Quería
compartir con ustedes algunas reflexiones que me surgieron a partir de la
visita que hice la semana pasada a Tecnópolis. Si tienen la excusa, como yo, de
sacar a pasear a algún hijo, sobrino o nieto les recomiendo el paseo que es no
solo instructivo, sino gratuito.
Entré con
entusiasmo al stand Tierra de dinos, donde se pueden aprender muchas cosas
sobre los dinosaurios, animales que siempre me causaron muchísima curiosidad.
Me parecen la prueba cabal de que lo grande, lo inmenso, no siempre es lo más
fuerte.
Supe
entonces que los dinosaurios son un grupo de reptiles que se originaron hace
240 millones de años, a mediados del periodo Triásico. Su nombre deriva del
griego deynos (terrible) y sauros (reptil). Dominaron el medio terrestre de
nuestro planeta por unos 170 millones de años. En este punto los invito a
pensar que su extinción ocurrió hace 65 millones de años y hace solo 5 millones
de años aparecen los primeros seres humanos.
Claro que
la tierra, por esa época, no era la misma, los continentes se unieron y se
separaron, algunos emergieron del agua y otros se hundieron. El clima, la
vegetación tampoco eran los mismos, quizá tengamos que usar un poco la imaginación
para imaginar el hábitat de estos animales que llegaron a tener en algunas de
sus variantes 36 metros de largo.
Pero que
aún así, aún teniendo el ese tamaño, no pudieron sobrevivir a los cambios. La
extinción de los dinosaurios fue una de las cinco grandes extinciones que
marcaron la historia de nuestro planeta. Hay varias hipótesis para tremenda
tragedia. Algunas tienen que ver con cambios climáticos, la aparición de virus,
envenenamiento del aire y la caída de un asteroide.
Y entonces
me puse pensar en el hombre, como otra especie de las tantas que habitan nuestro
planeta. Una más pero diferente, ya que hasta donde sabemos, en la tierra al
menos, seríamos los únicos ejemplares provistos de razón.
Y en tal
sentido, podemos prever algunas cosas. Podríamos contar con información que nos
ayude a paliar o evitar las causas de un desastre natural que provocara nuestra
extinción.
Adelantos
científicos mediante deberíamos ser capaces de mejorar nuestro hábitat, de
hacerlo más habitable para todos. Pero, ¿lo estamos haciendo? ¿Estamos siendo
responsables en el uso que hacemos de los recursos naturales? ¿Pensamos con
inteligencia y bondad la tierra que le estamos dejando a nuestros hijos, nietos
y generaciones venideras?
A veces
creemos que pensar en un futuro lejano, 100 años por ejemplo, es muchísimo.
Hagámoslo entonces para los próximos 10 o 20 años, para el disfrute de aquellos
a quienes amamos y deseamos que vivan bien. Y enseñémosle a ellos a pensar en
los próximos 20 años y así sucesivamente.
Porque me
puse a pensar que si seguimos abusando de las riquezas naturales, si utilizamos
la ciencia para destruir y no para construir, quizá dentro de algunos miles o
millones de años resulta que nos extinguimos. Y me imagino a nuestros sucesores
estudiando nuestras huellas e imaginando nuestro hábitat y nuestras costumbres
de acuerdo con los restos fósiles que de nosotros encuentren. Y me pregunto,
los paleontólogos de hoy que se dedican a los dinosaurios, ¿serán parecidos a
los colegas del futuro que estudien al hombre? ¿Qué pensaran de nosotros?
Mientras
tanto, si ves un gorrión o una paloma en este Buenos Aires que deja ver poco
cielo y pocos pájaros, sabe que las aves son dinosaurios que sobrevivieron a la
extinción. Es difícil de creer, no es cierto?
Natalia Peroni
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