lunes, 13 de agosto de 2012

El enigma del sufrimiento


Para Santiago Kovadloff, ensayista y poeta argentino, el sufrimiento es un enigma. En aras de descifrarlo, escribió un libro que hoy queremos recomendarles. Se llama “El enigma del sufrimiento” e intenta responder a una pregunta que con seguridad todos nos hemos hecho alguna vez en la vida: ¿Por qué sufrimos?
Puede ser un trastorno corporal o un desequilibrio psíquico lo que nos provoca dolor. O puede ser un amor perdido, una muerte inesperada aquello que nos enfrenta con la presencia extraña del dolor. Extraña porque ese ser que hasta entonces no había padecido dolor, siente que perdió la homogeneidad que creía tener. A ese ser homogéneo Kovadloff lo llama el Único, al dolor lo llama Intruso y es el encuentro inevitable de ambos lo que nos convierte en personas.
La persona es, en definitiva, quien logra la singularidad. Porque si el Intruso, o el dolor irrumpe y el Único cae, muere, se deshace, el dolor se convierte en una herida que horroriza a quien todavía se sueña idéntico, a quien todavía se concibe como un yo ideal.
Pero si en cambio hay un reconocimiento del dolor en nosotros, damos cabida al sufrimiento. No nos desconocemos frente a ese dolor, sino que nos reconocemos. Nos reconocemos aunque ese ser no sea el que hubiéramos querido ser, ni el que nos imaginábamos.
Por eso el dolor y nuestras aspiraciones cohabitan, no se excluyen una a la otra. El cuerpo que antes nos pertenecía como Únicos, ahora convive con el dolor. Con el dolor de los fracasos, de la muerte, de los desamores.
Y por eso Kovadloff dice que los seres humanos somos crisis. El dolor irrumpe y luego sobreviene el sufrimiento, que no nos somete sino que, si logramos salir airosos de la contienda, nos transfigura. Y dejamos de ser hombres o mujeres dolientes.
Creo que en definitiva el mensaje es alentador. Según Kovadloff, no se trata de un dolor que implica la destitución de nuestras mejores aspiraciones sino de un sufrimiento que nos habilita a constituirnos como personas. Que provee al dolor de una significación y lo despoja del sinsentido.
Porque el dolor irrumpe, se autoimpone, tiene como signo la fatalidad. “Al sufrimiento, en cambio, se accede”, dice el autor. Debemos salir a su encuentro para que el dolor, que echó por tierra el espejismo de ser las personas que queríamos ser, no salga ganando la batalla.
Hace algunos días hablamos de las máscaras, de acuerdo con la interpretación de Nietzsche. Kovadloff se apropia de esa mirada y dice que esa máscara no encubre sino que descubre. Y dice también que el hombre de la máscara se pronuncia, y que pronunciarse es actuar.  Actuar, enmascararse, es “lograr que el dolor destructivo se convierta en sufrimiento constructivo”.
El sufrimiento no nos tiene por objeto, sino por protagonistas. El sufrimiento implica conferir sentido al padecimiento.
Y es, por cierto, un camino hacia el júbilo, hacia la felicidad. Porque dolor y sufrimiento son para Kovadloff dos expresiones del padecimiento. El sufrimiento supone un rédito para el sujeto, que se logra solo con la transformación del dolor, que no es otra que la transformación de la persona que lo padece.  Y que supone un momento de máxima riqueza personal.
A veces me imagino una vida sin dolor, de ningún tipo. Sin dolor físico o psíquico, sin dolor propio ni dolor ajeno. Un Edén, quizá. Sé que no existe, al menos en este mundo. He aquí una respuesta posible a la primera reacción frente a una herida de este tipo. ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Porque lograr que el dolor, que es un Intruso, se transforme en sufrimiento, puede ser un camino para el júbilo, para nuestra realización y nuestra transformación en personas.
Natalia Peroni

1 comentario:

  1. Entiendo el dolor y sufrimiento no como algo inutil o vacío de contenido, segun interpreto a Kovadloff sino como algo inevitable y hasta necesario que conlleva un propósito: la transformación. El enigma reside en qué sujeto nos tranformamos en el padecimiento??? Qué máscara elegimos para descubrirnos, en cuantos o cuales seres nos disfrazaremos para llegar a SER.
    ME PARECE UNA OBRA QUE ILUMINA LA CONDICIÓN HUMANA. SIN LUGAR A DUDAS. *****

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