miércoles, 1 de agosto de 2012

El Principito


¿Leyeron alguna vez “El principito”? A simple vista parece un libro para niños, por la forma en que está escrito y por su lenguaje, que es sumamente claro y sencillo. Si no lo hubiéramos leído y lo hojeáramos sin saber de qué se trata, los dibujos, hechos por el propio autor, nos convencerían de que es un cuento infantil.
Pero no lo es. Al menos no era esa la intención de Antoine de Saint-Exupèry, un aviador francés y escritor que se hizo famoso por este relato corto, publicado por primera vez en Estados Unidos en 1943. Hasta hoy, “El Principito” ha sido traducido a 80 idiomas y dialectos y es una de las obras más reconocidas de la literatura universal.
El libro cuenta la historia de un aviador que se pierde en el desierto de Sahara a raíz de una avería en su avión. Luego de la primera noche, se despierta sorprendido por una extraña voz -la del principito- rogándole que le dibuje un cordero.
A partir de ese momento, y a través de sus diálogos con este extraño personaje, el autor revela su propia visión sobre la naturaleza humana, sobre la necedad y algunos pocos aciertos de los adultos que perdieron la sabiduría de los niños.
El principito había abandonado su planeta, no más grande que una casa, cansado de los reproches y reclamos de su flor. Su ilusión era explorar otros mundos.
Aprovechó una migración de pájaros para emprender su viaje y recorrer el universo. Así fue visitando varios planetas, cada uno de ellos habitado por un personaje que, a su manera, revela lo vacías que pueden volverse las personas cuando crecen.
La flor nos muestra el orgullo, la vanidad y el egoísmo que muchas veces nos dominan.
El rey representa la ambición de poder, un poder irracional, por otra parte, ya que ordena hacer cosas que obviamente se harían de cualquier modo. Por ejemplo, exige la puesta del sol al atardecer.
El vanidoso simboliza el deseo desmedido de reconocimiento y de admiración social.
El borracho es la imagen de la falta de fuerza de voluntad y de superación humana: bebe para olvidar que tiene vergüenza de beber.
El hombre de negocios encarna la avaricia y la ambición económica. Está siempre ocupado contando las estrellas que piensa poseer. Planea utilizarlas para comprar más estrellas.
El farolero vive en un asteroide que rota una vez por minuto.
Mucho tiempo atrás, al farolero le fue encargada la tarea de encender el farol de noche y apagarlo de día. En esa época la rotación era más lenta y él tenía tiempo de descasar, pero al acelerarse la rotación, el farolero se vio obligado a encender y apagar el farol una vez por minuto, lo cual no le permite descansar nunca.
Es el único personaje con características positivas que conoce el principito, y esos rasgos son la lealtad y la responsabilidad.
El geógrafo pasa todo el tiempo encerrado en su gabinete elaborando mapas, pero jamás se aleja de su escritorio para explorar. Quizás ese tipo de pasión por el trabajo que nos aísla del mundo sea lo que nos quiere mostrar el autor a través de este personaje que no tiene contacto con el exterior ni con otros seres humanos.
Él es quien, sin embargo, le sugiere al principito visitar la Tierra, un planeta con muy buena reputación.
El principito llega a la Tierra y encuentra una hilera de rosales. Entonces se deprime porque descubre que su flor no era única.
Finalmente conoce al zorro, que le enseña el verdadero sentido de la amistad y la esencia de las relaciones humanas y de los vínculos. El zorro le explica al principito que su rosa es única y especial porque es la que él ama.
Y antes de despedirse, le regala su secreto: “Solo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos…”
Voy a tomar prestada la dedicatoria de Saint Exupèry para decirles que estos minutos en que hemos recordado juntos la belleza y la sabiduría de “El principito”, son un regalo para el niño que alguna vez todos fuimos. Para que nunca dejemos de soñar que hay otro mundo posible.
Natalia Peroni

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