miércoles, 23 de octubre de 2013

La parte administrativa de la vida

Vos que estas escuchando del otro lado del micrófono, tenes una cuenta bancaria? Algún seguro quizá? De repente usas un celular, tenés televisión por cable o internet en tu casa. Pagas algún impuesto? Aportas a algún sistema previsional?
Si contestaste afirmativamente a un par de estas preguntas, dame unos minutos de tu tiempo. Porque vos, como yo, tenes que lidiar con la parte administrativa de la vida. Y esa parte administrativa de la vida es, casi siempre, al menos aburrida, aunque a veces puede resultar tortuosa.
Hace algunas semanas recibí un requerimiento de la Administración Federal de Ingresos Públicos, la Afip, como la conocemos habitualmente. Tuve la sensación de que ese momento era el más cercano a haber estado procesada  en mi vida. Términos duros en un texto que se dividía en tres partes,  un encabezado que resumía los considerandos, algunos párrafos que justificaban  la resolución y solo algunas líneas finales que remataban con la parte resolutiva de la intimación que me heló la sangre desde el primer momento.
Entonces junté 3 biblioratos donde guardaba celosamente toda la información desde el 2005 a la fecha. Segura de haber pagado todos mis impuestos, concurrí a la agencia 6 de la Afip. En el camino y mientras esperaba el turno para ser atendida, dialogaba internamente acerca de la injusticia de haber sido convocada mediante una intimación de esa naturaleza, cuando yo había pagado  mis impuestos o, al menos, lo que yo creía que me correspondía pagar.
La primera persona que me atendió me alertó acerca de que el problema era más serio de lo que yo creía.  Aparentemente, aunque había pagado los impuestos, lo había hecho mal. Problemas de imputación, de sistemas, de reimputación y otras palabras que me llenaron de desasosiego. Escuché cosas como intereses resarcitorios, multas, punitorios que me hacían pensar que tendría que pagar todo nuevamente y esperar algunos meses o años para que el sistema reimputara correctamente los pagos.
Me imaginé recorriendo bancos y oficinas de pago para reclamar un ticket mal imputado del año 2007, por ejemplo. ¿Existiría el banco? ¿Me escucharía alguien? Y por último, ¿me corregirían el ticket?. Con seguridad que no.
Volví a la AFIP al día siguiente,  luego de una noche larga e insomne. Ese día, me desperté con un malestar indefinido, no era dolor de cabeza, ninguna contractura en particular. Me dolía la AFIP.
Me atendió otra persona ante quien desplegué toda la información, desde el 2007 a la fecha. Temí que ella también me diría otra vez que necesitaba un contador para arreglar el caos de pagos mal imputados. Pero en algún momento, también sentí que esa persona sentaba del lado del poder, me dejó de ver como contribuyente y me vió como persona. Como una persona abrumada por problemas administrativos. Le pregunté su nombre, me dijo Patricia.
Porque si vos tenes un celular, sos un cliente. Si pagás impuestos, sos un contribuyente. Si percibis una jubilación sos un beneficiario. Si tenes internet o TV por cable sos un abonado. Pero detrás de todas esas etiquetas, sos una persona.
Sos vos como persona la que te levantas a la mañana para ir a trabajar o estudiar. Y que en el camino haces las compras, dejas los chicos en el colegio y acompañas a tus padres al médico. Y además destinas una cantidad enorme de tiempo a resolver esa parte administrativa de la vida con la que cargamos los que en mayor o menos medida, nos subimos a la furia consumista que nos propone la sociedad moderna.
Hacemos colas en los bancos, trámites en la obra social, reclamos en las compañías de servicios. La mayor parte de las veces interactuamos con máquinas que nos ofrecen diferentes opciones que supuestamente agilizan dichas gestiones. Pero a veces las máquinas no alcanzan. Porque no todos los problemas de la vida administrativa pueden sistematizarse en un contestador automático o en una pantalla o monitor táctil.
Algunas veces, es necesaria una persona del otro lado del escritorio. Que escuche, que entienda, que tenga una verdadera disposición para solucionar los problemas. Alguien que en definitiva, sepa que del otro lado también hay una persona.
A todas ellas queremos agradecerles. A todas las Patricias de todas las agencias de todos los organismos públicos o privados  que hacen que la parte administrativa de la vida sea menos difícil, menos antipática.

