Hoy
les propongo que hablemos acerca de los ritos.
Cuando
me levanto a la mañana, me preparo el desayuno, pongo sobre la mesa una bandeja
grande, la cubro con un individual y comienzo una serie de acciones que se
repiten cada día y que forman parte de un ritual que disfruto plenamente, que
me pone de buen humor y que hace que mi día comience de una manera que me
encanta: tomando el desayuno en la cama. Este es uno de los tantos ritos
cotidianos que me producen placer.
Anselm
Grün, monje benedictino a quien ya hemos citado cuando hablamos de los límites
sanadores, escribió un libro que se llama “Cincuenta ritos para la vida”, donde
nos cuenta que hace algunos años se ha redescubierto la importancia y la necesidad
de los ritos para los seres humanos. No se refiere exclusivamente a los ritos
religiosos, sino que habla de los ritos personales que, en mayor o menor medida,
marcan la vida cotidiana y configuran la vida familiar, empresarial y social.
Hay ritos personales y totalmente
individuales: en las transiciones del día a la noche, de un día a otro y de un
año a otro. Y hay ritos de transición típicos, de los que habla la ciencia de
las religiones y que se conocen en todas las culturas: en el nacimiento y en la
muerte de una persona, en la llegada a la edad adulta, en la mitad de la vida y
en el paso a la vejez.
Anselm
Grün explica la etimología de la palabra “rito” y nos acerca un aspecto muy
interesante para tener en cuenta.
Dice
que la palabra “rito”, desde el punto de vista de la historia del lenguaje,
guarda relación con la antigua raíz india rtáh, que significa adecuado,
correcto. Los ritos, por consiguiente, llevan a cabo algo que es adecuado para el ser humano y su ritmo
vital; que es apropiado y correcto para él.
El
autor de “Cincuenta ritos para la vida” describe una serie de funciones que él
atribuye a los ritos y además les otorga una visión poética y mística. Esas
funciones son las siguientes:
Los ritos abren
el cielo sobre nuestra vida: A pesar de
hablar de ellos como ciertas costumbres diarias, los asocia a lo religioso y
dice que “traen el cielo a la tierra en medio de la vida cotidiana.” Y nos transmiten la cercanía sanadora y
amorosa de Dios.
Los ritos ahondan las relaciones: En los ritos personales, en una celebración,
por ejemplo, lo importante es nuestra relación con el otro. Quien celebra es
visto, es percibido. Cuando un rito sale bien–por ejemplo, una fiesta de
cumpleaños–, se profundizan las relaciones existentes entre quienes lo
celebran, y surgen entre ellos otras nuevas.
Los ritos fundan una identidad: Son una manera de
celebrar el día y la vida y de darles una
forma determinada. Pero los ritos no fundamentan únicamente la identidad
personal de un individuo. Cuando tienen lugar en el correspondiente ámbito
social, fundamentan o ahondan también la identidad de una familia o de una
empresa. La celebramos con ritos, y de ese modo entramos en contacto con las
raíces de nuestra vida y de nuestra identidad personal y colectiva.
Los ritos crean un lugar sagrado y un
tiempo sagrado: Ese espacio
sagrado es algo sobre lo cual este mundo de lo cotidiano no tiene ningún poder.
Según lo entendían los griegos, sólo lo sagrado es capaz de curar, de sanar. El
tiempo sagrado es un tiempo que le pertenece a la persona que realiza el rito.
Los ritos crean hogar. Proporcionan y
refuerzan la sensación de estar en casa. Muchas veces repetimos los mismos
ritos que realizaban nuestros padres y abuelos; eso nos brinda una sensación de
continuidad y fortalece la confianza en que participamos de la fuerza de vida y
de fe de los antepasados.
Los ritos son un lugar de encuentro
conmigo mismo y con Dios. Los ritos nos ponen en contacto con nosotros
mismos y con nuestro centro.
En
definitiva, amigos oyentes, quizás
muchos de ustedes sientan, como yo, que no cambiaríamos nuestros ritos por nada
del mundo y que con ellos la vida es mucho más placentera.
Vicky Detry
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