Quería
contarles que, además de conducir con Natalia y Vicky este espacio en la radio
que hemos creado junto a ustedes, tengo otro trabajo en el cual una de las
tareas que realizo es dar talleres de capacitación a mujeres que viven en
villas y barrios vulnerables de la ciudad de Buenos Aires.
En
esos talleres, que constan de cuatro encuentros, tres personas coordinamos los
temas y las dinámicas. Nos reunimos con las participantes en algún lugar
previamente acordado con ellas, que puede ser un centro de salud, el salón de
algún club o la casa de quien pueda ofrecerla como sede.
Solemos
llevar un proyector para las filminas que mostramos, carteles con el nombre de
cada una, jugo y vainillas para compartir durante el taller, y también lápices
de colores para entretener a los chicos, ya que muchas de las mujeres van con
sus hijos.
Son
reuniones donde la consigna es que ellas puedan disfrutar de ese rato dedicado
a sí mismas; a generar redes de amistad y solidaridad con sus compañeras de
taller, que casi siempre son, además, sus vecinas; a conocer más profundamente
las necesidades y las inquietudes de cada una, tanto en su vida personal como
en sus proyectos comunitarios.
Arrancamos
cada encuentro con una ronda de buenas noticias. A veces les cuesta encontrar
algo positivo para rescatar de ese día, que, como todos los días, transcurre en
medio de situaciones cotidianas que incluyen la violencia doméstica, la
pobreza, las dificultades para relacionarse con los demás y también, en
ocasiones, la desesperanza.
Pero
las mujeres están dispuestas a escucharnos cuando les decimos que son
merecedoras del máximo respeto por parte de cada persona con la que conviven;
que vale la pena tomarse el tiempo necesario para buscar hasta encontrar los
propios dones y talentos; que ellas son constructoras y hacedoras de una
realidad valiosa que van forjando diariamente cuando llevan a sus hijos al
colegio, cuando cocinan para sus familias, cuando salen a trabajar, cuando
cuidan a los más débiles o a los que están enfermos, cuando deciden estudiar, cuando
se reúnen a pensar en modos creativos de mejorar sus comunidades.
Están
dispuestas a escucharnos hablarles de la importancia de una comunicación saludable,
capaz de vencer prejuicios que alejan al otro y le hacen daño; una comunicación
donde el respeto y la urbanidad funcionan como las llaves que abren infinitas
puertas; donde se destierran la humillación y el desprecio y en cambio se les
da la bienvenida a la escucha atenta, a la empatía, a la aceptación de las
diferencias y a los límites que sanan.
Estas
mujeres nos prestan atención cuando les explicamos que son dueñas de un poder
que la mayoría de ellas no sabe que tiene, y que es el poder de elegir.
Es
verdad que están sujetas a múltiples condicionamientos, algunos gravísimos, y
no los minimizamos ni los ignoramos. Pero sí las acompañamos a profundizar en
sus posibilidades, en sus opciones, ya que creemos, como el gran psiquiatra y
filósofo Victor Frankl, que sobrevivió al horror de un campo de exterminio
nazi, que aún en situaciones de máxima privación de la libertad exterior, los
seres humanos podemos elegir entre actuar como animales o como personas.
Y
esa libertad interior es completamente inalienable. No nos la puede robar ni
extirpar nadie, puesto que es parte de nuestra naturaleza, y por eso nos
constituye y nos define.
Esto
de saber que uno siempre cuenta con opciones, aunque cada opción tenga su
complejidad y sus limitaciones, es liberador. Lo es para las mujeres con las
que trabajamos, y puede serlo para cada uno de nosotros si nos decidimos a
asumir esa libertad, que a veces podrá dolernos pero que es tan irrenunciable
como nuestra identidad.
Pensé
en contarles esta experiencia personal de un trabajo que hago y que me encanta,
porque creo que todos nosotros tenemos miles de oportunidades, cada día, de
recordarles a quienes nos rodean lo valiosos que son y lo importante que es que
sepan, que nunca olviden, que tienen opciones. Y quizás, ¿por qué no? podamos
ser algunas veces nosotros quienes, ante un panorama opresivo, les presenten y
les ofrezcan una o más de esas opciones.
Y
ustedes, queridos oyentes, ¿han tenido o tienen en su vida gente que les brinda
opciones? ¿Han podido o pueden brindárselas a otros? ¿Se animan a intentar
hacerlo?
Clarina Pertiné
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