Hoy les propongo
que hablemos sobre la educación para ser feliz.
¿Se puede enseñar a una persona a ser buena y feliz? “Sí, de la misma forma
que se aprende a navegar por Internet o a ser físico cuántico, siendo la neuro-psico-educación
un programa que intenta contribuir a alcanzar ese gran logro”, dice el doctor Carlos Logatt
Grabner, médico oncólogo y creador de la neuro-psico-educación.
Él dice que “el conocido coeficiente de inteligencia debería dividirse en
dos: uno que midiera la inteligencia orientada al conocimiento del mundo
exterior, y otro orientado al mundo interior.”
Continúa diciendo: “El hecho de comprender que existen dos tipos de
inteligencias no implica desestimar alguna de ellas. Ambas son imprescindibles para
el completo desarrollo del ser humano. Pero si tenemos en cuenta el sueño de un mundo mejor, sin
lugar a dudas, la inteligencia del mundo exterior tendría que relacionarse con
la del mundo interior”.
A su vez, el escritor y psicólogo norteamericano Martin Seligman, reconocido por sus trabajos en la Psicología
Positiva, dice que la educación positiva se define como la educación para
desarrollar ambas habilidades: las
tradicionales y las habilidades para la felicidad.
Martin Seligman explica que hay una evidencia
sustancial, proveniente de varias
investigaciones científicas, sobre las habilidades que incrementan la
resiliencia, las emociones positivas, el compromiso y el sentido de la vida, y que pueden ser enseñadas en la escuela.
Él propone un test de dos preguntas muy simples para
entender de qué hablamos y son las siguientes:
Pregunta 1:
Dígame usted ¿qué es lo que más desea para sus hijos?
Si usted es como la mayoría de los padres a los que se les ha hecho esta
pregunta, seguramente responderá: felicidad, confianza en sí mismos, bienestar,
realización personal, equilibrio, cosas buenas, bondad, salud, satisfacción, amor.
En resumen, que tengan una buena vida sería la prioridad para usted con
respecto a sus hijos.
Pregunta 2:
Dígame usted ¿qué enseñan en los colegios?
Si usted es como la mayoría de los padres a los que se les ha hecho esta
pregunta, seguramente responderá: lograr cosas, capacidades analíticas, éxito,
alfabetización, Matemáticas, trabajo, evaluación, disciplina. En resumen, lo
que los colegios enseñan en general es cómo sobresalir en un ambiente laboral.
La conclusión es que no hay demasiada relación entre lo que queremos para
nuestros hijos y lo que se les enseña en los colegios. Por más de un siglo las
escuelas han enseñado cómo construir mejor el pasaje al mundo laboral adulto.
Martin Seligman nos propone imaginarnos qué pasaría si los colegios, sin
descuidar esas enseñanzas, enseñaran además herramientas para ser más felices,
para vivir mejor. Dice: “Quiero que se imaginen una educación positiva”.
Volviendo
al doctor Logatt Grabner sostiene, él explica que el propósito de la neuro-psico-educación
busca justamente dedicar igual tiempo para el desarrollo de los dos
coeficientes de inteligencia: tanto el referido al mundo externo como el
referido al mundo interno.
Hasta ahora
se dedica un 95% del tiempo educativo para el desarrollo del coeficiente
destinado al mundo externo, que él llama “educación para la supervivencia” y
sólo un 5% para el desarrollo del coeficiente de inteligencia para el mundo
interno, que denomina “educación para la trascendencia”. Y afirma que para que
existan individuos integralmente desarrollados, este porcentaje debería ser de
un 50 y 50.
La trascendencia,
según Logatt Grabner, es el camino que nos
conduce a crecer cada día como seres humanos, permitiendo que afloren nuestras
mejores cualidades, tales como el altruismo, la solidaridad, la cooperatividad,
la honestidad, la tolerancia y la empatía.
El doctor
Seligman nos acerca dos ejemplos de ejercicios que se utilizan habitualmente en
la educación que él propone.
En el
primero, se les pide a los alumnos que escriban diariamente tres cosas
positivas que les hayan pasado en el día. Y al lado de cada hecho positivo
tienen que escribir una de tres respuestas a las siguientes preguntas: ¿Por qué
creen que les sucedió eso? o ¿Qué significa para ellos ese logro? o ¿Cómo creen
que pueden tener más de eso en el futuro?
El segundo
ejercicio consiste en utilizar las fortalezas de carácter que tiene cada
persona, pero de una nueva forma. Según Seligman, existen en el mundo 16
fortalezas del carácter: honestidad, lealtad, perseverancia, creatividad,
bondad, sabiduría, entre otras.
El autor considera que las personas podemos tener una vida más
satisfactoria si logramos identificar cuáles de estas fortalezas poseemos en
mayor grado, y una vez identificadas, los chicos podrán utilizarlas en el
colegio, en los hobbies, con la familia y con los amigos.
Finalmente,
para terminar esta columna de hoy, los dejo con una frase de la antropóloga
Margaret Mead: “¿Quién dijo que un pequeño grupo de personas comprometidas con
un ideal no pueden cambiar el mundo? Pues de hecho, esto es lo único en la
historia que ha logrado cambiarla.”
¿Qué opinan?
¿Será posible que la educación nos ayude a ser más felices? ¿Podríamos
proponerles a las escuelas a las que van nuestros hijos algunas ideas en este
sentido?
Vicky Detry