jueves, 22 de noviembre de 2012

¡Cuidate!


El domingo pasado, 11 de noviembre, leyendo la Revista del diario “La Nación”, encontré un artículo escrito por Susi Mauer, psicóloga y psicoanalista argentina especializada en niñez y adolescencia.
Sus reflexiones me reconciliaron bastante con la expresión: “¡Cuidate!”, que tantas veces les escucho decir a algunas personas que conozco bien y a otras que no tanto y que sin embargo, a la hora de despedirse de mí después de un breve encuentro, suelen utilizarla. Por diversos motivos, el “cuidate” no me resultaba simpático, pero Susi Mauer me aportó otra mirada, que me gustaría compartir con ustedes.
Dice la autora: “Variantes novedosas en los códigos y modos de saludar se van sumando a los clásicos protocolos de saludo. Desde hace un par de décadas, por ejemplo, se ha naturalizado el beso. Ya no es privativo de una convención reservada a las mujeres, sino que se extendió también para los hombres entre sí”.
“Compañeros de trabajo, de estudio, parientes y amigos, más allá de la edad, y muchas veces de las jerarquías en las que se posicionan, se besan al verse y al despedirse. Aún hoy causan cierta gracia dos policías saludándose en un cambio de guardia con un beso, o la llegada a la plaza de uno de los jubilados que comparten el banco cada mañana, al sol”.
“Los abrazos” –continúa Susi Mauer- “son otra expresión afectuosa que singulariza el encuentro con otro. La efusividad en el contacto entre pares tiene, más allá de los hábitos globalizados, un fuerte color y calor locales. Intensos, envolventes y duraderos son los abrazos de oso industria argentina”.
“Tienen un tono afectivo que no es fácil encontrar en otras latitudes. La temperatura emocional de nuestros hábitos de saludo ha canjeado formalidad por distensión y contacto cuerpo a cuerpo. No sería disparatado pensar que tanta virtualidad en la comunicación nos va generando un hambre de cercanía que se plasma en la posibilidad de abrazar”.
“Destaco y disfruto las sutiles variantes que se reconocen entre los abrazos protectores y envolventes” –afirma la autora- los abrazos cómplices, aquellos que agregan unas palmaditas que acarician, los abrazos sonoros y aquellos más enérgicos y duraderos, propios de despedidas intensas. Un lenguaje gestual con especial fuerza expresiva”.
Y sigue diciendo: “En los nuevos circuitos tecnológicos por donde transita la comunicación, seguimos buscando el tono apropiado. No sabemos cómo saludarnos. Improvisamos con ingenio y sin fórmulas compartidas. El resultado es por momentos bastante anárquico. Tenemos que inventar códigos adecuados para introducirnos y despedirnos”.
“El correo electrónico, por ejemplo, se resiste –con sensatez- a conservar las convenciones de aquel intercambio epistolar que viajaba ensobrado y usaba estampillas. A menudo, luego de enviar un mail, un mensaje o un chat, nos asaltan dudas. ¿Demasiado frío? ¿Inadecuadamente afectuoso? ¿Sintético por demás? ¿Con qué entonación lo lee el destinatario?”
“El mundo adulto se fue apropiando de la jerga de una generación de nativos digitales que no hace mayor diferencia entre el lenguaje coloquial y la palabra escrita. Muletillas gráficas, como jaja, por ejemplo, son hoy una expresión tan corriente y familiar para los jóvenes como ajena para quienes no lo somos”.
“Entre estos nuevos hábitos de saludo” –sostiene Susi Mauer- “hay uno en especial, patentado por los más jóvenes, que merece una reflexión. Al despedirse, es frecuente escuchar de los jovencitos, con tono enfático, la expresión cuidate… El plato fuerte del saludo es el cuidado. Un mensaje que transmite interés por el otro, a quien se advierte, se sugiere, se ruega”.
“Leo en esta exhortación” –continúa la autora- “una chispa de preocupación por el otro que alude al compromiso y a nuestra responsabilidad por todos los otros. No es casual que quien me hiciera reparar en este gesto fuera un amigo puntano, donde sabiamente suelen tomarse el tiempo y la dedicación que una despedida merece. Cuidate refuerza, además, la riqueza gestual y la transparencia afectuosa del abrazo genuino”.
Cuidate señala una evidencia. Reconoce que estamos expuestos a una escalada de riesgos y que la experiencia cotidiana requiere de gestos activos de cuidado. Estos hoy ya no corren solamente por cuenta de la mirada adulta, paternalista y protectora. Este llamado a la prudencia, que surge de los adolescentes mismos, es una toma de posición digna de enfatizar. Una manera fraterna de implicarse subjetivamente, que guarda estrecha relación con la necesidad de cuidado que hoy tenemos todos”.
Esta reflexión, como ya hemos dicho, pertenece a la psicoanalista Susi Mauer. ¿Qué opinan ustedes, queridos oyentes, de la expresión “Cuidate” como forma de saludo? ¿Suelen recibir un “cuidate” cuando se despiden de alguien? ¿Qué sienten cuando les sucede? ¿Utilizan ustedes esta expresión?
Clarina Pertiné

