jueves, 30 de agosto de 2012

Educación para ser feliz


Hoy les propongo que hablemos sobre la educación para ser feliz.

 

¿Se puede enseñar a una persona a ser buena y feliz?Sí, de la misma forma que se aprende a navegar por Internet o a ser físico cuántico, siendo la neuro-psico-educación un programa que intenta contribuir a alcanzar ese gran logro”, dice el doctor Carlos Logatt Grabner, médico oncólogo y creador de la neuro-psico-educación.

 

Él dice que “el conocido coeficiente de inteligencia debería dividirse en dos: uno que midiera la inteligencia orientada al conocimiento del mundo exterior, y otro orientado al mundo interior.”

 

Continúa diciendo: “El hecho de comprender que existen dos tipos de inteligencias no implica desestimar alguna de ellas. Ambas son imprescindibles para el completo desarrollo del ser humano. Pero si tenemos en cuenta el sueño de un mundo mejor, sin lugar a dudas, la inteligencia del mundo exterior tendría que relacionarse con la del mundo interior”.

 

A su vez, el escritor y psicólogo norteamericano Martin Seligman,  reconocido por sus trabajos en la Psicología Positiva, dice que la educación positiva se define como la educación para desarrollar ambas habilidades: las  tradicionales y las habilidades para la felicidad.

 

Martin Seligman explica que hay una evidencia sustancial, proveniente de  varias investigaciones científicas, sobre las habilidades que incrementan la resiliencia, las emociones positivas, el compromiso y el sentido de la vida, y  que pueden ser enseñadas en la escuela.

 

Él propone un test de dos preguntas muy simples para entender de qué hablamos y son las siguientes:

 

Pregunta 1:

 

Dígame usted ¿qué es lo que más desea para sus hijos?

 

Si usted es como la mayoría de los padres a los que se les ha hecho esta pregunta, seguramente responderá: felicidad, confianza en sí mismos, bienestar, realización personal, equilibrio, cosas buenas, bondad, salud, satisfacción, amor. En resumen, que tengan una buena vida sería la prioridad para usted con respecto a sus hijos.

 

Pregunta 2:

 

Dígame usted ¿qué enseñan en los colegios?

 

Si usted es como la mayoría de los padres a los que se les ha hecho esta pregunta, seguramente responderá: lograr cosas, capacidades analíticas, éxito, alfabetización, Matemáticas, trabajo, evaluación, disciplina. En resumen, lo que los colegios enseñan en general es cómo sobresalir en un ambiente laboral.

 

La conclusión es que no hay demasiada relación entre lo que queremos para nuestros hijos y lo que se les enseña en los colegios. Por más de un siglo las escuelas han enseñado cómo construir mejor el pasaje al mundo laboral adulto.

 

Martin Seligman nos propone imaginarnos qué pasaría si los colegios, sin descuidar esas enseñanzas, enseñaran además herramientas para ser más felices, para vivir mejor. Dice: “Quiero que se imaginen una educación positiva”.

 

Volviendo al doctor Logatt Grabner sostiene, él explica que el propósito de la neuro-psico-educación busca justamente dedicar igual tiempo para el desarrollo de los dos coeficientes de inteligencia: tanto el referido al mundo externo como el referido al mundo interno.

Hasta ahora se dedica un 95% del tiempo educativo para el desarrollo del coeficiente destinado al mundo externo, que él llama “educación para la supervivencia” y sólo un 5% para el desarrollo del coeficiente de inteligencia para el mundo interno, que denomina “educación para la trascendencia”. Y afirma que para que existan individuos integralmente desarrollados, este porcentaje debería ser de un 50 y 50.

La trascendencia, según Logatt Grabner, es el camino que nos conduce a crecer cada día como seres humanos, permitiendo que afloren nuestras mejores cualidades, tales como el altruismo, la solidaridad, la cooperatividad, la honestidad, la tolerancia y la empatía.

El doctor Seligman nos acerca dos ejemplos de ejercicios que se utilizan habitualmente en la educación que él propone.  

En el primero, se les pide a los alumnos que escriban diariamente tres cosas positivas que les hayan pasado en el día. Y al lado de cada hecho positivo tienen que escribir una de tres respuestas a las siguientes preguntas: ¿Por qué creen que les sucedió eso? o ¿Qué significa para ellos ese logro? o ¿Cómo creen que pueden tener más de eso en el futuro?

El segundo ejercicio consiste en utilizar las fortalezas de carácter que tiene cada persona, pero de una nueva forma. Según Seligman, existen en el mundo 16 fortalezas del carácter: honestidad, lealtad, perseverancia, creatividad, bondad, sabiduría, entre otras.

El autor considera que las personas podemos tener una vida más satisfactoria si logramos identificar cuáles de estas fortalezas poseemos en mayor grado, y una vez identificadas, los chicos podrán utilizarlas en el colegio, en los hobbies, con la familia y con los amigos.

Finalmente, para terminar esta columna de hoy, los dejo con una frase de la antropóloga Margaret Mead: “¿Quién dijo que un pequeño grupo de personas comprometidas con un ideal no pueden cambiar el mundo? Pues de hecho, esto es lo único en la historia que ha logrado cambiarla.”

¿Qué opinan? ¿Será posible que la educación nos ayude a ser más felices? ¿Podríamos proponerles a las escuelas a las que van nuestros hijos algunas ideas en este sentido?
Vicky Detry

miércoles, 29 de agosto de 2012

El cuidado del alma


Hoy me gustaría compartir con ustedes un fragmento de la introducción del libro “El cuidado del alma”, cuyo autor es Thomas Moore, psicoterapeuta y escritor especializado en Psicología Arquetípica, Mitología y Arte.

Thomas Moore cita al escritor latino Apuleyo cuando dice que “Todos deberían saber que no se puede vivir de ninguna otra manera que cultivando el alma”.

