Vos que estas escuchando del otro lado del micrófono, tenes
una cuenta bancaria? Algún seguro quizá? De repente usas un celular, tenés
televisión por cable o internet en tu casa. Pagas algún impuesto? Aportas a
algún sistema previsional?
Si contestaste afirmativamente a un par de estas preguntas,
dame unos minutos de tu tiempo. Porque vos, como yo, tenes que lidiar con la
parte administrativa de la vida. Y esa parte administrativa de la vida es, casi
siempre, al menos aburrida, aunque a veces puede resultar tortuosa.
Hace algunas semanas recibí un requerimiento de la
Administración Federal de Ingresos Públicos, la Afip, como la conocemos
habitualmente. Tuve la sensación de que ese momento era el más cercano a haber
estado procesada en mi vida. Términos
duros en un texto que se dividía en tres partes, un encabezado que resumía los considerandos,
algunos párrafos que justificaban la
resolución y solo algunas líneas finales que remataban con la parte resolutiva
de la intimación que me heló la sangre desde el primer momento.
Entonces junté 3 biblioratos donde guardaba celosamente toda
la información desde el 2005 a la fecha. Segura de haber pagado todos mis
impuestos, concurrí a la agencia 6 de la Afip. En el camino y mientras esperaba
el turno para ser atendida, dialogaba internamente acerca de la injusticia de
haber sido convocada mediante una intimación de esa naturaleza, cuando yo había
pagado mis impuestos o, al menos, lo que
yo creía que me correspondía pagar.
La primera persona que me atendió me alertó acerca de que el
problema era más serio de lo que yo creía.
Aparentemente, aunque había pagado los impuestos, lo había hecho mal.
Problemas de imputación, de sistemas, de reimputación y otras palabras que me
llenaron de desasosiego. Escuché cosas como intereses resarcitorios, multas,
punitorios que me hacían pensar que tendría que pagar todo nuevamente y esperar
algunos meses o años para que el sistema reimputara correctamente los pagos.
Me imaginé recorriendo bancos y oficinas de pago para
reclamar un ticket mal imputado del año 2007, por ejemplo. ¿Existiría el banco?
¿Me escucharía alguien? Y por último, ¿me corregirían el ticket?. Con seguridad
que no.
Volví a la AFIP al día siguiente, luego de una noche larga e insomne. Ese día, me
desperté con un malestar indefinido, no era dolor de cabeza, ninguna
contractura en particular. Me dolía la AFIP.
Me atendió otra persona ante quien desplegué toda la
información, desde el 2007 a la fecha. Temí que ella también me diría otra vez que
necesitaba un contador para arreglar el caos de pagos mal imputados. Pero en
algún momento, también sentí que esa persona sentaba del lado del poder, me
dejó de ver como contribuyente y me vió como persona. Como una persona abrumada
por problemas administrativos. Le pregunté su nombre, me dijo Patricia.
Porque si vos tenes un celular, sos un cliente. Si pagás
impuestos, sos un contribuyente. Si percibis una jubilación sos un
beneficiario. Si tenes internet o TV por cable sos un abonado. Pero detrás de
todas esas etiquetas, sos una persona.
Sos vos como persona la que te levantas a la mañana para ir
a trabajar o estudiar. Y que en el camino haces las compras, dejas los chicos
en el colegio y acompañas a tus padres al médico. Y además destinas una
cantidad enorme de tiempo a resolver esa parte administrativa de la vida con la
que cargamos los que en mayor o menos medida, nos subimos a la furia consumista
que nos propone la sociedad moderna.
Hacemos colas en los bancos, trámites en la obra social,
reclamos en las compañías de servicios. La mayor parte de las veces
interactuamos con máquinas que nos ofrecen diferentes opciones que
supuestamente agilizan dichas gestiones. Pero a veces las máquinas no alcanzan.
Porque no todos los problemas de la vida administrativa pueden sistematizarse
en un contestador automático o en una pantalla o monitor táctil.
Algunas veces, es necesaria una persona del otro lado del
escritorio. Que escuche, que entienda, que tenga una verdadera disposición para
solucionar los problemas. Alguien que en definitiva, sepa que del otro lado
también hay una persona.
A todas ellas queremos agradecerles. A todas las Patricias
de todas las agencias de todos los organismos públicos o privados que hacen que la parte administrativa de la
vida sea menos difícil, menos antipática.
Si conoces alguien así, compartí ese dato con nosotros.
Porque hay muchos canales para quejarse, hoy destinamos este espacio para
felicitar y agradecer a aquellas personas que subsanan con paciencia, humor y
simpatía las dificultades del sistema.
Natalia Peroni