Libertad de opciones


Quería contarles que, además de conducir con Natalia y Vicky este espacio en la radio que hemos creado junto a ustedes, tengo otro trabajo en el cual una de las tareas que realizo es dar talleres de capacitación a mujeres que viven en villas y barrios vulnerables de la ciudad de Buenos Aires.
En esos talleres, que constan de cuatro encuentros, tres personas coordinamos los temas y las dinámicas. Nos reunimos con las participantes en algún lugar previamente acordado con ellas, que puede ser un centro de salud, el salón de algún club o la casa de quien pueda ofrecerla como sede.
Solemos llevar un proyector para las filminas que mostramos, carteles con el nombre de cada una, jugo y vainillas para compartir durante el taller, y también lápices de colores para entretener a los chicos, ya que muchas de las mujeres van con sus hijos.
Son reuniones donde la consigna es que ellas puedan disfrutar de ese rato dedicado a sí mismas; a generar redes de amistad y solidaridad con sus compañeras de taller, que casi siempre son, además, sus vecinas; a conocer más profundamente las necesidades y las inquietudes de cada una, tanto en su vida personal como en sus proyectos comunitarios.
Arrancamos cada encuentro con una ronda de buenas noticias. A veces les cuesta encontrar algo positivo para rescatar de ese día, que, como todos los días, transcurre en medio de situaciones cotidianas que incluyen la violencia doméstica, la pobreza, las dificultades para relacionarse con los demás y también, en ocasiones, la desesperanza.
Pero las mujeres están dispuestas a escucharnos cuando les decimos que son merecedoras del máximo respeto por parte de cada persona con la que conviven; que vale la pena tomarse el tiempo necesario para buscar hasta encontrar los propios dones y talentos; que ellas son constructoras y hacedoras de una realidad valiosa que van forjando diariamente cuando llevan a sus hijos al colegio, cuando cocinan para sus familias, cuando salen a trabajar, cuando cuidan a los más débiles o a los que están enfermos, cuando deciden estudiar, cuando se reúnen a pensar en modos creativos de mejorar sus comunidades.
Están dispuestas a escucharnos hablarles de la importancia de una comunicación saludable, capaz de vencer prejuicios que alejan al otro y le hacen daño; una comunicación donde el respeto y la urbanidad funcionan como las llaves que abren infinitas puertas; donde se destierran la humillación y el desprecio y en cambio se les da la bienvenida a la escucha atenta, a la empatía, a la aceptación de las diferencias y a los límites que sanan.
Estas mujeres nos prestan atención cuando les explicamos que son dueñas de un poder que la mayoría de ellas no sabe que tiene, y que es el poder de elegir.
Es verdad que están sujetas a múltiples condicionamientos, algunos gravísimos, y no los minimizamos ni los ignoramos. Pero sí las acompañamos a profundizar en sus posibilidades, en sus opciones, ya que creemos, como el gran psiquiatra y filósofo Victor Frankl, que sobrevivió al horror de un campo de exterminio nazi, que aún en situaciones de máxima privación de la libertad exterior, los seres humanos podemos elegir entre actuar como animales o como personas.
Y esa libertad interior es completamente inalienable. No nos la puede robar ni extirpar nadie, puesto que es parte de nuestra naturaleza, y por eso nos constituye y nos define.
Esto de saber que uno siempre cuenta con opciones, aunque cada opción tenga su complejidad y sus limitaciones, es liberador. Lo es para las mujeres con las que trabajamos, y puede serlo para cada uno de nosotros si nos decidimos a asumir esa libertad, que a veces podrá dolernos pero que es tan irrenunciable como nuestra identidad.
Pensé en contarles esta experiencia personal de un trabajo que hago y que me encanta, porque creo que todos nosotros tenemos miles de oportunidades, cada día, de recordarles a quienes nos rodean lo valiosos que son y lo importante que es que sepan, que nunca olviden, que tienen opciones. Y quizás, ¿por qué no? podamos ser algunas veces nosotros quienes, ante un panorama opresivo, les presenten y les ofrezcan una o más de esas opciones.
Y ustedes, queridos oyentes, ¿han tenido o tienen en su vida gente que les brinda opciones? ¿Han podido o pueden brindárselas a otros? ¿Se animan a intentar hacerlo?
Clarina Pertiné

lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Qué elegirías?


Hoy quiero contarles algo que sucede habitualmente en mi casa, en mi familia: uno de mis hijos, llamado Iván, que tiene 18 años, suele lanzarnos algunas preguntas que no llego a saber si elucubra con tiempo o si se le cruzan por la mente y las libera tal como se le van ocurriendo.
La cuestión es que Iván plantea dos extremos entre los cuales tenemos que elegir, sin matices de ningún tipo. Por ejemplo: ¿Qué preferís: vivir sin dulce de leche o sin queso? Yo, que no concibo la vida sin dulce de leche, me veo en ese caso obligada a prescindir del queso, aunque con un dolor inenarrable, ya que también me encanta.
Y como las respuestas son distintas según los gustos de los destinatarios de las preguntas de Iván, inmediatamente se generan discusiones de lo más ardientes acerca del grado de locura que necesariamente debe tener una persona capaz de renunciar al dulce de leche o al queso, según sea el caso.
Iván, incansable y ocurrente, sigue con sus preguntas: Si tuvieras que elegir entre el mar o el río, ¿con qué te quedarías? ¿El pasto o la arena? ¿Los libros o los deportes? ¿Los helados o el choripán?
En fin, nos divertimos bastante angustiándonos por esas tremendas elecciones virtuales que nos permiten algo y nos quitan para siempre la posibilidad de otra cosa, que no necesariamente es su opuesto, sino algo elegido por Iván con criterio no muy filosófico que digamos.
El otro día, mientras poníamos la mesa, nos espetó un: ¿Qué elegirían: una temperatura de 33 grados o de 0 grados centígrados para toda la vida?
Me pareció totalmente obvio que la respuesta razonable –y por lo tanto universal- era: 33 grados. ¿A quién en su sano juicio se le ocurriría pensar en vivir para siempre con 0 grados centígrados, si pudiese elegir? pensaba yo, que soy súper friolenta y sufro con menos de 20 grados.
Pero, para mi sorpresa, los demás miembros de mi familia lo pensaron cuidadosamente. Las respuestas fueron variadas.
Ahí se me presentó, una vez más, la verdad de Perogrullo que en ocasiones olvido: cada persona es un mundo único de pensamientos, sentimientos, valores y gustos personales. Algunas cuestiones se pueden discutir y otras, simplemente se deben aceptar. Cuáles discutir y cuáles aceptar, esa es la cuestión. Pero es una cuestión que no resolveremos aquí, en este espacio, porque “De buenas a primeras” es un lugar donde preferimos plantear preguntas y escuchar las respuestas de ustedes, nuestros oyentes.
Cuando Iván nos preguntó sobre los 33 grados o 0 grados y habiéndome sorprendido por las diferentes respuestas, me quedé pensando en lo maravillosa que es la diversidad, si la sabemos apreciar y valorar. Yo les confieso que en muchas oportunidades doy algunas respuestas por sentadas, por considerarlas obvias –no solamente las respuestas a las preguntas que formula Iván, sino también a las que inexorablemente nos plantea la vida-.
Sin embargo, intento flexibilizarme, comprender, ponerme en el lugar del otro, ver las cosas desde su mirada. No siempre lo logro, por supuesto, pero lo que sí puedo decirles es que ya el ejercicio en sí, vale la pena.
De paso, para fundamentar mi opción irrenunciable por el verano por sobre el invierno, les cuento que soy una persona que funciona a energía solar. A mí la primavera y el verano me fascinan, me hacen sentir más vital, más alegre, más entusiasta y optimista, más feliz, en definitiva.
Adoro los aromas del verano: el perfume del pasto mojado, el de los jazmines, el del yodo del mar, el de la lluvia estival cuando se anuncia, el del humo de un asado.
Amo cómo brillan bajo el sol los colores de todas las cosas y las miradas de la gente. Disfruto los días larguísimos y las noches cortas, despertarme con el sonido de los pájaros que cantan en el árbol que hay frente a mi ventana. Me encanta la ropa liviana y el sol en la piel.
Pero, como siempre redescubro que cuando me abro a las experiencias de los demás suelo volverme un poco más sabia, estoy segura de que podré comprender y maravillarme también frente a todos los que elegirían 0 grados.
Y me gustaría saber qué es lo que más aman del invierno, porque claramente tiene su encanto. También son bienvenidos los amantes del verano para exponer sus razones, claro está, pero no quiero que se me acuse de traer agua para mi molino.
Así que ustedes, queridos oyentes ¿33 grados toda la vida o 0 grados toda la vida? ¿Por qué?
Clarina Pertiné