“Cuidado también puede significar cultivo, vigilancia y participación a medida que la semilla del alma se despliega en la vasta creación que llamamos carácter o personalidad, con una historia, una comunidad, una lengua y una mitología propias”, sostiene Moore.

Y continúa: “El cultivo del alma implica un manejo prudente, durante toda la vida, de la materia prima. Por el momento, podemos decir que el cuidado del alma exige un especial tratamiento artesanal de la vida misma, con una sensibilidad de artista en la manera de hacer las cosas. El alma no se vierte automáticamente en la vida. Exige de nosotros habilidad y atención. El objetivo del trabajo con el alma no es, por consiguiente, adaptarse a las normas aceptadas o una imagen estadística del individuo sano”.

“Su meta es, más bien, una vida ricamente elaborada, conectada con la sociedad y con la naturaleza, entretejida en la cultura de la familia, de la nación y del planeta.

“El cuidado del alma habla a los anhelos que sentimos y a los síntomas que nos enloquecen, pero no es una senda que nos aleje de la sombra ni de la muerte. Una personalidad llena de alma es complicada, multifacética, y está moldeada a la vez por el dolor y el placer, por el éxito y el fracaso. En la vida vivida en plenitud de alma, no faltan los períodos de oscuridad ni los momentos en los que se hacen tonterías. Desprendernos de la fantasía de la salvación nos libera para abrirnos a la posibilidad del conocimiento y la aceptación de nosotros mismos, que son los verdaderos cimientos del alma”.

“El cuidado del alma es estimulante”-prosigue-. El acto de penetrar en los misterios del alma, sin sentimentalismo ni pesimismo, estimula un florecimiento de la vida de acuerdo con sus propios designios y con su propia e imprevisible belleza.”

“El cuidado del alma no consiste en resolver el enigma de la vida; muy al contrario, es una apreciación de los paradójicos misterios que combinan la luz y la oscuridad en la grandeza de lo que pueden llegar a ser la vida y la cultura humanas”.

Thomas Moore finaliza la introducción a su libro “El cuidado del alma” diciendo lo siguiente:

“En estas páginas estudiaremos las importantes diferencias que hay entre cuidado y cura. Examinaremos varias cuestiones frecuentes en la vida diaria que, una vez que dejamos de considerarlas como problemas que hay que resolver, nos dan la oportunidad de cultivar el alma.”

Y se dirige al lector con una recomendación muy especial, que dice así:

“A medida que lea este libro, puede ser conveniente que vaya renunciando a cualquier idea que tenga tanto sobre lo que es vivir con éxito y corrección como en lo que se refiere a entenderse a sí mismo. El alma humana no está hecha para que se la entienda. Le recomiendo que asuma una actitud más relajada y reflexione sobre la forma que ha tomado su vida.”

“Dar un giro a un tema familiar hasta conseguir una forma nueva es a veces más revelador, y en última instancia más importante, que adquirir un nuevo conocimiento y un nuevo conjunto de principios. A menudo, cuando la imaginación da un giro al lugar común y le imprime una forma ligeramente nueva, de pronto vemos al alma allí donde antes estaba oculta.”

“Imaginemos, pues, que el cuidado del alma es una aplicación de la poética a la vida de todos los días. Lo que aquí queremos hacer es volver a imaginar aquellas cosas que nos parece que ya comprendemos. Si Mercurio está presente con su ingenio y con su humor, hay bastantes probabilidades de que nos aparezca el alma –tan esquiva, decían los poetas antiguos, como una mariposa- y el hecho de que yo escriba y el lector me lea será, en sí mismo, una manera de cuidar el alma.”

Hasta aquí, Thomas Moore y su libro “El cuidado del alma”. Ahora, queridos oyentes, yo les pregunto: ¿Alguien les enseñó alguna vez a cuidar su alma? ¿Cómo lo hizo y qué significó ese aprendizaje en sus vidas? Si todavía no saben cómo cuidar su alma ¿están dispuestos buscar los modos de aprender ese arte?
Clarina Pertiné

lunes, 27 de agosto de 2012

Los ritos que salvan la vida


Hoy les propongo que hablemos acerca de los ritos.

Cuando me levanto a la mañana, me preparo el desayuno, pongo sobre la mesa una bandeja grande, la cubro con un individual y comienzo una serie de acciones que se repiten cada día y que forman parte de un ritual que disfruto plenamente, que me pone de buen humor y que hace que mi día comience de una manera que me encanta: tomando el desayuno en la cama. Este es uno de los tantos ritos cotidianos que me producen placer.

Anselm Grün, monje benedictino a quien ya hemos citado cuando hablamos de los límites sanadores, escribió un libro que se llama “Cincuenta ritos para la vida”, donde nos cuenta que hace algunos años se ha redescubierto la importancia y la necesidad de los ritos para los seres humanos. No se refiere exclusivamente a los ritos religiosos, sino que habla de los ritos personales que, en mayor o menor medida, marcan la vida cotidiana y configuran la vida familiar, empresarial y social.

Hay ritos personales y totalmente individuales: en las transiciones del día a la noche, de un día a otro y de un año a otro. Y hay ritos de transición típicos, de los que habla la ciencia de las religiones y que se conocen en todas las culturas: en el nacimiento y en la muerte de una persona, en la llegada a la edad adulta, en la mitad de la vida y en el paso a la vejez.
Anselm Grün explica la etimología de la palabra “rito” y nos acerca un aspecto muy interesante para tener en cuenta.

Dice que la palabra “rito”, desde el punto de vista de la historia del lenguaje, guarda relación con la antigua raíz india rtáh, que significa adecuado, correcto. Los ritos, por consiguiente, llevan a cabo algo que es adecuado para el ser humano y su ritmo vital; que es apropiado y correcto para él.

