¿Leyeron alguna vez “El principito”? A simple vista
parece un libro para niños, por la forma en que está escrito y por su lenguaje,
que es sumamente claro y sencillo. Si no lo hubiéramos leído y lo hojeáramos
sin saber de qué se trata, los dibujos, hechos por el propio autor, nos
convencerían de que es un cuento infantil.
Pero no lo es. Al menos no era esa la intención de
Antoine de Saint-Exupèry, un aviador francés y escritor que se hizo famoso por
este relato corto, publicado por primera vez en Estados Unidos en 1943. Hasta
hoy, “El Principito” ha sido traducido a 80 idiomas y dialectos y es una de las
obras más reconocidas de la literatura universal.
El libro cuenta la historia de un aviador que se pierde
en el desierto de Sahara a raíz de una avería en su avión. Luego de la primera
noche, se despierta sorprendido por una extraña voz -la del principito-
rogándole que le dibuje un cordero.
A partir de ese momento, y a través de sus diálogos con
este extraño personaje, el autor revela su propia visión sobre la naturaleza
humana, sobre la necedad y algunos pocos aciertos de los adultos que perdieron
la sabiduría de los niños.
El principito había abandonado su planeta, no más
grande que una casa, cansado de los reproches y reclamos de su flor. Su ilusión
era explorar otros mundos.
Aprovechó una migración de pájaros para emprender su
viaje y recorrer el universo. Así fue visitando varios planetas, cada uno de
ellos habitado por un personaje que, a su manera, revela lo vacías que pueden
volverse las personas cuando crecen.
La flor nos muestra el orgullo, la vanidad y el egoísmo
que muchas veces nos dominan.
El rey representa la ambición de poder, un poder
irracional, por otra parte, ya que ordena hacer cosas que obviamente se harían
de cualquier modo. Por ejemplo, exige la puesta del sol al atardecer.
El vanidoso simboliza el deseo desmedido de
reconocimiento y de admiración social.
El borracho es la imagen de la falta de fuerza de
voluntad y de superación humana: bebe para olvidar que tiene vergüenza de
beber.
El hombre de negocios encarna la avaricia y la ambición
económica. Está siempre ocupado contando las estrellas que piensa poseer.
Planea utilizarlas para comprar más estrellas.
El farolero vive en un asteroide que rota una vez por
minuto.
Mucho tiempo atrás, al farolero le fue encargada la
tarea de encender el farol de noche y apagarlo de día. En esa época la rotación
era más lenta y él tenía tiempo de descasar, pero al acelerarse la rotación, el
farolero se vio obligado a encender y apagar el farol una vez por minuto, lo
cual no le permite descansar nunca.
Es el único personaje con características positivas que
conoce el principito, y esos rasgos son la lealtad y la responsabilidad.
El geógrafo pasa todo el tiempo encerrado en su
gabinete elaborando mapas, pero jamás se aleja de su escritorio para explorar. Quizás
ese tipo de pasión por el trabajo que nos aísla del mundo sea lo que nos quiere
mostrar el autor a través de este personaje que no tiene contacto con el
exterior ni con otros seres humanos.
Él es quien, sin embargo, le sugiere al principito
visitar la Tierra, un planeta con muy buena reputación.
El principito llega a la Tierra y encuentra una hilera
de rosales. Entonces se deprime porque descubre que su flor no era única.
Finalmente conoce al zorro, que le enseña el verdadero
sentido de la amistad y la esencia de las relaciones humanas y de los vínculos.
El zorro le explica al principito que su rosa es única y especial porque es la
que él ama.
Y antes de despedirse, le regala su secreto: “Solo con
el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos…”
Voy a tomar prestada la
dedicatoria de Saint Exupèry para decirles que estos minutos en que hemos
recordado juntos la belleza y la sabiduría de “El principito”, son un regalo para
el niño que alguna vez todos fuimos. Para que nunca dejemos de soñar que hay
otro mundo posible.Natalia Peroni
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