Si conoces alguien así, compartí ese dato con nosotros. Porque hay muchos canales para quejarse, hoy destinamos este espacio para felicitar y agradecer a aquellas personas que subsanan con paciencia, humor y simpatía las dificultades del sistema.
Natalia Peroni

domingo, 20 de octubre de 2013

Cuando me amé de verdad

Los invito a disfrutar conmigo estos párrafos que a continuación les voy a leer escritos por Carlitos Chaplin.
Charles Spencer Chaplin, nació en Londres, 16 de abril de 1889 y murió en Suiza, en la navidad de 1977. Fue un actor cómico, compositor, productor, director y escritor británico. Adquirió popularidad gracias a su personaje Charlot en múltiples películas del período mudo. A partir de entonces, es considerado un símbolo del humorismo y el cine mudo. Para el final de la Primera Guerra Mundial, era uno de los hombres más reconocidos de la cinematografía mundial.
Dejó además de una enorme trayectoria en el cine, estas palabras:
“Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es...autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos. Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.”
Chaplin era un actor comprometido con sus ideales. La primera película hablada de Chaplin, El gran dictador, significó un acto de desafío contra el nazismo. Con motivo de su estreno en 1940, Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Adolf Hitler, comentó: «Chaplin es un pequeño judío despreciable». Fue acusado por el Comité de Actividades Antiestadounidenses por supuestas actividades «antiamericanas». Finalmente, en 1952 fue expulsado de los Estados Unidos luego de reiteradas persecuciones realizadas por la comisión mccarthysta.

Dime quienes te critican y te diré quién eres. ¿Habrá un refrán así?. Creo que no, pero en el caso de Chaplin quizá valdría la pena que lo hubiera.
Natalia Peroni

martes, 15 de octubre de 2013

Pensar el año que naciste

Hoy te propongo un ejercicio que seguramente te va a disparar alguna reflexión interesante. Pensar el mundo del año que naciste. Que será un mundo de hace x cantidad de años y que, aunque aquella reflexión gardeliana según la cual “veinte años no es nada” sea discutible, te permitirá pensar si 30, 40 o sesenta y pico de años son algo. En principio son toda una vida, la tuya.
Yo pensé e investigué sobre qué pasaba en 1965, hace 48 años. Por ese entonces se daba por seguro que el mundo entraría irremediablemente en una tercera guerra mundial. Eran los momentos de la llamada guerra fría, aquella confrontación silenciosa con la que EEUU y la Unión Soviética disputaba sus intereses contrapuestos usando como escenario todo el planeta.
Los norteamericanos iniciaron la escalada en Vietman, que tuvo en el ´65 uno de los años pico en materia de envíos militares. El muro de Berlín, en Europa, era usado reservadamente para que la CIA y la KGB intercambiaran espías.
Al margen de la síntesis en la escalada de violencia mundial que representa este año, en otro orden de cosas el mundo ofrecía estrellas adoradas e idolatradas, como el rey Pelé con su legendario equipo, el Santos y aquellos jovencitos pelilargos de Liverpool que cambiaron el rumbo de la música joven, Los Beatles.
En Argentina, el campeonato de football era ganado por Boca Juniors. Eran los días en que los chicos y las chicas se deleitaban con “El club del clan”, un programa televisivo que proyectó a la fama a Palito Ortega y a Violeta Rivas, entre otros. Curtían una onda conocida como la de “la nueva ola”, mientras que entre los adultos comenzaba un fuerte acercamiento al folklore de la mano de dos conjuntos que dividían las preferencias de la gente, los Fronterizos y los Chalchaleros.
El cine nacional tenía un maestro indiscutido, Leopoldo Torre Nilson. Los hombres usaban trajes grises de tiro corto y solapas angostas. Las mujeres, inquietaban con vestidos ceñidos al cuerpo y con polleras ajustadas que ya se animaban a mostrar las rodillas en un anticipo de la revolucionaria minifalda, que aparecería tiempo después.
Ellos todavía usaban el cabello corto y entre ellas comenzaba a cobrar fuerza el peinado comúnmente conocido como “la permanente”.
En materia televisiva, el ´65 es uno de los años más fecundos en lo que respecta a la producción de series televisivas norteamericanas de gran éxito en todo el mundo como “El agente de Cipol”, “El túnel del tiempo”, “El fugitivo”. De esta ultima te cuento que el capítulo final se emitió en el ´68 y Buenos Aries quedo paralizada para verlo.
Pero en el 65, en Argentina, la televisión todavía no era un objeto de consumo masivo. Muchos sectores de la clase media aún no habían podido llegar a ella. Tal vez por eso la gente leía un poco más que ahora. Dos eran los autores que monopolizaban las preferencias del público, Julio Cortázar y Ernesto Sábato.
En nuestro país, gobernaba el radical Arturo Illia, electo en 1963 y los militares mantenías proscripto al peronismo. En diversas partes del mundo fueron surgiendo movimientos juveniles contestatarios de variadas tendencias y formas de expresión como el “hipismo”, movimientos de izquierda de los universitarios franceses y el “guevarismo” latinoamericano. Fue precisamente en aquel año cuando el Che Guevara abandonó su cargo público en el gobierno comunista cubano y pasó a la clandestinidad.
Allá por el ´65 aparecen también las primeras biromes, inventadas por el señor Biro, un húngaro que se había radicado en la Argentina y que de esa manera hizo que su creación fuera vinculada en el mundo con nuestro país.
Y tantas cosas más habrán pasado en 1965. Que no hacen al mundo ni mejor ni peor, solo diferente. Solo que a veces, las cosas malas de la actualidad tienen más prensa. Y tendemos a creer que todo tiempo pasado fue mejor. En este sentido, me parece un buen ejercicio pensar en las luces y sombras de otras épocas solo para permitirnos disfrutar plenamente nuestro presente.
Nos encantaría saber tus comentarios sobre el año de tu nacimiento!
Natalia Peroni