El autor de “Cincuenta ritos para la vida” describe una serie de funciones que él atribuye a los ritos y además les otorga una visión poética y mística. Esas funciones son las siguientes:

Los ritos abren el cielo sobre nuestra vida: A pesar de hablar de ellos como ciertas costumbres diarias, los asocia a lo religioso y dice que “traen el cielo a la tierra en medio de la vida cotidiana.”  Y nos transmiten la cercanía sanadora y amorosa de Dios.

Los ritos ahondan las relaciones: En los ritos personales, en una celebración, por ejemplo, lo importante es nuestra relación con el otro. Quien celebra es visto, es percibido. Cuando un rito sale bien–por ejemplo, una fiesta de cumpleaños–, se profundizan las relaciones existentes entre quienes lo celebran, y surgen entre ellos otras nuevas.

Los ritos fundan una identidad: Son una manera de celebrar el día y la vida y de darles una forma determinada. Pero los ritos no fundamentan únicamente la identidad personal de un individuo. Cuando tienen lugar en el correspondiente ámbito social, fundamentan o ahondan también la identidad de una familia o de una empresa. La celebramos con ritos, y de ese modo entramos en contacto con las raíces de nuestra vida y de nuestra identidad personal y colectiva.

Los ritos crean un lugar sagrado y un tiempo sagrado: Ese espacio sagrado es algo sobre lo cual este mundo de lo cotidiano no tiene ningún poder. Según lo entendían los griegos, sólo lo sagrado es capaz de curar, de sanar. El tiempo sagrado es un tiempo que le pertenece a la persona que realiza el rito.

Los ritos crean hogar. Proporcionan y refuerzan la sensación de estar en casa. Muchas veces repetimos los mismos ritos que realizaban nuestros padres y abuelos; eso nos brinda una sensación de continuidad y fortalece la confianza en que participamos de la fuerza de vida y de fe de los antepasados.

Los ritos son un lugar de encuentro conmigo mismo y con Dios. Los ritos nos ponen en contacto con nosotros mismos y con nuestro centro.

En definitiva, amigos oyentes,  quizás muchos de ustedes sientan, como yo, que no cambiaríamos nuestros ritos por nada del mundo y que con ellos la vida es mucho más placentera.

Ustedes ¿qué opinan? ¿Qué ritos iluminan su vida? ¿Los heredaron de sus mayores o los fueron creando ustedes? ¿Comparten algunos ritos con sus seres más queridos?
Vicky Detry 

viernes, 24 de agosto de 2012

Confianza total


“Confianza Total” es el título de un libro escrito por dos autoras argentinas, educadoras, conferencistas y especialistas en crecimiento personal y motivación.  Ellas son Verónica de Andrés y su hija Florencia Andrés. En la tapa del libro se destaca la siguiente pregunta: “Qué harías hoy si supieras que no vas a fracasar?”
Me gustó mucho ese interrogante; me pareció atractivo, poderoso, y ciertamente invita a pensar. Así que compré “Confianza total” pensando en ustedes, nuestros oyentes, y hoy quiero compartir un fragmento en el que las autoras abordan la cuestión del miedo.
Ellas cuentan que “el doctor Robert Sapolsky, neurólogo de la Universidad de Stanford, experto en el tema del estrés, explica que a los seres humanos nos basta con imaginar que vamos a vivir una mala experiencia para realmente pasarla mal, pues la descarga de hormonas del estrés en el cuerpo es la misma, tanto si vemos un león real o si solo lo imaginamos” .
Entonces,  ellas se preguntan “¿cómo podemos acercarnos a lo que queremos en lugar de utilizar nuestro valioso tiempo en quedar capturados en aquello que tememos? Cuando a Miguel Ángel le preguntaban cómo hacía para esculpir sus obras de una manera tan magnífica, él decía que primero visualizaba en la roca la imagen de lo que quería lograr, y luego sacaba lo que sobraba.”
“Muchas veces” –continúan las autoras- el miedo aparece cuando tenemos que atravesar una crisis o se nos presenta un desafío. Sin ser conscientes de ello, nuestra mente comienza a proyectar las imágenes temidas en lugar de las deseadas. En ese instante se inicia un autoboicot involuntario, a nivel inconsciente, con proyecciones negativas que socavan nuestra confianza y hacen que la prueba sea mucho más dura.”
“Es verdad que ante lo nuevo podemos asustarnos y volvernos temerosos, pero también es cierto que existen estrategias para hacerle frente a este tipo de emoción”, concluyen Verónica y Florencia Andrés.
Entre las estrategias que ellas proponen para enfrentar el miedo, hay una a la que llaman “las tres A”: ¡Admítelo, Atiéndelo y Atrévete!
Y explican lo siguiente: “La primera etapa o el primer paso es admitirlo. La nueva cima está frente a ti, el nuevo proyecto se presenta, el nuevo desafío comienza… Estás en la etapa de la incertidumbre. No sabes lo que puede suceder, y eso, la mayoría de las veces, genera miedo. ¿Cómo me irá? ¿Tendré éxito? ¿Les gustará mi idea? ¿Aprobaré el examen? ¿Me dirá que sí?
En esta etapa, lo importante es admitir que tenemos miedo, ya que en la mente los miedos se acrecientan, pero cuando son expresados oralmente, automáticamente disminuyen.
El segundo paso es atenderlo. Es el momento de escuchar lo que el miedo te quiere decir. (…) No todos los miedos son negativos; el “miedo sano” puede estar anunciándote que actúes con cautela, pues hay algún peligro real. El miedo también puede estar diciéndote que te prepares adecuadamente para enfrentar el desafío que tienes por delante. Que hagas tus previsiones de tiempo, que reúnas los recursos necesarios, que aprendas nuevas habilidades o desarrolles nuevas actitudes, que te ocupes de los detalles.
Una vez que has atravesado esta etapa, de alguna manera ya estás preparado para pasar a la próxima, pues ya comienzas a sentir que el miedo se va transformando en entusiasmo.
El paso número tres consiste precisamente en atreverse. Esto significa comprometerse a realizarlo. El compromiso se traduce en acción.
Cuando nos comprometemos, sucede algo muy especial; como dice Goethe, es como si todo el universo se pusiera de nuestro lado para que podamos alcanzar nuestra meta.
Hasta que no nos comprometemos, hay vacilación; existe la posibilidad de retroceder; nos domina la inefectividad. Muchas veces la ayuda vendrá de lo inesperado, pero solo si estamos comprometidos. Cuando hay dudas, es difícil estar dispuestos a recibir. Cuando hay fe y compromiso, tarde o temprano la ayuda llega, pues quiere decir que estamos preparados para aceptarla”.
Las autoras de “Confianza Total” también van mechando algunas frases inspiradoras pronunciadas por personas célebres. Les dejo tres de esas frases, para que las guarden como tesoros y las recuerden en los momentos difíciles:
“Uno puede elegir entre refugiarse en lo seguro o avanzar y crecer. El crecer debe ser elegido una y otra vez. El miedo debe ser superado una y otra vez”. Abraham Maslow.
Otra: “Dentro de veinte años te sentirás más arrepentido por las cosas que no hiciste, que por las que hiciste. Por lo tanto suelta los cabos. Navega lejos del puerto seguro. Atrapa los vientos favorables y despliega tus velas. Explora. Sueña. Descubre.” Mark Twain.
Y finalmente: “Empieza por hacer lo necesario, luego haz lo posible y de pronto estarás logrando lo imposible”, de San Francisco de Asís.
Y ustedes, ¿en qué situaciones sienten más miedo? ¿Suelen ser conscientes de que muchos de sus miedos son por cosas que aún no han sucedido y que quizás no sucedan nunca? ¿Qué estrategias ponen en juego para superar sus miedos y avanzar?
Clarina Pertiné

