Para
Santiago Kovadloff, ensayista y poeta argentino, el sufrimiento es un enigma.
En aras de descifrarlo, escribió un libro que hoy queremos recomendarles. Se
llama “El enigma del sufrimiento” e intenta responder a una pregunta que con
seguridad todos nos hemos hecho alguna vez en la vida: ¿Por qué sufrimos?
Puede ser un
trastorno corporal o un desequilibrio psíquico lo que nos provoca dolor. O
puede ser un amor perdido, una muerte inesperada aquello que nos enfrenta con
la presencia extraña del dolor. Extraña porque ese ser que hasta entonces no
había padecido dolor, siente que perdió la homogeneidad que creía tener. A ese
ser homogéneo Kovadloff lo llama el Único,
al dolor lo llama Intruso y es el encuentro inevitable de ambos lo que
nos convierte en personas.
La persona
es, en definitiva, quien logra la singularidad. Porque si el Intruso, o el
dolor irrumpe y el Único cae, muere, se deshace, el dolor se convierte en una
herida que horroriza a quien todavía se sueña idéntico, a quien todavía se
concibe como un yo ideal.
Pero si en
cambio hay un reconocimiento del dolor en nosotros, damos cabida al sufrimiento. No nos desconocemos frente a ese dolor, sino
que nos reconocemos. Nos reconocemos
aunque ese ser no sea el que hubiéramos querido ser, ni el que nos imaginábamos.
Por eso el
dolor y nuestras aspiraciones cohabitan, no se excluyen una a la otra. El
cuerpo que antes nos pertenecía como Únicos, ahora convive con el dolor. Con el
dolor de los fracasos, de la muerte, de los desamores.
Y por eso Kovadloff
dice que los seres humanos somos crisis.
El dolor irrumpe y luego sobreviene el sufrimiento, que no nos somete sino que,
si logramos salir airosos de la contienda, nos transfigura. Y dejamos de ser
hombres o mujeres dolientes.
Creo que en
definitiva el mensaje es alentador. Según Kovadloff, no se trata de un dolor
que implica la destitución de nuestras mejores aspiraciones sino de un sufrimiento
que nos habilita a constituirnos como personas. Que provee al dolor de una
significación y lo despoja del sinsentido.
Porque el
dolor irrumpe, se autoimpone, tiene como signo la fatalidad. “Al sufrimiento,
en cambio, se accede”, dice el autor. Debemos salir a su encuentro para que el
dolor, que echó por tierra el espejismo de ser las personas que queríamos ser,
no salga ganando la batalla.
Hace
algunos días hablamos de las máscaras, de acuerdo con la interpretación de
Nietzsche. Kovadloff se apropia de esa mirada y dice que esa máscara no encubre
sino que descubre. Y dice también que el hombre de la máscara se pronuncia, y que
pronunciarse es actuar. Actuar,
enmascararse, es “lograr que el dolor destructivo se convierta en sufrimiento
constructivo”.
El
sufrimiento no nos tiene por objeto, sino por protagonistas. El sufrimiento
implica conferir sentido al padecimiento.
Y es, por
cierto, un camino hacia el júbilo, hacia la felicidad. Porque dolor y sufrimiento
son para Kovadloff dos expresiones del padecimiento. El sufrimiento supone un
rédito para el sujeto, que se logra solo con la transformación del dolor, que
no es otra que la transformación de la persona que lo padece. Y que supone un momento de máxima riqueza
personal.
A veces me imagino una vida
sin dolor, de ningún tipo. Sin dolor físico o psíquico, sin dolor propio ni
dolor ajeno. Un Edén, quizá. Sé que no existe, al menos en este mundo. He aquí
una respuesta posible a la primera reacción frente a una herida de este tipo.
¿Por qué? ¿Por qué a mí? Porque lograr que el dolor, que es un Intruso, se
transforme en sufrimiento, puede ser un camino para el júbilo, para nuestra
realización y nuestra transformación en personas.Natalia Peroni
Entiendo el dolor y sufrimiento no como algo inutil o vacío de contenido, segun interpreto a Kovadloff sino como algo inevitable y hasta necesario que conlleva un propósito: la transformación. El enigma reside en qué sujeto nos tranformamos en el padecimiento??? Qué máscara elegimos para descubrirnos, en cuantos o cuales seres nos disfrazaremos para llegar a SER.
ResponderEliminarME PARECE UNA OBRA QUE ILUMINA LA CONDICIÓN HUMANA. SIN LUGAR A DUDAS. *****