lunes, 5 de noviembre de 2012

Antes del fin


En su libro “Antes del fin”, el gran escritor argentino Ernesto Sábato dedica las páginas finales a los jóvenes, y les confirma su fe en ellos. Hoy me gustaría compartir con ustedes algunos de sus párrafos, que considero lúcidos y siempre vigentes.
 “Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Son la vida y nuestra tierra las que están en peligro.”
Y a continuación cita un verso de Hölderlin: “El fuego mismo de los dioses día y noche nos empuja a salir adelante. ¡Ven! Miremos los espacios abiertos, busquemos lo que nos pertenece, por lejano que esté.”
“Sí, muchachos” –prosigue Sábato- “la vida del mundo hay que tomarla como tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra misión.”
“No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado, casi podría decirse que en el mundo entero, que su fin es promover el bien común. La solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en este mundo acéfalo que excluye a los diferentes. Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia.”
“Son muchos los motivos, me dirás, podrías decirme, para descreer de todo. (…) Comprendo tu congoja, el desconcierto de pertenecer a un tiempo en que se han derrumbado los muros, pero donde aún no se vislumbran nuevos horizontes. Falsas luminarias pretenden cautivar tu voluntad desde las pantallas. Debés pensar que no hay un cambio posible cuando el valor de la existencia es menor que el precio de un aviso publicitario. El escepticismo se ha agravado por la creciente resignación con que asumimos la magnitud del desastre.”
“Yo también tengo muchas dudas” –afirma Sábato-, y en ocasiones llego a pensar si son válidos los argumentos con que he intentado hallarle sentido a la existencia. Me reconforta saber que Kierkegaard decía que tener fe es el coraje de sostener la duda.”
“Yo oscilo entre la desesperación y la esperanza, que es la que siempre prevalece, porque si no la humanidad habría desaparecido, casi desde el comienzo, porque tantos son los motivos para dudar de todo. Pero por la persistencia de ese sentimiento tan profundo como disparatado, ajeno a toda lógica -¡qué desdichado el hombre que solo cuenta con la razón!-, nos salvamos, una y otra vez, sobre todo por las mujeres; porque no solo dan la vida, sino que también son las que preservan esta enigmática especie. No en vano, en una de las culturas cuya sabiduría es milenaria, se creía que el alma de una mujer que moría en medio del parto era conducida al mismo cielo que el guerrero vencido en un combate.”
“Por eso te hablo, con el deseo de generar en vos no solo la provocación sino también el convencimiento”.
“Yo reafirmo a diario mi confianza en ustedes. Son muchos los que en medio de la tempestad continúan luchando, ofreciendo su tiempo y hasta su propia vida por el otro. En las calles, en las cárceles, en las villas miseria, en los hospitales. Mostrándonos que, en estos tiempos de triunfalismos falsos, la verdadera resistencia es la que se combate por valores que se consideran perdidos.”
 “Les propongo entonces” –concluye Sábato- “con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso: salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante. Quizá ya lo está haciendo, de un modo silencioso y subterráneo, como los brotes que laten bajo las tierras del invierno.”
“Algo por lo que todavía vale la pena sufrir y morir, una comunión entre hombres, aquel pacto entre derrotados. Una sola torre, sí, pero refulgente e indestructible. En tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche. Lean las cartas que Miguel Hernández envió desde la cárcel donde finalmente encontró la muerte: “Volveremos a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra: la libertad, las cadenas, la alegría y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra.”
Y finaliza diciéndoles: “Piensen siempre en la nobleza de estos hombres que redimen a la humanidad. A través de su muerte nos entregan el valor supremo de la vida, mostrándonos que el obstáculo no impide la historia; nos recuerdan que el hombre solo cabe en la utopía. Solo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.”
Hasta aquí, las palabras de Ernesto Sábato en su libro “Antes del fin”. Ustedes, queridos oyentes, ¿se sienten convocados a encarnar la utopía? ¿Comparten con Sábato su profunda esperanza?
Clarina Pertiné

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