Hoy quiero leerles algo
que un amigo me envió por mail y que a su vez le fue remitido por otra persona
que a su vez lo recibió de otra y ahí se perdió el rastro de este relato. Lo
cual es una lástima, porque me hubiera gustado saber quién es su autor, no solo
para citarlo sino para felicitarlo, ya que en este espacio celebramos la mirada
positiva sobre una edad que, a veces, tiene mala prensa.
El autor de los siguientes
párrafos llama “sexalescencia” a la etapa de la vida que comienza a los 60 años
y dice que es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra
"sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales
la posibilidad de envejecer.
Se trata de una verdadera
novedad demográfica, parecida a la aparición, en su momento, de la
"adolescencia", que también fue una franja social nueva que surgió a
mediados del siglo XX para dar identidad a una masa de niños desbordados, en
cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse ni cómo
vestirse.
Este nuevo grupo humano
que hoy ronda los sesenta o setenta, dice nuestro anónimo autor, ha llevado una
vida razonablemente satisfactoria. Se trata de hombres y mujeres independientes,
que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado
tétrico que tanta literatura latinoamericana le dio durante décadas al concepto
del trabajo.
Lejos de las tristes
oficinas de Onetti o Roberto Arlt, esta gente buscó y encontró hace mucho la
actividad que más le gustaba y se ganó la vida con eso.
Debe ser por esta razón
que se sienten plenos; algunos, de hecho, ni sueñan con jubilarse. Los que ya
se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al
ocio o a la soledad. Crecen desde adentro en uno y en la otra. Disfrutan el
ocio porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y
sucesos fortuitos, bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una
paloma desde el quinto piso del departamento.
Dentro de ese universo de
personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante.
Ella trae décadas de experiencia
de hacer su voluntad y de ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían
soñado con ocupar.
Esta mujer “sexalescente”
sobrevivió a la borrachera de poder que le dio el feminismo de los años 60. En
aquellos momentos de su juventud en que los cambios eran tantos, pudo detenerse
a reflexionar sobre qué quería en realidad.
Algunas mujeres se fueron a vivir solas, otras
estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, otras
eligieron tener hijos, otras eligieron no tenerlos, fueron periodistas, atletas
o crearon su propio "YO, S.A.". Pero cada una hizo su voluntad.
Reconozcamos que no fue un asunto fácil y todavía lo van diseñando
cotidianamente.
Pero algunas cosas ya
pueden darse por sabidas, por ejemplo, que no son personas detenidas en el
tiempo; la gente de sesenta o setenta años, tanto hombres como mujeres, maneja
la computadora como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben y se ven vía
Skype con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del teléfono para
contactar a sus amigos y les escriben un mail con sus ideas y vivencias.
Por lo general, están
satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran
cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los
jóvenes, los “sexalescentes” conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se
pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, a lo sumo toma nota… y a otra
cosa.
La gente mayor comparte la
devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza,
pero no se siente en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio
estilo…
Saben de la importancia de
una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la
experiencia.
Hoy la gente de 60 o 70
está estrenando una edad que todavía no
tiene nombre.
Antes, los de esa edad
eran viejos y hoy ya no lo son: hoy están plenos física e intelectualmente. Recuerdan
la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de
caídas y nostalgias y ellos lo saben. La gente de 60 y 70 años celebra el sol
cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo… Quizás por alguna razón
secreta que sólo saben y sabrán los del siglo XXI.
Nosotras, las conductoras
de este espacio, no somos todavía sexalescentes pero esperamos sin miedo y
hasta con una sonrisa pícara esta etapa de la vida. ¿Y ustedes? ¿La están
transcurriendo? ¿De qué manera viven esa experiencia? ¿Pueden sentirse plenos?
Natalia Peroni
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