lunes, 14 de octubre de 2013

Dinosaurios y hombres

Quería compartir con ustedes algunas reflexiones que me surgieron a partir de la visita que hice la semana pasada a Tecnópolis. Si tienen la excusa, como yo, de sacar a pasear a algún hijo, sobrino o nieto les recomiendo el paseo que es no solo instructivo, sino gratuito.
Entré con entusiasmo al stand Tierra de dinos, donde se pueden aprender muchas cosas sobre los dinosaurios, animales que siempre me causaron muchísima curiosidad. Me parecen la prueba cabal de que lo grande, lo inmenso, no siempre es lo más fuerte.
Supe entonces que los dinosaurios son un grupo de reptiles que se originaron hace 240 millones de años, a mediados del periodo Triásico. Su nombre deriva del griego deynos (terrible) y sauros (reptil). Dominaron el medio terrestre de nuestro planeta por unos 170 millones de años. En este punto los invito a pensar que su extinción ocurrió hace 65 millones de años y hace solo 5 millones de años aparecen los primeros seres humanos.
Claro que la tierra, por esa época, no era la misma, los continentes se unieron y se separaron, algunos emergieron del agua y otros se hundieron. El clima, la vegetación tampoco eran los mismos,  quizá tengamos que usar un poco la imaginación para imaginar el hábitat de estos animales que llegaron a tener en algunas de sus variantes 36 metros de largo.
Pero que aún así, aún teniendo el ese tamaño, no pudieron sobrevivir a los cambios. La extinción de los dinosaurios fue una de las cinco grandes extinciones que marcaron la historia de nuestro planeta. Hay varias hipótesis para tremenda tragedia. Algunas tienen que ver con cambios climáticos, la aparición de virus, envenenamiento del aire y la caída de un asteroide.
Y entonces me puse pensar en el hombre, como otra especie de las tantas que habitan nuestro planeta. Una más pero diferente, ya que hasta donde sabemos, en la tierra al menos, seríamos los únicos ejemplares provistos de razón.
Y en tal sentido, podemos prever algunas cosas. Podríamos contar con información que nos ayude a paliar o evitar las causas de un desastre natural que provocara nuestra extinción.
Adelantos científicos mediante deberíamos ser capaces de mejorar nuestro hábitat, de hacerlo más habitable para todos. Pero, ¿lo estamos haciendo? ¿Estamos siendo responsables en el uso que hacemos de los recursos naturales? ¿Pensamos con inteligencia y bondad la tierra que le estamos dejando a nuestros hijos, nietos y generaciones venideras?
A veces creemos que pensar en un futuro lejano, 100 años por ejemplo, es muchísimo. Hagámoslo entonces para los próximos 10 o 20 años, para el disfrute de aquellos a quienes amamos y deseamos que vivan bien. Y enseñémosle a ellos a pensar en los próximos 20 años y así sucesivamente.
Porque me puse a pensar que si seguimos abusando de las riquezas naturales, si utilizamos la ciencia para destruir y no para construir, quizá dentro de algunos miles o millones de años resulta que nos extinguimos. Y me imagino a nuestros sucesores estudiando nuestras huellas e imaginando nuestro hábitat y nuestras costumbres de acuerdo con los restos fósiles que de nosotros encuentren. Y me pregunto, los paleontólogos de hoy que se dedican a los dinosaurios, ¿serán parecidos a los colegas del futuro que estudien al hombre? ¿Qué pensaran de nosotros?

