Hoy quiero
compartir con ustedes algunas reflexiones de Julian Baggini en un libro de
juegos filosóficos que se llama “¿Pienso luego existo?”
El autor
piensa que “Resulta extraordinariamente difícil saber qué pensamos “en
realidad”. El propósito del libro es ofrecer al lector formas entretenidas de
pensar en qué y cómo pensamos… Tras su lectura, bien puede ocurrir que el
lector se descubra pensando que lo que piensa que piensa ya no es lo que
pensaba que pensaba. Y, al igual que esta última oración, esto puede resultar
desconcertante, algo confuso, pero a fin de cuentas bastante divertido”, dice
Baggini.
Hay un
capítulo sobre los tabúes que apunta a examinar nuestra opinión sobre algunas
conductas que en la mayor parte de las sociedades se consideran tan
aborrecibles que participar de ellas supone arriesgarnos a la difamación, el
ostracismo e incluso la muerte.
Se plantea
si rechazamos aquellas acciones prohibidas por el Tabú por buenas razones que
podemos expresar con claridad o simplemente consideramos inaceptables cierta
clase de conductas por motivos cuyas razones están profundamente arraigadas, al
punto de hacernos rechazar estas conductas casi instintivamente.
La palabra
tabú designa un prohibición social basada en supersticiones, prejuicios irracionales,
por temor a un daño inmediato provocado por fuerzas sobrenaturales, que han
existido y aún existen prácticamente en todas las culturas desde épocas muy
primitivas.
Dice
Baggini “El tabú del incesto, por ejemplo, está presente en todas las culturas
humanas y, en el mundo occidental, el incesto es ilegal casi por doquier. Tal
vez pienses que hay buenos motivos para la existencia de este tabú. Por
ejemplo, que los niños nacidos como
fruto de relaciones incestuosas tienen más probabilidades de sufrir problemas
genéticos que otros niños”.
Pero no
siempre disponemos de razones tan claras para calificar como malas algunas de
nuestras acciones morales. Según el autor, “hay una clase de actividades en las
que es mucho más difícil ofrecer argumentos en respaldo de un juicio sobre el
mal moral. Se trata de la clase de actividades que son inocuas, privadas y
consensuales, pero violan sólidas normas sociales.
La pregunta
clave es: ¿puede ser moralmente mala una acción si es enteramente privada y
nadie, ni siquiera la persona que realiza o participa en el acto, se ve
perjudicada por él en absoluto?. Según el autor, muchas personas responderían
que no a esta pregunta pero ellas mismas juzgarían con frecuencia que algunas
de las acciones del Tabú son malas, aún cuando no causen daño a nadie. Y esto
es una contradicción difícil de superar.
A muchos de
aquellos que responden de una manera francamente emocional ante algunos de los
ejemplos de conductas del Tabú, suele resultarles muy difícil ofrecer una
explicación racional o justificar lo que sienten. El autor sostiene que podrían
estar motivados por el “factor asco”, esto es,
la presencia de instintos viscerales que les dotan de rotundas
convicciones morales, que se afanan por racionalizar “a posteriori”.
Baggini
considera que es peligroso arraigar los juicios morales solamente en la
emoción. Este “factor asco” por ejemplo, “puede llevarnos a condenar acciones,
e incluso personas, que no tenemos buenos motivos para condenar. Y da el
ejemplo de los intocables en el sistema indio de castas que, aún cuando la
discriminación en la India de hoy está prohibida, en la práctica a muchos no se
les permite tocar personas de castas superiores, o beber agua de los mismos
pozos o permanecer en lugares cercanos.
Y dice que
es peligroso arraigar los juicios morales solamente en la emoción porque la
extinción total de la emoción en los razonamientos morales también puede tener
un efecto negativo. Según el autor, “cuesta imaginar que las atrocidades del
Holocausto hubieran llegado a producirse si sus perpetradores hubieran sido más
capaces de imaginarse a sí mismos en la posición emocional de sus víctimas”.
Cuestionar
el fundamento racional de los tabúes no significa desterrarlos y hacer campaña
a favor de una sociedad donde el incesto y la profanación de tumbas sea la
norma. Según el autor “La clave está en
abrir nuestra mente y dar cabida a lo repulsivo, porque, si no lo hacemos,
nuestros prejuicios interferirán en la búsqueda de justificaciones adecuadas”.
Hubo un
filósofo que dijo que la filosofía deja el mundo como está. Fue Wittgenstein, y
quizá lo que nos sugiere en este punto es que el principal objetivo de examinar
a fondo nuestras ideas y valores, aún aquellos que visceralmente rechazamos, no
es cambiarlos, sino comprenderlos.
Natalia Peroni
muy buen articulo la verdad es que al pensar sobre tabúes por lo regular siempre lo hacemos muy superficialmente, y esta podría ser otro angulo para verlo.
ResponderEliminarestoy haciendo un trabajo sobre este tema y la verdad es que me dan muchas ideas de que hablar Ü