“Borges
y la matemática” es el título de un libro de Guillermo Martínez que intenta
vincular algunos elementos de matemática con elementos de estilo en Borges.
Antes de comentarles algunas consideraciones del libro de Martínez, les cuento
que Borges, a mi criterio, es un autor para ser leído pero también sobre el que
se ha escrito mucho. Vale también la pena explorar lo que muchos autores investigaron
sobre su obra.
Martínez
empieza por analizar el concepto de infinito, uno de los conceptos matemáticos
que fascinaba a BOrges. Y dice sobre el símbolo del Aleph; “Un brazo que señala
al cielo y el otro que señala a la tierra. El símbolo de los números transfinitos, en los que, como dice
Borges, el todo no es mayor que alguna de
las partes. …Esta última frase significa el quiebre de un postulado
aristotélico según el cual el todo debe ser mayor que cualquiera de las partes.
En
este punto, les propongo pensar la idea de infinito. ¡Pero no se vayan, no es
difícil!. Al menos yo no soy matemática y lo entendí. Veamos si puedo
transmitirlo correctamente. Hasta 1870,
época en la que Cantor comienza a trabajar con su teoría de conjuntos, los
matemáticos usaban como símbolo del infinito un 8 invertido. Pensaban que había
un único infinito, no se planteaban la posibilidad de que hubiera variedades de
infinito. Pero Cantor llega a una nueva idea de infinito, que es la que suscita
la paradoja mencionada anteriormente sobre el Aleph.
Supónganse
que tenemos dos conjuntos, uno con personas y otro con sillas. 10 personas en
el primer conjunto, 10 sillas en el otro.
Cantor dice que en el contexto finito, “los conjuntos A y B tienen la
misma cantidad de elementos si y solo si puedo establecer una correspondencia
perfecta uno a otro entre ellos”. O sea, puedo sacar una flecha de cada persona
del conjunto A y llevarla a cada silla el conjunto B.
¿Pero
qué ocurre cuando saltamos al ámbito de lo infinito? Dice Martínez, “Uno de los
dos conceptos equivalentes deja de tener sentido. Qué significa hablar de “cantidad
de elementos" de un conjunto infinito cuando uno no puede terminar de
contar? Esta parte ya no la puedo usar, pero sí puedo usar todavía la segunda
parte. La segunda parte sobrevive, todavía podemos establecer, para conjuntos
infinitos, correspondencias perfectas uno a uno como hicimos entre las personas
y las sillas”.
Y
entonces surgen los problemas. Pensemos en dos conjuntos. El conjunto A tiene
los números naturales, aquellos que usamos para contar, 1,2 3, 4…. Es un
conjunto con un número infinito de elementos. Pensemos en otro conjunto, el B,
donde pongamos los números pares. Sabemos que los números pares los podemos
formar multiplicando por 2 los números naturales. Con el 1 formamos el 2, con
el 2 formamos el 4, con el 3 el 6 y así sucesivamente. Pero entonces nos
encontraríamos que habría tantos números naturales como números pares. Sin
embargo, los números pares son una “mitad” de los naturales.
Este
es el nudo de la aparente paradoja, una parte de los números naturales, los
números pares, es tan grande como el todo. Hay una parte que equivale al todo.
Y dice Martínez, “Este es el tipo de paradoja que maravillaba a Borges; en el
infinito matemático, el todo no es necesariamente mayor que cualquiera de las
partes. Hay partes propias que son tan grandes como el todo. Hay partes que son
equivalentes al todo.”
En
el cuento de Borges EL Aleph, en El libro de Arena o La biblioteca de Babel se
tocan estos temas. Relatos maravillosos, que ahora que contamos estos pequeñísimos
conocimientos de matemáticas, quizá podamos volver a leer y entender mejor.
Hay
otros elementos matemáticos en la obra de Borges. Pero prefiero quedarme con el
infinito y tratar de pensar junto a ustedes, otras paradojas que suscitan este
tipo de conjuntos con más elementos de los que jamás podríamos llegar a contar.
Natalia Peroni
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