jueves, 23 de agosto de 2012

El diccionario del diablo


Hoy les propongo reflexionar sobre el humor, pero no sobre cualquier humor, sino sobre el humor negro. El humor negro se basa en la crítica a los valores tradicionales. Suele hacer un ataque mordaz y políticamente incorrecto a las convenciones sociales, aunque de una manera muy sutil. El humor negro requiere una dosis de ironía y sarcasmo y, sobre todo, una atracción hacia la transposición velada de límites morales.
Intenta responder a la atracción humana por lo macabro; representa la superación de realidades terribles mediante la catarsis y suele estar acompañado de la provocación. Consiste en el humorismo como mecanismo de defensa del yo frente a la realidad externa.
A propósito del humor negro, la ironía y el sarcasmo, me acordé de que hace ya unos cuantos años me recomendaron un libro bastante particular, llamado “El diccionario del diablo”. Tan particular como su autor, Ambrose Bierce, cuya historia quiero compartir hoy con ustedes.
Ambrose Bierce nació en el año 1842, pero no se sabe cuando murió. La última vez que se supo de él fue por un telegrama que envió a un amigo en la Navidad de 1913 desde México, donde se había unido al ejército de Pancho Villa. Luego, sencillamente desapareció.
Es un escritor del pesimismo, dicen algunos. Sumamente cínico y vehemente, fue apodado por algunos colegas como el “amargo Bierce”. Era el décimo hijo de trece hermanos cuyos nombres todos empezaban todos con la letra “A”. Su infancia transcurrió en el seno de una modesta familia rural, rígidos observantes del calvinismo.
La educación que recibió fue muy severa y llena de represiones. Quizás por este motivo, Bierce desarrolló una enemistad profunda contra su familia, sobre todo hacia sus padres.
Siendo aún un adolescente, Bierce tuvo una relación amorosa con una señora de más de setenta años. Poco tiempo después, se enroló como voluntario en la Guerra Civil Americana y fue soldado hasta caer herido en una batalla, allá por 1866.
Abandonó entonces el ejército y comenzó su actividad como periodista y escritor. A través de los años, fue cultivando un humor amargo que reflejaba muy bien a través de una serie de definiciones satíricas que publicaba en el diario “Argonaut” y que más tarde reuniría en el libro que les mencioné: “El diccionario del diablo”.
Les cuento algunas de esas definiciones. Del adolescente dice que es “aquel que se está recuperando de la niñez”.
El año, para Bierce es un “período de 365 decepciones”. La depresión es el “estado de ánimo producido por un chiste del periódico, la actuación de un payaso o la contemplación del éxito ajeno”. La juventud, el “período de lo posible”.
Aunque su fama de amargo le había ganado unos cuantos adversarios, desde sus columnas Bierce impartía su desprecio contra políticos ladinos y personajes con grandes fortunas. Esto y la publicación de varios libros le valieron, en su época, la reputación del escritor más célebre de la costa occidental de los Estados Unidos.
Los últimos años de su vida los dedicó a preparar con mucho esmero, esto es recopilar, revisar, editar y corregir sus obras completas. Una vez terminada esta tarea, con 70 años, agobiado por el asma, inició un viaje al pasado y recorrió todos los campos de batalla que había visto en su juventud durante la guerra. Y finalmente consiguió un permiso para cruzar la frontera a México, que estaba en plena revolución.
Pero antes le escribió una carta a un familiar, que decía: “Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida”.
Alivio para Bierce era “despertarse temprano, en una mañana fría, y descubrir que ese día es domingo”. Me asombra que esta definición refleje tan bien la sensación de alivio. Y con una enorme cuota de ingenio define la nariz como “protuberancia del rostro humano que comienza entre los ojos y termina en los asuntos ajenos”.
Quizás parezca extraño que en este espacio, donde celebramos las buenas noticias y rescatamos los hechos positivos, hablemos de este autor. Pero lo cierto es que Ambrose Bierce descargaba su cinismo como una forma de criticar o reírse del peor costado del hombre. Hombre que él definía como un “animal tan extraviado en la contemplación de lo que cree ser, que no tiene en cuenta lo que indudablemente debería ser…”
Bierce era un maestro del cinismo y la ironía. De los cínicos, él decía que son “canallas cuya visión defectuosa les hace ver las cosas como son, no como deberían ser…”. Como si el cinismo fuera una vía regia para descubrir la realidad del mundo.
Todo con una buena dosis de humor negro. Porque el humor negro también es humor. Y el hecho de reírnos de nosotros mismos, muchas veces es signo de una enorme lucidez.
¿Qué piensan ustedes de la ironía o el sarcasmo? ¿Pueden separarlos de su connotación más negativa? ¿Les divierte o les causa rechazo el humor negro?
Natalia Peroni