jueves, 15 de noviembre de 2012

Escándalos de la razón


La palabra escándalo genera una suerte de atención mediática instantánea. Los escándalos venden. Muchas veces se fabrican y otras simplemente suceden. De ambos por igual, se nutren muchas de las publicaciones graficas, los noticieros televisivos y los programas periodísticos que poco se resisten a este fenómeno.
Etimológicamente, el origen de la palabra escándalo se remite a skándalon, que significa trampa u obstáculo donde alguien tropieza. Por eso hoy nos vamos a referir a un tipo de trampas particulares, las de nuestra razón, de nuestra mente o como queramos referirnos a esa parte de nuestro yo que piensa, que razona, que medita o que especula. Todas estas actividades propias de la razón.
Durante muchos siglos hemos cultivado una gran confianza en la razón. La búsqueda de la verdad era la tarea más perfecta que ella podía realizar; sin embargo, esa confianza en la razón tiene límites -tanto para la filosofía como para la ciencia- porque el conocimiento no siempre es lineal ni certero. Por el contrario, cuando el hombre se aventura en asuntos de profundidad, hay un punto ciego, un resquicio en la arquitectura conceptual, por el cual se cuela la incertidumbre, lo misterioso, lo incomprensible; en suma, los “escándalos de la razón”, en el decir de Borges.
Pero Borges no fue quien hizo famosa esta frase. Fue Kant, en un análisis minucioso de la razón que dio lugar a una de las teorías filosóficas más influyentes de la modernidad.
El escándalo de la razón para Kant, surgía de la posición de algunos filósofos de no admitir la existencia de las cosas fuera de nosotros, que es la posición propia del idealismo subjetivo y que conlleva inevitablemente el solipsismo. Kant le está hablando a aquellos que dudan de la realidad de las cosas, aquellos que piensan que el mundo exterior no existe, salvo en nuestra mente. No podemos afirmar nada sobre su existencia. A eso Kant lo llama escándalo de la razón.
Borges era un buen lector de filosofía. Pero sobre todo, era capaz de plasmar los más intrincados problemas filosóficos en relatos de una calidad y belleza inigualables.
En uno de sus cuentos titulado La otra muerte, publicado en 1949 especula sobre si la muerte de un tal Pedro Damian, fue un acto heroico o una muestra de cobardía. “He adivinado y registrado un proceso no accesible a los hombres, una suerte de escándalo de la razón”[i], dice Borges.
Cristina Bulacio, filósofa argentina, escribe en su libro “Los escándalos de la razón en Jorge Luis Borges”: Esta frase de Borges alerta al lector sobre un particular "escándalo de la razón", es decir, sobre diversas situaciones en las cuales nuestra razón -limitada y finita- no encuentra explicaciones plausibles. Este proceso “no accesible” al hombre, dada su natural limitación, abre una nueva perspectiva sobre el deslizamiento de Borges hacia la ficción.
Muchos de los escritos de Borges despliegan paradojas y contradicciones que representan límites a la razón que no pueden ser zanjados en el plano puramente racional.
Como seguramente nos pasa en algunas oportunidades a muchos de nosotros que nos quedamos atónitos sin poder encontrar explicaciones o razonamientos a muchas de nuestras experiencias. Y que se nos presentan como un escándalo, un escándalo casi privado.
Un escándalo sin publicidad ni promoción. Una trampa que debilita un andamiaje que suponemos muy firme, un obstáculo en nuestra cadena de razonamientos que se enlazan como causas y efectos.
Un escándalo que nos deja sin palabras. Pero que para algunos –como Borges- constituye una inagotable fuente de inspiración.
Natalia Peroni


[i] Borges, La otra muerte. El Aleph, Bs. As 1949

martes, 13 de noviembre de 2012

“Tu grato nombre”, artículo escrito por Norberto Firpo para el diario “La Nación” en 2009.


Tenía mucha razón el filósofo retórico Catalejo Peribáñez cuando pronunció su más célebre proverbio: “¡Ay, qué sería de los hombres si no fuera por las mujeres!”
Presocrático y hasta cierto punto peripatético, Peribánez era el discípulo dilecto del célebre Zenón de Apnea, autor de festejados sofismas y silogismos, entre ellos el que dice que una liebre jamás podría alcanzar a una tortuga, en tanto el simpático quelonio cabalgara en ancas de un guepardo.
Sin embargo, uno y otro disentían acerbamente y se trababan en fiera discusión cuando el tema eran las mujeres. Catalejo sostenía que las mujeres son seres beneméritos y que corporeizan la más feliz ocurrencia de Zeus –patrón y sota del Olimpo-, en tanto Zenón argüía que ellas son un verdadero incordio, muy controvertidas, embarazosas en más de un sentido.
La posteridad no acalló ese debate; por el contrario, se extendió, supo adquirir enorme diversidad de matices y por siglos mantuvo ríspida vigencia. Veamos algunas opiniones.
Para el ateniense Solón (siglo VI antes de Cristo) “los dioses hicieron dos cosas perfectas: la mujer y la rosa; para Lope de Vega, “la mujer es lo mejor del hombre”; para Göethe, “donde no hay mujeres, no hay buenos modales; para José Ortega y Gasset, “el varón vale por lo que hace, en tanto que la mujer vale por lo que es”; para Mahatma Gandhi, “si la no violencia fuera la ley del ser, el futuro sería de las mujeres”; para Rubén Darío, “sin la mujer la vida es pura prosa”; para Víctor Hugo, “la mujer tiene un poder único: el de saber aparentar debilidad”… Y, astuto, Marcel Proust aconseja: “¡Dejemos las mujeres bonitas para los hombres sin imaginación!”.
Los libros de frases célebres abundan en apotegmas, proverbios y axiomas referidos a la mujer, e indirectamente a la condición femenina, y el hecho de que esas citas no sean siempre encomiásticas demuestra que aquella riña dialéctica en la que se enzarzaban Catalejo Peribáñez y Zenón de Apnea no ha sido todavía del todo sofocada: en foros intelectuales, en recintos políticos, en los seculares y casi siempre vetustos recovecos del machismo religioso, alienta aún la creencia de que el individuo varón ejerce algún tipo de predominio intelectual, social y doméstico sobre el otro sexo.
La historia revela que esa plenipotencia puso en vilo -¡tantas veces!- el destino de la humanidad. (…)
Oportuno es que las mujeres atiendan un requisito anunciado por Ambrose Bierce y que suele figurar en los libros de frases célebres: “Por cierto –dijo el cuentista norteamericano-, la mujer es de veras encantadora cuando nos permite caer en sus brazos sin caer en sus manos”.
Clarina Pertiné

