martes, 2 de abril de 2013

La belleza


Mientras pensaba cómo abordar el tema de la belleza, de lo bello, se me ocurrió googlear la palabra. El primer resultado que me mostró el buscador virtual es la definición de la palabra por  Wilkipedia. Luego se desplegaron estos títulos “Todo lo que necesitas para estar más guapa y en forma” “Belleza y salud, Aprende a domar la melena de león”, “Trucos de belleza para mujeres, maquillaje peinados”, “Noticias sobre el Buenos Aires Fashion Week”, “Ofertas de belleza, Modela tu cuerpo con un nuevo sistema no invasivo”.
Pero como una imagen vale más que mil palabras, abrí la solapa del buscador que desplegó cientos de fotos de mujeres ciertamente muy bellas, la mayoría de ellas jóvenes, delgadas, con y sin ropa pero siempre elegantes, glamorosas, podríamos decir.
Y pensé que para Google la belleza es cosa de mujeres. De mujeres de no más de 30 años y menos de 50 kgs.
Es difícil reconstruir el camino que realizamos en una búsqueda por internet, pero creo recordar que fueron dos o tres intentos más lo que me llevaron a buscar imágenes sobre Rubens, un pintor barroco del siglo XVI. Tiene muchos cuadros con mujeres al desnudo que representaban el ideal de belleza del momento. Los convoco a contrastar el ideal de la mujer bella de la actualidad con  la comparación de una de las obras de Rubens, por ejemplo Las tres gracias.
Créanme que es muy difícil pensar que ambos modelos de belleza correspondan a un mismo concepto, el de la mujer bella.
Y luego de esta larga introducción me sumerjo en una de las preguntas que podemos hacernos con respecto a la belleza. No solo de la belleza de la mujer, que no es la única que la posee. De la belleza de las cosas, de los seres humanos, de la naturaleza, de la vida.
Es objetiva o subjetiva, relativa o absoluta? Como la belleza es un valor podemos generalizar la pregunta de esta manera, ¿tienen valor las cosas porque las deseamos o las deseamos porque tienen valor?.
Si sostenemos que la belleza (o cualquier otro valor) es objetiva, decimos que se encuentra en la realidad exterior al sujeto que la capta. Esto puede querer decir que esta en las cosas sensibles, en otro mundo distinto del que percibimos, en Dios o en otro lugar. Si decimos que es subjetiva, implica que está dentro del sujeto que la aprecia.
Ambas posiciones abren preguntas. De la primera podemos cuestionarnos cuál es ese conjunto de reglas que permite establecer si un objeto es bello o no lo es. Es la armonía, por ejemplo? La proporción o equilibrio de los objetos que la componen?
Si es subjetiva, la belleza dependerá del gusto, pero del gusto de quién? ¿De un grupo de individuos? ¿De cada individuo en particular. ¿Del ser humano como tal? A estos se refiere el refrán “sobre gustos no hay nada escrito” y entonces, desde esta postura, ¿le cabe algún lugar a la crítica en materia estética?
El que sostiene que la belleza es absoluta está convencido de que es única y que, a lo sumo, puede ocultarse en algunas épocas y aparecer en otras. Si, en cambio, pensamos que es relativa, tendremos que aclarar como lo señalamos antes con la subjetividad, si esa relatividad tiene que ver con cada una de las personas, con los miembros de una clase social o aquellos contemporáneos a un mismo período histórico. Desde esta postura, nuevamente, no resulta fácil explicar porque algunas obras han sido juzgadas como poseedoras de una gran belleza a lo largo de extensos períodos históricos.
Natalia Peroni

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