miércoles, 22 de agosto de 2012

Hay alguien que te ama


En algún lugar de Tennessee, Estados Unidos, nueve mujeres o “las 9 nanas” como prefieren que las llamen, se reúnen en la oscuridad de la noche. Se levantan a las cuatro de la mañana y comienzan un ritual que nadie, ni una sola persona, ni siquiera sus maridos, sabrá por 30 años. Tienen una misión: crear felicidad.
Una empieza tamizando la harina, la otra lavando los huevos; otra se asegura de que las tortas y los panes se cocinen correctamente.
Durante tres horas diarias se van intercambiando las tareas, dependiendo del humor o las ganas que tengan de hacer una u otra cosa. Todo parte de un gran esquema de trabajo para ayudar a aquellos que más lo necesitan. Y después, antes de que nadie las vea, vuelven a su vida cotidiana. La única pista que queda podría ser el aroma a vainilla, limón y lima flotando en el aire.
Esta es una historia maravillosa que leí en el blog de Marlo Thomas y que hoy les acerco para que disfruten.
Este plan comenzó una tarde, en pleno juego de cartas, hace 35 años. Eran nueve amigas charlando sobre cómo hay gente que ayuda en una comunidad. Entonces empezaron a pensar de qué manera podrían ellas ayudar a otros. “¿Qué haríamos si tuviéramos un millón de dólares?” se preguntaban. Pero no los tenían.
Entonces organizaron un torbellino de ideas y a una de ellas se le ocurrió ahorrar lavando la ropa en casa en vez de mandarla a lavar afuera, y de esa manera cada una se comprometió a donar para esta sociedad secreta un monto determinado de ese ahorro, sin que sus esposos sospecharan nada.
Lo siguiente fue comenzar a escuchar para ver quién necesitaba ayuda. La peluquería fue uno de los lugares indicados para saberlo. Cuando se enteraban de que, por ejemplo, una mujer viuda estaba atravesando dificultades económicas, se movilizaban en secreto y le pagaban la luz o el gas o le compraban ropa para los chicos, de manera anónima.
“Queríamos ayudar sin quitarles a nuestras familias, así que nos convertimos en expertas en descuentos” dice una de ellas. Lo que hacían era averiguar quién necesitaba una ayudita y le mandaban un paquete con una nota que decía simplemente: “Hay alguien que te ama”.
Y además se aseguraban de agregar en el paquete una torta o un pan de los que ellas cocinaban.
Lo que ocurrió fue que quisieron ir ayudando cada vez a más gente.
Recorrían con el auto los barrios más pobres y se fijaban en las casas que no tenían luz durante la noche o que no tenían vidrios en las ventanas. Entonces volvían, antes del amanecer, sin que nadie las viera, y dejaban un paquete en la puerta de la casa.
Continuaron con esta actividad secreta por casi cuatro décadas, sin ganar un centavo, sin claudicar en su esfuerzo y con las mismas ganas de siempre de darles una mano a otras personas.
Hasta que un día, por casualidad, hace unos cinco años, el marido de una de ellas descubrió que el auto que usaban en común tenía muchos más kilómetros de los que ellos supuestamente habían recorrido.
Comenzó a investigar y entonces la mujer llamó a “las 9 nanas”, reunieron a sus maridos en una casa y les contaron lo que habían hecho en secreto durante esos 30 años.
Y acá es donde la historia se pone mejor, si es que esto es posible. Sus maridos escucharon la historia y se ofrecieron a ayudar. Estaban azorados de no haberse dado cuenta y felices de poner manos a la obra para participar de esta sociedad tan amorosa y mágica.
Después les contaron a sus hijos, y, como bien dicen ellas, “la felicidad se agrandó mucho más”, porque las estimularon a vender por Internet las tortas y los panes que hacían, para recaudar más dinero y poder ayudar más.
¡En muy poco tiempo comenzaron a recibir más de 100 pedidos por día! Estaban tan felices que saltaban y corrían por todos lados.  Y aunque ustedes no lo crean, contrataron lo que ellas llaman “un coordinador de felicidad”, cuyo nombre es, por supuesto, secreto.
Recientemente “las 9 nanas” llegaron a donar 5000 dólares en sábanas, almohadas  y productos para el arreglo personal para un albergue de mujeres sobrevivientes de la violencia doméstica.
Y este mes de agosto van a celebrar su segundo y consecutivo mes de: “La felicidad es posible”, mandándole un obsequio a una persona en cada estado de los Estados Unidos que haya marcado una diferencia ayudando en su comunidad.
Ese millón de dólares que soñaban tener algún día para ayudar, es casi el monto que ya han donado. 900.000 dólares de felicidad es lo que estas mujeres le han dado en 35 años a su comunidad.
Ahí afuera, amigos oyentes, no importa dónde, en la quietud de la noche, en el vértigo de la ciudad o en algún lugar lejano y recóndito, “hay alguien que te ama.”
Vicky Detry