lunes, 12 de noviembre de 2012

La escuela de las artes femeninas


Hoy les propongo que hablemos del placer. Ese sentimiento que no ha tenido demasiada buena prensa en el siglo XX. Pero si nos remitimos a su definición, nos vamos a encontrar con que sorpresivamente es necesario para vivir.
“El placer puede ser definido como una sensación o sentimiento positivo, agradable o eufórico, que en su forma natural se manifiesta cuando un individuo consciente satisface plenamente alguna necesidad: ya sea una bebida, una comida, descanso, sexo, diversión.”
“La naturaleza suele asociar la sensación de placer con algún beneficio para la especie y la Filosofía  lo clasifica entre los tipos posibles de felicidad.”
Dicho esto, les cuento que durante los últimos 15 años en los Estados Unidos,  Regena Thomashauer, más conocida como Mama Gena, se ha dedicado a enseñarles a mujeres de todas las edades a, en sus propias palabras, “usar el poder del placer para poder lograr lo que uno quiere en la vida”.
Maestra, madre y autora de varios libros, ha dedicado gran parte de su vida a investigar sobre el placer y sus beneficios. Ella enseña a utilizar el poder del deseo -no del esfuerzo- para lograr objetivos. Dice: “Vas a disfrutar la sensación de placer, alegría y sensualidad y verás cómo el mundo viene hacia ti en vez de lo contrario.”
Fundó una escuela que se llama “Escuela de las Artes Femeninas” donde ella “entra en el corazón y el alma de las mujeres y las ayuda a abrir la leyenda que vive adentro de ellas.”
Su teoría está sustentada en la idea de que a lo largo de la vida, a las mujeres nos enseñan todo tipo de cosas menos a saber qué es ser mujer.
No hay entrenamiento para esto. Dice que generalmente las mujeres somos educadas para garantizar la felicidad de otros pero no la nuestra; cuidar de los otros pero no a nosotras mismas.
La autora sostiene que cuando una mujer logra dar vuelta esa “orden” y comienza a prestarle atención al placer, asegurándose de que con cada decisión que toma se siente bien y eso es gratificante para ella, entonces puede optar por cuestiones que gratifiquen su vida y a su vez mejoren la vida de otros.  La autora afirma: “Mi objetivo es enseñarles cómo convertirse en las mujeres que nacieron para ser y volcarlas a sus propios deseos.”
Continúa diciendo que durante el siglo XX las mujeres tuvimos que ocuparnos de lograr la igualdad. El placer, por lo tanto, no estaba dentro de la agenda. Era un lujo que no nos podíamos dar. Pero la igualdad, si bien es necesaria para una infinidad de asuntos, es inadecuada para el corazón, para el alma, la pasión y el fuego de ser mujer.
El siglo XXI entonces nos acerca al privilegio y al placer de ser una mujer. Ahora es el momento. Dice que el mundo está hambriento de profundizar en esta cuestión. Que la ausencia de placer ha creado una cantidad enorme de sufrimiento. Y que en su escuela ella enseña a cada mujer a celebrar cada parte de ella misma. Sostiene que la simple auto-aceptación ya  no es suficiente. Es el momento de la “auto-celebración”, que es el mínimo requerimiento para vivir una vida poderosa y extraordinaria.
Mama Gena confirma que cada mujer es un fenómeno y que es fantástico saber que tenemos tanto poder en nuestras manos. Sin duda constituye un gran privilegio, pero también una gran responsabilidad. Según su opinión, las mujeres no hemos sido conscientes de la oportunidad y de lo divertido que es haber nacido mujeres.
Siempre nos han dicho que el placer es frívolo, peligroso e improductivo. Varios rasgos negativos fueron asociados al placer. Pero Mama Gena dice que el placer tiene una importancia enorme, ya que es el tejido conectivo entre un ser humano y su propia fuerza vital.
“Las mujeres son el más grande recurso natural del mundo aún no revelado”, afirma, y dice que no busca que las mujeres respondan y se encorseten en una nueva definición de lo que significa ser mujer. Ella quiere que cada una puede definir su manera de ser mujer y ayudar a que cada mujer aprenda cuáles son las propias herramientas y habilidades para otorgarnos una nueva definición de nosotras mismas en completa celebración de nuestra femineidad.
Y ustedes, queridos amigos, ¿qué opinan? Sabemos que hay muchas mujeres que nos escuchan. A ellas les preguntamos: ¿Nos animaremos a dar este gran salto hacia la revalorización del placer?
Vicky Detry

domingo, 11 de noviembre de 2012

¡Viva la diferencia!


