Las palabras merecen
respeto. En este mundo tan mediatizado, las palabras a veces suenan como
ruidos: escuchamos tantas que puede suceder que nos olvidemos de su
significado.
No son cáscaras de nueces
vacías, con sonido hueco. Las palabras arrastran mundo, contienen sentido.
Les proponemos pensar en
las palabras porque en ellas lo que pesa es lo de adentro. No nos da lo mismo
una palabra que otra porque cada una, como una llave fantástica, abre un mundo
diferente.
Decir amor no es lo mismo
que decir querer, o cariño. No es igual decirle a alguien te amo, te quiero o
te estimo. “Todos dicen te quiero” es una excelente película de Woody Allen,
pero quizás, si vamos a decirles te quiero a todos, habría que buscar otra
palabra para expresar nuestro amor a quienes realmente son nuestras personas
queridas.
Las palabras, además, se
prestan para juegos. A veces pueden confundirnos un poco, como cuando se
arriman entre ellas y configuran universos distintos, misteriosos, insondables.
Y así van surgiendo
nuestros decires: hablamos de las malas palabras, de no entender ni una
palabra, de dar la palabra, de palabras mágicas o de la palabra santa, de
palabras mayores o de cruzar algunas palabras, y también nos gusta tener la
última palabra.
En este aire de radio que
nos une queremos plantearles el desafío de recuperar el valor de la palabra,
que nos hace más humanos, más dignos de este ser personas que compartimos.
Decía Heidegger que la palabra es la casa del ser. Y así como nuestras casas
dicen mucho de nosotros, las palabras que usamos también nos revelan. Tanto
como las que callamos.
Las palabras cantan si les
ponemos música, riman si hacemos poesía, cuentan historias, resumen anhelos y
son protagonistas de nuestros sueños. Jamás se agotan, podemos usarlas todas y
siempre volverán brillantes, impolutas o gastadas, para conversar con un amigo,
contarles un cuento a nuestros hijos o releer una historia con la misma
fascinación que la primera vez.
Dice Neruda, un gran
amante y excelente arrimador de palabras, que los conquistadores se podrán
haber llevado el oro y todas las riquezas de América pero nos dejaron lo mejor,
nos dejaron las palabras. Y con ellas nos legaron una lengua, un idioma
vastísimo, rico y maravilloso que nos brinda la oportunidad de comunicarnos
dando lo mejor de nosotros.
En este espacio celebramos
la magia de las palabras. De todas aquellas palabras que nos permiten recorrer
y hasta inventar mundos juntos, habitar realidades y fantasías, entablar
relaciones más sinceras.
Queremos tender el puente
de la palabra entre ustedes y nosotros para empezar a conocerlos. También para
acercarles las palabras de otros, que nos enriquecen.
Hoy las redes sociales nos
dan y nos quitan oportunidades en ese sentido. La brevedad y la economía de
palabras que le imprimimos a la comunicación virtual hace que muchos de
nosotros estemos conectados la mayor parte del día en forma sumamente escueta.
¿Se imaginan la
comunicación hace, por ejemplo, 100 años? Cuando el correo nos permitía
contactarnos con aquellas personas que estaban lejos. Había que sentarse a
escribir, a mano por supuesto, despachar la carta y esperar la respuesta.
Y sin ir tan atrás en el
tiempo, hace unos 20 ó 25 años en la Argentina, el teléfono público era muy
valorado ya que no todos lo tenían en su casa. Y había que caminar unas cuadras
para encontrar uno que funcionara.
Hoy, en cambio, nos
hablamos, nos mandamos mails o mensajes en casi cualquier circunstancia. Quedan
pocas excusas para no estar conectados. ¿Pero significará esto que nos
comunicamos mejor?
Desde “De buenas a
primeras” les dejamos esta pregunta y les damos la bienvenida a todas las
palabras que ustedes nos quieran hacer llegar en sus respuestas.
Y como decíamos que las redes sociales nos dan
y nos quitan, queremos que sepan que a nuestro entender, lo mejor que ellas nos
brindan es la oportunidad de escucharlos.
Hágannos llegar sus
palabras a través de nuestro mail, debuenasaprimeras@fmmilenium.com.ar,
o escríbanlas en nuestro Facebook o en Twitter.
Ahora son ustedes los que
tienen la palabra.
Natalia Peroni
Natalia Peroni