Mientras tanto, si ves un gorrión o una paloma en este Buenos Aires que deja ver poco cielo y pocos pájaros, sabe que las aves son dinosaurios que sobrevivieron a la extinción. Es difícil de creer, no es cierto?
Natalia Peroni

lunes, 7 de octubre de 2013

Los Simpsons y la filosofía

Si Uds. tenían alguna duda que la reflexión filosófica se puede dar a partir de muchos y muy variados disparadores, verán que esto es efectivamente así luego de escuchar que una “veintena de filósofos y estudiosos estadounidenses, coordinados por el profesor William Irvwin del Kings College, destripan las conexiones filosóficas de la familia que más ha hecho por difundir el modo de vida estadounidense y sus disfunciones.”
Me gustaría compartir hoy con Uds. algunas reflexiones del ensayo La importancia de Maggie: el sonido del silencio. Oriente y occidente, de Eric Bronson publicado en el libro Los Simpsons y la filosofía.
El texto comienza analizando el episodio que se desata a partir de que el Sr. Burns (“el malvado fundador de la planta de energía nuclear”) pone en práctica su plan para impedir que el sol brille en Springfield. La población arde en deseos de matarlo cuando, de repente, despiertan con la noticia de que el Sr. Burns está internado en el hospital y en estado crítico. Alguien le disparó, ¿quién fue? Fue Maggie Simpson y casi lo mata. ¿Fue un accidente? ¿Cuáles fueron las verdaderas intenciones de Maggie? El episodio concluye mostrando la boca de la pequeña bloqueada por un chupete. Intenta hablar y no puede y, en consecuencia, no surge ninguna explicación.
La situación es tomada por el autor como disparador para cuestionarse sobre la importancia y la función de la palabra en Occidente y en Oriente.
Así, plantea que la palabra hablada parece producir, en Occidente, una especial fascinación y poder que, con frecuencia, incita a la acción.
Cuando las palabras pasan al ámbito de lo público, dejan de pertenecernos y comienzan a tomar nuevas significaciones. A partir de Sócrates la capacidad para argumentar, la retórica, se transforma en una vía para alcanzar la verdad. El filósofo griego compara la filosofía con la música, porque ambas, palabras y notas, utilizadas de manera adecuada seducen y transforman el alma de los oyentes. Pero, el dilema es que Maggie no habla, aunque evidentemente es capaz de pensar.
Sartre, en su obra autobiográfica llamada Las palabras, plantea que lo que caracteriza al hombre es su posibilidad de interactuar con los otros y hacerlo principalmente a través del lenguaje. Necesito de las palabras para poder integrarme en la sociedad. La voz y las palabras de la madre y luego de los otros son cruciales para el desarrollo del psiquismo del niño.
Maggie parece no haber recibido ese estímulo afectuoso. Marge Simpson parece amar a su hija, sin embargo, al observar algunas escenas lo que surge es un amor “práctico”: es una madre que la alimenta, viste, baña, se preocupa en abrigarla, pero no mucho más. Esto queda claramente ejemplificado en las imágenes que forman parte de la presentación de la serie: en el supermercado el cajero saca a Maggie del carro con las compras y la pasa por el lector de precios como un producto más. En algún momento Marge descubre la ausencia de su hija, pero cuando la descubre dentro de una de las bolsas de compra se tranquiliza y todo sigue igual. Ya pueden volver a su casa.
En contraposición, en Oriente se resalta la importancia y función del silencio. En China, Confucio decía: “Escucha pero mantente en silencio”. Las palabras refieren al misterio de la vida que permanece en silencio. Para la mayoría de los orientales el mundo se origina en el silencio. En los textos sagrados hinduistas, el creador del mundo está rodeado y protegido por el silencio y el misticismo. No se lo puede ver ni aprehender intelectualmente: “Es un milagro que alguien lo vea, igualmente es un milagro que alguien lo diga, y es un milagro que alguien lo oiga; incluso si se ha oído decir, nadie lo conoce”.
Los orientales consideran que las palabras destruyen la paz interior y que el hombre es infeliz por el exceso de pensamiento y de palabras.
Eric Bronson considera que el gran problema de la sociedad contemporánea (tanto occidental como oriental) es el exceso de información, porque nos abruma y corremos el riesgo de que nuestras voces se ahoguen. Apela a la necesidad de ser tolerantes para permitir que todas las voces sean escuchadas y así, evitar que, como Maggie Simpson, cada vez más personas se sientan marginadas y esto los impulse a elegir métodos destructivos de comunicación.
Valoramos especialmente tu palabra.
Natalia Peroni