Pilar Sordo es una psicóloga chilena que da conferencias y seminarios en distintos países sobre diversos temas, entre ellos la diferencia y complementariedad entre hombres y mujeres. Sobre ese tema trata su primer libro, titulado justamente “¡Viva la diferencia!”
Esta obra es el resultado de cuatro años de una exhaustiva investigación de la autora para ayudarnos a reconocer ciertas características que conformarían lo masculino y lo femenino, con la idea de traspasar los géneros y encontrar una nueva posibilidad de ser personas más armónicas y universales.
El estilo de Pilar Sordo incluye un sentido del humor sutil y desafiante, que hace que la lectura resulte amena y entretenida, sin por ello restarle profundidad ni realismo.
El capítulo V, por ejemplo, comienza así: “Érase una vez es una expresión que todos hemos escuchado y que –una vez pasada la infancia- nos genera algún tipo de melancolía o recuerdos en relación a esa etapa de nuestras vidas. Nos hayan o no contado o leído alguno de estos cuentos tradicionales, ellos parecen formar parte del inconsciente colectivo de nuestra cultura y, por lo mismo, parecieran determinar o predeterminar muchas de nuestras conductas psicológicas a lo largo del tiempo”
“En cuentos tan populares como La Cenicienta  y Blancanieves” –sostiene la autora- “las mujeres esperan a un hombre que las saque de su estado de infelicidad, que las resucite, las despierte del letargo para hacerlas felices, pues están “medio muertas” por la ausencia de ellos”.
“En cuentos como estos las mujeres por sí mismas parecieran no ser protagonistas de nada, pues tan solo están a la espera de un hombre que debe llegar, descubrirlas y rescatarlas para poder así ser felices”.
“En lenguaje actual” –continúa Pilar Sordo- “tanto la bella durmiente como Blancanieves se encuentran en estado de coma hasta que llega un señor que nadie conoce mucho, pero que con un solo beso las resucita. Esto quiere decir –y nos enseña- que los hombres nos dan la vida que nosotras no tenemos.”
“Además, no está de más recalcar que la causa de la infelicidad de estas protagonistas –en estos como en otros cuentos- está determinada por otras mujeres: en el caso de la Cenicienta son la madrastra y las hermanastras quienes la hacen experimentar una vida de abusos e infelicidad. Es una mujer –también madrastra- la que envenena a Blancanieves”.
“Estas historias” –afirma la autora- “nos muestran desde nuestra más tierna infancia a personajes cuyas relaciones estarían marcadas por la envidia, la rabia interna o el deseo de venganza. Por otra parte, este tipo de conducta femenina –según lo determinan los cuentos de hadas- obliga a los hombres a tener que ser príncipes y cumplir, por ende, con una cantidad enorme de requisitos: tener posición social, estabilidad anímica, condiciones naturales de gentileza, ternura, belleza, estabilidad socio-económica, proyección como buen padre, etcétera. Porque así son los príncipes perfectos”.
“Ellos, por lo tanto, también serán desde muy pequeños determinados para ser susceptibles a caer en el juego de tratar de complacer al resto, intentando cumplir con esta cantidad de exigencias. También querrán ser príncipes y cubrir todas nuestras expectativas”.
“Así las cosas” –continúa Pilar Sordo- “aprendemos a través de estos cuentos que los hombres nos resucitan, que la felicidad se logra solo en la medida en que hay otro que la produce, que los hombres deben hacernos sentir y cumplir nuestros deseos en cuanto estos van surgiendo”.
“Cuando llega el príncipe a mi vida (…) se supone que lo reconozco de inmediato. No existe en estos cuentos el tiempo necesario para el conocimiento mutuo ni las experiencias que enseñan a descubrir lo que no me gusta del otro; en ellos el aprendizaje es instantáneo: Yo lo veo y sé que es él. Algo más: junto con reconocerlo, tengo que dejar todo por ese hombre, pues me garantiza que voy a ser feliz para siempre”.
Queridos oyentes, no les voy a contar cómo sigue el libro ni las consecuencias que este pensamiento mágico ha tenido en la vida de muchos de los hombres y las mujeres que han crecido bajo su influencia. De hecho, muchos de ustedes habrán experimentado esa influencia.
Solo les adelanto que Pilar Sordo propone modos de romper ese hechizo maléfico que nos coloca –tanto a nosotras como a ellos- en situaciones desventajosas y nos alejan de quienes en realidad podrían llegar a ser nuestros mejores compañeros de ruta.
Clarina Pertiné

jueves, 8 de noviembre de 2012

Aprendices del amor


El doctor Norberto Levy, médico psicoterapeuta a quien ya hemos citado en este espacio cuando hablamos de uno de sus libros, llamado “La sabiduría de las emociones”, es también autor de una obra cuyo título es “Aprendices del amor”.
Allí, en forma de preguntas y respuestas, Levy recorre el amplio espectro de las emociones humanas y examina su relación con la mente, proponiendo al lector modos concretos para reconocer y recuperar la complementariedad esencial que existe entre ambas. Esa complementariedad es, para el autor, una de las claves en el camino de la autocuración psicológica.
Una de las preguntas que el doctor Levy plantea es la siguiente: “¿Qué vínculo existe entre el amor, la inteligencia y la sabiduría?”  Y dice: “La inteligencia es la capacidad de resolver problemas. El tipo de problemas que pueda resolver definirá cuál es la inteligencia que tengo: si es filosófica, matemática, química, corporal o musical, etc.”
“Si utilizo mi inteligencia en química para producir armas que destruyen a mucha gente, tendré una inteligencia química pero no una inteligencia que comprenda la cualidad unitaria que subyace en todo lo vivo y el rol complementario que cumplen todos sus componentes. La sabiduría es, precisamente, el conocimiento vivencial profundo de dicha unidad. Dicho de otro modo, la sabiduría es el amor hecho autoconciencia. Es la energía del amor convertida en concepto, conocimiento, enseñanza.”
Acto seguido, el autor inquiere: “¿Cómo actúa la sabiduría frente a un conflicto?”, a lo que responde:
“Un conflicto es un vínculo en el que cada parte cree que la solución radica en la eliminación del otro: Yo estaré bien solo si logro vencerlo o apartarlo. Esta es la esencia del conflicto tanto en el universo personal como intrapersonal.”
“Un conflicto intrapersonal típico es el que se da entre los impulsos y la mente. El impulso dice: Yo quiero expresarme, convertirme en acción, y tú, mente, no me dejas. Te la pasas calculando y anticipando y no me dejas vivir. Quiero eliminarte para poder ser feliz.”
“La mente responde: Tú avanzas enceguecido y traes más problemas que otra cosa. Estoy harta de que te equivoques, te ilusiones, te engañen, y tener que pasarme la vida tratando de arreglar los platos rotos. Te voy a frenar como sea porque eres un peligro total”.
“Y así puede continuar largamente esta batalla con todo el daño y sufrimiento que acarrea… hasta que alguien pueda devolver la armonía a ese sistema.”
“Esa es la tarea de la sabiduría. Ella es la que puede reconocer la parte de verdad  y de error que hay en cada antagonista y explicárselo a cada uno de ellos del modo en el que lo puedan entender. De esa forma contribuye a reconstruir el vínculo de complementariedad perdido entre los impulsos y la mente, ese vínculo en el que ambos se pueden volver a reconocer tan necesarios el uno para el otro como lo son las dos manos entre sí.”
“Los impulsos y la mente” –continúa Levy- “podrían compararse con el acelerador y el freno. Vistos de forma aislada parecen opuestos que se anulan uno al otro. Recién cuando se incorpora la imagen del auto en el tránsito es que se comprueba que son complementarios: puedo acelerar porque cuento con el freno y viceversa.”
Y finaliza esa respuesta afirmando que “conectar con la unidad mayor que permite ver lo complementario que hay entre lo aparentemente opuesto es lo que hace la sabiduría del amor”.
Queridos oyentes, hay cuestiones que nos parecen tan obvias que justamente obviamos algo fundamental, que es prestarles atención para profundizar en ellas y así aprender nuevas maneras de capitalizarlas a favor de nuestra salud emocional y afectiva.
Les recomendamos entonces el libro “Aprendices del amor”, del doctor Norberto Levy.
Clarina Pertiné

