jueves, 5 de septiembre de 2013

Sobre el relativismo cultural

¿Se preguntaron alguna vez si es posible  dejar de lado la subjetividad a la hora de analizar la adquisición de la verdad?
Antes de abordar la oposición relativismo-objetivismo,  debiéramos aclarar que no hay que confundir dos teorías muy próximas pero distintas, el relativismo y el escepticismo: el escéptico afirma que no cabe conocimiento alguno, el relativista considera que sí es posible el conocimiento pero que éste es relativo a las personas y que por lo tanto pueden existir muchas verdades respecto de las mismas cosas.
Podríamos decir que es posible ser relativista en relación a ciertos géneros de realidades y objetivista respecto de otras. Por ejemplo, muchas personas parecen aceptar puntos de vista relativistas respecto de los valores morales, pero no respecto del conocimiento del mundo físico. El relativismo más radical es el relativismo individual y referido a la totalidad de los conocimientos humanos.
Tanto Sócrates como Platón, filósofos griegos a quienes hemos nombrado asiduamente en este espacio, consideraban inadmisible el punto de vista relativista, tanto por sus consecuencias en el plano moral y político como porque, según ellos, es una teoría absurda que hace imposible el conocimiento.
Hoy, inmersos en la lógica de un mundo globalizado, se plantea el problema del relativismo cultural, cuando afirmamos que la diversidad de ideas y valores entre las distintas sociedades es irreducible; no se puede juzgar un elemento cultural desde otra sociedad, lo único importante es que tenga sentido dentro de esa cultura.
El relativismo cultural  interpela seriamente al concepto de la moral como usos y costumbres. Desde este punto de vista,  no hay una verdad absoluta y ésta depende de cada individuo en un espacio o tiempo concreto o intereses. Por lo tanto, cada afirmación moral depende de ciertas convenciones de las personas de esa cultura, y, en tal sentido, la misma no puede ser cuestionada.
Sus defensores afirman que el relativismo salvaguarda la subjetividad y promueve el respeto hacia opiniones diversas y culturas distintas.
Sus detractores afirman la necesidad de asumir la existencia de verdades reales, objetivas, válidas para toda cultura. Se afirma asimismo que la verdad está ligada a la práctica, y que la acción concreta exige valorar el acierto o el error como algo real, no relativo. Una salida dura al relativismo es el positivismo como metodología de la objetividad para teorías verificables, para evitar la relativización del acceso a la verdad.
Pensar en el relativismo vs Objetivismo nos enfrenta con la paradoja tolerancia - pluralidad contra uniformidad. Si como el relativismo cultural afirma, no existen valores morales universales sino solo reductibles a la cultura donde están inmersos, cabe apelar a la tolerancia de la diferencias dentro de la pluralidad de modos de concebir la moral. Si, en cambio, los valores morales son universales, podemos aspirar a concebir una idea de Bien en cualquier contexto socio-cultural.
También podemos pensar que es posible hallar una contradicción lógica interna en el concepto de relativismo: resulta imposible establecer como ley o verdad universal que todo es relativo, dado que entonces ese mismo postulado tendría el carácter de relativo, invalidándose a sí mismo.
Asimismo, el relativismo en materia moral se presenta en nuestros días como modelo superador en contraste con la idea de un grupo de normas de conducta de validez universal, y se le atribuye como virtud el promover la pacífica convivencia entre diferentes culturas promoviendo la tolerancia. A esta afirmación, la crítica opone la idea de que tolerar no significa un intercambio de ideas provechoso y enriquecedor que fomente la paz social, sino simplemente admitir sin discusión la coexistencia de numerosos, diferentes y frecuentemente opuestos sistemas de normas morales, lo cual dificulta la concordia y atenta contra el logro del bien común de la sociedad.

Como siempre, desde De buenas a primeras creemos que vale la pena tomarse unos minutos para reflexionar sobre este y otros temas que nos interpelan a la hora de pensar una convivencia más sana entre todos nosotros.
Natalia Peroni

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