La palabra
escándalo genera una suerte de atención mediática instantánea. Los escándalos
venden. Muchas veces se fabrican y otras simplemente suceden. De ambos por
igual, se nutren muchas de las publicaciones graficas, los noticieros
televisivos y los programas periodísticos que poco se resisten a este fenómeno.
Etimológicamente,
el origen de la palabra escándalo se remite a skándalon, que significa trampa u
obstáculo donde alguien tropieza. Por eso hoy nos vamos a referir a un tipo de
trampas particulares, las de nuestra razón, de nuestra mente o como queramos
referirnos a esa parte de nuestro yo que piensa, que razona, que medita o que
especula. Todas estas actividades propias de la razón.
Durante
muchos siglos hemos cultivado una gran confianza en la razón. La búsqueda de la
verdad era la tarea más perfecta que ella podía realizar; sin embargo, esa
confianza en la razón tiene límites -tanto para la filosofía como para la
ciencia- porque el conocimiento no siempre es lineal ni certero. Por el
contrario, cuando el hombre se aventura en asuntos de profundidad, hay un punto
ciego, un resquicio en la arquitectura conceptual, por el cual se cuela la
incertidumbre, lo misterioso, lo incomprensible; en suma, los “escándalos de la
razón”, en el decir de Borges.
Pero Borges
no fue quien hizo famosa esta frase. Fue Kant, en un análisis minucioso de la
razón que dio lugar a una de las teorías filosóficas más influyentes de la
modernidad.
El
escándalo de la razón para Kant, surgía de la posición de algunos filósofos de
no admitir la existencia de las cosas fuera de nosotros, que es la posición
propia del idealismo subjetivo y que conlleva inevitablemente el solipsismo.
Kant le está hablando a aquellos que dudan de la realidad de las cosas,
aquellos que piensan que el mundo exterior no existe, salvo en nuestra mente.
No podemos afirmar nada sobre su existencia. A eso Kant lo llama escándalo de
la razón.
Borges era
un buen lector de filosofía. Pero sobre todo, era capaz de plasmar los más intrincados
problemas filosóficos en relatos de una calidad y belleza inigualables.
En uno de
sus cuentos titulado La otra muerte, publicado en 1949 especula sobre si la
muerte de un tal Pedro Damian, fue un acto heroico o una muestra de cobardía. “He
adivinado y registrado un proceso no accesible a los hombres, una suerte de
escándalo de la razón”[i],
dice Borges.
Cristina
Bulacio, filósofa argentina, escribe en su libro “Los escándalos de la razón en
Jorge Luis Borges”: Esta frase de Borges
alerta al lector sobre un particular "escándalo de la razón", es
decir, sobre diversas situaciones en las cuales nuestra razón -limitada y
finita- no encuentra explicaciones plausibles. Este proceso “no accesible” al
hombre, dada su natural limitación, abre una nueva perspectiva sobre el
deslizamiento de Borges hacia la ficción.
Muchos de
los escritos de Borges despliegan paradojas y contradicciones que representan
límites a la razón que no pueden ser zanjados en el plano puramente racional.
Como
seguramente nos pasa en algunas oportunidades a muchos de nosotros que nos
quedamos atónitos sin poder encontrar explicaciones o razonamientos a muchas de
nuestras experiencias. Y que se nos presentan como un escándalo, un escándalo
casi privado.
Un
escándalo sin publicidad ni promoción. Una trampa que debilita un andamiaje que
suponemos muy firme, un obstáculo en nuestra cadena de razonamientos que se
enlazan como causas y efectos.
Un
escándalo que nos deja sin palabras. Pero que para algunos –como Borges- constituye
una inagotable fuente de inspiración.
Natalia Peroni
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