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El cielo por asalto


Hace poco me enteré de que “el cielo por asalto”, una de las frases más lindas que conozco, se le atribuye a Carlos Marx en una carta que le escribió a un amigo desde Londres en el año 1871.
Más allá de la significación política que subyacía en el escrito del pensador alemán, que tenía que ver con la actitud de parte de la sociedad parisina, tomar el cielo por asalto me suena a volar alto, tan alto como para que el cielo sea nuestra conquista.
Porque el cielo hay que conquistarlo, creo yo. Ese cielo donde reinan los ideales se nos presenta cada vez más lejano; hay algo que nos tira para abajo y nos aleja, nos achata. Y el camino de ascenso resulta a veces demasiado arduo para intentarlo.
No es el camino del confort el que nos acerca. No. El auto puede ser cada día más rápido, la casa más inteligente, la tecnología más amigable y sin embargo, no salimos de lo pedestre.
Podemos mirarnos mucho más el ombligo y descubrir hasta los pliegues más sutiles de nuestra fisonomía; la felicidad casi ya viene en pastillas y las recetas de autoayuda están prácticamente al alcance de todos nosotros.
Algunos nos convocan a ese ascenso. Otros nos lideran o sencillamente compramos sin protestar promesas de armonía y equilibrio. Soñamos con bailar o cantar por la televisión pero como no podemos, nos pasamos las horas viendo cómo los otros bailan o cantan. O simplemente cómo habitan una casa ficticia con la intimidad desnudada.
Y cuanto menos queremos, menos tenemos. Cuanto menos cielo anhelamos, más lejos nos queda.
Pero se puede querer más. Se puede creer en los ideales de ese cielo que nos estamos perdiendo. Podemos seguir soñando con una sociedad más justa, más inclusiva. Podemos recuperar esos sueños que alguna vez encendieron nuestro corazón de esperanza. Podemos enamorarnos sin reservas y pensar en la amistad como el encuentro más valioso entre dos personas.
Podemos soñar para nuestros hijos un mundo mejor. Y eso supone luchar por nuestras convicciones. Luchar para que nos unan los hilos de la solidaridad y no nos separen diferencias que no tienen fundamentos más sólidos que aquellos que enfrentan a los simpatizantes de dos equipos de fútbol.
Por eso, tomar el cielo por asalto me suena a volar alto. A “tirar para arriba”, como decía Miguel Mateos en los 90. A preferir lo que nos gusta a lo que nos conforma. A animarnos a descubrir nuestro deseo y no satisfacer el de los hacedores del rating.
Tomar el cielo por asalto me suena a burlar a la vulgaridad que lo custodia. Porque es difícil manejar a aquellos que vuelan alto. Se dispersan, se embriagan con la libertad que les brinda ese cielo inmenso. Es más fácil manejarlos desde abajo, desde atrás de una pantalla de televisión, por ejemplo, fabricando escándalos que despiertan nuestro costado más mórbido.
A ese cielo apuntamos; ese cielo queremos conquistar. ¿Les gustaría  acompañarnos?
Natalia Peroni

martes, 6 de noviembre de 2012

Curiosidades del lenguaje


Hace unos meses, en este espacio citamos algunos fragmentos del libro “Las mil y una curiosidades de Buenos Aires”, cuyo autor es un periodista argentino que se llama Diego Zigiotto.
El libro es sumamente interesante y nos provee de un variadísimo material para conocer secretos, relatos, leyendas y datos históricos de la ciudad de Buenos Aires. Una ciudad que despliega frente a nosotros sus múltiples facetas, muchas de las cuales nos arrancan sonrisas, ya sean de nostalgia, sorpresa o complicidad con el humor con que el autor las rescata y las revela a sus lectores.
Bajo el título “Curiosidades del lenguaje”,  Diego Zigiotto comparte las siguientes:
**Para no asistir a clases, los alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires solían esconderse en los antiguos túneles que corren bajo la escuela, situada en la Manzana de las Luces. Como en los pasadizos abundaban los roedores, se decía que los chicos “se hacían la rata”, desde entonces faltar al colegio sin permiso de los padres.
**Un producto adquirido por un valor inferior al esperado, una ganga, recibe en Buenos Aires el nombre “pichincha”. Surgió en los alrededores del antiguo Mercado Spinetto, un centro de abastecimiento minorista –a diferencia del mayorista Abasto- que ofrecía importantes rebajas. Pichincha es una de las calles laterales de ese mercado, ubicado en el barrio de Balvanera. Sobre la vereda opuesta se ubicaban galpones de venta de frutas y verduras, de manera tal que la persona que iba a recorrer la calle en busca de los mejores precios iba a “hacer pichinchas”.
**La palabra “ciruja” surgió en el “barrio de la Quema” o “de las Ranas”, actual Parque de los Patricios, donde se arrojaban los residuos de la ciudad. El término designa a quienes revolvían la basura, según se dice, con precisión de cirujanos. El vocablo “rana”, como una suerte de pícaro, proviene del mismo lugar.
**Según el Diccionario de Real Academia Española, “canillita” define al vendedor callejero de periódicos. El término comenzó a popularizarse a partir del libro Canillita, del dramaturgo uruguayo Florenci Sánchez, cuyo protagonista era precisamente un niño de piernitas flacas que vendía diarios. El Día del Canillita se festeja cada 7 de noviembre, en memoria de la fecha del fallecimiento de Sánchez en 1947.
**El origen de la palabra “patovica”, que designa a los musculosos porteros de los boliches bailables, debe buscarse en la marca de patos Vica, que se vendía hace años. Los patos Vica eran “doble pechuga” y alimentados con hormonas.
**”Llorar la carta” responde a una antigua costumbre porteña de pedir limosna casa por casa: el mendigo mostraba a quien lo atendiera una carta, firmada por algún personaje público, que describía las desgracias del portador. Mientras tanto, los niños que lo acompañaban comenzaban a llorar, en procura de una limosna.
**La expresión “Yo, argentino” se explica en el contexto de la Primera Guerra Mundial. La Argentina se había declarado neutral en el conflicto, de manera que cuando las autoridades requerían documentos a algún argentino en algún país de Europa, el viajero mostraba el pasaporte, y para que no quedaran dudas, aclaraba: “Yo, argentino”. Por extensión, la frase significa prescindencia, abstención, falta de compromiso.
**En épocas antiguas, las ollas se guardaban boca abajo para evitar que anidasen insectos en su interior. Se las daba vuelta, “se las paraba”, solo en el momento de usarlas para cocinar. De ese acto deriva el popular dicho “tener con qué parar la olla”, es decir, conseguir alimentos o dinero para comprarlos.
Estas, queridos oyentes, son algunas de las curiosidades del lenguaje que Diego Zigiotto nos cuenta en su maravilloso libro “Las mil y una curiosidades de Buenos Aires”.
Clarina Pertiné