lunes, 20 de agosto de 2012

Sobre la vejez


Hoy quiero reflexionar con ustedes sobre la vejez. Cuando Cicerón escribió “De Senectute”, el tratado sobre la vejez, tenía 62 años. No sabía que moriría muy poco después en manos de sus enemigos políticos. Era viejo. Allá por el siglo I A.C., ser sexagenario equivalía a ser casi un anciano. Pero su prosa y su oratoria eran todavía de las mejores de la Roma de esos tiempos.
El libro está escrito en forma de diálogo entre un personaje octogenario llamado Catón, y dos de sus jóvenes discípulos, que ciertamente estaban maravillados por la plenitud de su maestro. Catón cuenta en el libro sus razones para no renegar de la vejez y, en cambio, aceptarla como una etapa rica de la vida, colmada de dones y placeres.
A lo largo del texto, despliega cuatro razones por las cuales la vejez puede parecer miserable y, por supuesto, las refuta una por una.
El primer motivo es que la vejez aparta a la persona de las actividades. Cicerón, a través de Catón, se pregunta de cuáles. Las cosas grandes no se hacen con la fuerza, la rapidez o la agilidad del cuerpo sino mediante el consejo, la autoridad y la opinión, que la vejez posee en abundancia.
Aunque es verdad que la memoria disminuye, hay ejemplos notables de viejos capaces de recitar pasajes enteros de obras literarias y otros ancianos que tuvieron la dicha de que sus estudios duraran lo mismo que su vida.
Y esta es una muy linda manera de decir que estuvieron siempre renovándose y aprendiendo. Sócrates, por ejemplo, empezó a estudiar la lira -y el propio Catón la lengua griega- en la ancianidad.
La segunda razón para deplorar la vejez es la pérdida de la fuerza física. El argumento de Cicerón, puesto en boca de Catón, es que la vida no debe valorarse por ella. Es obvio que la fuerza física decrece. También es obvio que abundan las enfermedades. Pero estas ¿no son también propias de los jóvenes? ¿Es que alguien está libre de la debilidad y la dolencia?
"Hay que hacer frente a la vejez, y hay que compensar sus defectos con la diligencia. Lo mismo que hay que luchar contra la enfermedad, hay que hacerlo contra la vejez", dice el sabio anciano.
Y agrega algo que suena muy moderno: "Es preciso llevar un control de la salud. Hay que practicar ejercicios moderados, tomar la cantidad de comida y bebida convenientes para reponer las fuerzas, no para ahogarlas. Y no solo hay que ayudar al cuerpo, sino mucho más a la mente y al espíritu. Pues también estos se extinguen con la vejez, a menos que les vayas echando aceite como a una lamparilla".
El sentido común que encierran estas recomendaciones es por cierto llamativo si pensamos que fueron escritas hace más de 2.000 años. Si desconociéramos el origen de este texto, hasta aquí podríamos decir que fue escrito por alguien contemporáneo a nosotros.
Cosa que seguramente no nos va a resultar fácil de identificar en su refutación del tercer motivo para deplorar la vejez, que es, quizás, el más citado a lo largo de todo el tratado.
Consiste en que la edad avanzada no nos permite disfrutar de los placeres. En este punto, Catón lanza una larga diatriba contra los placeres. La pasión, alega, nos arrastra a acciones vergonzosas y criminales. En su opinión, es una suerte que la edad aleje de nosotros lo más pernicioso de la juventud. "Nada hay tan detestable como el placer, si es verdad que este, cuando es demasiado grande y prolongado, extingue toda la luz del espíritu", dice el autor.
No solo no hay que reprochar a la vejez que sepa prescindir de los placeres, sino que hay que felicitarla por ello. Concluye entonces diciendo que una vida virtuosa es garantía de bienestar.
La última razón para deplorar la vejez, la proximidad de la muerte, es analizada en “De Senectute” de la siguiente manera: "Si no vamos a ser inmortales, es deseable, por lo menos, que el hombre deje de existir a su debido tiempo. Pues la naturaleza tiene un límite para la vida, como para todas las demás cosas". Si no hay nada después de la muerte, nada debemos temer. Si la muerte es la puerta para la vida eterna, deberíamos desearla.
Por supuesto, en la época de Cicerón el tema de la longevidad tenía características distintas de las que posee en la época actual. Hoy es esperable que las personas aspiren a una larga vida. Por ende, desear vivir muchos años no es una ambición descabellada.
El tema que en esta oportunidad nos preocupa y nos ocupa, es la calidad de esa vida, que en estos tiempos es más larga. Calidad de vida que tiene que ver con la disponibilidad que tenemos de tiempo libre, con el goce del ocio, la satisfacción de las propias necesidades y muchos otros aspectos que se vuelven particularmente relevantes en este período de la vida.
Porque en nuestros tiempos se ha alargado casi veinte años esa etapa que llamamos ancianidad. Hay, por supuesto, una vejez burocrática que deviene a los sesenta y pico si queremos hacerla coincidir con el momento de la jubilación. Sin embargo, a partir de allí restan muchos años para disfrutar de la vida en forma plena.
Y aunque la sociedad moderna margine a los viejos, quizás esté en cada uno de nosotros determinar si además de la vejez cronológica, además de la vejez burocrática, aceptaremos o no una vejez psicológica, emocional y espiritual. El desafío está en plantearnos si somos capaces de sentirnos todavía jóvenes de corazón.
Siempre nos gusta saber sus opiniones y sugerencias. A ver, los adultos mayores: ¿En qué aspectos se sienten especialmente jóvenes? ¿Qué situaciones cotidianas les dan alegría y los rejuvenece? ¿Cultivan vínculos que los hagan sentirse felices?
Natalia Peroni

viernes, 17 de agosto de 2012

Expresiones coloridas


Hace unos días una amiga me acercó este texto que les voy a leer, que trata sobre el lenguaje cotidiano de los argentinos, en el que existen muchas expresiones coloridas de significado preciso cuyo origen resulta curioso e interesante. Las dos primeras expresiones, les adelanto, vienen con un poco de humor negro.

**”¡Agarrate, Catalina!”

Catalina pertenecía a una familia de trapecistas que trabajaban en un circo recorriendo los barrios porteños en los años cuarenta.

Su bisabuela, su abuela y su madre habían muerto durante diversas actuaciones circenses.