miércoles, 2 de octubre de 2013

Cuántas palabras usamos

Si no es la primera vez que nos escuchan en este espacio, sabrán que las palabras han sido un tema asiduo en nuestra reflexión diaria.
No es casual, obviamente, que un medio de comunicación, en este caso la radio, pongamos nuestra mirada en la herramienta que nos es más propia, en este caso la palabra.
Habíamos  mencionado a raíz del uso de los emoticones la cantidad de palabras que define el diccionario de la Real Academia Española, son alrededor de 88.500.
Pero a raíz de una entrevista que escuche en la radio a propósito del bulling, me enteré que muchos adolescentes hoy utilizan para su comunicación menos de 200 palabras. Son pocas, ¿no les parece? Piensen que más o menos unas cien palabras alcanzarían sólo para cubrir situaciones como las que aparecen en un libro de frase, esos que sirven para pasar un fin de semana en un país extranjero. Supuestamente, luego de memorizar estas pocas palabras reunidas en frases cortas,  podríamos sortear obstáculos tales como reservar una habitación en un hotel o  pedir un plato en un restaurante
Pero con seguridad, no nos permitiría tener una conversación fluida con ningún nativo. Y entonces me pregunto, entre otras cosas, si solo unas pocas palabras más serían usadas por los adolescentes, ¿es de verdad fluida la comunicación que ellos entablan?
Les cuento otros datos que recogí en mi investigación sobre este tema. Una persona culta e informada usa unas 500 palabras. Un escritor o periodista puede usar unas 3.000.
Cervantes usó 8.000 palabras diferentes en su obra y Jane Austen en la versión inglesa de “Orgullo y Prejuicio” utilizó alrededor de 6.000 palabras diferentes que  cualquier lector medio puede leer sin problemas.
Porque en este proceso de entender una obra, entra en juego lo que se da en llamar el vocabulario pasivo de una persona normal, que puede perfectamente superar las 10.000 palabras. Vocabulario pasivo significa palabras que conocemos pero que no usamos necesariamente en nuestra vida cotidiana. El vocabulario activo, no obstante, apenas es de unos centenares de palabras, aunque algunos especialistas creen que para comunicarse en un nivel un poco más avanzado, hacen falta por lo menos unas 1.500 palabras.
Aprendi otras muchas cosas pero llenaría de números y estadísticas un espacio reducido que prefiero privilegiar para abrir algunas preguntas. Si como escuché en la entrevista de la radio, un adolescente utiliza menos de 200 palabras en su lenguaje cotidiano, con seguridad no conoce o utiliza algunas palabras bastante comunes, pongamos como ejemplo la palabra descifrar, o pródigo.
Pero si nuestro vocabulario activo supera las 1000 palabras, que aparentemente es una cifra considerable, igualmente quedarían afuera miles de ellas que por algún capricho del destino, quedan sin utilizar. Cuántas veces usamos la palabra exiguo, por ejemplo? O escible, retruécano, bedel o solsticio?
Y lo que es más triste, qué podemos comunicar con un léxico tan pobre? Por más que día a día los canales de comunicación se vuelvan más y más sofisticados, nos comunicamos mejor reduciendo el uso de las palabras?

Contanos tu opinión sobre este tema. Sin economías de ningún tipo, nos encanta escuchar la mayor variedad de palabras posibles.
Natalia Peroni