lunes, 5 de noviembre de 2012

Antes del fin


En su libro “Antes del fin”, el gran escritor argentino Ernesto Sábato dedica las páginas finales a los jóvenes, y les confirma su fe en ellos. Hoy me gustaría compartir con ustedes algunos de sus párrafos, que considero lúcidos y siempre vigentes.
 “Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Son la vida y nuestra tierra las que están en peligro.”
Y a continuación cita un verso de Hölderlin: “El fuego mismo de los dioses día y noche nos empuja a salir adelante. ¡Ven! Miremos los espacios abiertos, busquemos lo que nos pertenece, por lejano que esté.”
“Sí, muchachos” –prosigue Sábato- “la vida del mundo hay que tomarla como tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra misión.”
“No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado, casi podría decirse que en el mundo entero, que su fin es promover el bien común. La solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en este mundo acéfalo que excluye a los diferentes. Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia.”
“Son muchos los motivos, me dirás, podrías decirme, para descreer de todo. (…) Comprendo tu congoja, el desconcierto de pertenecer a un tiempo en que se han derrumbado los muros, pero donde aún no se vislumbran nuevos horizontes. Falsas luminarias pretenden cautivar tu voluntad desde las pantallas. Debés pensar que no hay un cambio posible cuando el valor de la existencia es menor que el precio de un aviso publicitario. El escepticismo se ha agravado por la creciente resignación con que asumimos la magnitud del desastre.”
“Yo también tengo muchas dudas” –afirma Sábato-, y en ocasiones llego a pensar si son válidos los argumentos con que he intentado hallarle sentido a la existencia. Me reconforta saber que Kierkegaard decía que tener fe es el coraje de sostener la duda.”
“Yo oscilo entre la desesperación y la esperanza, que es la que siempre prevalece, porque si no la humanidad habría desaparecido, casi desde el comienzo, porque tantos son los motivos para dudar de todo. Pero por la persistencia de ese sentimiento tan profundo como disparatado, ajeno a toda lógica -¡qué desdichado el hombre que solo cuenta con la razón!-, nos salvamos, una y otra vez, sobre todo por las mujeres; porque no solo dan la vida, sino que también son las que preservan esta enigmática especie. No en vano, en una de las culturas cuya sabiduría es milenaria, se creía que el alma de una mujer que moría en medio del parto era conducida al mismo cielo que el guerrero vencido en un combate.”
“Por eso te hablo, con el deseo de generar en vos no solo la provocación sino también el convencimiento”.
“Yo reafirmo a diario mi confianza en ustedes. Son muchos los que en medio de la tempestad continúan luchando, ofreciendo su tiempo y hasta su propia vida por el otro. En las calles, en las cárceles, en las villas miseria, en los hospitales. Mostrándonos que, en estos tiempos de triunfalismos falsos, la verdadera resistencia es la que se combate por valores que se consideran perdidos.”
 “Les propongo entonces” –concluye Sábato- “con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso: salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante. Quizá ya lo está haciendo, de un modo silencioso y subterráneo, como los brotes que laten bajo las tierras del invierno.”
“Algo por lo que todavía vale la pena sufrir y morir, una comunión entre hombres, aquel pacto entre derrotados. Una sola torre, sí, pero refulgente e indestructible. En tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche. Lean las cartas que Miguel Hernández envió desde la cárcel donde finalmente encontró la muerte: “Volveremos a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra: la libertad, las cadenas, la alegría y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra.”
Y finaliza diciéndoles: “Piensen siempre en la nobleza de estos hombres que redimen a la humanidad. A través de su muerte nos entregan el valor supremo de la vida, mostrándonos que el obstáculo no impide la historia; nos recuerdan que el hombre solo cabe en la utopía. Solo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.”
Hasta aquí, las palabras de Ernesto Sábato en su libro “Antes del fin”. Ustedes, queridos oyentes, ¿se sienten convocados a encarnar la utopía? ¿Comparten con Sábato su profunda esperanza?
Clarina Pertiné