La gente, que conocía su historia, a modo de cábala y antes de cada función, le decía: "¡Agarrate bien, Catalina!"

Con el correr del tiempo, la frase se fue deformando hasta llegar al conocido "¡Agarrate, Catalina!". Antes de cada actuación, alguien del circo le gritaba "¡Agarrate Catalina!"

Hasta que una vez, la persona que debía pronunciar la frase no estuvo presente.

Así fue como la pobre Catalina terminó muriendo a los 25 años durante una función de circo en el barrio de San Telmo, como su madre, su abuela y su bisabuela.

La expresión “¡Agarrate, Catalina!” se emplea para avisar que se debe estar alerta ante una situación que no pinta fácil.


**”No quiere más Lola”

Es una frase nacida en la Argentina. “Lola” era el nombre de una galleta sin aditivos que a principios del siglo XX integraba la dieta de hospital. 

Por eso, cuando alguien moría, se decía: "Este no quiere más Lola".

Y desde entonces se aplica a quien no desea seguir intentando lo imposible.


**”¡Viva la Pepa!”

Contra lo que pudiese creerse, "¡Viva la Pepa!" no es el grito de alegría de un buscador de oro, sino el que usaban los liberales españoles en adhesión a la Constitución de Cádiz, promulgada el 19 de marzo de 1812, en la festividad de San José Obrero.

Como a los José se los apoda “Pepe”, en vez de decir "¡Viva la Constitución!" - lo que llevaba a ser reprimidos - los liberales gritaban "¡Viva la Pepa!". Hoy, en la Argentina, su significado se ha desvirtuado y más bien se parece a "Piedra libre" o "Vale todo".


**”Atorrantes”

Lo de "atorrantes" viene de cuando a principios del siglo pasado se depositaron unos grandes caños de desagüe en la costanera del Río de la Plata, frente a la Casa de Gobierno, en lo que hoy es Puerto Madero.

Estos caños tenían la leyenda "A. Torrant et Cie." (que era el nombre del fabricante) escrita en grandes letras a lo largo de cada segmento de caño.

Estos caños estuvieron más de un año en el lugar, antes de que por fin los enterraran.

Durante ese tiempo, muchos desvalidos, vagos, linyeras y sujetos de avería que rondaban por la zona los utilizaron para esconderse, dormir y hasta vivir en ellos. Surgió así el "se fue a vivir a los caños", que con el tiempo evolucionó hasta quedar en "se fue a los caños". 

A los que hicieron de los caños un hogar se los llamó "atorrantes", y por extensión se utiliza para referirse a toda persona pendenciera, de mal comportamiento, etcétera.


**Atar los bártulos”

"Atar los bártulos" alude a Bártulo de Sasso-Ferrato, jurisconsulto de la Edad Media, profesor de Derecho en Pisa, Bolonia y Padua, cuyas obras -contenidas en trece volúmenes- sirvieron de base de estudio durante tres siglos. 

Los estudiantes tomaban nota de ellas y luego ataban esos apuntes, a los que llamaban bártulos, para que las hojas no se les perdieran.

Hoy la expresión alude a preparar una mudanza.


A mí siempre me encantaron estas anécdotas que dan cuenta de una parte muy pintoresca de nuestra cultura cotidiana.

Si ustedes también las disfrutan, escríbannos para contarnos lo que saben o han averiguado, así vamos enriqueciendo juntos nuestra historia y nuestra lengua.
Clarina Pertiné

jueves, 16 de agosto de 2012

El arte de ser flexible


Walter Riso es psicólogo y autor de “El arte de ser flexible”, uno de los muchos libros que ha publicado.
Hoy me gustaría compartir con ustedes algunas ideas que expresa en sus “Comentarios finales” sobre la mente flexible y el funcionamiento óptimo.
El autor ubica seis zonas básicas de flexibilidad mental, que son las siguientes:
Zona 1: Alejarse del dogmatismo; es decir, de las creencias inamovibles y adoptar convicciones racionales y abiertas a la crítica y a la revisión, sin caer en el “todo vale”. A esto lo llamamos: pensamiento crítico.
Zona 2: Alejarse de las actitudes de solemnidad y amargura, que implican tomarse demasiado en serio a uno mismo, y adoptar el buen humor y la disposición a la risa como forma de vida, sin caer en la estupidez risueña de la frivolidad. A esto lo llamamos: pensamiento lúdico.
Zona 3: Alejarse de la normatividad  -entendida como aceptación ciega de las normas- y adoptar una actitud inconformista inteligente y fundamentada (rebelde con causa) evitando caer en la filosofía del “dejar hacer” o laisser faire, según la cual la norma es vista como un tabú. A esto lo llamamos: pensamiento inconformista.
Zona 4: Alejarse de toda forma de prejuicio y fanatismo y tratar de ser ecuánimes y justos en cada acto de la vida, dejando a un lado la inferencia arbitraria y la mala costumbre de catalogar a la gente. A esto lo llamamos: pensamiento imparcial o equilibrado.
Zona 5: Alejarse de la visión simplista del mundo (infantilismo o trivialidad) y adoptar una actitud acorde con la complejidad cognitiva, o, si se quiere, una sencillez compleja (profunda pero no oscura), que no se contenta con lo superficial pero tampoco pretende ser insondable. A esto lo llamamos: pensamiento complejo.
Zona 6: Alejarse de toda forma de autoritarismo y abuso del poder y adoptar una posición democrática, pluralista y participativa, abierta al diálogo y a la diferencia. A esto lo llamamos: pensamiento pluralista.
Walter Riso continúa diciendo que “la flexibilidad mental toma forma en la conjunción de las seis zonas mencionadas, donde cada una de ellas completa a la otra, como si se tratara de un mosaico móvil y dinámico. El pensamiento flexible fluye cómodamente por todas las zonas tratando de evitar las polaridades inútiles, absurdas o peligrosas para la salud personal o social”.
“El poder del pensamiento flexible”, sostiene el autor, “radica en su tremenda fuerza adaptativa y en su capacidad de autorregulación y crecimiento interno”.
“Mantener fuera el dogmatismo, la solemnidad, la normatividad, el prejuicio, el simplismo y el autoritarismo permite fortalecer sus opuestos.”
“Una persona que ha desarrollado una actitud crítica, lúdica, rebelde, justa, integradora y pluralista ha creado un estilo de vida abierto y altamente saludable. No solo ella vivirá mejor, sino que contribuirá al bienestar de su comunidad: una mente flexible genera menos estrés, más felicidad y menos violencia”.
“Siguiendo a Nietzsche”, finaliza Walter Riso, la mente flexible se identifica con ‘Querer llegar a ser lo que somos, seres humanos nuevos, únicos, incomparables, que se dan a sí mismos leyes, que se crean a sí mismos’””.
¿Ustedes qué piensan sobre lo que dice el autor? ¿Se han sentido oprimidos alguna vez por la rigidez mental de alguien cercano o lejano? ¿O liberados gracias a alguien con mentalidad flexible que encontraron en su camino cuando lo necesitaban?
Clarina Pertiné

