¿Se
preguntaron alguna vez si es posible
dejar de lado la subjetividad a la hora de analizar la adquisición de la
verdad?
Antes de
abordar la oposición relativismo-objetivismo,
debiéramos aclarar que no hay que confundir dos teorías muy próximas
pero distintas, el relativismo y el escepticismo: el escéptico afirma que no
cabe conocimiento alguno, el relativista considera que sí es posible el
conocimiento pero que éste es relativo a las personas y que por lo tanto pueden
existir muchas verdades respecto de las mismas cosas.
Podríamos
decir que es posible ser relativista en relación a ciertos géneros de
realidades y objetivista respecto de otras. Por ejemplo, muchas personas
parecen aceptar puntos de vista relativistas respecto de los valores morales,
pero no respecto del conocimiento del mundo físico. El relativismo más radical
es el relativismo individual y referido a la totalidad de los conocimientos
humanos.
Tanto Sócrates
como Platón, filósofos griegos a quienes hemos nombrado asiduamente en este
espacio, consideraban inadmisible el punto de vista relativista, tanto por sus
consecuencias en el plano moral y político como porque, según ellos, es una
teoría absurda que hace imposible el conocimiento.
Hoy,
inmersos en la lógica de un mundo globalizado, se plantea el problema del
relativismo cultural, cuando afirmamos que la diversidad de ideas y valores
entre las distintas sociedades es irreducible; no se puede juzgar un elemento
cultural desde otra sociedad, lo único importante es que tenga sentido dentro
de esa cultura.
El
relativismo cultural interpela seriamente
al concepto de la moral como usos y costumbres. Desde este punto de vista, no hay una verdad absoluta y ésta depende de
cada individuo en un espacio o tiempo concreto o intereses. Por lo tanto, cada
afirmación moral depende de ciertas convenciones de las personas de esa cultura,
y, en tal sentido, la misma no puede ser cuestionada.
Sus
defensores afirman que el relativismo salvaguarda la subjetividad y promueve el
respeto hacia opiniones diversas y culturas distintas.
Sus
detractores afirman la necesidad de asumir la existencia de verdades reales,
objetivas, válidas para toda cultura. Se afirma asimismo que la verdad está
ligada a la práctica, y que la acción concreta exige valorar el acierto o el
error como algo real, no relativo. Una salida dura al relativismo es el
positivismo como metodología de la objetividad para teorías verificables, para
evitar la relativización del acceso a la verdad.
Pensar en
el relativismo vs Objetivismo nos enfrenta con la paradoja tolerancia -
pluralidad contra uniformidad. Si como el relativismo cultural afirma, no
existen valores morales universales sino solo reductibles a la cultura donde
están inmersos, cabe apelar a la tolerancia de la diferencias dentro de la
pluralidad de modos de concebir la moral. Si, en cambio, los valores morales
son universales, podemos aspirar a concebir una idea de Bien en cualquier
contexto socio-cultural.
También
podemos pensar que es posible hallar una contradicción lógica interna en el
concepto de relativismo: resulta imposible establecer como ley o verdad
universal que todo es relativo, dado que entonces ese mismo postulado tendría
el carácter de relativo, invalidándose a sí mismo.
Asimismo,
el relativismo en materia moral se presenta en nuestros días como modelo
superador en contraste con la idea de un grupo de normas de conducta de validez
universal, y se le atribuye como virtud el promover la pacífica convivencia
entre diferentes culturas promoviendo la tolerancia. A esta afirmación, la
crítica opone la idea de que tolerar no significa un intercambio de ideas
provechoso y enriquecedor que fomente la paz social, sino simplemente admitir
sin discusión la coexistencia de numerosos, diferentes y frecuentemente
opuestos sistemas de normas morales, lo cual dificulta la concordia y atenta
contra el logro del bien común de la sociedad.
Como
siempre, desde De buenas a primeras creemos que vale la pena tomarse unos
minutos para reflexionar sobre este y otros temas que nos interpelan a la hora
de pensar una convivencia más sana entre todos nosotros.
Natalia Peroni
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