viernes, 2 de noviembre de 2012

Verano


Se viene el verano. Se nota en los atardeceres demorados, los jardines con flores y nuestros pies que asoman luego de meses de haber estado confinados en botas y zapatos cerrados.
Ye se adivina el calor furioso de los meses más fuertes en los mediodías soleados que llenan las plazas y las mesas al aire libre de los miles de café de Buenos Aires.
Se viene el verano y se nota en algunas mejillas arrebatadas y en las ventanillas de los autos que viajan abiertas. Se nota en Palermo, en Parque Rivadavia, en la costanera y por supuesto, en la matrícula de los gimnasios.
¿Sabían que existen estadísticas (para todas las cosas de la vida existen estadísticas) que demuestran que el 67 % de los nuevos socios que entran a un gimnasio lo abandonan dentro de los primeros 30 días? Los que seguramente lo saben son los dueños de esos gimnasios modernos que te asocian pagando un año por anticipado. Los mismos que me convencieron a mí, que pertenezco a la muestra de personas que estadísticamente no sobrevirán más que unas cuantas semanas a esa tortura que se llama fitness.
El protagonista indiscutido del gimnasio en el cual me inscribí, es un salón de dimensiones considerables, con una pared de vidrio de casi 20 metros, de cara a una avenida. Tiene 4 filas de aparatos ultramodernos que miran hacia la calle. Te miden el tiempo, la velocidad, las pulsaciones, las calorías consumidas. Te queda para vos la esperanza de lograr un cuerpo perfecto, digno aunque sea, en apenas 2 meses.
Algunos, como yo, caminan en la cinta, otros corren, otros pedalean y varios escalan. Y de repente me imagine una caja vidriada con 40 ó 50 hamsters haciendo girar las ruedas de una vuelta al mundo en miniatura. Para el deleite malsano de los que pasan raudos cómodamente instalados en sus autos o los caminantes apurados que miran de reojo.
¿Por qué estoy acá, pensé? ¿Si tengo una bicicleta que sin ninguna cuota anual me permitiría desplazarme por la ciudad ahorrando energía para el planeta y gastos de transporte para mi bolsillo? Podría también caminar al borde del río, pensé, o correr en algún parque, con el viento en la cara y pasto bajo mis zapatillas.
Y entonces me acordé de un juego que tienen mis sobrinos. Consta de una pequeña consola que se conecta al televisor y dos controles inalámbricos que se sujetan a las muñecas como pulseras. Y elegís el deporte que querés jugar. Football, tenis, golf y otros. Podes jugar solo o con un contrario. Competis, transpiras, perdés o ganás. Pero de mentira.
Y si alguien espía o se asoma de espaldas a la pantalla del televisor, como me pasó a mi el día que conocí este juego, créanme que se puede llevar un susto bárbaro viendo a adolescentes y adultos presos de movimientos espásticos mirando un punto fijo y gritando desaforados goles virtuales y boogies informáticos.
El día que aluciné que era un hámster encerrado en una inmensa caja de vidrio y rodeado de otros hámsters haciendo piruetas ridículas como las mías, me acordé de otro ejemplo de deportes simulados. Se llama canal de nado y es una pileta chica, de no más de 3 metros de largo. En una punta tiene un motor que provoca olas y uno puede nadar metros y metros, horas y horas, sin moverse del lugar.
Y seguí caminando en la cinta. Con los auriculares puestos, las pulsaciones sostenidas en 120, a una velocidad de 10 km por hora, pero sin desplazarme un solo centímetro. Como el cuento de la liebre y la tortuga de Borges, otra paradoja que si me acompañan otro día, podemos analizar juntos.
Mientras tanto, desempolvemos las viseras, saquemos del cajón los pantalones cortos y salgamos a correr o a caminar. De verdad o de mentira. Porque se viene el verano. Y ya se nota.
Natalia Peroni

jueves, 1 de noviembre de 2012

Agenda emocional


El domingo 21 de octubre, día de la madre, La Revista del diario “La Nación” publicó un artículo escrito por Eduardo Chaktoura, psicólogo y periodista. El artículo se titula “Ocio” y hoy lo comparto con ustedes porque me parece muy interesante y útil.
Dice así: “Somos muchos los terapeutas que recomendamos a ciertos pacientes que intenten llevar registro de sus actividades diarias. ¿Lo pensaste alguna vez? También aconsejamos que apunten palabras sueltas o frases que reflejen sensaciones y pensamientos. ¿Qué emociones suelen jugarse en tu día a día? ¿Hay sentimientos recurrentes: cansancio, ansiedad, intolerancia?”
Y continúa: “No creo que sea demasiado original pero yo la llamo agenda emocional, y a muchos les ha cambiado la mirada de cómo transitar por la vida y  los ha ayudado a regularizar su salud física y emocional.”
“Hacemos tan mal uso de la temporalidad” –sostiene el autor- “que no es difícil entender cuál sería una de las causas principales de los cuadros clásicos de ansiedad, estrés e, incluso, depresión. Si pensamos en el significado de la palabra ocio coincidiremos en que, por mandato, la hemos confundido con la vagancia.”
“¿Qué conocemos como tiempo ocioso?” -pregunta Eduardo Chaktoura-. “¿Cuántos tipos de tiempo creemos que hay? ¿En qué quedó esto del tiempo al tiempo?”
“El profesor en Psicología Mihaly Csikszentmihalyi, pionero de la llamada psicología de la vida cotidiana, propone pensarnos en torno a tres ejes temporales: el trabajo, el mantenimiento y el ocio.
“El trabajo sería el tiempo que dedicamos a generar dinero para la supervivencia y la comodidad. El tiempo destinado al mantenimiento son las horas que destinamos a conservar el cuerpo (comer, asearse, vestirse, etcétera), a movilizarnos (conducir, usar transportes públicos) y a realizar las tareas domésticas (cocinar, comprar, limpiar). De hecho, tal como señala Csikszentmihalyi: ‘Trabajamo duro solo para conservar el cuerpo y sus posesiones´”.
“Durante el tiempo libre o de ocio nos entregamos a lo que los griegos llamaban dedicar el tiempo al desarrollo de uno mismo: el aprendizaje, las artes y la actividad política.
“Hoy, tal como señala el autor” –continúa Sinay- aquella visión erudita se traduce en tres principales actividades: ‘El consumo de medios de comunicación, principalmente de la televisión, con unas gotas de lectura de diarios y revistas; la conversación y una tercera instancia de utilización más activa del tiempo libre y, por ello, la más cercana al viejo ideal, destinada a las aficiones: tocar música, practicar deportes y hacer ejercicios físicos, ir a restaurantes y ver películas’.”
“Más allá de la agenda (que recomiendo) –finaliza Eduardo Chaktoura- otra forma de mirar el uso del tiempo sería dividir la torta en tres: limón (trabajo), vainilla (mantenimiento) y chocolate (ocio).”
“¿Qué porcentaje de cada sabor tiene nuestro pastel? ¿Solemos cocinar o comprar bizcochuelos en el super? ¿Cuán obsesionados estamos con sacar la torta del horno antes de tiempo? ¿Con cuánta velocidad devoramos? ¿Alguna vez percibimos la esponjosidad, la temperatura, el aroma y el color de la torta?”
Así termina el artículo de Eduardo Chaktoura, con interrogantes que hoy les propongo que nos hagamos, para empezar a darnos cuenta de cómo vivimos nuestra vida cotidiana; para descubrir si se nos pasan las horas del día casi sin registrar lo que nos sucede, o si en verdad podemos estar presentes en cada instante, con la consciencia atenta a todo aquello que  pueda hacer de nuestra vida un delicioso y equilibrado manjar de tres sabores inigualables.
Clarina Pertiné