martes, 14 de agosto de 2012

Remedios para el desamor


El renombrado escritor Enrique Rojas, autor de varios best-sellers, nos cuenta en su libro “Remedios para el desamor”, qué pasa con este sentimiento tan necesario pero muchas veces esquivo como es el amor. Él dice:

“El amor conyugal está en crisis porque los resortes del hombre contemporáneo se han vuelto frágiles. Se vive sin asideros, sin soportes sólidos, en una existencia que tiende al vacío, o a la superficialidad o al ritmo vertiginoso de vida, pero sin rumbo. Desde ella se hace difícil y costoso entender que el amor -darlo y recibirlo- se aprende y que necesitas, además de esfuerzos, renuncias y sacrificios.”

Continúa con una frase certera: “Es mucho más difícil mantener un amor que conquistarlo”.

Aquellos oyentes que estén en pareja van a entender perfectamente de qué nos habla Enrique Rojas. Y los que ya no lo están, seguramente van a compartir o asentir con la cabeza al oír la frase, pensando en ese amor que se tuvo y ya no se tiene. ¡Qué difícil y doloroso es perder un amor! El cuerpo duele de una manera difícil de explicar científicamente.

Enrique Rojas nos dice que hay una metodología para que el amor se vuelva amable. Tiene que ver con que el amor no se agota en el sentimiento sino “que se completa y engrandece por la voluntad, la inteligencia y el compromiso”, según expresa el autor.

 ¿Cómo se logra esto? Enrique Rojas nos acerca algunos “remedios”, como él los llama, para que no desesperemos:

Primer remedio: borrón y cuenta nueva.
Para arreglar una situación conyugal difícil es necesario esforzarse por asumir y digerir el pasado.

Segundo: Esforzarse por no sacar la lista de agravios.
Es ese inventario de pequeños y grandes errores, fallos, defectos, y fracasos que se acumulan tras la convivencia.

Tercero: El respeto mutuo en tres direcciones.
De palabra: Supone aprender a controlarse, ser dueño de uno mismo y no perder la calma.
De obra: Se destierra el trato cruel, con ensañamiento, salvaje.
De los gestos: Se evitan los gestos de desprecio, las caras largas, los aspavientos sistemáticos de desaprobación y las maneras desafiantes que ahogan cualquier posible reconciliación.

Cuarto: Para estar con alguien hay que estar primero con uno mismo.

Quinto: la vida conyugal tiene que ser argumental.
El aburrimiento es uno de los grandes enemigos de las parejas modernas.
La vida humana tiene que ser argumental: ha de tener unos objetivos, un
programa, unos proyectos, ilusiones y motivos para estar juntos.

Sexto: Evitar discusiones innecesarias.
De las fuertes discusiones no surge la verdad ni la aproximación de la
pareja. Hay que  saber callar en ciertos momentos difíciles.

Séptimo: Tener una vida sexual sana, positiva y centrada en la
comunicación.

Octavo: Hacer repetidos esfuerzos de voluntad por mejorar y
pulir las dificultades de la convivencia.

Noveno: Echarle a la vida sentido del humor.
Hay parejas que se pasan la vida dramatizando, que han aprendido a
agrandar los sucesos y a sacarlos de su perspectiva real. Hay que girar en sentido contrario. Cultivar el sentido del humor no es
otra cosa que ver el lado divertido de la vida; hay que ejercitar la risa, la ironía y la gracia.

Décimo: Aprender a remontar momentos, días o situaciones
difíciles.

Undécimo: Saber escuchar, aprender a dialogar y adquirir
habilidades en la comunicación.

Duodécimo remedio: Saber utilizar la mano izquierda.
Se refiere a la diplomacia; a saber callar a tiempo y conocer cuándo se debe hablar. A veces evitar ir de frente y elegir un camino colateral puede ser muy beneficioso para que la convivencia fluya mejor.

Decimotercer remedio: Los días rosas.
Uno de los cónyuges, un día cada dos semanas o al mes, procure hacer todo lo posible por agradar a la otra persona, esforzándose al máximo.

Decimocuarto remedio: saber que la vida tiene activo y pasivo.
La vida, sola y/o compartida, tiene notas positivas y negativas, luces y sombras.

Decimoquinto remedio: Frenar la tendencia a controlar, vigilar e inspeccionar al cónyuge.
Lo más grave es que conduce a sentirse observado y, por lo tanto, a mantenerse en guardia, perdiendo espontaneidad.

Y por último:

Decimosexto remedio: Frenar el lenguaje interior negativo sobre el
cónyuge.
En una pareja en crisis es frecuente que uno vaya teniendo una imagen mental negativa de la otra persona. Hay que evitarlo.
Vicky Detry