El
domingo pasado, 11 de noviembre, leyendo la Revista del diario “La Nación”,
encontré un artículo escrito por Susi Mauer, psicóloga y psicoanalista
argentina especializada en niñez y adolescencia.
Sus
reflexiones me reconciliaron bastante con la expresión: “¡Cuidate!”, que tantas
veces les escucho decir a algunas personas que conozco bien y a otras que no
tanto y que sin embargo, a la hora de despedirse de mí después de un breve
encuentro, suelen utilizarla. Por diversos motivos, el “cuidate” no me
resultaba simpático, pero Susi Mauer me aportó otra mirada, que me gustaría
compartir con ustedes.
Dice
la autora: “Variantes novedosas en los códigos y modos de saludar se van
sumando a los clásicos protocolos de saludo. Desde hace un par de décadas, por
ejemplo, se ha naturalizado el beso. Ya no es privativo de una convención
reservada a las mujeres, sino que se extendió también para los hombres entre
sí”.
“Compañeros
de trabajo, de estudio, parientes y amigos, más allá de la edad, y muchas veces
de las jerarquías en las que se posicionan, se besan al verse y al despedirse.
Aún hoy causan cierta gracia dos policías saludándose en un cambio de guardia
con un beso, o la llegada a la plaza de uno de los jubilados que comparten el
banco cada mañana, al sol”.
“Los
abrazos” –continúa Susi Mauer- “son otra expresión afectuosa que singulariza el
encuentro con otro. La efusividad en el contacto entre pares tiene, más allá de
los hábitos globalizados, un fuerte color y calor locales. Intensos,
envolventes y duraderos son los abrazos de oso industria argentina”.
“Tienen
un tono afectivo que no es fácil encontrar en otras latitudes. La temperatura
emocional de nuestros hábitos de saludo ha canjeado formalidad por distensión y
contacto cuerpo a cuerpo. No sería disparatado pensar que tanta virtualidad en
la comunicación nos va generando un hambre de cercanía que se plasma en la
posibilidad de abrazar”.
“Destaco
y disfruto las sutiles variantes que se reconocen entre los abrazos protectores
y envolventes” –afirma la autora- los abrazos cómplices, aquellos que agregan
unas palmaditas que acarician, los abrazos sonoros y aquellos más enérgicos y
duraderos, propios de despedidas intensas. Un lenguaje gestual con especial
fuerza expresiva”.
Y
sigue diciendo: “En los nuevos circuitos tecnológicos por donde transita la
comunicación, seguimos buscando el tono apropiado. No sabemos cómo saludarnos.
Improvisamos con ingenio y sin fórmulas compartidas. El resultado es por
momentos bastante anárquico. Tenemos que inventar códigos adecuados para
introducirnos y despedirnos”.
“El
correo electrónico, por ejemplo, se resiste –con sensatez- a conservar las
convenciones de aquel intercambio epistolar que viajaba ensobrado y usaba
estampillas. A menudo, luego de enviar un mail, un mensaje o un chat, nos
asaltan dudas. ¿Demasiado frío? ¿Inadecuadamente afectuoso? ¿Sintético por
demás? ¿Con qué entonación lo lee el destinatario?”
“El
mundo adulto se fue apropiando de la jerga de una generación de nativos
digitales que no hace mayor diferencia entre el lenguaje coloquial y la palabra
escrita. Muletillas gráficas, como jaja,
por ejemplo, son hoy una expresión tan corriente y familiar para los jóvenes
como ajena para quienes no lo somos”.
“Entre
estos nuevos hábitos de saludo” –sostiene Susi Mauer- “hay uno en especial,
patentado por los más jóvenes, que merece una reflexión. Al despedirse, es
frecuente escuchar de los jovencitos, con tono enfático, la expresión cuidate… El plato fuerte del saludo es
el cuidado. Un mensaje que transmite interés por el otro, a quien se advierte,
se sugiere, se ruega”.
“Leo
en esta exhortación” –continúa la autora- “una chispa de preocupación por el
otro que alude al compromiso y a nuestra responsabilidad por todos los otros.
No es casual que quien me hiciera reparar en este gesto fuera un amigo puntano,
donde sabiamente suelen tomarse el tiempo y la dedicación que una despedida
merece. Cuidate refuerza, además, la
riqueza gestual y la transparencia afectuosa del abrazo genuino”.
“Cuidate señala una evidencia. Reconoce
que estamos expuestos a una escalada de riesgos y que la experiencia cotidiana
requiere de gestos activos de cuidado. Estos hoy ya no corren solamente por
cuenta de la mirada adulta, paternalista y protectora. Este llamado a la
prudencia, que surge de los adolescentes mismos, es una toma de posición digna
de enfatizar. Una manera fraterna de implicarse subjetivamente, que guarda
estrecha relación con la necesidad de cuidado que hoy tenemos todos”.
Esta
reflexión, como ya hemos dicho, pertenece a la psicoanalista Susi Mauer. ¿Qué
opinan ustedes, queridos oyentes, de la expresión “Cuidate” como forma de
saludo? ¿Suelen recibir un “cuidate” cuando se despiden de alguien? ¿Qué
sienten cuando les sucede? ¿Utilizan ustedes esta expresión?
Clarina Pertiné
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