nos vamos a referir a un tipo de trampas particulares, las de nuestra razón, de nuestra mente o como queramos referirnos a esa parte de nuestro yo que piensa, que razona, que medita o que especula. Todas estas actividades propias de la razón.
Durante muchos siglos hemos cultivado una gran confianza en la razón. La búsqueda de la verdad era la tarea más perfecta que ella podía realizar; sin embargo, esa confianza en la razón tiene límites -tanto para la filosofía como para la ciencia- porque el conocimiento no siempre es lineal ni certero. Por el contrario, cuando el hombre se aventura en asuntos de profundidad, hay un punto ciego, un resquicio en la arquitectura conceptual, por el cual se cuela la incertidumbre, lo misterioso, lo incomprensible; en suma, los “escándalos de la razón”, en el decir de Borges.
Pero Borges no fue quien hizo famosa esta frase. Fue Kant, en un análisis minucioso de la razón que dio lugar a una de las teorías filosóficas más influyentes de la modernidad.
El escándalo de la razón para Kant, surgía de la posición de algunos filósofos de no admitir la existencia de las cosas fuera de nosotros, que es la posición propia del idealismo subjetivo y que conlleva inevitablemente el solipsismo. Kant le está hablando a aquellos que dudan de la realidad de las cosas, aquellos que piensan que el mundo exterior no existe, salvo en nuestra mente. No podemos afirmar nada sobre su existencia. A eso Kant lo llama escándalo de la razón.
Borges era un buen lector de filosofía. Pero sobre todo, era capaz de plasmar los más intrincados problemas filosóficos en relatos de una calidad y belleza inigualables.
En uno de sus cuentos titulado La otra muerte, publicado en 1949 especula sobre si la muerte de un tal Pedro Damian, fue un acto heroico o una muestra de cobardía. “He adivinado y registrado un proceso no accesible a los hombres, una suerte de escándalo de la razón”[i], dice Borges.
Cristina Bulacio, filósofa argentina, escribe en su libro “Los escándalos de la razón en Jorge Luis Borges”: Esta frase de Borges alerta al lector sobre un particular "escándalo de la razón", es decir, sobre diversas situaciones en las cuales nuestra razón -limitada y finita- no encuentra explicaciones plausibles. Este proceso “no accesible” al hombre, dada su natural limitación, abre una nueva perspectiva sobre el deslizamiento de Borges hacia la ficción.
Muchos de los escritos de Borges despliegan paradojas y contradicciones que representan límites a la razón que no pueden ser zanjados en el plano puramente racional.
Como seguramente nos pasa en algunas oportunidades a muchos de nosotros que nos quedamos atónitos sin poder encontrar explicaciones o razonamientos a muchas de nuestras experiencias. Y que se nos presentan como un escándalo, un escándalo casi privado.
Un escándalo sin publicidad ni promoción. Una trampa que debilita un andamiaje que suponemos muy firme, un obstáculo en nuestra cadena de razonamientos que se enlazan como causas y efectos.
Un escándalo que nos deja sin palabras. Pero que para algunos –como Borges- constituye una inagotable fuente de inspiración.
Natalia Peroni


[i] Borges, La otra muerte. El Aleph, Bs. As 1949

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