martes, 25 de septiembre de 2012

Tabúes


Hoy quiero compartir con ustedes algunas reflexiones de Julian Baggini en un libro de juegos filosóficos que se llama “¿Pienso luego existo?”
El autor piensa que “Resulta extraordinariamente difícil saber qué pensamos “en realidad”. El propósito del libro es ofrecer al lector formas entretenidas de pensar en qué y cómo pensamos… Tras su lectura, bien puede ocurrir que el lector se descubra pensando que lo que piensa que piensa ya no es lo que pensaba que pensaba. Y, al igual que esta última oración, esto puede resultar desconcertante, algo confuso, pero a fin de cuentas bastante divertido”, dice Baggini.
Hay un capítulo sobre los tabúes que apunta a examinar nuestra opinión sobre algunas conductas que en la mayor parte de las sociedades se consideran tan aborrecibles que participar de ellas supone arriesgarnos a la difamación, el ostracismo e incluso la muerte. 
Se plantea si rechazamos aquellas acciones prohibidas por el Tabú por buenas razones que podemos expresar con claridad o simplemente consideramos inaceptables cierta clase de conductas por motivos cuyas razones están profundamente arraigadas, al punto de hacernos rechazar estas conductas casi instintivamente.
La palabra tabú designa un prohibición social basada en supersticiones, prejuicios irracionales, por temor a un daño inmediato provocado por fuerzas sobrenaturales, que han existido y aún existen prácticamente en todas las culturas desde épocas muy primitivas.
Dice Baggini “El tabú del incesto, por ejemplo, está presente en todas las culturas humanas y, en el mundo occidental, el incesto es ilegal casi por doquier. Tal vez pienses que hay buenos motivos para la existencia de este tabú. Por ejemplo,  que los niños nacidos como fruto de relaciones incestuosas tienen más probabilidades de sufrir problemas genéticos que otros niños”.
Pero no siempre disponemos de razones tan claras para calificar como malas algunas de nuestras acciones morales. Según el autor, “hay una clase de actividades en las que es mucho más difícil ofrecer argumentos en respaldo de un juicio sobre el mal moral. Se trata de la clase de actividades que son inocuas, privadas y consensuales, pero violan sólidas normas sociales.
La pregunta clave es: ¿puede ser moralmente mala una acción si es enteramente privada y nadie, ni siquiera la persona que realiza o participa en el acto, se ve perjudicada por él en absoluto?. Según el autor, muchas personas responderían que no a esta pregunta pero ellas mismas juzgarían con frecuencia que algunas de las acciones del Tabú son malas, aún cuando no causen daño a nadie. Y esto es una contradicción difícil de superar.
A muchos de aquellos que responden de una manera francamente emocional ante algunos de los ejemplos de conductas del Tabú, suele resultarles muy difícil ofrecer una explicación racional o justificar lo que sienten. El autor sostiene que podrían estar motivados por el “factor asco”, esto es,  la presencia de instintos viscerales que les dotan de rotundas convicciones morales, que se afanan por racionalizar “a posteriori”.
Baggini considera que es peligroso arraigar los juicios morales solamente en la emoción. Este “factor asco” por ejemplo, “puede llevarnos a condenar acciones, e incluso personas, que no tenemos buenos motivos para condenar. Y da el ejemplo de los intocables en el sistema indio de castas que, aún cuando la discriminación en la India de hoy está prohibida, en la práctica a muchos no se les permite tocar personas de castas superiores, o beber agua de los mismos pozos o  permanecer en lugares cercanos.
Y dice que es peligroso arraigar los juicios morales solamente en la emoción porque la extinción total de la emoción en los razonamientos morales también puede tener un efecto negativo. Según el autor, “cuesta imaginar que las atrocidades del Holocausto hubieran llegado a producirse si sus perpetradores hubieran sido más capaces de imaginarse a sí mismos en la posición emocional de sus víctimas”.
Cuestionar el fundamento racional de los tabúes no significa desterrarlos y hacer campaña a favor de una sociedad donde el incesto y la profanación de tumbas sea la norma. Según el autor  “La clave está en abrir nuestra mente y dar cabida a lo repulsivo, porque, si no lo hacemos, nuestros prejuicios interferirán en la búsqueda de justificaciones adecuadas”.
Hubo un filósofo que dijo que la filosofía deja el mundo como está. Fue Wittgenstein, y quizá lo que nos sugiere en este punto es que el principal objetivo de examinar a fondo nuestras ideas y valores, aún aquellos que visceralmente rechazamos, no es cambiarlos, sino comprenderlos.
Natalia Peroni

1 comentario:

  1. muy buen articulo la verdad es que al pensar sobre tabúes por lo regular siempre lo hacemos muy superficialmente, y esta podría ser otro angulo para verlo.
    estoy haciendo un trabajo sobre este tema y la verdad es que me dan muchas ideas de que hablar Ü

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